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Cinco claves críticas sobre la teoría de la utilidad marginal

Fuentes: Rebelión

La teoría de la utilidad marginal es una teoría microeconómica desarrollada históricamente frente a la teoría del valor-trabajo. Si bien se considera que es en 1871 cuando esta teoría se conforma tal y como la conocemos, no es cierto. El triunvirato Carl Menger – William Stanley Jevons – León Walrás, tomado como el conformador de […]

La teoría de la utilidad marginal es una teoría microeconómica desarrollada históricamente frente a la teoría del valor-trabajo. Si bien se considera que es en 1871 cuando esta teoría se conforma tal y como la conocemos, no es cierto. El triunvirato Carl MengerWilliam Stanley JevonsLeón Walrás, tomado como el conformador de la llamada «revolución marginalista» de aquel año, perfectamente podría ser sustituido por triunviratos anteriores como Jules DupuitHerman Heinrich Gossen – Richard Jennings, aún cuando el verdadero padre de la criatura fue el suizo de origen neerlandés Daniel Bernouilli, matemático y físico perteneciente a una importante familia de científicos y filósofos. La importancia de Bernouilli y su familia es esencial para entender el nacimiento y posterior desarrollo de la teoría de la utilidad marginal (TUM a partir de ahora). A continuación trataré, partiendo de estos datos histórico-genéticos, exponer cinco claves críticas acerca de esta teoría, desde las coordenadas de la teoría del cierre categorial, teoría de la ciencia del materialismo filosófico, de la manera más sencilla posible:

1) En el proceso de conformación de la Economía Política como disciplina, la dominancia en lo que a la teoría del valor (de los precios) se refiere ha oscilado históricamente entre la TUM y la teoría del valor-trabajo (TVT a partir de ahora). No es del todo cierto que fuese la TVT dominante desde el principio, si bien sí lo fue en la época de desarrollo del campo económico de la economía clásica, desde William Petty hasta John Stuart Mill, pasando por Adam Smith y David Ricardo, entre otros, y hasta Carlos Marx. Pero antes de Petty y su Quantulumcumque concerning money, uno de los primeros textos que exponen de manera sencilla cómo los precios comerciales oscilan «gravitatoriamente» alrededor de un coste de producción inicial, la teoría del valor que centra el origen del mismo en factores aparentemente ajenos al campo económico, como es la utilidad subjetiva, ya tiene en Bernouilli a su primer defensor, a la que llamó «teoría de la esperanza moral». Influido por su hermano Johan, Bernouilli aplica el cálculo infinitesimal al grado último de esperanza moral que puede proporcionar un bien económico, determinando ya que el último bien igual a otros consumido da un menor grado de esperanza respecto a los primeros. La influencia en Bernouilli de la monadología de Leibniz y el utilitarismo de Bentham sienta las bases de lo que Joseph Alois Schumpeter, en Historia del análisis económico, denominó «benthamianos avant la lettre«, los margiutilitaristas. La contracción margiutilitaristas describe muy bien tanto a microeconomistas neoclásicos como austriacos o keynesianos, en tanto se distinguiría de los utilitaristas clásicos (Bentham, Stuart Mill, una filosofía que huye del dolor en busca del placer para el mayor número de personas, relacionando las medidas que hacen aumentar la felicidad individual con el placer y, por tanto, con el bien), y de los marginalistas clásicos (los que aplicaban el cálculo infinitesimal al campo económico rechazando la idea de utilidad para hablar de los precios, como ocurría conAntoine Augustin Cournot, aún siendo considerado «precursor» de Menger, Jevons y Walras). El margiutilitarismo, debido a estos orígenes, y esto es algo que ya Max Weber señaló en Marginal utility theory and the fundamental law of psychophysics, sin negar tampoco la influencia de la naciente Psicología del siglo XIX (la teoría de Weber-Fechner) y de la frenología, no es solo una teoría económica, y sus defensores no son solo economistas. Son, ante todo, filósofos, pues la TUM, al igual que la TVT, es una teoría filosófica, pero en sentido diametralmente opuesto a la TVT, de signo materialista, pues la TUM es de signo idealista y subjetivista.

