Tenía interés en leer Castigar a los rojos. Acedo Colunga, el gran arquitecto de la represión franquista (Barcelona, Crítica, 2022), una obra escrita por Francisco Espinosa, Ángel Viñas y Guillermo Portilla, y que además cuenta con el Prólogo de Baltasar Garzón. Su lectura no deja lugar a dudas sobre la personalidad de su protagonista: un fiscal militar de carrera y también aviador militar, que, ya durante el régimen franquista, se instaló en sus altas esferas como gobernador de Barcelona, primero, y procurador de las Cortes y consejero del Movimiento, después.
El libro parte de un documento, la «Memoria del fiscal del Ejército de Ocupación», que fue escrita por Felipe Acedo Colunga y se fechó en enero de 1939. Un documento casi único, porque, tal como lo califica Francisco Espinosa, se trata de «manual de inquisidores». Fue este historiador el que hace unos cuantos años, a caballo entre los dos siglos, lo encontró entre los papeles del Archivo del Tribunal Militar Territorial Segundo de Sevilla mientras realizaba una investigación sobre la represión en la provincia de Huelva. A la par, fue conociendo cosas importantes sobre las andanzas del personaje desde su puesto de vocal ponente de los consejos de guerra constituidos tras el golpe militar de 1936 lo que ha quedado reflejado en varias de sus obras.
Aunque hayan pasado más de dos décadas, ha sido ahora cuando los autores del libro se han dedicado a profundizar en la actividad y la personalidad de Acedo Colunga, con la presencia cuasi permanente de su «Memoria», cuya lectura puede hacerse en la cuarta parte del libro. Su extensión original supera las 80 páginas, que acaban con una referencia a Zaragoza y la fecha de 15 de enero de 1939. A su vez, se exponen unas estadísticas de las «causas vistas», tanto en el ámbito general como, pormenorizadas, en las plazas de Madrid, Bilbao, Santander y el frente de Levante.
En la primera parte, «La guerra de Acedo Colunga: Memoria de la represión», Francisco Espinosa se refiere a los pormenores de las acciones como fiscal militar en los momentos de la dura represión de guerra y postguerra. Lo hace imbricándolas en el contexto de las dificultades encontradas (y todavía existentes) en la investigación en los archivos militares. Y acaba su escrito exponiendo una cuantificación sintética de las víctimas de la represión en los dos bandos, atendiendo, eso sí, a las investigaciones históricas llevadas a cabo.
La segunda parte, «Guía de inquisidores: un análisis», pertenece a Guillermo Portilla, a la sazón catedrático de Derecho Penal y que por ello se centra en el contenido del documento. A lo largo de unas 70 páginas va diseccionando lo que se refleja de la labor desarrollada en los numerosos consejos de guerra en los que participó Acedo Colunga. La «Memoria» la «concibió como la necesidad de volcar todo el conocimiento adquirido tras años de ejercicio en la Fiscalía en una guía orientada hacia aquellas personas que se iniciaban en la tarea de administrar justicia en los consejos de guerra». Y el resultado no pudo ser más impresionante: estaba alejada de «cualquier concepción ilustrada o liberal» del Derecho; se inspiró en «el modelo nacional-socialista»; y «rememoró al Tribunal de la Santa Inquisición». Todo un compendio de lo que fue el fascismo español en su faceta jurídica. No fue el único jurista del momento que actuó y justificó esos procederes, pero sí quien, más que ningún otro, dejó constancia escrita y explícita de ese modelo jurídico que expresó lo que por sí mismos denominaron como «justicia al revés».
Ángel Viñas, por último, hace un recorrido biográfico de Acedo Colunga en «La opaca carrera del general de división», desde sus orígenes familiares (precisamente con un padre militar, pero liberal decimonónico frente al carlismo alzado en armas) hasta su plenitud como miembro de las altas esferas del régimen franquista. Y en medio, esas peripecias personales que se fueron sucediendo y que moldearon la personalidad de Acedo Colunga, entre las cuales podemos destacar sus inicios tempranos como miembro del aparato jurídico militar; su casamiento con una mujer adinerada de Olvera (Cádiz); su incursión en el campo militar desde la aviación, incluyendo la participación en la guerra colonial de Marruecos; sus indecisiones en los primeros momentos de la República; su participación en la Sanjurjada de Sevilla, en agosto de 1932, que le llevó a ser condenado; su reposición durante el Bienio Negro y el papel relevante que tuvo como fiscal represor tras los acontecimientos de Asturias de octubre de 1934; y finalmente su activa labor represiva desde el primer momento del golpe militar de julio de 1936. Todo un proceso de experiencia vital que, como señala Viñas, culminó de la siguiente manera: «Su mayor y más inequívoco triunfo consistió en arraigar en la legislación y la jurisprudencia franquistas su proyecto de represión penal de todos aquellos que no colaboraron con el GMN [Glorioso Movimiento Nacional]».
(El artículo ha sido publicado en el blog personal del autor: https://marymeseta.blogspot.com/2022/09/castigar-los-rojos-de-francisco.html).
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