Cuando la Junta de Gobernadores del FMI decidía este lunes aumentar el poder de voto de China dentro de la institución, el director gerente de la institución, Rodrigo Rato, le recordó al gobierno en Beijing que más poder conlleva más responsabilidades.
También se les indicó que el uso que haga de sus nuevos derechos será objeto de un estricto control.
«La comunidad internacional reconoce que el rol de China en la economía mundial aumentó», dijo Rato en Singapur, donde los días 19 y 20 se celebrará la reunión anual conjunta del FMI (Fondo Monetario Internacional) y el Banco Mundial.
Elevar la voz en el FMI «le permitirá» a China «expresar sus puntos de vista, pero, por supuesto, deberán escuchar los puntos de vista de los otros», agregó Rato. «Eso les ocurre al primer y al último accionista.»
Los comentarios de Rato llegan en momentos en que dos estudios difundidos casi simultáneamente subrayan los rasgos positivos, pero también los riesgos, de la creciente participación económica de China en África, el más pobre de los continentes.
En uno de ellos, el Banco Mundial indicó que las inversiones y el comercio de China constituyen un impulso para África, pero advirtió que la relación sigue siendo precariamente asimétrica.
Otro informe, preparado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos y aprobado por representantes del Grupo de los Siete (G-7) países más industrializados, criticó a los prestamistas emergentes, como China e India, por ofrecer créditos caros a naciones africanas pobres con capacidad de repago limitada.
El G-7 está integrado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japón.
Los dos estudios se presentaron el fin de semana en Singapur, en las instancias previas a las reuniones del FMI y el Banco Mundial.
La Junta de Gobernadores del FMI decidió darles mayor poder de voto economías en rápida expansión, como las de China, Corea del Sur, México y Turquía, en el proceso de toma de decisiones.
La idea que subyace a la resolución es que, para que China acepte su responsabilidad ante el sistema financiero internacional, se le debe dar una voz acorde con su creciente influencia.
Por lo tanto, China vería crecer sus derechos al voto en el FMI de 2,94 por ciento a 3,65 por ciento del total de la institución.
Estados Unidos, el país con mayor poder, cuenta con 17 por ciento del poder de voto, lo cual le convierte una suerte de derecho a veto: para tomar decisiones, la Junta debe reunir al menos 85 por ciento.
«Este aumento en el poder de voto representa una oportunidad para China. También es un desafío sobre nuestras posibilidades de cumplir con nuestras nuevas responsabilidades», dijo Zhang Rui, profesor de la Escuela Normal de Economía de Guangdong.
El aumento de los derechos de China al voto en el FMI representa apenas una pequeña parte de los planes generales de ajuste del equilibrio de poder dentro del organismo global, que se inclina a favor de los países en desarrollo.
El rol cada vez más central que juega China en la economía mundial, particularmente en las regiones más pobres, quedó bajo escrutinio a causa de la nueva retórica de su gobierno, que no demanda la clase de concesiones políticas o económicas que sí requieren los países occidentales.
China alega ser el campeón de los países en desarrollo, ofreciéndoles una nueva relación que los libere de la dependencia de las potencias del Norte industrial, las mismas del G-7.
En gira por África, los diplomáticos chinos retratan la participación de Beijing en la economía del continente como una relación en que todas las partes sacan ventaja.
La demanda china de materias primas como hierro, cobre, oro, aluminio y petróleo se disparó con el auge económico del país. Estas exportaciones consolidan los puestos de trabajo y a las compañías africanas, mientras proporcionan divisas extranjeras a sus gobiernos.
Las importaciones africanas de bienes manufacturados, máquinas y productos textiles chinos también aumentaron, en tanto las firmas chinas han buscado nuevos mercados para sus productos en todo el mundo.
El Banco reconoce el potencial de esta nueva asociación. África es la nueva frontera económica para China e India, señala su último estudio.
Ahora Asia recibe 27 por ciento de las exportaciones de África. Esa proporción triplica la de 1990 y está casi a la par de las exportaciones de África a Estados Unidos y la Unión Europea, tradicionales socios comerciales del continente.
