Al parecer China no tiene previsto vivir más allá de un puñado de años en un orbe dominado por el dólar. Y es lógico. La dimensión de su economía sobrepasa la de la estadounidense, y ahora en la ecuación tocaría el momento del golpe a la hegemonía del llamado billete verde, según se duelen los […]
Al parecer China no tiene previsto vivir más allá de un puñado de años en un orbe dominado por el dólar. Y es lógico. La dimensión de su economía sobrepasa la de la estadounidense, y ahora en la ecuación tocaría el momento del golpe a la hegemonía del llamado billete verde, según se duelen los propios medios norteamericanos, traídos a colación por colegas como Reuters.
Agencia que se gasta esta analogía: «Con la economía y las finanzas, Pekín has estado jugando al ajedrez y Occidente a las damas». Y se hace agorera en grado sumo: «Según opina Michael Snyder en su blog del portal The Economic Collapse, lamentablemente para Washington hemos llegado al punto en el que el jaque mate está ya en el horizonte».
Sí, jaque mate, porque los cambios transcurren tan raudos que para diversos observadores la divisa por antonomasia tiene sus días contados, y será reemplazada por el yuan como principal moneda global. Aseveración que se basa en señales como el hecho de que el medio de pago del «dragón» ya representa uno de los cinco principales.
Aunque muchos coinciden en que la sustitución no ocurrirá de la noche a la mañana, el gigante asiático se ha estado preparando escrupulosa, prolijamente. Como apunta Reuters, si bien China se niega a revelar con exactitud el monto de sus reservas de oro, lo cierto es que resultan ciclópeas, y, por si no bastara, ha comprado una enorme porción de deuda de EE.UU. «Esto les da suficiente poder sobre nuestra moneda y nuestro sistema financiero», dice Snyder… desconsoladamente.
De ahí que, señala Global Research News -en traducción de Germán Leyens para la digital Rebelión-, tras la reciente firma de un memórandum de entendimiento con el Banco Popular de la potencia emergente, el Bundesbank explicitara de epigramática manera: «El volumen de transacciones que pueden realizarse en la moneda china en centros financieros internacionales y alemanes está en proporción con la importancia de China en la economía global».
Con la presencia reveladora del presidente Xi Jingping y la canciller Angela Merkel, fue confirmada la intención de que ambos bancos centrales cooperen en el clearing -«conjunto de acciones relacionadas con las transacciones entre ellos»- y de «apartarse de la hegemonía del dólar como moneda de pago y de reserva.» Algo de suma relevancia, porque aquí se trata de un acuerdo entre dos de los mayores exportadores del orbe, con un comercio bilateral de casi 200 mil millones de dólares en 2013.
Por qué el gigante asiático quiere desprenderse de la coyunda del dinero gringo, se preguntaría un desavisado. Global Research News se gasta la respuesta. A la altura de 2009, «la crisis financiera en EE.UU. causaba escalofríos en la espina dorsal del Gobierno chino, que hasta entonces había estado acumulando despreocupadamente montañas de papel estadounidense que repentinamente amenazó con evaporarse, como los valores de hipotecas respaldadas por Fannie Mae y Freddie Mac, que China había pensado que tenían algún valor cuando en realidad no lo tenían, por lo menos no hasta que China aplicó suficiente presión sobre la administración de Bush para que los garantizara y para que la Reserva Federal los comprara para inflar su valor».
En aquel entonces, «China fue rescatada por el contribuyente estadounidense y la Reserva Federal, pero el episodio dio una lección al Gobierno: deshaceos del dólar. Y por lo tanto se ocupó del asunto, cuidadosa y sistemáticamente, paso a paso, pero de modo implacable, como dijo Xinhua, en una estrategia ‘por diversos flancos’ que incluía amplios acuerdos monetarios bilaterales país por país».
Pero no solo la República Federal se acoge a la nueva sombrilla protectora. Rusia ha llegado a la salomónica conclusión de que, ante situaciones críticas, como las que se despliegan a causa de las sanciones que le han impuesto últimamente, ningún mejor garante que tratos con la segunda economía del planeta, en función de la estabilidad financiera y la liquidez adicional.
Ni cortos ni perezosos, Moscú y Beijing han convenido realizar pagos en sus divisas, por intermedio del VTB, segundo grupo de la Federación, que cuenta con el Estado en calidad de dueño de las más de las acciones, y con activos ascendentes a 270 mil millones, y el Banco de China, uno de los 20 señeros del planeta y el segundo prestamista de la potencia emergente, con más de dos billones de dólares y operaciones en una treintena de naciones de todo el orbe. En ese contexto, grandes corporaciones rusas han declarado que asumirán el yuan y otras monedas. Actualmente, el 75 por ciento de los negocios entre los socios se efectúa con el billete en decadencia.
