La Clase obrera encara muchas circunstancias objetivas y subjetivas adversas: los regímenes neoliberales han debilitado los derechos sociales y los derechos sindicales, han establecido «zonas de libre comercio» y han cooptado a las burocracias de los sindicatos charros. Los grandes negocios se han desplazado y han amagado con cerrar sus empresas, al tiempo que los […]
La Clase obrera encara muchas circunstancias objetivas y subjetivas adversas: los regímenes neoliberales han debilitado los derechos sociales y los derechos sindicales, han establecido «zonas de libre comercio» y han cooptado a las burocracias de los sindicatos charros. Los grandes negocios se han desplazado y han amagado con cerrar sus empresas, al tiempo que los trabajadores y sindicalistas activos demandan incrementos a los salarios; el efecto es que la movilidad del capital está debilitando la militancia obrera. El crecimiento del trabajo precario, el empleo informal y «la nulidad de las fuentes de trabajo» están fragmentando la fuerza de trabajo a través de «trabajadores de confianza», «por honorarios» y trabajadores subcontratados, lo que dificulta la organización y las acciones colectivas. El consumismo, la propagación de la ideología individualista por los medios masivos de comunicación, y la migración masiva hacia otros países, han permitido el declive de la solidaridad de clase y han debilitado la conciencia de clase. La política imperial de Estados Unidos, su penetración cultural y militar también ha permitido la privatización de las empresas públicas, aumento del desempleo e incrementos en los costos para los consumidores, la fabricación de películas virtuales y los llamados reality shows que envenenan las conciencias, y la militarización de las sociedades, así como la represión. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), El Área de Libre Comercio de las Americas (ALCA), el Plan Colombia, El Plan Andino, y la llamada «guerra contra el terrorismo» son esfuerzos imperiales para recolonizar las economías de los países latinoamericanos, convertir a los ejércitos locales en mercenarios del imperialismo y mantener la explotación de las masas trabajadoras.
Pese a estas condiciones objetivas y subjetivas, la clase obrera latinoamericana ha logrado victorias importantes y ve en su horizonte avances significativos. En Bolivia (2003) y en Ecuador (2000), la alianza obrero-campesina expulsó a los presidentes neoliberales aliados del imperialismo. Desempleados y obreros se aliaron con la pequeña burguesía y generaron una insurrección que expulsó al presidente pro-imperialista de Argentina, Fernando de la Rúa, en el 2001. Trabajadores y sectores de la pequeña burguesía defendieron y revirtieron la privatización del agua y la electricidad en Cochabamba y El Alto (Bolivia) y Arequipa (Perú); los puertos y la electricidad en Montevideo y la industria eléctrica en México. Trabajadores y campesinos han sido la vanguardia en la lucha contra el ALCA -forzando prolongadas negociaciones-. Los obreros y los pobres urbanos fueron la fuerza motriz que derrotó a los militares y a la cúpula de la burguesía golpista contra el presidente Chávez, restituyéndole su investidura de vuelta en el poder. Nuevas Confederaciones de obreros emergen proponiendo programas independientes y de clase en Brasil y Venezuela en oposición a los sindicatos oficiales. En Brasil, Argentina, Ecuador y Perú los sindicatos han incrementado sus luchas contra los presidentes de centro-izquierda, quienes embarnizan al neoliberalismo; el presidente Néstor Kirchner de Argentina enfrenta grandes huelgas en los sectores público y privado, sindicatos sectoriales demandan incremento a los salarios y compensación salarial del 20 por ciento, luego de su declive en el 2001. El presidente Ignacio Lula Da Silva atacó los derechos de la seguridad social y las pensiones, el derecho a Huelga, y apoyó el recorte presupuestal, lo que ha generado la oposición resuelta de los sindicatos del sector público y de los obreros en las empresas privadas.
El desarrollo más importante en torno a las condiciones laborales es la uniformidad de sus políticas seguidas por los regímenes latinoamericanos. Esta no es una coincidencia en todos los lineamientos a seguir del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial aplicados independientemente del grado del empleo, condiciones de trabajo o de vida de los obreros. En términos concretos, si el Estado capitalista es, como apuntó Carlos Marx, «el comité ejecutivo de la clase dominante», entonces el FMI es el comité ejecutivo (imperial) de la clase dominante internacional.
El internacionalismo de la clase obrera no es un ideal, sino una práctica necesaria para el movimiento obrero con el fin de contener la concentración y la acción del capital. La práctica de los sindicatos, orientada a la simple negociación de derechos contractuales, enfrentados a gran escala y en términos de largo plazo, no han sido suficientes como hemos deseado durante las décadas de los 80, 90 y en este nuevo milenio. Los regímenes neoliberales privatizaron un sector tras otro: telecomunicaciones, bancos, transportes, energéticos, etc. La clase trabajadora resistió en cada sector, pero sin el apoyo activo de otros sindicatos, fue derrotada. Aún en aquellos lugares donde los sindicatos son poderosos y su organización es fuerte, el estado neoliberal y el FMI han ganado momentáneamente algunas batallas.
Las lecciones de los últimos treinta años son evidentes. Para que los sindicatos sobrevivan y aseguren victorias deben de formar coaliciones con la gran masa de trabajadores pobres organizados en los barrios y en sus organizaciones comunitarias, los cuales representan el 80 por ciento de la clase obrera en la ciudades y no están organizados en los sindicatos.
Justo al momento de que los movimientos del capital cruzan las fronteras, los sindicatos dirigentes en la lucha de los obreros deben de pensar y actuar globalmente, con espíritu internacionalista. La prioridad debe ser la construcción de una Confederación Latinoamericana de Sindicatos basada en la independencia política y de clase. Esto significa, en primera instancia, la exclusión de toda sujeción con sindicatos pro imperialistas tal como la estadunidense AFL-CIO y la Unión de Europa aliados con «sus» capitalistas. Las viejas confederaciones de colaboración entre clase han sido un total fracaso en todas partes: Sus miembros se han separado, los actuales se han desilusionado, y los líderes bien pagados son autocráticos contra sus representados, pero serviles con sus amos. En muchos de los casos, las más significativas acciones de los trabajadores en los sindicatos han sido al margen de los líderes, a través de la acción directa y las huelgas generales, las ocupaciones masivas de las fábricas y los piquetes o tomas de carreteras, avenidas y redes de comunicaciones y transportes…
El primero de mayo de 2005 no es sólo un día para recordar el pasado y a los mártires de Chicago, sino para mostrar la fuerza, expresar la potencialidad de la organización y solidaridad de la clase obrera. La gran manifestación del primero de mayo se realiza en aquellas naciones donde la lucha de los trabajadores ha sido dirigida por un liderazgo con alta conciencia de clase. El hecho de que el día de la clase obrera no se demuestre en Estados Unidos es un indicativo de la ruina total en la que está el «negocio de los sindicatos».
El reto es orientar la manifestación internacional de solidaridad obrera este primero de mayo en una práctica continua, de un evento simbólico en un proyecto revolucionario.
*Artículo proporcionado por el autor. Traducción de Ricardo Martínez Martínez.
** Sociólogo de la Universidad de Binghamton, Nueva York.