Mientras, las exportaciones asiáticas a África crecen 18 por ciento al año, más rápido que a cualquier otra región. Las inversiones desde China e India a los países africanos pobres también crecen, afirma el estudio, titulado «El camino de la seda de África: La nueva frontera económica de China e India».
Pero todavía existe una gran desigualdad en la relación comercial emergente, admitió el Banco, que podría impedir que las economías africanas se beneficien del papel cada vez más importante de China e India en la economía mundial.
Las exportaciones africanas a Asia constituyen apenas 1,6 por ciento de las importaciones totales de Asia, mientras que las compras de China e India a África representan apenas 13 por ciento de las exportaciones totales de África.
«Es imperativo que ambos lados de esta promisoria relación económica Sur-Sur aborden las asimetrías y los obstáculos a su expansión continuada a través de reformas», señaló el autor del estudio, Harry Broadman, asesor del Banco para África.
Las proezas económicas de China la han habilitado, también, para asignar préstamos a países africanos, la mayoría de los cuales, según el G-7, no están en condiciones de pagarlos.
Los préstamos de China llegan con pocas condiciones y en momentos en que gobiernos occidentales y agencias donantes cancelaron las deudas existentes de muchos países africanos altamente endeudados.
«Mientras damos la bienvenida al rol cada vez mayor de nuevos países donantes, creemos que es imperativo que todos compartan información y tomen cuenta la sustentabilidad de las deudas», dijo el G-7 en una declaración escrita emitida el fin de semana.
En ese sentido, el estudio difundido por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos subrayó el papel de China como prestamista.
China se comprometió a darle a los países en desarrollo 10.000 millones de dólares en préstamos de bajos intereses y créditos comerciales en los próximos tres años.
En el programa de asistencia para la infraestructura más destacado de los últimos años, se le ofrecieron miles de millones de dólares a Angola en un esfuerzo por consolidar los vínculos y asegurar el acceso de China a las reservas petroleras del país.
El financiamiento permitió al gobierno de Angola evitar tratar con el FMI, que durante mucho tiempo criticó las finanzas de ese país por su falta de transparencia.
«La comunidad internacional reconoce que el rol de China en la economía mundial aumentó», dijo Rato en Singapur, donde los días 19 y 20 se celebrará la reunión anual conjunta del FMI (Fondo Monetario Internacional) y el Banco Mundial.
Elevar la voz en el FMI «le permitirá» a China «expresar sus puntos de vista, pero, por supuesto, deberán escuchar los puntos de vista de los otros», agregó Rato. «Eso les ocurre al primer y al último accionista.»
Los comentarios de Rato llegan en momentos en que dos estudios difundidos casi simultáneamente subrayan los rasgos positivos, pero también los riesgos, de la creciente participación económica de China en África, el más pobre de los continentes.
En uno de ellos, el Banco Mundial indicó que las inversiones y el comercio de China constituyen un impulso para África, pero advirtió que la relación sigue siendo precariamente asimétrica.
Otro informe, preparado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos y aprobado por representantes del Grupo de los Siete (G-7) países más industrializados, criticó a los prestamistas emergentes, como China e India, por ofrecer créditos caros a naciones africanas pobres con capacidad de repago limitada.
El G-7 está integrado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japón.
Los dos estudios se presentaron el fin de semana en Singapur, en las instancias previas a las reuniones del FMI y el Banco Mundial.
La Junta de Gobernadores del FMI decidió darles mayor poder de voto economías en rápida expansión, como las de China, Corea del Sur, México y Turquía, en el proceso de toma de decisiones.
La idea que subyace a la resolución es que, para que China acepte su responsabilidad ante el sistema financiero internacional, se le debe dar una voz acorde con su creciente influencia.
Por lo tanto, China vería crecer sus derechos al voto en el FMI de 2,94 por ciento a 3,65 por ciento del total de la institución.
