El expresidente Lula y sus partidarios celebran su libertad después de 580 días de prisión(Créditos: Ricardo Stuckert, tomado de Brasil de Fato) Una vez más el Poder Judicial fue uno de los protagonistas en el ajedrez de la política brasileña en 2019. El año empezó con Luiz Inácio Lula da Silva en la cárcel y […]
Una vez más el Poder Judicial fue uno de los protagonistas en el ajedrez de la política brasileña en 2019. El año empezó con Luiz Inácio Lula da Silva en la cárcel y el nombramiento del ex juez Sergio Moro como ministro de Justicia de Jair Bolsonaro, cambió radicalmente desde el 9 de junio con la filtración de conversaciones privadas entre implicados en la Operación Lava Jato.
La serie de reportajes de The Intercept Brasil, llamada «Filtra Jato» demostró las excusas relaciones entre Moto y los integrantes de la fuerza de tarea en Curitiba (Paraná) y contribuyó para desmoralizar la operación. Las filtraciones recayeron incluso sobre magistrados del Supremo Tribunal Federal (STF) y nunca fueron aclaradas por el Poder Judicial o por el fiscal Deltan Dallagnol, jefe de la fuerza de tarea.
Entre las principales revelaciones, se volvió evidente que a Dallagnol le interesaba obtener ganancias debido a su fama como jefe de la operación y que Sergio Moro le brindaba consejos de modo ilegal e intervino en acuerdos de delación.
Paralelamente, los fiscales de la Lava Jato en Paraná intentaron concertar un acuerdo multimillonario con EE.UU. para crear una fundación privada con dinero público de Petrobras. La Corte Suprema impidió este «desvío de función».
Persecución
Sin embargo, la desmoralización de la Operación Lava Jato ante la opinión pública no empezó con la «Filtra Jato». Durante el primer semestre, se evidenció la persecución a Lula de diferentes modos y se expuso las violaciones que ocurren desde el comienzo de la operación.
Hasta abril, al exmandatario le prohibieron conceder entrevistas pese a la previsión legal y la solicitud de diversos medios. Al rechazar una de las solicitudes, la jueza Carolina Lebbos, que reemplazó a Sergio Moro, intentó argumentar que «el preso está sometido a un régimen judicial propio y no sería posible, por motivos inherentes a su encarcelamiento, asegurarle sus derechos en la amplitud de aquellos ejercidos por ciudadanos en el pleno gozo de su libertad».
Su argumento fue rechazado por el presidente del Supremo Tribunal Federal (STF), José Antonio Dias Toffoli, en 18 de abril. La primera entrevista a Lula fue realizada por los periodistas Mônica Bérgamo e Florestan Fernandes Jr., para los diarios Folha de S. Paulo y El País, ocho días después de la decisión.
Otra decisión que manchó la imagen de la Operación Lava Jato fue haber prohibido que el ex presidente pudiera asistir al funeral de su hermano. Genival Inácio da Silva, conocido como Vavá, murió en enero después de una batalla contra el cáncer, y aunque la ley brasileña establezca que los reclusos que cumplen una pena de prisión pueden asistir a los funerales de familiares, la Policía Federal negó la solicitud de Lula, alegando que sí lo hicieron, no tendrían un equipo para escoltar al líder del Partido de los Trabajadores desde Curitiba a São Paulo. Además, la Fiscalía divulgó una nota que subraya los «obstáculos técnicos», lo que llevó a la jueza Lebbos a negar su solicitud argumentando que no sería posible «garantizar la integridad física del ex presidente». La decisión provocó una reacción tan grande entre los brasileños que las autoridades la cambiaron cuando Arthur, el nieto de 7 años de Lula, murió de una infección bacteriana. Esta fue la primera vez que Lula dejó la cárcel por pocas horas.
Presunción de inocencia
En todos esos casos hubo resistencia popular en defensa de Lula. Uno de los ejemplos más marcantes es la Viligia Lula Libre, un campamento organizado por movimientos populares y seguidores de Lula en frente a la sede de la Policía Federal (PF) en Curitiba durante los 580 días en que el ex mandatario estuvo encarcelado. En este espacio fueron organizados actos políticos, actividades formativas y charlas con líderes políticos nacionales e internacionales que visitaron el petista a lo largo del año.
También fue allí que Lula dio su primer discurso tras su liberación el 9 de noviembre.»No podemos permitir que la milicia [como son llamados los grupos paramilitares en Brasil] destruya el país que hemos construido», dijo, en referencia al gobierno de Bolsonaro. Él también reafirmó, ante miles de seguidores, su voluntad de luchas por justicia.
La liberación fue resultado de una decisión del STF que garantizó el principio constitucional de presunción de inocencia y reafirmó la prohibición de la prisión automática después de la condena en segunda instancia.
Desenlaces
En las últimas semanas de 2019, aunque la serie de «Filtra Jato» haya llegado a su fin, la persecución contra Lula no tuvo fin. El ex mandatario fue condenado en segunda instancia en el caso de la «finca de Atibaia». El Tribunal Regional Federal de la Cuarta Región (TRF4) amplió la pena para 17 años.
Las contradicciones de la Operación Lava Jato reveladas a lo largo del año afectaron la popularidad de Sergio Moro. Entre abril y diciembre, según el instituto Datafolha, el número de brasileños que considera la actuación del ex juez «excelente o buena» disminuyó 10 puntos porcentuales – de un 63% para un 53%. Aun así, el ministro de Justicia logró aprobar parcialmente su paquete anticrimen y es más popular que el presidente de la República, Jair Bolsonaro.
Ante la ofensiva conservadora que persiste en ámbito federal, la libertad de Lula es considerada un triunfo para la izquierda en 2020, año de elecciones municipales.
«Lula Libre cambia la correlación de fuerzas para la izquierda», analizó el politólogo de la Universidade Estadual de Campinas (Unicamp), Armando Boito, en una entrevista a Brasil de Fato [en portugués].
Para el próximo año, el exmandatario promete sumarse a la resistencia contra el gobierno de Jair Bolsonaro. En la entrevista concedida a Brasil de Fato, pocos días antes de su liberación, él declaró: «Por un lado tenemos a Bolsonaro diciendo tonterías y de otro Paulo Guedes [ministro de Economía] vendiendo el país. Y nosotros estamos en una lucha economicista sin fin. Pero pienso que la lucha ahora es eminentemente política. No tienen el derecho de vender Brasil. Hay que recuperar el espíritu rebelde del pueblo brasileño. Es lo que necesitamos«.
Traducción: Brasil de Fato.