Traducción Susana Merino y revisión de Manuel Talens
La profundización de la crisis, con sus devastadoras consecuencias sociales, continúa desplazando consolidados paradigmas interpretativos. De los que se derivan no sólo la bancarrota de la ciencia económica «mainstream», sino también inéditos desafíos para cuantos han continuado practicando de manera original durante estos años la crítica de la economía política. En suma, cada vez se ve con mayor claridad la relación existente entre la categoría económica y la categoría política. Para iniciar la discusión en el seno del sitio UniNomade hemos planteado cinco preguntas a Andrea Fumagalli, Christian Marazzi y Carlo Vercellone. Incluimos a continuación las respuestas de Andrea y Christian en forma de diálogo. Carlo ha desarrollado algunas reflexiones sobre la totalidad de los temas propuestos: se pueden leer como conclusiones.
¿Piensan verdaderamente ustedes que no tienen un líder latente, alguien que sugiera cómo operar? Esto al margen de toda teoría del complot, simplemente dentro del análisis de cada mecanismo de decisión, que prevé momentos de unificación consciente y no simplemente de concentración espontánea.
Andrea Fumagalli: Las grandes empresas financieras se comportan de una manera que podríamos definir como de oligopolio colusorio. Su objetivo es generar plusvalía. En esta fase las mayores plusvalías son extraíbles del cambio de los derivados CDS, sobre todo de aquellos relacionados con el riesgo de default privado o público. La naturaleza colusoria del oligopolio financiero está garantizada por la intermediación llevada a cabo por las empresas de clasificación crediticia. A partir de la crisis de las subprimes (a fines de 1007) se ha asistido a un ulterior proceso de concentración de los mercados financieros. He aquí algunos datos: Si el PIB del mundo entero en 2010 ha sido de 74 mil billones de dólares, las finanzas lo superan: el mercado mundial de obligaciones vale 95 mil billones de dólares. Las bolsas de todo el mundo 50 mil billones, los derivados 466 mil billones. En su conjunto los mercados mueven una riqueza ocho veces mayor que la producida en términos reales: industria, agricultura, servicios. Todo eso es evidente, pero lo que se olvida a menudo es que ese proceso, además de desviar el centro de la valorización y de la acumulación capitalista de la producción material e inmaterial y de la explotación del trabajo manual y del conocimiento, ha dado origen a una nueva «acumulación originaria», caracterizada por un elevado nivel de concentración. En lo que se refiere al sector bancario, los datos de la Reserva Federal informan que entre 1980 y 2005 se han producido cerca de 11 500 fusiones, con un promedio de 440 por año. Reduciendo por lo tanto la cantidad de bancos a menos de 7500. En 2011, cinco SIM (Sociedades de Intermediación Inmobiliaria y divisiones bancarias: J.P Morgan, Bank of America, Citybank, Goldman Sachs, Hsbc Usa) y cinco bancos (Deutsche Bank, UBS, Credit Suisse, Citycorp-Merrill Lynch, BNP-Paribas) han asumido el control de más del 90% de los títulos derivados. En el mercado accionario, las estrategias de fusión y de adquisición han reducido ampliamente la cantidad de sociedades cotizantes. Hoy en día las diez primeras sociedades con mayor capitalización bursátil, equivalente al 0,12% de las 7800 sociedades registradas, detentan el 41% del valor total, el 47% de los beneficios y el 55% de las plusvalías registradas. En estos procesos de concentración, el papel principal está desempeñado por los inversores institucionales (término que designa a los operadores financieros -desde el SIM a los bancos, a las aseguradoras- que manejan por cuenta de terceros las inversiones financieras: son aquellos que en los años 30 del siglo pasado Keynes definía como «especuladores profesionales»). Hoy en día, siempre según los datos de la Reserva Federal, los inversores institucionales manejan títulos por un valor nominal equivalente a los 39 billones, el 88,4% del total con un aumento 20 veces mayor con relación a hace veinte años. Además, esta cifra se ha incrementado en el último año gracias a la difusión de los títulos de deuda soberana. No creo que haya alguien que aconseje seguir las estrategias de los administradores de las grandes sociedades financieras, menos aún algún «político» Como explicaré más adelante el poder económico-político se encuentra en sus manos y pueden ejercerlo sin que sea necesario que alguien se lo sugiera. El aliciente, como siempre en el capitalismo se halla en la ganancia y la riqueza, al margen de cualquier comportamiento sopra le righe. El problema no es la sed de ganancias de los mercados financieros, sino más bien de los que funcionan como sus vasallos y súbditos.
