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Club de París, ¿reliquia colonial?

Fuentes: IPS Noticias

En una declaración a propósito del 50 aniversario del Club de París, que reúne a 19 países ricos acreedores de naciones en desarrollo, organizaciones antideuda lo calificaron de «medieval». Pero el adjetivo «colonial» también le sienta bien

El Club de París se fundó en 1956 como grupo informal de gobiernos acreedores para el manejo colectivo de su cartera.

Desde entonces, evolucionó hasta convertirse en una de las muchas herramientas de política exterior que antiguas potencias coloniales, como Gran Bretaña y Francia, usaron para mantener su influencia sobre los recursos del mundo en desarrollo.

Se trata de una entre varias instituciones financieras internacionales –casi todas ellas diseñadas y dirigidas por ex potencias coloniales–, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, que ayudan al Norte industrial a promover una agenda económica que mantiene la dependencia de sus antiguas colonias.

La principal herramienta del Club de París en el camino hacia la maximización de sus ganancias fue la reestructura de créditos de los países en bancarrota.

Desde 1983, el Club ha cubierto alrededor de 504.000 millones de dólares de créditos a docenas de países de África, Asia y América Latina, originalmente concedidos por agencias bilaterales a veces calificadas erróneamente como «de asistencia» o de crédito a las exportaciones.

El grueso de esos programas correspondió a países de África subsahariana y América Latina, pero también de Asia (como Filipinas), Medio Oriente (Egipto y Jordania), y Europa central y oriental (Polonia, Yugoslavia y Bulgaria).

El resultado de la reprogramación de deudas ha sido la extensión de los plazos de repago a lo largo de un periodo mayor, combinado con la introducción de intereses por mora y, en casi todos los casos, un mayor compromiso de los países pobres en la espiral de deuda.

Nigeria es un ejemplo clásico.

En 1985, la deuda externa del país africano era de 19.000 millones de dólares. Desde entonces, pagó a sus acreedores más de 35.000 millones y pidió prestados menos de 15.000 millones, pero su deuda pendiente a fines de 2004 ascendía a casi 36.000 millones, a causa de los intereses del Club.

La reprogramación también se ha vuelto lo habitual en los programas del FMI condicionados a privatizaciones y a la liberalización del mercado, fórmula que, según los críticos, ha empeorado la situación de la deuda de los países pobres.

El reservadísimo Club de París ha llegado a coordinar de manera muy estrecha sus operaciones con el FMI y el Banco Mundial. Dos presidentes del Club, Jacques de Larosière y Michel Camdessus, fueron también directores gerentes del FMI.

Los miembros oficiales del Club de París son Alemania, Austria, Australia, Bélgica, Canadá, Dinamarca, España, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Irlanda, Italia, Japón, Noruega, Rusia, Suecia y Suiza.

«Las naciones ricas impusieron a las pobres, a través del FMI, el Banco Mundial y el Club de París, un prolongado estado de insustentabilidad y emergencia», advirtió la organización antideuda Eurodad, con sede en Bruselas, en una declaración a la que adhirieron docenas de otros grupos.

«Como consecuencia, han impedido consistentemente y con toda intención una salida permanente de esos países de la trampa de la deuda, lo que deja a los países deudores en un estado de dominación y dependencia efectivo», añadió.

El Club de París es calificado por sus propios integrantes de «no institución», a pesar de que sus representantes se reúnen más de una decena de veces al año. También es cuestionado por la falta de democracia de sus procedimientos.

El Club toma sus decisiones por unanimidad, pero solo participan en él países acreedores. Los deudores deben aceptar los dictámenes en los que no tienen la más mínima intervención.

«En un jurado de lobos, las gallinas siempre son culpables», según AFRODAD, una red de organizaciones no gubernamentales africanas.

La política determina la mayor parte de la reformulación de las deudas que establece el Club. Uno de los ejemplos más claros fue la condonación de 80 por ciento de la deuda de Iraq tras la invasión, por presión de Estados Unidos.

También cubrió 67 por ciento de la de Serbia y Montenegro y la mitad de la de Polonia, cuyos gobiernos son considerados proestadounidenses.

En cambio, los países devastados por el tsunami de diciembre de 2004 recibieron apenas el beneficio de una moratoria de un año, lo cual los expuso al pago de intereses adicionales por mora en momentos de desastre.

Según el no gubernamental Comité para la Abolición de la Deuda del Tercer Mundo con sede en París, estos ejemplos «reflejan los cuestionables intereses geopolíticos en juego».

Otras organizaciones de la sociedad civil indicaron en sus declaraciones sobre el 50 aniversario del Club, cumplido este mes, que esta «no institución» muestra «un nivel de arbitrariedad política que desafía todo sentido común de justicia».

«En el Club de París, los acreedores actúan como jueces de su propia demanda», agregaron.

Estas organizaciones reclamaron por la creación de un cuerpo imparcial que supervise el proceso de manejo de la deuda internacional y que garantice que tanto la voz de los acreedores como la de los deudores sean escuchadas.

En estos días, el Club de París parece preocupado de que nuevos acreedores, como Brasil y China, les espantes sus clientes y diluyan así el control de los países ricos sobre las naciones en desarrollo. Por lo tanto, invitó a estas potencias económicas emergentes a unírsele.

«A medida que estos nuevos jugadores de Asia y de todas partes comienzan a asumir más responsabilidades en el sistema, deberían comenzar a apreciar la importancia de las instituciones existentes», dijo el gobernador del Banco de Israel, Stanley Fischer, ex funcionario del FMI, en un foro del Club en ocasión de su aniversario.

Numerosos funcionarios que contribuyeron a aceitar el sistema económico mundial vigente se hicieron eco de estas apreciaciones.

«La comunidad internacional necesita encontrar medios de comprometer a los donantes emergentes. Debe convencerles de que el financiamiento de los países de bajo ingreso debe moldearse con esfuerzos internacionales coordinados, más que con políticas nacionales independientes», dijo en ese sentido el subdirector gerente del FMI Agustín Carstens.