Sin duda que el cierre de la frontera en Táchira y el decreto del estado de excepción tienen la marca inconfundible de Chávez. En primer lugar, es el tipo de sorpresa política que solía presentar el Comandante Eterno y que le permitía asumir permanentemente la iniciativa, marcar la agenda, poner a todos a hablar de […]
Sin duda que el cierre de la frontera en Táchira y el decreto del estado de excepción tienen la marca inconfundible de Chávez. En primer lugar, es el tipo de sorpresa política que solía presentar el Comandante Eterno y que le permitía asumir permanentemente la iniciativa, marcar la agenda, poner a todos a hablar de lo mismo. Luego está la actitud firme del Gobierno ante la manipulación y la mentira, la respuesta clara, sin temores a los parloteos de los neoliberales, desde los abiertos e inconfundibles, como Uribe, hasta los embozados, los «hermanos» difíciles, los parientes oportunistas y de ocasión, como Juan Manuel Santos.
En cuanto a la derecha, pronto ha encontrado una zona de comodidad, un tema al cual aferrarse para tratar de revertir el respaldo previsible que tiene en el pueblo el cierre de la frontera y retomar la iniciativa, que ha venido manteniendo desde hace algún tiempo con los asuntos del desabastecimiento y la inflación. Desde la OLP para acá las cosas han cambiado un poco. Las dificultades económicas siguen presidiendo las preocupaciones cotidianas del pueblo, pero la ofensiva revolucionaria que se inició con la OLP ha desplazado de manera importante el foco de atención. Ha ayudado un poco, sin duda, la conspiración de Granger y la Exxon en el Esequibo, así como lo había hecho la orden ejecutiva de Obama. Pero la derecha ha lanzado a las aguas lo que considera una tabla de salvación ante la metida de pata inicial de oponerse al cierra de la frontera: los «derechos humanos» de los deportados del Táchira.
Hay en Venezuela más de 5 millones de colombianos y los deportados eran hasta ayer, como reconoce el propio Santos, apenas 1.097. Pero la imagen que se intenta establecer en Venezuela y en el mundo es que se trata de deportaciones masivas, hechas además con saña inhumana y violación de todos los derechos de los deportados, una especie de razia fascista contra todos los colombianos.
No es para sorprendernos que Ernesto Samper caiga en la trampa. El es colombiano y por lo tanto muy sensible a los vaivenes de la opinión pública de ese país, embaucada con los engaños de la canalla mediática. En el comunicado que ha emitido, al secretario general de Unasur se le ven las costuras cuando se pronuncia por «La inmediata suspensión de la deportación de los colombianos y la creación de un mecanismo institucional para la defensa de los derechos de los deportados, conformado por las Defensorías del Pueblo de ambos países«.
Disculpándose incómodamente ante sus coterráneos, Samper quiere explicarse: «Hago público estos elementos de análisis para que la opinión pública colombiana, sepa que UNASUR, aunque esta activa en el tema, no puede mediar, como lo dispone su Tratado Constitutivo, si no hay la petición de los dos países involucrados«. Y señala además: «Expreso mi total solidaridad, como lo dije ayer, con los compatriotas que han vivido estos momentos de dificultad para que sus derechos sean reconocidos«.
Lo importante es que esta declaración de Samper revela que la campaña mediática manipuladora está surtiendo efecto, de allí la relevancia de todo lo que hagamos para enfrentarla, como por ejemplo la marcha de respaldo a las medidas que realiza el viernes 28 de agosto el movimiento revolucionario.
El analista Marco Teruggi cita a Nicolás Maduro, quien ha dicho, sobre la inmigración colombiana hacia Venezuela, que se trata de «El éxodo más grande que se da en el campo migratorio en el mundo«. Añade Teruggi que «Eso significa campesinos, pobres, familias enteras, perseguidos, huyendo de falsos positivos, masacres, extorsiones, desocupados, obligados a cruzar una frontera. Y esa cifra sólo contempla a quienes fueron legalmente registrados«, y sigue: «¿Qué hay de ‘aquel lado’ que nadie cuenta? El cierre de frontera arrojó algunas imágenes: miles buscando cruzar para Táchira, desabastecimiento en Cúcuta, falta de gasolina, 17% de desocupación, abandono, y una economía inflada con alimentos venezolanos y casas de cambio criminales amparadas por el Banco Central de Colombia«.
