Con las elecciones parlamentarias y presidenciales a las puertas, el modelo económico chileno -basado en el denominado Consenso de Washington y ejecutado por los otrora famosos ‘Chicagos Boys’- es objeto hoy de un crítico escrutinio. Esa especie de marca registrada con ‘olor a milagro’, como suele ser a menudo presentada por los organismos financieros internacionales, […]
Con las elecciones parlamentarias y presidenciales a las puertas, el modelo económico chileno -basado en el denominado Consenso de Washington y ejecutado por los otrora famosos ‘Chicagos Boys’- es objeto hoy de un crítico escrutinio.
Esa especie de marca registrada con ‘olor a milagro’, como suele ser a menudo presentada por los organismos financieros internacionales, ha quedado para muchos irremediablemente inscrita en el ‘código genético’ del actual Estado chileno.
Implantado a sangre y fuego por el dictador Augusto Pinochet tras barrer con los cambios sociales del gobierno popular de Salvador Allende (1970-1973) y profundizado por tres gobiernos civiles que le siguieron a partir de 1990, el sistema comienza a hacer agua, agobiado por el desempleo, la delincuencia y las desigualdades.
‘Las fuerzas primarias desatadas desde finales de los años 70 continúan respondiendo a los impulsos del capitalismo más salvaje y los gobiernos de la Concertación no han sido más que administradores de esa fórmula’, afirmó el economista Hugo Facio.
También para el diario semi-oficialista La Nación, ‘es evidente que este ciclo ahora se está agotando’ y con la explotación intensiva de recursos naturales, de bajos impuestos a las transnacionales y grandes empresas privadas y pésima distribución de la riqueza, el país ‘está siguiendo una senda que, a estas alturas, resulta peligrosamente dual’.
‘Un Chile con brechas profundísimas en salud, educación, justicia, ambiente de vida. Estamos viviendo todavía la triste coda de la dictadura, la persistencia de una manera de ver la sociedad, mirada desde el protagonismo y la capacidad de decisión de unos pocos’, afirmó el rotativo en sus páginas de opinión.
Pero hasta dentro de los sectores de la más rancia aristocracia empresarial aceptan que los problemas son intrínsecos al sistema que se sustenta -reconocen- en ‘la complicidad entre las élites políticas y económicas que controlan el poder’.
‘Chile no va a cambiar mientras las élites no suelten la teta’, sostuvo hace pocas semanas Felipe Lamarca, ex hombre fuerte del grupo Angelini -uno de los más poderosos del país- y ex presidente de la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa), entidad que agrupa a los grandes empresarios chilenos.
Para Lamarca, cuyas observaciones causaron un gran revuelo nacional, se hace urgente corregir el modelo económico de mercado y democratizar el sistema, al tiempo que acusa ‘una escandalosa complicidad en las élites políticas y económicas para mantener todo igual’.
Siempre desde una lógica capitalista, señala que lo que hoy todos llaman ‘economía de mercado’ no es tal, porque la competencia ha desaparecido de la mano de la fusiones de las grandes empresas y de la aplastante concentración económica.
Por ello -señala- los políticos y empresarios (que muchas veces son ambas cosas a la vez) se sienten muy cómodos en el esquema actual y tienen muy bajos incentivos para corregir aquellas cosas que no funcionan bien, como la falta de competencia y la desigualdad en los ingresos y las oportunidades.
‘La élite económica le rinde pleitesía a la élite política y, por su parte, los políticos dicen: ¡Qué buenos son nuestros empresarios!, porque el país surge y estamos súper bien en la escala mundial’, ironizó el dirigente empresarial.
Recalcó que el tema de la distribución de la riqueza es un asunto muy profundo, y en el caso de Chile, ‘el problema es durísimo y la desigualdad va a empezar a ser cada vez más crítica’.
‘No se trata sólo de una desigualdad en el ingreso. También lo es en los tratos laborales, en la desigualdad frente a la justicia, a las alternativas, frente al empleo. Aquí el país crece a un 6,0 por ciento, pero ¿cuánto creció el empleo, cuánto creció el salario? Algo pasa en el sistema que no está funcionando’, subrayó.
¿Es el modelo chileno neoliberal?
Pese a todo, en una comparecencia el pasado 26 de octubre ante el Parlamento de la Unión Europea, en Estrasburgo, el presidente Ricardo Lagos -mimado por el empresariado local y muy elogiado en Washington- aseguró que ‘no se puede identificar el modelo económico chileno con el neoliberalismo.
‘Nada más lejos de la verdad’, aseguró el gobernante, aún cuando reconoció haber cumplido con el Consenso de Washington, considerado el decálogo del neoliberalismo para América Latina.
‘Querer no reconocer la identificación con las formulaciones neoliberales es entendible cuando resulta cada vez más evidente a nivel mundial su fracaso’, afirmó Facio, un reconocido economista del Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo (CENSA.
Para quien fue un alto funcionario del gobierno popular del presidente Allende, la aplicación rigurosa del modelo produjo un cambio sustancial en la estructura productiva del país, acentuando el desempleo y la desigualdad social.
‘En Chile -afirma- la apertura en el mercado de capitales es absoluta, especialmente después de suscribirse el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, y la presencia del Estado en la vida económica es prácticamente nula’.
Perspectivas
A menos de dos meses de las elecciones presidenciales (11 de diciembre), el debate sobre el tema adquiere una particular relevancia y los principales candidatos a suceder a Lagos en La Moneda, sin distinción, admiten las dificultades.
En un reciente debate televisivo todos, desde la extrema derecha opositora, representada por el ex alcalde de Santiago Joaquín Lavín y el millonario empresario Sebastián Piñera, hasta la centrista oficialista Michelle Bachelet, reconocieron que el desempleo, la delincuencia, la concentración de las riquezas, y las desigualdades adquieren en Chile particular relevancia.
Pero sólo Tomás Hirsch, candidato del izquierdista Junto Podemos Más -pacto que integran comunistas, humanistas, la izquierda cristiana y un grupo de organizaciones independientes- atribuyó esos males al sistema y propuso un cambio radical al modelo económico.
‘Los grandes problemas sociales de Chile son resultado del sistema neoliberal imperante y es preciso cambiarlo’, afirmó categórico Hirsch, durante una exposición que le valió saltar más de cinco puntos en las encuestas.
Bachelet, amplia favorita para convertirse en la primera mujer que gobierne Chile en la historia del país, tuvo a bien distanciarse del gobierno que ella integró hasta octubre del pasado año como ministra de Defensa, pero no fue más allá de ofrecer cambios cosméticos para corregir el rumbo.
Sus planteamientos no se diferencian mucho de sus rivales de la extrema derecha, con alguno de los cuales es muy probable que tenga que medir fuerzas en una segundo vuelta electoral si no consigue el 50 por ciento más uno en los comicios de diciembre próximo.