Christian Marazzi: ¡Vaya si existe el «liderazgo latente»! Como bien ha sintetizado Andrea Fumagalli y Carlo Vercellone, el liderazgo de los mercados reside en la fenomenal concentración del capital industrial-financiero que se ha venido creando en los últimos años sobre la falsedad del «stop-and-go» de la financiarización. Bancos de inversión, empresas multinacionales, hedge funds, fondos institucionales y fondos de pensión constituyen su corazón: son ellos los que «crean el mercado», los que orientan las fases especulativas «normalizando» lo que Keynes llamaba las «convenciones», como la convención latinoamericana, la internética, la de las subprimes y luego la de las deudas soberanas. El ataque al euro lo decidió en febrero de 2010 en Nueva York un grupo de fondos especulativos, para dar un ejemplo reciente. Luciano Gallino, en su libro Finanzcapitalismo, ha cuantificado además, si no me equivoco, en 10 millones «los hombres que cuentan en el mundo». Desde el punto de vista de la pirámide del poder, los lobbies que cuentan, porque ellos además de los altos niveles del G20, del FMI, de la UE y del BCE, actúan en el interior de los Estados nación, articulando a escala local los alineamientos guía del capitalismo financiero. Sin embargo, lo me parece más importante lo siguiente: el «liderazgo latente» existe, pero no siempre. El poder financiero crea ciertamente el «mood del mercado», define por así decirlo la marcha normal de la fase de acumulación, la fase central de la campana de Gauss durante la cual los inversores se mueven mimética, gregariamente, según el principio (precisamente) de las convenciones históricamente determinadas. Pero en las fases de pánico en la cola de la campana gaussiana, cuando aparecen los cisnes negros de Taleb, el liderazgo entra precisamente en crisis, se convulsiona con lo imprevisto y lo imprevisible. Los cisnes negros no son precisamente las crisis financieras, implícitas y cíclicas en la teoría de la inestabilidad financiera de Minski. Son, más bien, los eventos sociales y políticos que escapan a cualquier modelización político-financiera. Cuando se instala el pánico, también el liderazgo queda desplazado. Un aspecto que, al menos para mí, no existe aún con suficiente claridad teórica, es el origen de las convenciones. Por ejemplo, yo no creo en la espontaneidad de la formación de las convenciones de los teóricos de la «finanza autorreferencial» en especial de André Orléan, que está entre los que mejor han explicado el funcionamiento de los mercados financieros. Creo que las convenciones son convenientemente determinadas, teniendo en cuenta toda una serie de factores estratégicos (además, obviamente, de las oportunidades de ganancia), entre los cuales se encuentran los desequilibrios macroeconómicos y geopolíticos, las configuraciones monetarias (las diferencias, por ejemplo, entre el FED y el BCE no son bagatelas, así como el hecho de que existen países con superávit y países con déficit), etc.
Muchos analistas políticos piensan que los mercados han arruinado en los Estados su capacidad de centralización y que, por lo tanto, la acción de los Estados no es simplemente una acción soberana sino una acción soberana supradeterminada por un cúmulo de intereses financieros. La fase de refinanciación de los bancos por parte de los Estados que siguió al 2008 terminaría con una ulterior sujeción de los poderes soberanos a los intereses de los mercados. ¿Cómo funciona todo ello en la crisis actual?
