Demasiados venezolanos creen que Estados Unidos no tuvo mayor injerencia en el golpe de abril. No tanto por los desmentidos de Washington y de sus embajadores, y por la complicidad interna de medios y algunos opositores, también porque las pruebas e indicios en manos del Gobierno que lo evidencian, no han sido difundidas.El mismo presidente […]
Demasiados venezolanos creen que Estados Unidos no tuvo mayor injerencia en el golpe de abril. No tanto por los desmentidos de Washington y de sus embajadores, y por la complicidad interna de medios y algunos opositores, también porque las pruebas e indicios en manos del Gobierno que lo evidencian, no han sido difundidas.
El mismo presidente Chávez fue cauteloso durante algún tiempo. En mi libro Todo Chávez, de Sabaneta al socialismo del siglo XXI, se demuestra cómo en sus primeros cinco años fue comedido en su lenguaje sobre las relaciones con EEUU. En marzo de 2001 me dijo que tanto Washington como Caracas coinciden en que «es necesario mantener unas buenas relaciones», y en agosto 2002 le dijo a Marta Harnecker «no tenemos ningún interés en complicar las relaciones con Estados Unidos». Tenía más de tres años gobernando. En marzo del 2003, derrotados el golpe de abril, el paro de 62 días y el sabotaje petrolero, en un seminario con intelectuales, les habló de «esas tremendas derrotas a la oligarquía histórica, a los sectores más reaccionarios del país en el sector militar, en el sector empresarial, en el sector civil, en el sector religioso… y sus aliados internacionales, que arremetieron con un plan casi perfecto». No identificó a esos aliados internacionales del golpismo.
El 13 de febrero de 2004, en una rueda de prensa, respondió al corresponsal de CNN: «Los Estados Unidos caen una vez más en el error de apoyar hechos violentos en Venezuela, creemos que en el Gobierno de Estados Unidos ha habido una reflexión; sin embargo, la conducta de sus voceros siempre ha sido contradictoria, incoherente; mientras algunos han llamado a respetar las autoridades legítimamente constituidas, otros voceros justifican los hechos de violencia».
El 4 de mayo de 2003 escribí en esta misma página Abril en Washington sobre la injerencia estadounidense en el golpe. Por primera vez se reveló la conversación del capitán de navío David H. Gazares, agregado naval, con el general Roberto González Cárdenas, evidentemente confundido con un oficial González involucrado en el golpe que se avecinaba. Allí también me referí a las actividades del coronel Donald F. Mac Carty, agregado aéreo, para facilitar vuelos de Hércules, y a la presencia de unidades navales cerca de La Orchila. En abril 2002 publicamos fotos del coronel James Rodgers, de la misión militar, moviéndose en Fuerte Tiuna los días del golpe, y gráficos de la posición de algunas naves cercanas a las costas de Falcón. Demasiadas evidencias juntas, y seguramente no eran las únicas.
Desde fines de 2002 el Presidente debió recibir el informe de la comisión que integraron el GD Melvin López Hidalgo, quien la presidió; GB Orlando Lara Avendaño, Cnel. Rafael José Oropeza y Cnel. Jesús Donquis Jiménez, donde quedaba evidenciada la participación estadounidense en el golpe de abril, y desde años anteriores, conocido en su integridad el Plan Balboa que aunque montado en la Fuerza Aérea Española, fue concebido y alimentado con datos de Defensa de EEUU.
Ese informe sigue siendo confidencial. Inexplicable que a esta fecha no haya sido divulgado.
Nunca como en estos días había sido tan reiterativo el presidente Chávez al hablar de planes desestabilizadores y de la posibilidad del magnicidio; nunca como ahora había exhortado tanto a los ministros de seguridad y de defensa, a los organismos de inteligencia, a gobernadores y alcaldes a estar alertas, y a su pueblo a movilizarse, ni había sido tan duro en sus advertencias si se atreven. Con los antecedentes de abril, con el conocimiento de lo que fue la conspiración contra el presidente Allende dirigida personalmente por Kissinger, y con el cúmulo de las informaciones de inteligencia que maneja, es como puede comprenderse esa reiteración y ese endurecimiento.
El mismo presidente Chávez fue cauteloso durante algún tiempo. En mi libro Todo Chávez, de Sabaneta al socialismo del siglo XXI, se demuestra cómo en sus primeros cinco años fue comedido en su lenguaje sobre las relaciones con EEUU. En marzo de 2001 me dijo que tanto Washington como Caracas coinciden en que «es necesario mantener unas buenas relaciones», y en agosto 2002 le dijo a Marta Harnecker «no tenemos ningún interés en complicar las relaciones con Estados Unidos». Tenía más de tres años gobernando. En marzo del 2003, derrotados el golpe de abril, el paro de 62 días y el sabotaje petrolero, en un seminario con intelectuales, les habló de «esas tremendas derrotas a la oligarquía histórica, a los sectores más reaccionarios del país en el sector militar, en el sector empresarial, en el sector civil, en el sector religioso… y sus aliados internacionales, que arremetieron con un plan casi perfecto». No identificó a esos aliados internacionales del golpismo.
El 13 de febrero de 2004, en una rueda de prensa, respondió al corresponsal de CNN: «Los Estados Unidos caen una vez más en el error de apoyar hechos violentos en Venezuela, creemos que en el Gobierno de Estados Unidos ha habido una reflexión; sin embargo, la conducta de sus voceros siempre ha sido contradictoria, incoherente; mientras algunos han llamado a respetar las autoridades legítimamente constituidas, otros voceros justifican los hechos de violencia».
El 4 de mayo de 2003 escribí en esta misma página Abril en Washington sobre la injerencia estadounidense en el golpe. Por primera vez se reveló la conversación del capitán de navío David H. Gazares, agregado naval, con el general Roberto González Cárdenas, evidentemente confundido con un oficial González involucrado en el golpe que se avecinaba. Allí también me referí a las actividades del coronel Donald F. Mac Carty, agregado aéreo, para facilitar vuelos de Hércules, y a la presencia de unidades navales cerca de La Orchila. En abril 2002 publicamos fotos del coronel James Rodgers, de la misión militar, moviéndose en Fuerte Tiuna los días del golpe, y gráficos de la posición de algunas naves cercanas a las costas de Falcón. Demasiadas evidencias juntas, y seguramente no eran las únicas.
Desde fines de 2002 el Presidente debió recibir el informe de la comisión que integraron el GD Melvin López Hidalgo, quien la presidió; GB Orlando Lara Avendaño, Cnel. Rafael José Oropeza y Cnel. Jesús Donquis Jiménez, donde quedaba evidenciada la participación estadounidense en el golpe de abril, y desde años anteriores, conocido en su integridad el Plan Balboa que aunque montado en la Fuerza Aérea Española, fue concebido y alimentado con datos de Defensa de EEUU.
Ese informe sigue siendo confidencial. Inexplicable que a esta fecha no haya sido divulgado.
Nunca como en estos días había sido tan reiterativo el presidente Chávez al hablar de planes desestabilizadores y de la posibilidad del magnicidio; nunca como ahora había exhortado tanto a los ministros de seguridad y de defensa, a los organismos de inteligencia, a gobernadores y alcaldes a estar alertas, y a su pueblo a movilizarse, ni había sido tan duro en sus advertencias si se atreven. Con los antecedentes de abril, con el conocimiento de lo que fue la conspiración contra el presidente Allende dirigida personalmente por Kissinger, y con el cúmulo de las informaciones de inteligencia que maneja, es como puede comprenderse esa reiteración y ese endurecimiento.