Nuevos testimonios sobre la casi certeza de que el ex presidente brasileño Joao Goulart fue asesinado en Argentina en diciembre de 1976 a manos de un comando que operaba dentro del esquema de la Operación Cóndor, coordinadora de las dictaduras del Cono Sur de América, serán claves en un próximo juicio oral que se realizará aquí para juzgar a los principales responsables de los crímenes de lesa humanidad de las dictaduras.
En estas horas los familiares del ex presidente Goulart -derrocado en 1964 por un golpe militar apoyado por Estados Unidos-, refugiado primero en Uruguay y a continuación en Argentina, presentaron ante la Fiscalía General de Brasil una denuncia sobre su posible asesinato.
El ex mandatario habría sido envenenado por agentes de inteligencia de Brasil, Uruguay y Argentina, ya que en la provincia de Corrientes, donde ocurrió el presunto asesinato, operaban las fuerzas conjuntas de las dictaduras de estos países.
En las investigaciones sobre la Operación Cóndor se descubrió que Goulart pudo haber sido envenenado con «gas sarín», elaborado en los laboratorios químicos de la policía política del ex dictador chileno Augusto Pinochet por el químico Eugenio Berríos, asesinado en Uruguay en 1992.
En mayo de 2000, la Cámara de Diputados de Brasil nombró una comisión para investigar el posible asesinato de Goulart, quien murió aparentemente de un ataque cardiaco el 6 de diciembre de 1976. Los dictadores Jorge Rafael Videla y Ernesto Geisel prohibieron la autopsia.
Aquellas investigaciones, que continúan incluso en Argentina, se vieron fundamentadas por el testimonio de un ex agente uruguayo, Mario Neira Barreiro, detenido en Brasil por robo, asociación ilícita y posesión ilegal de armas.
En este caso Joao Vicente Goulart, hijo del fallecido mandatario brasileño, lo entrevistó con un equipo de televisión del Senado y Barreiro -sin saber quién era en realidad el entrevistador- dijo que el ex mandatario fue envenenado.
«No me acuerdo si utilizamos Isordil, Adelpan o Nifodin. Conseguimos colocar un comprimido en los remedios importados de Francia. (Goulart) no podía ser examinado por 48 horas o esa sustancia sería detectada», afirmó Barreiro según la prensa local y de Brasil.
Sostuvo asimismo que fue un médico uruguayo, Carlos Miles, quien preparó el veneno, facultativo que también fue asesinado un tiempo más tarde.
En entrevista realizada por este periódico al ex agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) Philip Agee, fallecido recientemente en La Habana, relató la vigilancia constante bajo la cual estaba Goulart cuando se refugió en Uruguay. Lo mismo sucedía en Argentina, mediante la llamada Operación Escorpión.
Todas estas operaciones convergieron luego en aportar datos sobre seguimientos para conocer todos los movimientos de las víctimas, que fueron asesinadas, secuestradas o desaparecidas en el contexto de la Operación Cóndor.
Si el gobierno de Brasil investiga a fondo los documentos del Centro de Informaciones Exterior del servicio secreto de la cancillería brasileña, que reunía esos datos, podría significar el cierre de una serie de casos, coinciden aquí los abogados argentinos que representan a los familiares de los desaparecidos en la Operación Cóndor.
También están allí todos los informes que la estadunidense CIA enviaba sobre la vigilancia a todos los brasileños refugiados en Chile, Argentina, Uruguay y demás exiliados de otros países.
Goulart preparaba el retorno a su país, como señaló el intelectual brasileño Luiz Alberto Moniz Bandeira, en diciembre de 2006, al relatar la tragedia vivida por el ex presidente de Brasil y los obstáculos puestos por la dictadura de Juan María Bordaberry, además de los hostigamientos y visibles espionajes en Corrientes.
«Goulart estaba consciente de que no podía permanecer en Uruguay ni en Argentina, debido a la inseguridad que se instaló en estos dos países», dijo Moniz Bandeira, y recordó también que el ex gobernador de Río de Janeiro -ya fallecido- Leonel Brizola conoció por informes de la inteligencia de Cuba que «existía un complot para asesinar a Goulart cuando pasara por Buenos Aires», donde tenía una empresa para la exportación de carne y arroz.
En septiembre de 1976 había decidido regresar a Brasil y esto fue conocido por los militares de su país. Un amigo del ex presidente brasileño lo alentó en esa idea, pero «si viajaba antes a Europa, a visitar al papa Pablo VI, y a Estados Unidos para un encuentro con el senador demócrata Edward Kennedy, y de allí con suficiente publicidad -como resguardo- tomaría un avión directamente hacia Río de Janeiro, para desafiar al régimen militar y dispuesto a correr el riesgo de ser detenido», sostuvo Moniz Bandeira. En ese caso difícilmente podían matarlo.
El 5 de diciembre cruzó el río Uruguay, rumbo a Argentina, junto con su esposa María Tereza, y en las primeras horas de la mañana siguiente falleció aparentemente de un infarto fulminante.
Todo estaba bajo control de los militares de uno y otro lado y hubo obstáculos para que el féretro que con sus restos atravesara el puente que une a Paso de los Libres, en Argentina, con Uruguayana, en Brasil.
El relato de Moniz Bandeira lleva hacia aquellos lugares de frontera, donde las «tareas» conjuntas de los comandos de la Operación Cóndor podían realizarse con mayor sigilo e ilegalidad.
Si algo faltaba en el caso para mostrar los laberintos de estas operaciones, es la misteriosa muerte de uno de los testigos del caso Goulart, el piloto uruguayo Rubén Rivero.
Este hombre, que investigaba la muerte del ex mandatario, falleció cuando cruzaba en barco el Río de la Plata desde Buenos Aires a Montevideo para entregar pruebas sobre el robo de bienes de Goulart.
Rivero fue detenido en los años 70 en Uruguay acusado de pertenecer a los guerrilleros Tupamaros, y se dedicó a investigar cómo había muerto Goulart a partir de 1977 cuando recuperó su libertad. En esa extraña circunstancia de la muerte en el río, al parecer también por un infarto, desaparecieron documentos que llevaba Rivero y hasta ahora nada se sabe de este hecho.