AF: El hecho de que la crisis de las subprimes no haya llevado al colapso de los mercados financieros se ha debido a que se pasó del endeudamiento privado (causa de la crisis del 2007) al público (causa de la crisis actual), que se ha sumado a la privada. Los datos sobre la deuda pública bruta y sus componentes (en relación sólo a Europa se debe actualizar) muestran que en el bienio 2008/2009 la deuda nacional bruta (pública y privada) ha aumentado en dos años desde un 382% del PBI a un 443% (+ del 8% anual) contra un aumento del 5% anual en el período 1995-2007. El endeudamiento privado ha aumentado un promedio del 8% anual, mientras que el público lo ha hecho casi un 14% anual, después de haber caído en la década precedente. Con relación al sector privado, el mayor endeudamiento está en Irlanda, Holanda, Dinamarca y Gran Bretaña. La situación del endeudamiento público es inversa: los países con menor endeudamiento privado (Italia, Grecia y Bélgica) son los que tienen mayor endeudamiento público. Puesto que el endeudamiento público es inferior al privado, como parte del PBI, es posible que Grecia, Italia y Bélgica puedan soportar mejor el riesgo de default de lo que podrían Gran Bretaña o Dinamarca (y, por lo tanto, resultarían más apetecibles, como gallinas capaces de poner huevos de oro, sin el riesgo de que las estrangulen). Cabe recordar también que Gran Bretaña y Dinamarca, a diferencia de Grecia e Italia, gozan del derecho de señorío. Un caso particular es Irlanda, que tiene una elevadísima deuda privada y que ha visto casi cuadriplicada la relación deuda/PBI en el bienio 2008/2009.
Partiendo de esta situación, las políticas impuestas en el ámbito europeo han estado dirigidas a lograr dos objetivos: a) crear liquidez a fondo perdido para el sistema financiero y evitar el efecto dominó de las quiebras privadas y b) una vez provista la liquidez gracias al endeudamiento público, impedir que dicho endeudamiento supere cierto umbral crítico, definido por las expectativas de la oligarquía financiera. La especulación no ha golpeado a los países con mayor riesgo de quiebra como, por ejemplo, USA (que ha visto cómo su propia relación deuda/PBI pasaba del 60% en 2007 al 105% a finales de 2011, ante una elevada deuda privada y también una elevada deuda externa), Gran Bretaña y Dinamarca, aquellos que no pueden gozar del derecho de señorío y que son estratégicamente menos relevantes dentro del paradigma tecnológico y de valorización dominante en el ámbito del actual biocapitalismo cognitivo. El panorama descrito refuerza la dependencia de los Estados con respecto a la lógica financiera manejada por la oligarquía financiera. No es una novedad. Desde 1994 las instituciones político-monetarias (Estados, Bancos centrales) han comprendido que la existencia de una convención financiera es mucho más poderosa que cualquier otra estrategia política que no sea cómplice. En esa época, 1994, fue la sublevación de Chiapas la que abrió el camino a la retirada de los fondos de inversión de México (considerados no totalmente seguros) hacia los mercados financieros de Asia oriental (Tailandia, in primis). A pesar del esfuerzo conjunto de la Reserva Federal y del Banco Mundial no fue posible evitar la devaluación del peso mexicano y la postergación de la firma del NAFTA (1 de enero de 1994). Se comprendió por primera vez que la política financiera privada es más poderosa que la política monetaria pública (incluso la de USA) Desde entonces, las decisiones sobre políticas monetarias dependen de la dinámica de las convenciones financieras. En consecuencia, se ha perdido la autonomía de los bancos centrales en momentos en que dicha autonomía estaba formando parte de la teoría del pensamiento neoliberal. Eso ha conducido a la autonomía «política» de los Bancos centrales de las naciones en declive, reforzando de este modo la dependencia de los mercados financieros. Nace la gobernanza financiera.
Lo nuevo hoy en día es que esa gobernanza está en condiciones de elegir directamente los líderes políticos a ubicar en el gobierno. La gobernanza financiera se ha convertido en dictadura. Los expertos en ciencia política y jurídica deberían decir tal vez algo al respecto.
