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«Chávezˮ y los nombres de la historia

Fuentes: Rebelión

Tras la noticia del fallecimiento de Hugo Chávez, la periodista española Maite Rico, tuiteó: «Chávez muere el día del 60 aniversario de la muerte de Stalinˮi; el tweet fue reproducido entre otros por la bloguera cubana Yoaní Sánchez, apareciendo al lado de su «comentarioˮ sobre el deceso de Chávez.ii La periodista de El País, no […]


Tras la noticia del fallecimiento de Hugo Chávez, la periodista española Maite Rico, tuiteó: «Chávez muere el día del 60 aniversario de la muerte de Stalinˮi; el tweet fue reproducido entre otros por la bloguera cubana Yoaní Sánchez, apareciendo al lado de su «comentarioˮ sobre el deceso de Chávez.ii

La periodista de El País, no fue la primera, ni la única en notarlo, pero más que una observación inocente, su mensajito era un pequeño reflejo de toda la estrategia de des-información y demonización de Cháveziii implementada por la mayoría de los medios, con la participación destacada del mencionado «periódico global en españolˮ y de la Sociedad Interamericana de la Prensa (SIP) que cobija a Yoaní Sánchez. Los enemigos de Chávez de inmediato resaltaron la mencionada coincidencia histórica, ya que raras veces veían otras comparaciones, igualándolo por años sin ningún rigor ni tregua con Stalin, Hitler o Mussolini (y utilizando sin reparos toda otra clase de falsedades).

Mucha tinta se ha derramado sobre el populismo de Chávez y de cómo logró «cautivar los mentes de sus seguidoresˮ; poca sobre la psicología de los anti-chavistas que lo hicieron un bogeyman y veían en él la encarnación de todos los males. Lo pintaban de autoritario, dictador, déspota, tirano. El lincheamiento mediático consistía también en que todo lo que aparecía sobre él era negativo, sus fallas exageradas, los logros ignorados, su posición y la de sus seguidores – «la chusma borracha de petróleoˮ – malinterpretada y menospreciada. Para los ricos y poderosos Chávez era un «zambo ignoranteˮ, y a la vez un «demonioˮ, medio negro, medio indio; difamándolo personificaban en realidad su miedo de los millones de pobres que estaban detrás de él, le daban una forma y lo convertían en un blanco de sus ataques.

La prensa opositora nunca pudo decidirse si Chávez era «fascistaˮ o «comunistaˮ; lo fustigaba igual por sus «rasgos de Führerˮ y «tendencias estalinistasˮ. Los medios internacionales retomaban esta contradictoria campaña poniéndole a la vez una camisa roja y otra parda, llegando a menudo como el anti-chavismo venezolano a los niveles demenciales del odio. Esto ocurría incluso en los países como Polonia dónde se supone que somos más sensibles al significado de las historias detrás de los nombres de Stalin e Hitler.

Estas comparaciones destruían el lenguaje del debate público, relativizaban las más grandes atrocidades de la humanidad, oscurecían la naturaleza de los conflictos en Venezuela y afectaban a la política: sí Chávez era igual que ellos, el mundo con mayor facilidad toleraba los excesos antidemocráticos de la oposición e incluso alentaba el golpismo, «justificadoˮ por el fin de contrarrestar el «totalitarismo chavistaˮ.

Según la llamada «ley de Godwinˮ que se refiere a los debates en internet, a medida de que la discusión se alarga, aumenta la probabilidad de que aparezca una comparación a Hitler o a los nazis; quién la use primero, pierde el debate.iv Dicho enunciado que pretende evitar el uso de comparaciones inapropiadas – y que debería aplicar a cualquier debate – podría incluir también a Stalin; esa sería, ya más allá de internet, la conclusión tras observar la «discusiónˮ en torno a Chávez.

Mientras más se alargaba (fueron 14 años) los «argumentosˮ de los anti-chavistas se concentraban más en las comparaciones generadas por fobias. También ahora la mayoría de las necrologías y editoriales – ni hablar de los comentarios en redes sociales y tuits – carecen de apego a la realidad («Chávez deja un país sumergido en crisis, con la economía en escombrosˮ) y menosprecian a sus seguidores («masas narcotizadas por su culto y desorientadasˮ). Va una prueba de esta «prosa comparativaˮ: «No hay que dejarse impresionar demasiado por las muchedumbres llorosas que velan los restos de Hugo Chávez; son las mismas que se estremecían de dolor y desamparo por la muerte de Perón, de Franco, de Stalin, de Trujillo…ˮ.v

Chávez también usaba un lenguaje tosco, pero como apunta Horacio González, el sociólogo y ensayista argentino, de manera mucho más graciosa y estricta logró combinar las historias del pasado con la contemporaneidad, desafiando a los dueños del poder mundial; también le gustaba «jugar con los grandes nombres de la historiaˮ, dándole p.ej. una nueva vida a Bolívar.vi

Jacques Rancière, el filósofo francés, en uno de sus ensayos – Los nombres de la historiavii – preocupado por las «palabrasˮ del pasado, apunta que una palabra como «Napoleónˮ nombra fenómenos más allá de la vida o carrera de un individuo. Detrás de ella están las vidas de los millones «sin nombreˮ que hicieron posible su carrera, crecieron con ella o que fueron aniquilados en su desarrollo; es un deber político devolverles su legítimo lugar en la historia (resuena aquí el enfoque benjaminiano).

«Chávezˮ también – por sus propios virtudesviii – se volvió un gran «nombre de la historiaˮ; los millones de los «sin nombreˮ que hicieron posible su carrera, que pelearon por su gobierno y lo defendieron recobrando su dignidad, saben el verdadero orden y la adecuada compañía de otros nombres con quienes entra en la historia.

Él ya les devolvió su legítimo lugar; ahora ellos le darán una nueva vida.

* Maciek Wisniewski es Periodista polaco

i @maiterico, 5/3/2013

ii Yoaní Sánchez, El final de Chávez, http://blogs.elpais.com/cuba-libre/2013/03/el-final-de-chávez.html, 6/3/2013

iii La sintetizó perfectamente Eduardo Galeano: La demonización de Chávez, Aporrea, 11/1/2013

iv es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_Godwin

v Mario Vargas Llosa, La muerte del caudillo, El País, 10/3/2013

vi Horacio González, La pedagogía viviente, Página/12, 6/3/2013

vii Jacques Rancière, The Names of History , University of Minnesota Press, Minneapolis 1994  

viii Sobre Chávez se puede decir lo mismo que Bertrand Russell había dicho sobre el revolucionario norteamericano Thomas Paine, «Tenía sus fallas como otra gente, pero era por sus virtudes que lo odiaban y calumniabanˮ – Mark Weisbrot, Chavez: hated for his virtues, Al Jazeera, 6/3/2013

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.