Ahora bien, estas realidades incontestables comienzan a ser difuminadas por la canalla mediática, que aplica una vez más los manidos pero aun efectivos manuales de la Guerra de Cuarta Generación. Es el mismo dramón prefabricado que han montado en los Balcanes y en el Medio Oriente, el mismo que aplicaron en Venezuela en los días de abril 2002. Véase esta joya de Reuters: «Centenares de colombianos cruzaron la inhóspita frontera apurados por las férreas medidas de control que tomó el Gobierno venezolano en respuesta a los ataques sufridos por cuatro ciudadanos en la zona limítrofe… El sol y la difícil geografía no importaron. Cualquier desafío fue enfrentado y superado por quienes se vieron obligados a abandonar sus viviendas en San Antonio del Táchira, Venezuela. Por delante tenían un río y la necesidad de recibir ayuda para no quedarse sin nada«. Cualquier incauto imagina a los cristianos atravesando el Mar Rojo o a Julio César cruzando el Rubicón. Pero en realidad las tomas cerradas del sector del río que constituye el paso, no dejan ver que se trata de una pequeña trocha acuática, de un vado de solo unos cuantos metros que separa los territorios de Colombia y Venezuela y que pasando por ahí los contrabandistas cometen sus fechorías a diario.
Juan Manuel Santos, que sigue contribuyendo a las falacias, ahora ha convocado a su embajador en Venezuela, sucumbiendo pusilánimemente a las presiones del uribismo. Esto es coherente con su declaración manipuladora dirigida a los deportados: «Entendemos su dolor, lo vi, lo palpé, me lo contaron. Su indignación, totalmente explicable, es la misma que la mía. Su sentimiento de impotencia y humillación nos duele a todos los colombianos«.
El gobernador del estado Zulia, Arias Cárdenas, sugirió que en esa región fronteriza podría aplicarse también el estado de excepción. Inmediatamente se puso en juego el guión, esta vez por medio del diario fascista de Maracaibo La Verdad, que publica un «reportaje» que insiste en el folletón de moda: «Arias Cárdenas realizó una petición al Gobierno nacional para declarar estado de excepción. La misma no pasó desapercibida en la ciudad. La comunidad colombiana que reside en Maracaibo teme que comiencen a deportar. ‘Mi hija me llamó asustada. Tiene siete años. Me dijo que la Guardia está en el barrio, llevándose a los colombianos porque no tienen papeles’. Sandra Milena es una de las miles de indocumentadas que viven en Maracaibo. Su nombre verdadero -y el de todos los que aparecen en esta historia- está resguardado en una libreta, pues tienen temor a recibir represalias. También porque tiene miedo de ser despojada de ‘sus cosas’, que compró ‘con esfuerzo y sacrificio’, y deportada a su país de origen, donde no tiene nada, porque desde hace una década vive como una venezolana más«. El lector tendría que acceder a la historieta completa que publica La Verdad para que viva el indignante asombro que nos invadió a nosotros al leer esa infame sarta de invectivas que lanza este medio terrorista zuliano.
A la ofensiva mediática se suman, por supuesto, los representantes políticos de la derecha. La MUD informó en un comunicado que la Asociación de Legisladores del Táchira (Asolegista), que integran opositores del estado, denunciará en los próximos días ante la Corte Penal Internacional «el cierre indefinido de frontera, la declaratoria de estado de excepción y las deportaciones masivas de colombianos«. El texto de la entente derechista recoge unas declaraciones del diputado opositor Walter Márquez en las que revela que Asolegista ya ha comenzado el proceso de documentación «de graves violaciones de Derechos Humanos cometidas por las fuerzas militares y policiales en la frontera«, unas pruebas para las que solicitarán la colaboración de… ¡las autoridades colombianas! Son traidores, canallas, criminales políticos que promueven la xenofobia, el odio y la violencia entre hermanos.
Todos los factores de la burguesía se están entregando de lleno a la campaña de desinformación. El contrabando, el bachaqueo, el narcotráfico, el paramilitarismo, todo pasa a un segundo plano. Los términos sustitutos son «deportados, maltrato, derechos humanos», ejemplo de ello es ese detestable burgués con sotana que se llama Roberto Lückert: «El Gobierno venezolano atropella los derechos humanos de los ciudadanos colombianos que están siendo deportados«. Lückert, arzobispo de Coro, bufa que es «una barbaridad lo que están haciendo… Les rompen las casas, les roban, los sacan como unos animales a la frontera. Tenemos que reclamar, eso no puede continuar«.
Ese es el método: se construye una realidad virtual con la herramienta mediática, se generaliza, se expande y, si nos descuidamos, se impone. Que nuestra indignación se convierta en acción para derrotar a los voceros agentes o alcahuetes del paramilitarismo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.