CM: ¿Cómo funciona la soberanía supradeterminada? Puede decirse, simplemente, que con el chantaje. Es un hecho que la crisis del sistema bancario-financiero ha sido administrada por los Estados con inyecciones de enormes cantidades de liquidez y con la recuperación por parte de los bancos centrales de una buena cantidad de títulos tóxicos, que ahora tienen en su seno y que todos nosotros debemos «validar» con los impuestos fiscales sobre los réditos. Entretanto, para liberarse de las injerencias políticas, los bancos beneficiarios de la ayuda pública han devuelto gran parte del dinero recibido en el momento de la crisis. Y ahora están en posición de dictar leyes, de este modo su poder, además, ha aumentado, tanto que las medidas de intervención del BCE están sistemáticamente dirigidas a sostener el sistema bancario (a expensas de los países miembros de la UE) igual que la política del quantitative easing de la Reserva Federal y del Banco de Inglaterra. Sin embargo, parece que estas medidas de creación de liquidez no parecen funcionar, tanto es así que se habla, con referencia a Europa especialmente, de la gran «trampa de la liquidez» a una situación en la que la inyección de liquidez no genera recuperación a causa de la desconfianza de los emprendedores y de los consumidores (y también a causa de las altas tasas de interés que exigen sus bancos comerciales) En suma, la crisis no ha resuelto los problemas que originaron la crisis. Nada se ha hecho desde el punto de vista de la re-reglamentación del sistema bancario (porque el lobby bancario mundial ha logrado volver vana toda veleidad en tal sentido) y, en consecuencia, los desequilibrios fundamentales que desembocaron en la crisis continúan impertérritos su labor de zapa. La soberanía comisaria, por así decirlo, es la expresión de una situación en la que es tan enorme el poder financiero que las medidas de reactivación de la economía resultan impotentes. En esa comisaría la apresada es la crisis.
En la última fase muchos comentaristas sostienen que algunos gobiernos, entre ellos el italiano y el español, corren el riesgo de ser golpeados en el terreno de las negociaciones sobre la deuda, mucho más eficazmente que antes y, por lo tanto, de la introducción de una dimensión política irrelevante en la gestión de la crisis. ¿Piensan que estamos frente a una tendencia que puede incluir con éxito a los gobiernos europeos una vez eliminada Inglaterra del mazo? ¿Logra el euro mantener unida a la Unión Europea o debemos pensar en una Europa que se mantiene como un edificio gótico, remodelando un orden variado y variable?
AF: A comienzos de diciembre el Director Ejecutivo del Deutsche Bank, Ackermann, declaró que su institución aumentaría la adquisición de bonos del Estado italiano, pasando de mil millones a 2,3 mil millones. Recuerdo que el Deutsche Bank había inducido expectativas negativas con relación a los bonos del Estado italianoa principios de 2011, vendiendo 7 de los 8 mil millones que tenía en su cartera y desencadenando la crisis italiana. La declaración de Ackerman ha sido la señal de que se podía alentar la presión especulativa sobre Italia. Esto sucedió luego de la asunción de Monti. Una situación análoga (pero de mayor envergadura) se produjo en España, en donde las elecciones políticas con la neta victoria del centro derecha (que deberá ahora demostrar que es tan fiable que no necesita ningún comisariato, como sí sucedió con Berlusconi en Italia). Por otra parte, ha sido importante la decisión de Draghi de proporcionar préstamos ilimitados al sistema bancario, con el objeto de favorecer la capitalización de los bancos. Todavía no ha disminuido la inestabilidad y, en lo se refiere a Italia, el spread es todavía alto, pero creo que por diferentes razones desde los tiempos de Berlusconi: en primer lugar, porque se acercan tiempos de recesión a una velocidad mayor que la prevista, no sólo en Europa, sino en todo el planeta: en segundo lugar, porque habrá que ver cuáles serán las reformas que se hagan en el mercado laboral y está planteado el negocio de la privatización de la sanidad (las pensiones ya han sido modificadas). Recuerdo (grosso modo) que cuanta más libertad hay para los despidos, más privatización de la salud y de los servicios públicos, más aumenta el papel de los mercados financieros como aseguradores sociales privados y más se amplían los mercados financieros. Personalmente, no creo -a diferencia de Christian- que el euro implosionará, por dos motivos: 1) No creo que le convenga a Alemania, a menos que la situación política internacional cambie repentinamente (está por ver qué sucede con Irán: ¿se retira USA de Bagdad para poder invadir Irán? ¿O pedirá la intervención conjunta europea, después de haberla probado en Libia, pero esta vez apoyada tal vez en el eje franco-alemán? y 2) Tampoco le conviene a los grandes mercados financieros, porque mientras exista un doble nivel de gobernanza -monetario y fiscal- ¡es un banquete de bodas!
