La designación de Celso Amorim como ministro de Defensa de Brasil, cargo que asumió este lunes, es considerada un cambio de rumbo del gobierno de Dilma Rousseff respecto de las Fuerzas Armadas y una señal de vía libre para investigar las violaciones a los derechos humanos cometidas por la dictadura. Amorim, quien encabezó la cancillería […]
La designación de Celso Amorim como ministro de Defensa de Brasil, cargo que asumió este lunes, es considerada un cambio de rumbo del gobierno de Dilma Rousseff respecto de las Fuerzas Armadas y una señal de vía libre para investigar las violaciones a los derechos humanos cometidas por la dictadura.
Amorim, quien encabezó la cancillería en los dos mandatos presidenciales de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), tiene «todas las condiciones» para ejercer su nueva responsabilidad, aseguró Rousseff, al imponerlo como reemplazante de Nelson Jobim, que renunció al cargo que ocupaba desde 2007.
Pero para los militares parece ser todo lo contrario. Para empezar, es un diplomático, por lo tanto alguien a quien no le gusta la guerra, lo cual para el pensamiento castrense es como colocar un «médico a cargo de una morgue», según comentarios de oficiales recogidos por medios locales de comunicación.
Pero, además, Amorim es considerado, no solo diplomático, sino de izquierda, como indicó el analista político Mauricio Santoro en entrevista con IPS.
Santoro, de la Fundación Getulio Vargas, recordó que Amorim fue criticado en su gestión anterior por su defensa de una política de relaciones con Irán en asuntos nucleares, con fines pacíficos, y por el acercamiento con gobiernos latinoamericanos con posiciones más radicales y «antiestadounidenses», como el del venezolano Hugo Chávez.
Tampoco agradaría a los militares el hecho de que cuenta en su currículum con pasajes «de mucho conflicto con la dictadura militar brasileña (1964-1985)», en un país que todavía no ha curado esas heridas.
Amorim tuvo que renunciar en 1982 a su cargo como presidente de la hoy extinta Empresa Brasileña de Cine (Embrafilme) por haber autorizado fondos para producir la película «Adelante Brasil», del director Roberto Farías, que encaró por primera vez abiertamente el tema de la represión y las torturas perpetradas por la dictadura.
Sin embargo, no es la primera vez que un gobierno del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) nombra un diplomático como ministro de Defensa. El primero fue al comienzo de la presidencia de Lula con José Viegas, quien renunció antes de cumplir el segundo año de gestión después de que los militares publicaron comunicados justificando el golpe de Estado de 1964.
«A los militares nunca les gustó ser mandados por diplomáticos», subrayó Santoro.
La pregunta es por qué entonces Rousseff escogió para dirigir esa cartera a alguien con el perfil de Amorim, que para los militares es casi un «prontuario delictivo».
Una entrevista publicada por la gubernamental Agencia de Brasil da una primera respuesta en ese sentido. «La elección de Amorim consolida poder civil sobre militares en la democracia brasileña», titula el artículo que atribuye al analista político Creomar de Souza.
Amorim sustituyó a Jobim, quien había seguido en el cargo tras el cambio de gobierno por recomendación del propio Lula.
Jobim fue obligado a renunciar tras exponer públicamente que en las pasadas elecciones votó al rival de Rousseff, el frustrado postulante José Serra, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña. A la mandataria también la habría irritado la actitud de Jobim de cuestionar, en una entrevista, la idoneidad de dos de sus principales colaboradoras: Ideli Salvatti, ministra de Relaciones Institucionales, y Gleisi Hoffmann, jefa de la Casa Civil, un cargo equivalente a jefa de gabinete.
Entre bastidores hubo otros malentendidos, como la insatisfacción de Jobim por los recortes de presupuesto dispuesto para al área de defensa nacional.
Jobim, el primer civil a cargo de la cartera de Defensa del agrado de los militares, pertenece a un sector de derecha del Partido del Movimiento Democrático Brasileño, aliado del PT en el gobierno, y es un fuerte crítico de Amorim por sus posiciones «antiamericanas (estadounidenses)», según mensajes de Washington divulgados por el sitio web Wikileaks.
Para el profesor de relaciones internacionales Francisco Teixeira, de la Universidad Federal de Río de Janeiro, «los militares tienen que convencerse que el cargo de ministro de Defensa pertenece a la presidenta que fue electa democráticamente y por amplia mayoría».
«Ningún ministro tiene que agradar o no a los militares», añadió ante la consulta de IPS.
Teixeira consideró que el cambio en este ministerio, al igual que otros realizados desde el comienzo de su mandato en enero, obedece a la estrategia de Rousseff de lo que llama «armar su propio gobierno» en referencia a un supuesto alejamiento de la influencia de Lula.
En cuanto a la designación de Amorim en particular, entiende que prevaleció en la decisión la experiencia que tiene como negociador internacional, tal el caso del acuerdo firmado con Francia para la construcción de un submarino a propulsión nuclear.
Este bagaje sería importante además para contribuir, desde su nuevo cargo, a concretar el viejo sueño brasileño de tener un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.
Teixeira sintetizó la situación al indicar que «los militares van a tener que entender que la comandante de las Fuerzas Armadas es la presidenta Dilma Rousseff».
Una jefa que por otros motivos ya causaba alergia entre los militares. Es que Rousseff integró la guerrilla izquierdista que combatió la dictadura y por ello fue presa y torturada.
A diferencia de sus vecinos, Brasil intentó cerrar ese capítulo con una ley de amnistía en 1979, que tras la recuperación de la democracia no fue siquiera modificada.
Sin embargo, ahora el gobierno dio nuevo impulso a la creación de una Comisión de la Verdad en el parlamento, que permita conocer los casos de tortura, asesinatos y desapariciones de personas durante la dictadura. Los militares temen que, en caso de aprobarse esta iniciativa originalmente presentada por Lula, podría abrir la puerta para revisar esa ley que los protege de la justicia.
Para Santoro, no hay dudas que la designación de Amorim indica un «cambio de dirección hacia las Fuerzas Armadas» respecto de la línea llevada adelante por el gobierno de Lula. La presión crece para que se instaure la Comisión de la Verdad.
Este analista recuerda que Jobim siempre se declaró a favor de la ley de amnistía y fue un férreo opositor a la formación de esa comisión en el Congreso legislativo.
«Hay una señal de que el rumbo va a ser diferente y que Dilma hará valer su historia de vida, de militancia política, de haber sido torturada», amplió.
Empero, por ahora la presidenta no deja evidencias públicas en ese sentido. Después del nombramiento de Amorim se apresuró a reunirse con los jefes de las tres alas de las Fuerzas Armadas para asegurarles que no habría cambios de mando ni «revanchismo» respecto del pasado.
Tal vez puede leerse como el primer efecto «diplomático» de la era Amorim en el Ministerio de Defensa.
Fuente original: http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=98824