Traducido del portugués para Rebelión por Alfredo Iglesias Diéguez
El Partido dos Trabalhadores (PT) acaba de sufrir la más derrota más aplastante de su historia. Una derrota de tal magnitud que si fuese otro partido sin el enraizamiento social que tiene el PT quién la sufriera, ya estaría disuelto. Pero por esa misma razón, la oligarquía no conseguirá materializar el sueño verbalizado por el ex senador Jorge Bornhausen, quién aspiraba a «acabar con la raza petista» y exterminar el petismo.
Esta derrota hará difícil la supervivencia y la tarea de reconstrucción partidaria -no sólo por la pérdida de espacio institucional-; si no, principalmente, por el modelo de ofensiva contra el campo democrático y popular, que será más intenso en el próximo período.
Una derrota de esta magnitud tiene muchas causas, coyunturales y estructurales, y su análisis no se puede abarcar en unos pocos párrafos de un artículo. Existen factores intrínsecos al propio PT -los errores de sus ex dirigentes en el manejo de las finanzas del partido es uno de ellos-. El PT todavía tiene pendiente la realización de una autocrítica desde la época del llamado ‘mensalão‘ [1]. Ya debería haber reconocido públicamente la equivocación cometida por algunos sectores del partido, aquellos que naturalizaron en el PT las prácticas de los partidos tradicionales.
El PT se equivocó al no buscar el apoyo a su gobierno en una plataforma por el cambio del país en la democracia participativa y en las dinámicas plebiscitarias. Se sumó al llamado ‘presidencialismo de colación’ -un sistema que estimula la corrupción y mediante el cual la oligarquía distribuye el control del Estado entre diferentes facciones-, y no supo desarticular estructuras corruptas, muchas organizadas en el período de la dictadura y perfeccionadas por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso.
No obstante, aceptar que la deriva de algunos de los ex dirigentes del PT [y no del conjunto del partido] es la principal causa de la derrota, es una interpretación de los hechos que no toma en consideración la eficacia de la operación inteligentemente articulada entre sectores de los medios de comunicación, la fiscalía, la policía federal y la magistratura, para alcanzar ese resultado. La realidad es inapelable: constante revuelo mediática y prisión para dirigentes petistas, mientras que políticos del Partido Progressista (PP), Partido do Movimento Democrático Brasileiro (PMBD) y Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB), implicados con pruebas en distintas tramas de corrupción ni siquiera son investigados.
Es ingenuo pensar que la corrupción fue la principal causa de la derrota. Si las elecciones hubiesen sido un certamen para elegir a los no corruptos, los puros y los decentes, el PSDB y el PMDB, campeones de candidatos con trayectorias corruptas, habrían sido estrepitosamente derrotados.
Pensar, por otra parte, que la derrota de las candidaturas del PT se debió a la baja popularidad heredada del gobierno de Dilma Roussef está en contradicción con la victoria de los candidatos que figuran entre quienes apoyan al golpista Michel Temer, que ostenta casi el 80% de reprobación.
Las elecciones municipales fueron el primer acontecimiento en el marco del régimen de excepción en que se vive en Brasil. Subestimar este factor en el análisis electoral y de otros acontecimientos y procesos políticos sería un tremendo error histórico.
Más que la derrota del PT, se observa la victoria de la manipulaçión política, jurídica y mediática. Está en marcha en Brasil una ofensiva que no sólo tiene entre sus objetivos a la principal organización de la izquierda y al líder político de mayor consideración popular, que es el ex presidente Lula, si no que tiene unos objetivos más amplios y radicales, ya que busca hacer viable la restauración neoliberal en su fase ultraconservadora y reaccionaria, con pérdida de derechos, destrucción de la economía nacional y transferencia de la riqueza del país al extranjero.
El efecto práctico de esta brutal ofensiva, de momento, es el debilitamiento del PT. Saber si el Partido conseguirá o no sobrevivir a ese ataque es una pregunta abierta. No obstante, una cosa es cierta: el fin del PT no conseguirá acabar con el petismo genuino, uno de los principales sujetos históricos de la transformación democrática y socialista de Brasil.
El PT debe hacer, urgentemente, una profunda crítica y autocrítica de esta circunstancia histórica. No obstante, este esfuerzo analítico y de reconstrucción no puede separarse de la lucha tenaz contra el régimen de excepción y el fascismo, que encuentra cada vez un terreno más fecundo para avanzar en Brasil.
Nota del traductor:
[1] El escándalo del ‘mensalão‘ o mensualidades es el nombre dado a una crisis política sufrida por el gobierno del PT en el año 2005, cuando fue acusado de haber sobornado a varios diputados -mediante un pago mensual-, para que votaran a favor de los proyectos presentados por el gobierno.
Jeferson Miola es integrante del Instituto de Debates, Estudos e Alternativas de Porto Alegre (Idea) y fue coordinador-ejecutivo del 5º Fórum Social Mundial.
Fuente: http://www.alainet.org/es/node/180750
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