CM: Lo que no me parece en absoluto es que Italia y España estén atravesando un período de fortalecimiento del poder de negociación de la deuda. De modo que el patético eje Monti-Sarkozy me parece fatigoso. La situación de la deuda está empeorando y la reivindicación de los eurobonos o de la Tasa Tobin no tienen ninguna posibilidad de éxito. Estoy convencido de que será precisamente Italia (y España) la que hará saltar Eurolandia como resultado final del «sindrome griego», o sea de la espiral recesión-aumento de la deuda -recorte de los gastos públicos-recesión-nueva austeridad. Ya hemos entrado en la recesión y estamos cerca de la depresión.
USA no ha querido jamás a la Europa política y mucho menos el euro. A veces me pasa por la mente que un viejo reflejo unilateralista haya actuado en el interior de los llamados mercados financieros en el ataque al euro. ¿Es imaginable, mutatis mutandis, un renacimiento imperialista, organizado alrededor de la defensa de la hegemonía del dólar en el desorden global?
AF: No, no lo creo. El único que tendría interés en la implosión del euro sería USA para sancionar no sólo en forma política, sino también económico-financiera la relación bilateral con China: una especie de «imperio» bipolar. Pero USA no dispone de la fuerza militar ni política ni económica para sostener políticas imperialistas. También USA es súcubo de la gobernanza financiera global. Los fondos chinos aumentaron en los últimos meses como proporción de los intercambios totales. Habrá que supervisar las elecciones financieras de los chinos. Hasta ahora los fondos financieros chinos están manejados por las 10 hermanas del mercado financiero, pero ¿hasta cuándo? He leído en el Financial Times de hace unos días que China está por legalizar la venta de títulos financieros al descubierto autorizando la especulación puramente financiera.
¿Con qué provecho? ¿Para comenzar a participar del Gotha de los mercados financieros y para tratar de controlarlo? Si así fuere, el liderazgo del dólar corre serios riesgos…
CM: No excluyo, más bien al contrario, que en la fase inicial de la crisis del euro no haya estado la patita de USA a través de los grandes bancos de inversión y de los hedge funds. Demoler el euro era funcional, en efecto, para poner a la sombra el problema usamericano del enorme déficit-deuda pública, como también el comercial. Por lo tanto, demoler el euro significaba eliminar un potencial competidor y favorecer la continuidad del flujo de capitales para permitir la financiación de la deuda usamericana a tasas muy bajas. La estrategia tuvo un éxito superior a las expectativas y ahora USA está preocupado por las consecuencias económicas y financieras de la crisis de Eurolandia, que podrían provocar una fuerte desestabilización del sistema bancario yanqui, y también por las consecuencias políticas, porque la grieta en el euro podría volver a Alemania y a parte de Europa, con independencia de USA, fortaleciendo el eje estratégico con Rusia y China. Un renacimiento imperialista en torno a la hegemonía del dólar no parece posible, aunque de todos modos el dólar se está fortaleciendo como consecuencia de la crisis de Eurolandia (fuga de capitales del euro, justo hacia el dólar).
Puesta en evidencia la hegemonía del capital financiero como forma de producción en la actual crisis financiera, ¿juega de algún modo (y cómo) la relación entre finanzas y producción industrial, con referencia, por ejemplo, a Alemania y a China?
