Se dice que la manipulación cambiaria es la práctica de fijar artificialmente un tipo de cambio para obtener una ventaja desleal en el comercio internacional. Se trata de una táctica que distorsiona los flujos de comercio y está prohibida por acuerdos internacionales y por la legislación de algunos países. Esa es una manera de subsidiar […]
Se dice que la manipulación cambiaria es la práctica de fijar artificialmente un tipo de cambio para obtener una ventaja desleal en el comercio internacional. Se trata de una táctica que distorsiona los flujos de comercio y está prohibida por acuerdos internacionales y por la legislación de algunos países.
Esa es una manera de subsidiar las exportaciones, promover el empleo y el crecimiento en una economía. Claro, es también una manera de aventarles a los vecinos el problema del desempleo.
Durante años Estados Unidos acusó a Japón de mantener al yen artificialmente subvaluado respecto del dólar. Pero hoy la acusación se dirige principalmente a China. Según la American Manufacturing Association, el yuan chino mantiene una subvaluación artificial de 40 por ciento, lo que permite al gigante asiático mantener su extraordinario nivel de exportaciones. Si eso es cierto, la legislación federal obliga al Departamento del Tesoro de Estados Unidos a
activar sanciones en contra de China.
El Departamento del Tesoro en Washington amenazó hace poco con colgarle a Pekín la acusación de realizar manipulación cambiaria. La sobretasa arancelaria que acompañaría esta declaratoria sería de hasta 25 por ciento para compensar lo que se considera es un subsidio desleal. Este desplante es la respuesta de Obama a los congresistas y grupos de presión que han estado exigiendo represalias contra China. Pero la Casa Blanca argumentó que debía esperar a que terminara la minicumbre antinuclear en Washington a la que asiste el presidente chino Hu Jintao. Por cierto, esa conferencia está más preocupada con preparar el terreno para aplicar sanciones a Irán que con el tema de la seguridad nuclear, pero ése es otro tema.
Una sobretasa arancelaria tendría implicaciones delicadas, sobre todo en el contexto de la supuesta recuperación de la economía mundial. China es particularmente sensible a las acusaciones sobre manipulación cambiaria, en buena medida porque 30 por ciento del PIB chino se explica por sus exportaciones.
¿Existe una manipulación cambiaria por parte de China? Desde mediados de 2008 Pekín fijó el tipo de cambio en 6.83 yuanes por dólar para promover sus exportaciones dada la contracción del comercio mundial. Durante los siguientes 13 meses, las exportaciones chinas disminuyeron y el superávit comercial se redujo en un 34 por ciento. El mes pasado, China experimentó el primer déficit comercial en seis años, dejando la acusación sobre manipulación cambiaria muy
mal parada.
Por una serie de razones técnicas, no es fácil determinar cuando existe manipulación cambiaria. Los datos chinos son cuestionados por muchos analistas. Pero la Reserva Federal calcula que el yuan se apreció en 16.5 por ciento entre junio 2008 y febrero 2009. Por otra parte, la Banca Internacional de Pagos (BIS) afirma que entre febrero 2007 (cuando estalló la crisis de hipotecas chatarra en Estados Unidos) y enero 2010 el tipo de cambio real del yuan aumentó 10.7 por ciento, mientras que el del dólar se contrajo 8 por ciento. Para el BIS estos números indican que es el dólar el que ha sufrido una devaluación. De hecho, eso es parte del plan de Washington para restablecer el equilibrio en la deficitaria balanza comercial. Algo que no debe ser olvidado es que la subvaluación del yuan fue clave para mantener la inflación bajo control en Estados Unidos en los últimos años. Un cambio en la paridad de esa moneda podría tener efectos importantes sobre la tasa de inflación en la economía estadunidense, lo que
podría llevar a un aumento en la tasa de interés y amenazar la supuesta recuperación.
Por otro lado, un buen número de empresas trasnacionales estadunidenses realiza operaciones de maquiladora con China o tiene operaciones con cierto grado de integración vertical en ese país (Apple, Bank of America, Boeing, IBM, Intel, etcétera). Estas empresas son los principales beneficiarios del ingreso chino a la OMC, les importa un pepino el empleo en Estados Unidos y no están interesadas en la apreciación del yuan. De hecho su lobby en Washington (el Consejo de negocios Estados Unidos/China) presiona por mantener el statu quo.
Un interesante estudio de Robert Scott (disponible en www.epi.org) argumenta que Estados Unidos perdió 2.4 millones de empleos en el periodo 2001-2008 debido a esta competencia desleal de China. La conclusión central del estudio es que se necesita un ajuste en la paridad para remediar las cosas.
La realidad es algo distinta y bastante conocida. Los costes laborales en China son una minúscula fracción del nivel que tienen en sus competidores en el mercado mundial. El dumping comercial chino se basa más en los salarios bajos que en otra cosa. Pero como eso entra en la definición de «ventajas comparativas» de la teoría convencional sobre comercio internacional, es más difícil encontrar una crítica seria a esta dimensión del problema. Después de todo, el dumping social y laboral es una manera en que el capitalismo resuelve su problema de demanda agregada en la globalización neoliberal.