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Chávez y la Economía Política venezolana

Fuentes: Rebelión

  Aunque e l escenario de los últimos meses era previsible, pareciera que muy pocos estaban preparados para la muerte de Hugo Rafael Chávez Frías. En este momento de consternación, perplejidad y profundo dolor ante el desaparecimiento físico del líder bolivariano, se consideró importante publicar este breve texto que contiene un resumen de la evolución […]

 

Aunque e l escenario de los últimos meses era previsible, pareciera que muy pocos estaban preparados para la muerte de Hugo Rafael Chávez Frías. En este momento de consternación, perplejidad y profundo dolor ante el desaparecimiento físico del líder bolivariano, se consideró importante publicar este breve texto que contiene un resumen de la evolución de la economía política venezolana desde el surgimiento del petróleo. Las ideas centrales de este artículo salieron publicadas en otras ocasiones y fueron trabajadas con mayor detalle en el libro «Economía venezolana 1899-2008, la lucha por el petróleo y la emancipación», publicado en Caracas, en 2009.

El texto fue dividido en tres partes. La primera hace referencia a los antecedentes de la Revolución Bolivariana, desde el inicio del siglo XX. La segunda trata de los primeros 14 años del gobierno actual. Por fin, se presenta una breve sección que trata del fallecimiento de Chávez, donde se plantean algunas perspectivas de continuidad para el profundo proceso de cambios.

Hace un siglo, el eje central de la dinámica política y económica venezolana es determinado por la contradicción existente entre los intereses nacionales y extranjeros sobre el petróleo. No hay dudas que, por lo menos hasta 1999, los últimos han prevalecido sobre los primeros. Aunque durante los años de Revolución Bolivariana se haya revelado la gran dificultad de trascender el laberinto del subdesarrollo y de destrabar los mecanismos de la dependencia, sin dudas, Venezuela ha tenido mucho más conquistas que tropiezos.

100 años de luchas por el petróleo

» La planta insolente del extranjero ha profanado el suelo sagrado de la Patria», afirmó el presidente y General Cipriano Castro, en 1903, cuando Venezuela fue invadida por embarcaciones anglo-alemanas, debido a la soberana posición gubernamental frente a la intransigencia y los desacatos foráneos en busca de petróleo. En 1908, Castro fue depuesto de la Presidencia por el General Juan Vicente Gómez, el «Patriarca» eternizado por García Márquez, que gobernó a nombre de las compañías extranjeras hasta morir en 1935.

A seguir, habitaron el Palacio de Miraflores los Generales Eleazar López Contreras (1935-41) e Isaías Medina Angarita (1941-45), que aumentaron el poder interventor y planificador del Estado sobre la economía, asumiendo posturas democráticas, progresistas y nacionalistas en temas tan delicados como reforma agraria, recaudación de tributos y control estatal sobre los hidrocarburos. Por este motivo, Angarita fue destituido con apoyo del imperialismo norte-americano, vía golpe promocionado por sectores conservadores de las fuerzas armadas, la Iglesia, las compañías petroleras y la famosa Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela (Fedecámaras). Como resultado, se instaló una Junta «Revolucionaria» de Gobierno (1945-1948).

En 1948, el escritor Rómulo Gallegos, creador de «Doña Bárbara» y «Mr. Danger», se tornó el primer presidente venezolano electo a través del voto popular. Gobernó solamente 280 días: nuevo golpe emplazó una Junta Militar de Gobierno (1948-1950), presidida por el Comandante Carlos Delgado Chalbaud y compuesta por Marcos Pérez Jiménez. En 1950, Chalbaud fue asesinado a balazos. Se instaló una nueva Junta de Gobierno (1950-1952), presidida por Germán Suárez Flamerich y nuevamente integrada por Pérez Jiménez. En diciembre de 1952 el partido Unión Republicana Democrática (URD) venció las elecciones, pero el resultado del sufragio fue desconocido y Pérez Jiménez asumió la Presidencia de forma provisional. En 1953, fue designado presidente de Venezuela por la Asamblea Nacional Constituyente. Vinieron años de desenfrenadas concesiones petroleras a las transnacionales y de brutal represión a los movimientos populares.

Pese a la postura del mandatario, continuó la batalla, teórica y práctica, por el control del oro negro, en los campos petroleros, en los nacientes latifundios, en las universidades, en los partidos políticos clandestinos, en las nuevas fábricas y en los cerros que empezaban a llenarse de gente. El 23 de enero de 1958 las fuerzas populares derrocaron a Pérez Jiménez, pero a seguir fueron traicionadas: empezó el llamado pacto de Punto Fijo, que marcó el inicio de la IV República y sus cuarenta años de intercambio en el poder de dos partidos -el socialdemócrata Acción Democrática y el socialcristiano COPEI.

