La influencia de Estados Unidos en el comercio mundial está diluyéndose. Horas después de la victoria electoral de Donald Trump sobre Hillary Clinton, el equipo del presidente Barack Obama sorprendió a propios y extraños al abandonar, de forma súbita, la intensa campaña de cabildeo que venía realizando en el Congreso para conseguir la ratificación del […]
La influencia de Estados Unidos en el comercio mundial está diluyéndose. Horas después de la victoria electoral de Donald Trump sobre Hillary Clinton, el equipo del presidente Barack Obama sorprendió a propios y extraños al abandonar, de forma súbita, la intensa campaña de cabildeo que venía realizando en el Congreso para conseguir la ratificación del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés).
La muerte del TPP es inminente. Según sus cláusulas, para entrar en vigor es necesaria la aprobación legislativa de por lo menos seis países y, en paralelo, estos deben sumar el 85% del Producto Interno Bruto (PIB) de los 12 integrantes. La economía estadounidense por sí sola representa más del 60%. Por lo tanto, una vez que Obama ha dejado el TPP a disposición de Trump, es prácticamente un hecho que será sepultado por el próximo Congreso estadounidense.
Michael Froman, representante de Comercio de Estados Unidos, ya había advertido en julio de este año que si los legisladores de su país no lograban ratificar el TPP, entonces las «llaves del castillo» de la globalización comercial pasarían a manos de China. Fueron las palabras de un profeta. Las aspiraciones imperiales de Obama han fracasado. Estados Unidos ya no seguirá dictando las reglas del juego.
En la actualidad, el grueso de los intercambios comerciales está concentrado en el Continente asiático, con China a la cabeza. Los líderes de Pekín vienen trabajando desde hace tiempo en diversas iniciativas de libre comercio de carácter multilateral con vistas a consolidar su influencia en los ámbitos regional y mundial: la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés) y el Área de Libre Comercio de Asia-Pacífico (FTAAP, por sus siglas en inglés).
Durante la XXIV cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés), llevada a cabo en Lima (Perú), el presidente de China, Xi Jinping, propuso a los países firmantes del TPP, tanto de América Latina (Chile, México y Perú) como de Oceanía (Australia y Nueva Zelanda), sumarse a los acuerdos de libre comercio impulsados por su Gobierno y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean, por sus siglas en inglés). Pero ¿Cuál de las dos iniciativas de libre comercio promovidas por China tiene realmente posibilidades de suplantar al TPP?
Para Pekín será muy complicado poner en funcionamiento el FTAAP, que incluye a Estados Unidos; pues si hasta la fecha Donald Trump se ha opuesto tajantemente al TPP, es evidente que jamás brindará su apoyo a una iniciativa de libre comercio liderada por China. Recordemos además que Trump ha prometido a sus electores abandonar y, en el mejor de los casos, renegociar, los acuerdos de libre comercio que Estados Unidos ha firmado durante las últimas décadas. En su opinión, acuerdos como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés) son un desastre.
Bajo este escenario, China busca sumar a su causa a los principales socios comerciales de Estados Unidos bajo el compromiso de que seguirá incentivando la libre circulación de mercancías. Desde mi punto de vista, la RCEP es la iniciativa de libre comercio que brinda a China la oportunidad de llenar el vacío que Washington dejó en el TPP. «China debe establecer un nuevo acuerdo que responda a las expectativas de la industria y mantenga el impulso para el establecimiento de una zona de libre comercio», sentenció a principios de noviembre Li Baodong, viceministro de Relaciones Exteriores del gigante asiático.
La RCEP está integrada por todos los países miembros del TPP, a excepción de Canadá, Chile, México, Perú y, por supuesto, Estados Unidos. Con un total de más de 3,000 millones de habitantes, la RCEP incluye además a otros países asiáticos con gran dinamismo económico: Camboya, China, Corea del Sur, India, Indonesia, Filipinas, Laos, Myanmar y Tailandia. Surge entonces la interrogante de si la RCEP sería una especie de TPP ampliado, y con China reemplazando a Estados Unidos. No precisamente.
Los alcances de la RCEP no son los mismos que los del TPP. Hasta el momento, los objetivos de la RCEP están limitados a la eliminación de barreras arancelarias. El TPP, en cambio, es mucho más que un acuerdo de libre comercio, pues entre otras cosas, pone a disposición de las grandes corporaciones los derechos sobre la propiedad intelectual, amenaza la protección del medio ambiente, atenta contra los derechos de los trabajadores y, por si fuera poco, deja en manos de tribunales internacionales la solución de controversias entre Gobiernos y empresas.
Por eso varios mandatarios ven con buenos ojos el ‘plan B’ sugerido por los chinos. Entre ellos, el presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, quien considera que un acuerdo de libre comercio alternativo al TPP es por demás necesario. Aunque los países de la Alianza del Pacífico (integrada por los tres miembros del TPP de origen latinoamericano, más Colombia) están interesados en seguir manteniendo excelentes relaciones con Estados Unidos, al mismo tiempo varios de ellos quieren construir acuerdos con China y Rusia.
Sin lugar a dudas, la incertidumbre política que aqueja a Estados Unidos desde las elecciones celebradas el pasado 8 de noviembre está siendo aprovechada magistralmente por el dragón chino. Frente a las amenazas de Trump de inaugurar una nueva era de proteccionismo, la respuesta de Xi está cargada de contundencia: la globalización del comercio encabezada por Pekín seguirá su curso, con o sin el respaldo de Washington.
Ariel Noyola Rodríguez es economista egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México. Twitter: @noyola_Ariel
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