Hoy, 28 de Julio de 2013, se cumplen exactamente 59 años del nacimiento del Comandante Hugo Chávez Frías. Su prematura muerte, bajo circunstancias cada vez más sospechadas, priva a América Latina y a las luchas por la Segunda y Definitiva Independencia de nuestras naciones de uno de sus «imprescindibles», al decir de Bertolt Brecht: uno […]
Hoy, 28 de Julio de 2013, se cumplen exactamente 59 años del nacimiento del Comandante Hugo Chávez Frías. Su prematura muerte, bajo circunstancias cada vez más sospechadas, priva a América Latina y a las luchas por la Segunda y Definitiva Independencia de nuestras naciones de uno de sus «imprescindibles», al decir de Bertolt Brecht: uno que luchaba siempre, cada día, cada hora, cada minuto. Chávez amalgamaba esa formidable fuerza con una singular valentía, que hacía que no se arredrara ni bajo las peores situaciones; a lo anterior añadía una excepcional inteligencia, que le permitió a lo largo de su vida ver claro cuando casi todos los demás veíamos todo muy confuso. Chávez personificaba una imagen harto infrecuente en nuestros días: un jefe de estado que leía vorazmente, como todavía hoy lo hace Fidel. Su vocación por el estudio sólo se iguala a su compromiso con la liberación de nuestros pueblos: su sabiduría, como lo quería el Dante, debía ser puesta al servicio de la actividad política redentora. O como lo exigiera Marx en su célebre Texis XI sobre Feuerbach: de lo que se trata es de cambiar al mundo, no sólo de entenderlo. Y Chávez leía y leía para cambiar al mundo.
Su capacidad de trabajo era asombrosa; pocas horas de descanso, tres o cuatro a lo sumo, bastaban para que se despertara plenamente lúcido y descansado, cargase su morral -como bien lo recordaba en su discurso fúnebre su querido hermano Adán Chávez Frías- y se pusiera en marcha, dando inicio a otra jornada agotadora que por más dura que fuera jamás lograba hacer mella en su generosidad, su solidaridad con los «condenados de la tierra», su desbordante simpatía y su finísimo sentido del humor, que irrumpía como un rayo en las circunstancias más insólitas. El humor y la risa, bien lo recuerda Umberto Eco en El Nombre de la Rosa, son elementos corrosivos, incompatibles con el mantenimiento del «buen orden» de la sociedad. Verdad tanto en el medioevo sumido en la oscuridad eclesial como en el capitalismo monopólico actual, abrumado por los tenebrosos mensajes emitidos por quienes pretenden sostener un orden podrido hasta en sus entrañas sobre la base de «mentiras que parezcan verdades» (Vargas Llosa dixit), asesinatos selectivos, «drones», bases militares, torturas y toda clase de crímenes que la industria cultural con base en Hollywood propala edulcoradamente para adormecer, o castrar definitivamente, los sentimientos morales de buena parte de la población mundial evitando que repudie y se oponga a tales prácticas. Resistiendo a esta barbarie Hugo sembraba sin pausa, y lo hacía sonriendo y bromeando, estableciendo una comunicación única con su pueblo, cuya cabeza fue «reformateada» a partir de su incesante prédica desprovista de todo acartonamiento; prédica dicha con una sencillez que sólo inteligencias superiores como las de él podían practicar.
Se nos fue; o, más precisamente, nos lo quitaron. Pero más pronto que tarde sabremos la verdad. Quienes asesinaron a Omar Torrijos, Jaime Roldós y al Che, y antes a Patrice Lumumba en el Congo y a tantísimos otros, inventando supuestos accidentes o «errores» que no fueron tales, ¿por qué habrían de abstenerse de hacer lo mismo con quien recogiera las banderas de Fidel y del Che y en el nuevo clima histórico de Latinoamérica encabezara la batalla decisiva que habría de derrotar el ALCA, el proyecto más ambicioso del imperialismo para el siglo XXI? ¿Es que ahora los sicarios del imperio tienen escrúpulos morales de los que antes carecían? ¡No!, todo lo contrario. Si antes tenían poquísimos ahora no tienen ninguno. ¿Acaso será porque la tecnología del asesinato silencioso dejó de ser cultivada en los laboratorios de la muerte que anidan en Washington y sus alrededores? ¡No! Esa maquinaria infernal siguió creciendo y ya está totalmente fuera de control, produciendo tecnologías asesinas de un nivel de sofistificación inimaginables hasta hace apenas unos años. Los más elaborados armamentos y las más criminales estratagemas ideadas por Ian Fleming para su personaje, James Bond, son juegos de niños al lado del arsenal con que hoy cuentan los mensajeros de la muerte. Acabaron con la vida de nuestro Comandante, pero este dejó un campo minado, sembrado de «trincheras de ideas» que, como lo recordaba José Martí, son más importantes que las trincheras de piedras. Por eso hoy debemos celebrar su nuevo cumpleaños porque, tal como ocurriera con el Che, su desaparición física fue seguida por su resurrección cotidiana; su muerte lo volvió inmortal y ahora ocurre lo mismo con Chávez, que se une al Che para inspirar las luchas de millones de explotados, oprimidos y humillados en todo el mundo, no sólo en Venezuela o América Latina. Por eso, celebremos este nuevo aniversario de su nacimiento con la certeza de que Chávez sigue entre nosotros, impulsándonos a luchar sin concesiones contra el capitalismo que ha dado sobradas muestras de estar dispuesto a sacrificar a la humanidad entera y a la propia naturaleza con tal de acrecentar sus ganancias y perpetuar sus privilegios.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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