El asunto no finiquita ahí. Con el colega Hedelberto López, anotemos que, «como una cadena que se va concatenando eslabón a eslabón, cada vez se suman más países y agrupaciones a la tendencia de efectuar sus negociaciones y comercio sin la utilización del dólar. Relevante ha sido la proposición del ministro de Economía turco, Nihat Zeibekci, a su par ruso, Alexei Uliukáyev, de usar las divisas nacionales para los pagos bilaterales, en momentos en que existe una fuerte escalada de sanciones económicas occidentales contra Moscú».
Además, «los Gobiernos integrantes del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) crearon un Banco de Desarrollo y una Reserva de Divisas que prevé la entrega de empréstitos y de capital para inversiones con la utilización de sus monedas nacionales. Se estima que las empresas públicas y privadas del BRICS, al alejarse del dólar, tendrán un ahorro del cuatro por ciento en cada una de sus actividades comerciales».
Para mayor inri del Imperio, «importantes economías mundiales que disponen de un elevado Producto Interno Bruto (PIB) han firmado con Beijing convenios de intercambios sin el uso del dólar; entre estas, Japón, Rusia, Irán, Brasil, Corea del Sur, Australia, Argentina, Venezuela, Chile, Belarús, Pakistán. A esas también se unen Tailandia, Albania, Ecuador, Bolivia, Cuba y otras. La tercera economía del mundo, Japón, aparece como el quinto destino de las exportaciones chinas y en general es el tercer socio comercial del gigante asiático, con un intercambio anual de 400 mil millones de dólares».
Y la lista se expande. «Brasilia y Beijing ya intercambian mercancías y servicios por 50 mil millones con la utilización de otras divisas», no obstante el que aún todas las monedas se vinculan con el dólar estadounidense y se calculan sobre la base de su valor de mercado. «Chile y China mantienen intercambio por más de 30 mil millones; el comercio en monedas nacionales entre Beijing y los países integrantes de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) se cifra en 250 mil millones, y con Irán suma varios miles de millones a través de un sistema de trueque. En total, unas 30 naciones de diferentes regiones han suscrito acuerdos de intercambio con Beijing por alrededor de 2,5 billones de yuanes. En esta especie de estampida para alejarse del dólar, Nueva Delhi y Teherán comenzaron a recurrir a las rupias y al dinar en sus saldos recíprocos. Las naciones de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA) realizan gran parte de sus intercambios a través del Sucre, una moneda virtual».
Tomando en cuenta que en 2014 China sobrepasaba a Estados Unidos como principal importador de crudo, lo cual cambia la red general de suministro de hidrocarburos, y que en 2013 se erigió en el principal comprador de combustible a Arabia Saudita, «¿se dejará de hablar dentro de poco de petrodólares? Solo nos queda esperar».
Eso sí: mientras esperamos, habrá que dejar sentado que, a todas luces, está ocurriendo una yuanización de la economía universal. Con una proporcional desdolarización. Los datos que lo prueban desbordarían con creces el espacio editorial. A vuelapluma acotemos que hasta el momento, y según la agencia EFE , «23 bancos han confirmado tener parte de sus reservas en yuanes, la mayoría de ellos de países que tienen fuertes relaciones comerciales con el gigante asiático (Australia, Japón, Corea del Sur o Malasia), pero también europeos (Austria, Noruega o Francia), latinoamericanos (Bolivia, Chile) y africanos (Kenia, Nigeria o Sudáfrica)».
Salta a la vista que, a medida que el «dragón» avanza en unas reformas que, conforme a una multitud de analistas, lo entronizarán en breve como primera economía, su moneda gana terreno, adquiere más y más peso planetario. Algo harto necesario, porque, en el criterio de no pocos, su actual estatus de quinta continúa siendo insignificante para la primera potencia comercial, que aglutina el 12,4 por ciento del producto interno bruto (PIB) de la Tierra.
Mucho más cuando -insistamos-, conforme al último informe del FMI, China sobrepuja ya a EE.UU. en PIB en paridades de poder adquisitivo (PPA): 17,6 billones de dólares frente a 14, 4 billones. Cifras nada frías, que nos remiten a una proporcionalidad inocultable: más yuanización es igual a más desdolarización. ¿El pronosticado reemplazo? De cumplirse la tendencia, hoy no; pero tampoco pasado mañana.
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