AF: Esta pregunta requeriría tiempo… La relación entre finanzas y producción real no se refiere a la producción industrial, sino más bien a la producción inmaterial. El punto nodal tras el desplome de Breton Woods está en la definición de la unidad de medida del valor de la producción inmaterial, es decir del intelecto en general. Por el momento, eso es inestable, definido por la valorización financiera, pero esa medida es precisamente -estructuralmente- muy inestable para poder considerarla «fija». Aquí entran en juego las excedencias de las multitudes de vida y de trabajo. De la misma manera que en 1994 los zapatistas pusieron en crisis al NAFTA, así hoy potencialmente los movimientos -desde la primavera árabe hasta los «ocupa xxx»- pueden incidir en la definición de esa medida, que no es otra cosa que la medida de la vida puesta en valor, lo inconmensurable que trata de convertirse en «mensurable».
CM: Si Alemania no se somete al diktat de las finanzas internacionales se debe especialmente a que el poder industrial no se ha visto aún sofocado por las finanzas. En Alemania es la industria la que manda -en China pasa lo mismo al menos por ahora: China ha tenido la inteligencia de autoexcluirse de las finanzas globales. Ciertamente no hay libertad para el movimiento de capitales, un extranjero no puede invertir en la bolsa de Shanghai, ni tampoco un chino puede invertir en las plazas europeas o usamericanas. De modo que las relaciones de China con el resto del mundo son económicas, comerciales y políticas, mientras que las financieras están manejadas directamente por el gobierno de Pekín. El paradigma del libre mercado (financiero) no ha llegado aún allí.
CV: Sus preguntas tocan algunos puntos cruciales. La primera y la última, configuran particularmente un verdadero programa de investigación que requeriría al menos un seminario ad hoc. Tratar de darle por escrito una respuesta un poco estructurada requeriría un poco más de tiempo para reflexionar y para reunir material empírico. Por lo tanto, me limitaré por el momento a tratar de proporcionarle en crudo y de manera muy sintética algunas pistas para reflexionar, partiendo de la cuestión relativa a la organización de los mercados como hilo conductor. El término mercados financieros, que parece referirse a una lógica anónima conformada por una miríada de sujetos sin coordinación entre sí, es a mi parecer equivocado o al menos fuertemente inexacto. La organización de los denominados mercados financieros, uno de cuyos componentes centrales son las grandes multinacionales que operan en la esfera de la producción (frente a toda presunta dicotomía entre esfera financiera y esfera productiva), se halla en efecto fuertemente concentrada en lo referente a las estructuras propietarias, que sobre todo son las estructuras de control. Sobre este tema, un reciente e innovador artículo de tres investigadores (Vitali, Glatfelder y Battiston) del Instituto Federal de Tecnología de Zurich, «Le réseau de contrôle global des grandes entreprises» (La red de control global de las grandes compañías) ha permitido poner en evidencia la extrema centralización del poder del capital a escala global. Según esta investigación, «las multinacionales forman una estructura de nudo mariposa gigante y gran parte del control se ha derivado hacia un núcleo cerrado de instituciones financieras. Ese núcleo o corazón puede considerarse como una «superentidad económica» cuya existencia genera nuevas e importantes preguntas, tanto a los investigadores como a los órganos que elaboran políticas (policy makers)». Más específicamente, sobre una base de alrededor de 43 060 compañías multinacionales se estima que 147 poseen, a través de un complejo nodo de relaciones propietarias, el 40% del valor económico y financiero de las mencionadas 43 060. Se comprueba, además, que en el interior de este conglomerado de 147 Imultinacionales se puede identificar el eje central del capitalismo global, cformado por 50 superentidades, esencialmente (alrededor del 64%) por grandes instituciones financieras usamericanas y británicas. Es de destacar la escasa representación de los grandes grupos de la zona euro (cerca del 20%), aunque Francia, con la AXA, se encuentra en 4ª posición entre las 50 primeras y Alemania, con el Deutsche Bank (en decimosegunda posición) se encuentran por así decirlo en el corazón del corazón. Otro aspecto importante de este grupo de los 50 principales sólo forma parte por el momento una sola gran multinacional china del sector de la petroquímica (ubicada en