Estados Unidos, el país con mayor poder, cuenta con 17 por ciento del poder de voto, lo cual le convierte una suerte de derecho a veto: para tomar decisiones, la Junta debe reunir al menos 85 por ciento.
«Este aumento en el poder de voto representa una oportunidad para China. También es un desafío sobre nuestras posibilidades de cumplir con nuestras nuevas responsabilidades», dijo Zhang Rui, profesor de la Escuela Normal de Economía de Guangdong.
El aumento de los derechos de China al voto en el FMI representa apenas una pequeña parte de los planes generales de ajuste del equilibrio de poder dentro del organismo global, que se inclina a favor de los países en desarrollo.
El rol cada vez más central que juega China en la economía mundial, particularmente en las regiones más pobres, quedó bajo escrutinio a causa de la nueva retórica de su gobierno, que no demanda la clase de concesiones políticas o económicas que sí requieren los países occidentales.
China alega ser el campeón de los países en desarrollo, ofreciéndoles una nueva relación que los libere de la dependencia de las potencias del Norte industrial, las mismas del G-7.
En gira por África, los diplomáticos chinos retratan la participación de Beijing en la economía del continente como una relación en que todas las partes sacan ventaja.
La demanda china de materias primas como hierro, cobre, oro, aluminio y petróleo se disparó con el auge económico del país. Estas exportaciones consolidan los puestos de trabajo y a las compañías africanas, mientras proporcionan divisas extranjeras a sus gobiernos.
Las importaciones africanas de bienes manufacturados, máquinas y productos textiles chinos también aumentaron, en tanto las firmas chinas han buscado nuevos mercados para sus productos en todo el mundo.
El Banco reconoce el potencial de esta nueva asociación. África es la nueva frontera económica para China e India, señala su último estudio.
Ahora Asia recibe 27 por ciento de las exportaciones de África. Esa proporción triplica la de 1990 y está casi a la par de las exportaciones de África a Estados Unidos y la Unión Europea, tradicionales socios comerciales del continente.
Mientras, las exportaciones asiáticas a África crecen 18 por ciento al año, más rápido que a cualquier otra región. Las inversiones desde China e India a los países africanos pobres también crecen, afirma el estudio, titulado «El camino de la seda de África: La nueva frontera económica de China e India».
Pero todavía existe una gran desigualdad en la relación comercial emergente, admitió el Banco, que podría impedir que las economías africanas se beneficien del papel cada vez más importante de China e India en la economía mundial.
Las exportaciones africanas a Asia constituyen apenas 1,6 por ciento de las importaciones totales de Asia, mientras que las compras de China e India a África representan apenas 13 por ciento de las exportaciones totales de África.
«Es imperativo que ambos lados de esta promisoria relación económica Sur-Sur aborden las asimetrías y los obstáculos a su expansión continuada a través de reformas», señaló el autor del estudio, Harry Broadman, asesor del Banco para África.
Las proezas económicas de China la han habilitado, también, para asignar préstamos a países africanos, la mayoría de los cuales, según el G-7, no están en condiciones de pagarlos.
Los préstamos de China llegan con pocas condiciones y en momentos en que gobiernos occidentales y agencias donantes cancelaron las deudas existentes de muchos países africanos altamente endeudados.
«Mientras damos la bienvenida al rol cada vez mayor de nuevos países donantes, creemos que es imperativo que todos compartan información y tomen cuenta la sustentabilidad de las deudas», dijo el G-7 en una declaración escrita emitida el fin de semana.
En ese sentido, el estudio difundido por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos subrayó el papel de China como prestamista.
China se comprometió a darle a los países en desarrollo 10.000 millones de dólares en préstamos de bajos intereses y créditos comerciales en los próximos tres años.
En el programa de asistencia para la infraestructura más destacado de los últimos años, se le ofrecieron miles de millones de dólares a Angola en un esfuerzo por consolidar los vínculos y asegurar el acceso de China a las reservas petroleras del país.
El financiamiento permitió al gobierno de Angola evitar tratar con el FMI, que durante mucho tiempo criticó las finanzas de ese país por su falta de transparencia.