En estas cuatro décadas pasaron doce hombres por la Presidencia; casi todos asumieron posiciones sumisas a las petroleras transnacional es, alejadas del pueblo y demoledoras de la soberanía nacional. Se fortaleció e instituyó en la vida política venezolana la cultura de la corrupción, del despilfarro, la improvisación, el oportunismo, es decir, el rentismo económico y mental -anti-valores que, como vicios, todavía continúan vivos. Para esto ha sido fundamental la contribución político-ideológica de los grandes medios de comunicación y su permanente trabajo en contra de la conciencia nacional, con el objetivo de quebrantar la autoestima popular y perpetuar las distorsiones y privilegios.

Como respuesta al acú mulo de insatisfacciones, ya en 1989, el bravo pueblo promovió el primer movimiento continental de resistencia al neoliberalismo, el conocido Caracazo. Sin embargo, el gran torbellino estalló años después, en la madrugada del martes 4 de febrero de 1992, con el levantamiento cívico-militar liderado por el Teniente Coronel Hugo Chávez. Ya hace 21 años, pero nadie se olvidó del joven rostro asumiendo completa responsabilidad por sus hechos en cadena nacional de radio y televisión, y yendo a la cárcel por dos años. En diciembre de 1998, sedienta por superar la aguda crisis financiera y moral del país, la mayoría eligió a Hugo Chávez como presidente y líder del proceso de profundas transformaciones estructurales de Venezuela.

Venezuela Bolivariana

Así como los demás países latinoamericanos, d urante 500 años se consolidó la inserción de Venezuela en el sistema internacional como país satélite de los países centrales. Sin embargo, desde el descubrimiento del petróleo, cerca de 1910, esa relación se intensificó y la economía venezolana asumió un rol aún más fuerte como proveedora segura de energía para el centro capitalista, sobre todo para Estados Unidos. Dichas condiciones han restringido el desarrollo venezolano y condicionado directamente la deformación de su estructura económica. Resultado de ello, a lo largo del siglo XX, se presenta y se agrava la falta de conexión entre los sectores productivos internos, la concentración de la renta, la dificultad de conformar un mercado interno, la carencia de infraestructura y las debilidades de la industria y la agricultura.

Con la llegada de la Revolución Bolivariana y la recuperación del control estatal sobre el petróleo se abrieron nuevas perspectivas para el país. Venezuela tuvo la posibilidad de utilizar su estratégica riqueza, como notoriamente ha tratado de hacerlo, para recuperar su identidad latinoamericana y para insertarse de forma más soberana en las relaciones mundiales de poder. Desde 1999, se ha priorizado el impulso a la construcción de un mundo multipolar, el fortalecimiento del eje sur-sur, la integración de América Latina y la restructuración de la OPEP. Superadas las primeras batallas por el rescate de Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA) y por el efectivo control nacional sobre los hidrocarburos, el reto ha sido aplicar de forma eficiente los recursos petroleros para promocionar la diversificación de la economía, con base en una industrialización soberana y la dinamización de las fuerzas productivas internas.

Desde mi punto de vista, entre 1999 y 2012 la economía venezolana ha tenido por lo menos cinco etapas distintas y claramente definidas. En cada una de las fases se han verificado diferencias considerables en la dirección de los instrumentos de política económica: no existió una forma única de adopción de esas acciones; fueron cambiando conforme las circunstancias. Algunas veces fueron establecidas por decisiones del propio gobierno, otras como respuesta a las reacciones de la oposición.

Esas etapas son las siguientes: 1) 1999 – la toma de posesión mediante un escenario económico, político e institucional bastante desfavorable interna y externamente; 2) 2000 y 2001 – la adopción de medidas intervencionistas y políticas más desarrollistas a partir del segundo semestre de 1999; 3) El golpe de Estado y el sabotaje económico, llevados a cabo por la élite asociada a los intereses transnacionales, entre el cuarto trimestre de 2001 y el tercero de 2003, como respuesta al avance del Estado sobre la economía y la industria del petróleo; 4) La reactivación económica a partir del cuarto trimestre de 2003, desde un nivel bastante superior al anterior: el Estado pasó a interferir de manera más decisiva en los temas económicos (Banco Central, políticas públicas y, lo más importante, PDVSA); 5) La llamada «siembra del petróleo» y el avance «rumbo al socialismo», el esfuerzo por un nuevo proceso de industrialización, el pago de la deuda social y la expansión del poder estatal sobre los sectores estratégicos de la economía. Esa última etapa fue temporalmente interrumpida por la crisis internacional, que derrumbó el PIB venezolano en 2009 y 2010. En 2011, la actividad económica ya volvió a los niveles pre-crisis y en 2012 creció un 5,6%.

