Ha generado un gran debate la decisión del gobierno venezolano de recuperar el control de los activos petrolíferos de la faja del Orinoco. El objetivo del presidente Hugo Chávez es que para el mes de mayo el estado cuente, al menos, con una participación del 60 por ciento en las operaciones, por lo que comenzará […]
Ha generado un gran debate la decisión del gobierno venezolano de recuperar el control de los activos petrolíferos de la faja del Orinoco.
El objetivo del presidente Hugo Chávez es que para el mes de mayo el estado cuente, al menos, con una participación del 60 por ciento en las operaciones, por lo que comenzará inmediatamente la negociación con las empresas petroleras instaladas en la región.
El proyecto que ha despertado la indignación de grandes medios de comunicación no busca otra cosa que hacer partícipe de esos beneficios a la población venezolana, legítimos propietarios de los recursos naturales de su país.
Es bueno, por lo tanto, conocer las ganancias de algunas empresas petroleras, beneficios que en muchos casos no llegan a los ciudadanos de los países donde explotan sus recursos, sino que son para los directivos y accionistas de esas multinacionales.
Por ejemplo, la estadounidense Exxon Mobil, una de las empresas que operan en el Orinoco, hizo público este 1 de febrero que, durante el año 2006, superó su record de ganancias en toda su historia al lograr beneficios por valor de 39.500 millones de dólares. El año anterior 2005 ya logró 36.130 millones.
Los ingresos anuales de Exxon Mobil superan el Producto Interno Bruto de países como Suiza, Taiwán e Indonesia y sus reservas de efectivo superan a la deuda externa de naciones como Filipinas.
Exxon registró ingresos netos durante 2006 de 377.640 millones de dólares, sobrepasando también la cifra histórica de 370.680 millones de dólares alcanzada en el 2005.
Muchas de las empresas petroleras se enriquecen de forma insultante explotando recursos en países trágicamente empobrecidos. Es el caso del gigante anglo-holandés Shell, que también acaba de anunciar un ingreso récord anual de cerca de 25.000 millones de dólares, logrados en gran parte por sus explotaciones en Nigeria.
Las ganancias anuales de Shell suponen tres millones de dólares por hora, mientras que en Nigeria la esperanza de vida es de 51 años y la mortalidad infantil es de un 80 por mil. Y todavía la Shell se queja de que tiene que lidiar en Nigeria con «notables problemas relacionados con la seguridad», donde los ataques a los oleoductos interrumpen de manera continua la producción. Ataques que en la mayoría de ocasiones son sólo intentos de hambrientos por arañar unos pequeños litros de petróleo de los oleoductos para poder venderlos en el mercado negro. Todo ello con gran peligro de sus vidas, porque en no pocas ocasiones se producen incendios y explosiones que se llevan por delante a varias decenas de personas.
No es posible indignarse y entristecerse ante la pobreza en el Tercer Mundo si luego no se defiende la necesidad de que esos países hagan llegar a sus ciudadanos una parte de los insultantes beneficios que las empresas extranjeras obtienen con sus recursos naturales. Por eso, la decisión del gobierno venezolano no es ningún ataque a la economía ni a la legislación comercial internacional, sino, sencillamente, su respuesta a la necesidad de esa justicia Norte-Sur que tantos ciudadanos dicen defender, pero que luego no logran -o no quieren- comprender cuando se toman las dignas medidas destinadas a lograrla.