2) La idea de utilidad marginal no es sino un intento de aplicación del cálculo infinitesimal a la idea subjetiva de utilidad. Afirma que la última unidad total de utilidad (satisfacción, placer) que proporciona la última unidad consumida de un bien igual a otros de un stocktemporal de mercancías consumidas arrastra (de ahí lo de marginal, derivada) el precio comercial de todas las demás mercancías iguales anteriormente consumidas, por lo que el precio de la última determinará el precio de todas las demás, y cuanto más unidades de ese bien se consuman, menor será la derivada de la utilidad y menor será el precio, por lo que el placer que proporcionaría su consumo sería cada vez menor. De ahí la «necesidad» de consumo de bienes para su supuesto abaratamiento. La TUM pone, por tanto, todo el peso en la demanda antes que en la oferta, que la puede tener más o menos en cuenta pero no como determinante esencial de los precios, lo que supone una «asimetría ontológica» de la demanda sobre la oferta aún cuando haya una simetría gnoseológica entre los dibujos geométricos de las curvas de demanda y oferta en el eje de coordenadas y abscisas. El gran problema de esta idea de utilidad marginal es encontrar una unidad objetiva de medición. Jevons en su momento propuso los «útiles», pero fue Alfred Marshall quien, dándose cuenta de que el dinero era la única institución con capacidad de medición de esa supuesta utilidad marginal, permitió cardinalizar su medición en torno a la idea de lo que el consumidor «esté dispuesto a pagar» por un bien. Posteriores estudios en Medicina y neurociencia han permitido que la frenología pasase de ser vista como una pseudociencia (aún cuando sigue considerada como tal) a una protociencia, y por ello muchos neoclásicos han tratado de adaptar esos avances a la microeconomía dando lugar a la «psicoeconomía» y la «neuroeconomía» (una crítica sólida de la psicoeconomía la podemos encontrar en: http://labalsadepiedra.org/emociones-percepcion-y-conducta-economica-una-aproximacion-critico-filosofica-al-papel-de-la-psicologia-en-la-economia/), tratando de mostrar cómo los impulsos eléctricos del cerebro humano condicionan a la conformación de los precios comerciales. Sin embargo, lo que la psicoeconomía y la neuroeconomía no tienen en cuenta, al igual que los economistas margiutilitaristas, es que la idea de utilidad marginal es una idea filosófica que, como tal, impregna en sentido ortogramático (procesual, incluso político) el quehacer de muchas disciplinas influidas por ella, ya desde la idea misma de homo oeconomicus, inseparable de la idea de utilidad marginal, hasta la propia de la psicología o la neuroeconomía como estudios criptofrenológicos del «comportamiento económico». No obstante, es en la propia economía neoclásica donde la idea de «utilidad marginal cardinal» del dinero en Marshall hace posible que no sea necesaria en absoluto la idea de utilidad marginal en microeconomía, y que por tanto la función de la derivada de la utilidad no es en absoluto necesaria para conformar el dibujo geométrico de la curva de demanda. Basta con el efecto-precio, suma del efecto-sustitución (cambios en el precio de un bien, en su coste de producción y en sus precios de producción) y del efecto-renta (cambios en la capacidad de consumo monestario del consumidor), efecto que influye objetivamente en el comportamiento del consumidor en sentido alfa-operatorio, y sin necesidad de nombrar en ningún momento a la utilidad marginal, para poder dibujar una curva de demanda objetiva sin necesidad de hacer uso de la subjetividad.

3) Al mismo tiempo, el dibujo de las curvas de demanda y oferta será asimétrico en tanto que mientras la curva de demanda dependa de la función del efecto-precio, la de oferta dependerá a su vez de los precios mínimo (coste de producción) y máximo (el precio de producción más la ganancia media mayor), lo que provocará que el dibujo de la curva de oferta no sea infinítamente elástico y, a la vez, sea asimétrico respecto de la curva de demanda. Esto fue ya tratado por Isaac Ílich Rubin en sus Ensayos sobre la teoría marxista del valor. Lo que queremos decir con todo esto es que es posible una teoría de los precios y una teoría microeconómica sin teoría de la utilidad marginal austriaca o neoclásica.

4) La TUM ha permitido establecer modelos matemáticos muy complejos que, sin embargo, no han hecho sino tratar, en apariencia, de objetivizar una idea filosófica que, además, es irracional. El materialismo filosófico sostiene que irracional es toda construcción ideológica ajena a la estructura del Mundo, si bien las construcciones ideológicas irracionales parten de la dialéctica de instituciones e ideas racionales. Si el racismo partía de la evidencia de distintas pigmentaciones en la piel humana, además de rasgos faciales distintos o de disímiles desarrollos antropológico-políticos en pueblos de etnias distintas, la teoría de la utilidad marginal ha partido de ideas racionales ya antedichas arriba (el cálculo diferencial, el álgebra matricial, la ley estímulo-respuesta análoga del magnetismo, el cálculo infinitesimal, la evidencia de que es más barato en apariencia aquello que se consume más -no es verdad en sentido holístico, pues es más caro el mantenimiento y consumo público de agua como bien económico que el de un diamante, en tanto se toma a toda la sociedad política como agente económico «prosumidor» y no al individuo, pues no se puede dirimir el «dilema del agua y los diamantes» de Adam Smith desde el individualismo metodológico-), para construir una idea, una paraidea, en tanto contiene atributos incompatibles entre sí (utilidad subjetiva + derivada marginal de la misma asociada a los bienes consumidos) y que tratan de explicar los fenómenos del Mundo quedándose, realmente, fuera de él aún cuando surja de él, al igual que ocurre con la Astrología.

5) La crítica filosófica a la utilidad marginal es tan necesaria como la económica, teniendo como obligación la Filosofía tener en cuenta a la Economía Política en esta crítica y viceversa. Pues las líneas filosóficas de la TUM y la TVT son distintas y, por ello, el filósofo y el economista han de tomar partido por una de las dos. Y ello en tanto que la Filosofía es un saber de segundo grado respecto de la Economía Política (que lo es de primer grado), que bebe de esos saberes de primer grado (técnicos, tecnológicos, científicos, etc.), para poder desarrollarse. No en vano, y todo este artículo tiene que ver con la investigación doctoral que llevamos en curso, si la TUM tiene su propia tradición filosófica idealista y subjetivista antes señalada (que algunos remontan a Aristóteles y su idea de «valor intrínseco» de los bienes), sin embargo la TVT hunde sus raíces también en una tradición filosófica propia que parte, además, de Aristóteles y su «valor intrínseco» que no es otra cosa que el valor objetivo, concreto e histórico de los bienes, valor dado por la comunidad y no por el individuo, estableciendo así una línea teórica llamada del «justo-precio», asociado además al coste de producción, que nace con Aristóteles y luego sigue Santo Tomás de Aquino y toda la Escolástica (Luis de Molina, por ejemplo), hasta llegar al mercantilismo británico. Los factores esenciales en esta tradición materialista de la TVT son: comunidad, objetividad, producción y tiempo histórico.

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