Aunque en términos de renta petrolera per cápita el gobierno de Chávez haya contado durante muchos años con menos recursos provenientes de las exportaciones que las administraciones anteriores, el país estimuló un proceso de siembra petrolera. Dicho proceso se hizo posible por medio de ocho mecanismos: 1) modificación de la Ley de Hidrocarburos, aumentando la regalía cobrada por el gobierno a las compañías petroleras (del 16,6% para el 30% y del 1% para el 16,6%, en el caso de la Faja del Orinoco) y transformación de los convenios operativos en empresas mixtas con participación mayoritaria de PDVSA; 2) adopción del control de tipo de cambio en febrero de 2003, que aumentó las reservas internacionales de US$ 14 mil millones para los actuales US$ 27 mil millones de dólares (marzo de 2013) y creó las condiciones financieras para la aplicación de otras medidas; 3) la nueva Ley del Banco Central y la creación del Fondo Nacional de Desarrollo (FONDEN), que ya cuenta con un monto de casi US$ 48 mil millones para el financiamiento de proyectos sociales, comunitarios y de inversión productiva, con recursos provenientes de PDVSA y de las reservas internacionales; 4) nuevo enfoque del máximo órgano de recaudación de tributos, el SENIAT, que entre 1999 y 2012 ha aumentado las recaudaciones totales como porcentaje del PIB -impactando especialmente sobre las grandes empresas nacionales y las transnacionales, históricamente morosas y evasoras de impuestos; 5) amplio plan de inversiones públicas en la plataforma de industrias básicas, con su consiguiente efecto multiplicador y acelerador de la inversión privada en sectores como el de transformación de insumos básicos en productos de mayor valor agregado y suministrador de partes para la industria; 6) aportes anuales mil millonarios de PDVSA al desarrollo social del país, abarcando Misiones Sociales, Núcleos de Desarrollo Endógeno y Financiamiento de proyectos del FONDEN, como mecanismo de emergencia para pagar la inmensa deuda social acumulada durante décadas, disminuir el desempleo y combatir estructuralmente la inflación; 7) esfuerzos del Ministerio de Agricultura y Tierras (MAT) para aumentar en más del 33% la superficie sembrada, activando productivamente centenares de miles de hectáreas, con apoyo técnico, financiero, logístico y la construcción de infraestructura (riego, almacenaje y transporte); 8) intervención y estatización de empresas estratégicas, como las de telefonía (Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela -CANTV, de la estadounidense Verizon), energía (Electricidad de Caracas -EDC, de la estadounidense AES; la planta compresora de gas PIGAP, de la estadounidense Williams Companies; e industrias conexas del sector petrolero), siderurgia (Siderúrgica del Orinoco -SIDOR y Sidetur, de capitales argentinos y mexicanos), cemento (la mexicana CEMEX, la francesa Lafarge y la suiza Holcim), minería (Las Cristinas, de la empresa canadiense Crystallex), alimentos (plantas procesadoras de arroz y productoras de pasta de la estadounidense Cargill, empresa de Lácteos Los Andes y centrales azucareras), pulpa y papel (de la papelera irlandesa Smurfit Kappa),empresas metalúrgicas, además del Banco de Venezuela, del grupo español Santander.

Desde el punto de vista de la integración regional, Venezuela ha empujado propuestas tan avanzadas que tensionaron la aplicación de iniciativas novedosas. El eje de las acciones está direccionado hacia la promoción del intercambio basado en la cooperación y el respeto a la autodeterminación. Los principales ejemplos de eso son los acuerdos de suministro de petróleo a precios subsidiados con varios países caribeños y sudamericanos, en el marco de la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA). Con base en los insistentes planteamientos venezolanos en los foros internacionales y regionales fueron constituidos el Banco del Sur, la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Además de eso, el país ingresó formalmente al MERCOSUR, estimulando que el bloque regional pueda trascender su limitada perspectiva comercial hacia niveles más profundos de complementación. Otra imagen nítida de la combativa postura venezolana fue el entierro de la propuesta estadounidense de anexión, el ALCA, en Mar del Plata, en 2005.

La búsqueda por la siembra del petróleo -con todas sus visibles limitaciones- expresa la audacia venezolana de buscar la superación de su condición de colonia. El país, pese a los problemas que persisten, demuestra que es posible romper cadenas y emanciparse; sobre todo si se busca empujar la liberación nacional juntamente con el proceso de integración regional. Por lo demás, se sabe que el actual proceso de transformaciones estructurales representa más que un capítulo de la guerra por el control del petróleo. En este momento de grandes definiciones, Venezuela propone y promueve avances que pueden definir nuevas condiciones de lucha en los países periféricos. Es una pelea por la independencia, que comenzó hace por lo menos dos siglos y todavía está lejos de terminar.

