Tradicionalmente en los movimientos marxistas la hegemonía de la sociedad es de la clase obrera. Gramsci estableció otro camino sin negar la importancia de los obreros. En varios de sus discursos Chávez tomó el camino gramsciano. Habló de un sujeto pueblo de carácter diverso como articulación de clases subordinadas, y dijimos el pueblo unido jamás […]
Tradicionalmente en los movimientos marxistas la hegemonía de la sociedad es de la clase obrera. Gramsci estableció otro camino sin negar la importancia de los obreros. En varios de sus discursos Chávez tomó el camino gramsciano. Habló de un sujeto pueblo de carácter diverso como articulación de clases subordinadas, y dijimos el pueblo unido jamás será vencido. Lo resolvió la práctica porque ese fue el pueblo que derrotó el golpe de abril de 2002 y el paro petrolero. No vale la pena reabrir ese debate cuando debemos romper la polarización partidista, avanzar hacia la unidad de los explotados aislando a los explotadores y trabajar para solucionar la crisis actual.
Gramsci diferenció entre dominio y hegemonía. El dominio es coercitivo y la hegemonía es de carácter cultural, ideológico y ético. Y espiritual, digo yo. Mientras el egoísmo sea el motor de la sociedad y el pueblo mantenga el culto al Estado y las formas de coerción estatal sean dominantes, la hegemonía la tiene la burguesía.
Las políticas sociales (transfiriendo renta petrolera) que han ido reduciendo la pobreza y la geopolítica de la liberación impulsadas por Chávez (derrota del Alca que abrió paso a la Alba, Unasur, Celac, Petrocaribe, es decir, a la unidad continental) le dieron fuerza popular al socialismo. La pedagogía política fortaleció la conciencia del pueblo y Chávez dijo: ¡Tenemos pueblo, tenemos patria!
No se puede decir que se haya conquistado la hegemonía cultural, pero se abrió un camino que para profundizarse necesitaba y necesita romper con el modelo petrolero establecido por Gómez; que el crecimiento del mercado interno no impulse las importaciones sino la producción interna; que se rompa el patrón de consumo y producción articulados con el mercado mundial y los modos de vida imperiales; la derrota de la corrupción y la burocratización que son causas de ineficiencia; que la política social no se funde en la dádiva sino en el fortalecimiento de la retribución solidaria. Esto es trasfondo de la crisis actual, de la «fuga» de capitales y los procesos de desestabilización pues los narcoparamilitares continúan comprando propiedades en la frontera y en ciudades importantes.
El presidente Maduro enfrenta un proceso más difícil y de manejo más complejo. Él va a salir airoso y logrará enrumbar el país por un camino de paz y bienestar. La unidad es en torno a él.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.