El flujo migratorio entre Brasil y el exterior es bidireccional. Haré sin embargo algunos comentarios sobre el que está establecido en dirección de fuera hacia adentro. El país continúa enviando emigrantes (sobre todo estudiantes y trabajadores) al exterior, aunque en números menores y a destinos más variados. La diferencia es que el país ha recibido […]
El flujo migratorio entre Brasil y el exterior es bidireccional. Haré sin embargo algunos comentarios sobre el que está establecido en dirección de fuera hacia adentro. El país continúa enviando emigrantes (sobre todo estudiantes y trabajadores) al exterior, aunque en números menores y a destinos más variados. La diferencia es que el país ha recibido muchos más extranjeros en busca de trabajo en los últimos años.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) divulgó en julio de 2012 la información de que en el intervalo de un año hubo un aumento de 25% en la migración de trabajadores hacia Brasil. En 2010 y 2011 el número de extranjeros que recibieron permiso para trabajar en Brasil fue respectivamente de 56 mil y 70 mil. En los años anteriores a 2010 el número de autorizaciones para trabajadores era un poco mayor de 40 mil.
Datos de la OIT indican que la mayor parte de los inmigrantes (86,9%) son del sexo masculino y escoge alguna ciudad de la región Sudeste (88,2%) principalmente Río de Janeiro y San Pablo. No entran en estas estadísticas los extranjeros que trabajan ilegalmente en Brasil. La mayor parte de los ilegales son mal remunerados y enfrentan largas jornadas de trabajo, por ejemplo los bolivianos en la industria textil en San Pablo, las paraguayas como empleadas domésticas en Paraná y haitianos que cruzan la frontera amazónica sin saber cuanto ganarán si es que consiguen empleo. La última noticia que llega de los emigrantes de Haití es que un centenar de ellos están en una pequeña ciudad peruana fronteriza en busca de recursos para su supervivencia, lo que el gobierno de Perú declaró como una cuestión de Estado entre Perú y Brasil.
La crisis financiera de los países anteriormente llamados «desarrollados» (no es una crisis mundial, sino de países hoy decadentes) exporta trabajadores a América Latina. España tiene un 24% de desempleo, Grecia está al borde del colapso y amenaza desligarse de la Unión Europea. El Reino Unido finge que todo está bien, pero acude a James Bond para que entren muchas libras con las Olimpíadas para aliviar la falta de alientos de su economía. Los Estados Unidos estimulan guerras (Egipto, Libia, Siria) para que su economía bélica no se estanque.
Brasil mientras tanto, abre las puertas a los trabajadores extranjeros que durante mucho tiempo estuvieron cerradas a los brasileros que llegaban a esos países. Nos exigían visas (impuestos, colas en los consulados y entrevistas), nos impusieron humillaciones (las mayores quejas acusaron a España), nos pagaron los peores salarios aprovechándose de la falta de documentos autorizando el trabajo, no reconocieron nuestros estudios (en Canadá, muchos doctorados brasileros solo tuvieron reconocimiento como graduados o mastrers). Y ahora dicen estar interesados en el «crecimiento» del Brasil, todo un gran cinismo.
El proceso migratorio actual es bidireccional y contradictorio. Los extranjeros nos han buscado. Se emplean aquí porque allá no hay trabajo. A la vez existe una curiosidad creciente de ellos en nuestra economía, gastronomía, música, etc., que hasta hace poco tiempo eran actividades exóticas de un turismo de aventura, ya que «América» se limitaba -y todavía se limita- al territorio de los Estados Unidos.
El gobierno brasilero ha tomado una actitud distinta a los gobiernos de los recién llegados. Es mucho menos rígido. Les da la oportunidad calurosa de entrar por la puerta del frente y disfrutar de los mismos derechos de un ciudadano brasilero. El Ministerio del Trabajo aumenta las visas de trabajo para que más extranjeros participen del «boom».
Que el «boom» sea genuino o no es tema para otro texto. Por ahora los datos de la OIT de junio de 2012 nos informan de las nuevas tendencias del flujo migratorio. Una de sus características es la resistencia de nuestra economía a los vientos de crisis a pesar de la oscilación de la cotización del Real frente a otras monedas y de las sospechas políticas a los incentivos al consumo (que enriquece a las empresas automovilísticas pero endeuda a la aludida «clase media» brasilera).
No sólo el flujo migratorio ha sido mayor en dirección a Brasil, también aumenta el interés de los extranjeros en el potencial de nuestras clases consumidoras. Una de las consecuencias de este reflejo del «boom» es el aumento de las inversiones en negocios que actúan dentro del país, pero que inhiben el desarrollo de las empresas nacionales. Un país rico en cacao, consume chocolates de la Nestlé, una empresa de capital suizo.
En parte, el flujo de emigrantes invita a interpretaciones capciosas porque muchos de esos trabajadores extranjeros llegan para ocupar puestos elevados en empresas transnacionales. Algunas de ellas tienen sede en el país del inmigrante como en el caso de los cargos más altos en la Hyundai, empresa automotor que se instaló recientemente en el Estado de San Pablo. Es muy difícil que un brasilero ocupe el lugar de un surcoreano en la dirigencia de la empresa.
Los extranjeros continúan siendo bienvenidos, pero las políticas públicas primero deben asegurar buenos niveles de educación y empleo a los brasileros. De lo contrario el sueño de muchos de nosotros seguirá limitado a trabajar en una ensambladora extranjera (hasta que haya despidos masivos) o aprender inglés como requisito para atender brasileros en el automercado.
Fuente original: http://barometrointernacional.bligoo.com.ve