la última posición), aunque este dato infravalora ciertamente la forma con la que China, como sabemos, está construyendo su propio poder financiero a través de diferentes vías políticas, distintas ala pura y simple integración al capital global. Comprobamos que otros datos confirman esta extrema concentración del poder económico y financiero del capital, como, por ejemplo, el hecho de que dos tercios de los famosos CDS están en manos de menos de diez actores. Teniendo en cuenta estos datos, es posible tratar de desarrollar alguna rápida hipótesis en respuesta a sus preguntas: 1) El poder del capital está al mismo tiempo centralizado y articulado a una escala global que se apoya en una red financiera estrechamente interconectada. En este contexto, una limitada cantidad de grandes grupos financieros y de multinacionales toma las principales decisiones relacionadas con la especulación sobre las deudas soberanas, sobre las materias primas, la vivienda, la reestructuración y la localización de las grandes compañías productivas, la orientación de las políticas económicas. Se podría hablar de una organización de tipo oligopólico (pero siempre solidario y siempre dispuesta a constituirse en capital colectivo en los momentos clave) del que parten los impulsos estratégicos iniciales, que encuentra su relevo en la lógica mimética de los mercados, inmediatamente convalidado (en la mayoría de los casos) por los otros operadores financieros, lo que da lugar a un proceso de autovalidación de las «anticipaciones». En este sentido, me parece posible conciliar y articular la hipótesis de un liderazgo latente con la clásica descripción de la impronta keynesiana de la «psicología de los mercados» basada en comportamientos miméticos; 2) Esta extremada interconexión vuelve aún fuertemente sensible y vulnerable al riesgo sistémico y a la lógica del endeudamiento del que se nutre la acumulación del capital, al corazón mismo del capital financiero; 3) Los Estados parecen cada vez más simples relevos de los intereses del capital financiero globalizado. Todavía, según mi opinión, esta subordinación depende no sólo de los factores económicos objetivos, sino de la mutación antropológica de la clase política y tecnocrática que dirige los Estados y de las principales instituciones de política económica y monetaria que los ha convertido en verdaderos funcionarios propios de la renta del capital. Esta situación es mucho más cierta en Europa, donde por razones históricas que se remontan en gran parte a la específica dinámica de la lucha de clases que la atravesó durante la crisis del fordismo, se ha asistido a una verdadera y propia constituncionalización del poder de la renta particularmente encarnada en el estatuto de la llamada independencia del BCE.; 4) El resultado es que en la eurozona los Estados se encuentran privados de la existencia de un prestatario de última instancia y dependen de los mercados para su financiación. De este modo ha podido instalarse el gobierno de la renta a través de la deuda soberana, un gobierno ya explícito que dicta las políticas económicas de austeridad y de expropiación de las instituciones del bienestar social. Todavía y aún en este caso (como en el de la crisis de las subprime), la deuda como instrumento esencial de la acumulación de capital corre el riesgo de transformarse en su límite principal. Un problema fundamental, desde este punto de vista, es que en razón de la misma ausencia de este papel clásico de garante del banco central, los títulos de la deuda pública pierden su carácter de refugios seguros y se convierten, en cierto sentido, en títulos como los demás, cuyo «valor de mercado» se desvaloriza según los balances de los bancos y de las instituciones financieras. La lógica depredadora y especulativa del capital financiero globalizado y el pánico de los mercados se pueden reforzar mutuamente en una situación que yo creo sin salida, salvo que se produzca una inversión radical de sentido en la política del BCE. Lo cual me parece altamente improbable, como lo muestran las últimas medidas del BCE, que una vez más ha inundado de liquidez sin contrapartida al sistema bancario, rechazando al mismo tiempo monetizar en el mercado primario las necesidades financieras de los Estados. En este escenario, la recesión que inevitablemente provocarán las políticas de austeridad reabrirán la espiral del déficit y agravarán la relación deuda/PBI y darán la razón a las efímeras ilusiones suscitadas por el gobierno de Monti, así como también las suscitadas por el gobierno español.