Vale apuntar que el problema venezolano es distinto de los demás países de la región: no sufre tanto con la restricción externa y cuenta con abundancia de divisas. Su principal desafío sigue siendo utilizar los recursos del petróleo de forma eficiente, promocionando la diversificación productiva en una economía que vive de la renta del subsuelo e importa todo lo que puede. Otra característica que complejiza la acción transformadora es la falta de instituciones funcionales al cambio, así como de técnicos capacitados comprometidos con el proceso. La respuesta más acertada parece ser ampliar la industrialización bajo control del Estado, profundizar la «siembra del petróleo», fortalecer el aparato planificador estatal e intensificar la participación popular en las tomas de decisión.

Desaparición física

La entrega incondicional de Chávez al proceso de transformaciones conmueve. Muchas veces dijo que entregaría su vida al pueblo, que dejaría su alma y su sangre en la lucha por la liberación de Venezuela y por la redención de l os más humildes. En los últimos meses, aunque estuviera con una enfermedad terminal, dedicó sus días al trabajo incansable y a una campaña electoral presidencial. Habló, saltó, bailó y cantó bajo sol y bajo lluvia. Las imágenes están disponibles, los videos están al alcance de cualquiera que los quiera ver mil veces. Además, están las denuncias que hace al imperialismo estadounidense, al trabajo sucio de la Embajada yankee en Caracas y al esfuerzo permanente de los agentes de la CIA para eliminarlo físicamente. Hace pocos días, el presidente encargado Nicolás Maduro y la abogada Eva Golinger, autora del libro «El código Chávez», acusaron al gobierno de Estados Unidos de haber generado el cáncer de Chávez. Un planteamiento de ese tipo puede parecer lunático solamente para los que no conocen la historia de la injerencia de Washington en Latinoamérica.

No se trata de otro mundo ser o no posible, sino de que otro mundo es urgentemente necesario. La obra para transformarlo será diaria y de muchas generaciones, obviamente sin cualquier garantía de que se pueda alcanzar la meta. Pero, como lo dijo el maestro cubano José Martí, no hay otro camino: «La libertad cuesta muy cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio». Son muy pocas las circunstancias de la historia en que la acción de las individualidades puede contribuir de manera significativa para cambiar la realidad. Extraordinariamente existen brechas, espacios y tiempos en los cuales esa posibilidad de intervención se hace más realizable. Tiene razón Víctor Hugo al afirmar que «No hay nada más fuerte que una idea cuyo tiempo ha llegado». Chávez ha sabido conducir la apertura de una excepcional brecha; aquella que ya había vislumbrado Ali Primera.

La línea trazada por las luchas sociales en Venezuela, así como en cualquier otro país, no es una recta: sus procesos están constantemente marcados por avances, retrocesos, momentos de grandes cambios o de paralización aparente. Esos permanentes movimientos cuentan con un gran número de variables, con sus vectores positivos y negativos, con su interminable juego de fuerzas contrarias. La larga guerra por el control de la mayor riqueza nacional está llena de grandes desafíos, buenos y malos, repleta de seres brillantes y mediocres, de héroes y traidores, que transcendieron su individualidad y escribieron la historia venezolana, con espadas, pensamientos, bolígrafos, metralletas y sangre. En el campo nacional, popular y antiimperialista, con sus encuentros y diferencias, han estado hombres como Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Antonio José de Sucre, José Félix Ribas, Ezequiel Zamora, Cipriano Castro, Isaías Medina Angarita, Fabricio Ojeda y miles de otros. No hay dudas que el presidente Hugo Chávez representó a ese polo. Del lado contrario, la oligarquía parasitaria, las transnacionales, el imperialismo y sus estructuras de poder global.

Feliz aquel que le ha tocado el privilegio de vivir la Venezuela Bolivariana. Tuve la alegría de pasar cuatro intensos años viviendo y trabajando por allá, plenamente metido en el torbellino del gobierno de Chávez, junto a compañeros inolvidables y situaciones indescriptibles. Son admirables la conciencia y la capacidad de movilización del pueblo venezolano, que históricamente asume un papel de vanguardia en las luchas por la liberación nacional y por la integración regional. El historiador uruguayo Vivián Trías afirmaba que el nacionalismo latinoamericano es popular, antiimperialista e integracionista. Y así es. Bolívar fue así, Chávez fue así. Las expectativas para el futuro venezolano son las mejores posibles. Es decir, que haya unidad en las fuerzas bolivarianas, que Nicolás Maduro conduzca la continuidad del proyecto emancipador y que Venezuela siga trasmitiendo ese aliento transformador por todos los rincones del mundo.

* Profesor de la carrera de Economía, Integración y Desarrollo de la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (UNILA), Foz do Iguazú, Brasil. [email protected]

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.