En conversación con el diario electrónico de la Radio Universidad de Chile, el director de la revista Punto Final mantuvo sus críticas la posición de la institución gremial con respecto a Venezuela y repasó el rol del periodismo y la política nacional. El pasado 13 de septiembre, el Colegio de Periodistas de Chile expresó […]
En conversación con el diario electrónico de la Radio Universidad de Chile, el director de la revista Punto Final mantuvo sus críticas la posición de la institución gremial con respecto a Venezuela y repasó el rol del periodismo y la política nacional.
El pasado 13 de septiembre, el Colegio de Periodistas de Chile expresó a través de un comunicado público, su preocupación por la detención del empresario y abogado Braulio Jatar en Venezuela, aludiendo que, «como orden profesional que agrupa a los periodistas chilenos, siempre nos implicará preocupación la detención de quien ejerce en el rol de la comunicaciones, por ello en este caso nos preocupa que un proceso judicial iniciado por motivos distintos, pueda lesionar el derecho a informar». Ese mismo día, Manuel Cabieses, periodista, ex miembro fundador del Colegio y antes consejero regional y nacional, leyó sorprendido las líneas emitidas por la Mesa Directiva.
Su respuesta no tardó en llegar. El director de la revista Punto Final envió una carta criticando el apoyo que la entidad gremial entregó a Jatar. «Entendía que esa Mesa Directiva por la cual voté en las recientes elecciones, la componían periodistas democráticos capaces de distinguir entre una causa justa en la lucha por la libertad de expresión de una vil maniobra de los amos de la prensa en América Latina.
Braulio Jatar Alonso, que nació en Chile durante el exilio de sus padres, es un abogado y político de profesión. No lo acusan de un delito de opinión. En Venezuela existe absoluta libertad de prensa y la mayoría de los medios escritos y audiovisuales está en manos de la oposición. No se ha clausurado ningún medio ni hay periodista preso alguno», señaló tajante Cabieses.
Esta mañana, en su oficina en la revista Punto Final que dirige, Manuel Cabieses continúa molesto con la reacción gremial. Detrás de su escritorio, el periodista habla con calma, pero firme. En él convergen la experiencia, un oficio hecho a pulso, sus convicciones políticas y la bibliografía procesada en 83 años de existencia. Un recorrido por el periodismo que comenzó con el desafío de crear un periódico para el sindicato de una estación de servicio Copec, donde trabajaba de junior, y que continuó con el apoyo de personajes históricos como Clotario Blest y Aníbal Pinto, quien le dio la oportunidad de trabajar en los periódicos Panorama Económico y Las Noticias de Última Hora.
Una máquina de escribir Olympia; una foto en sepia del líder del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), Miguel Enríquez; un estandarte con el rostro del Che Guevara, son algunos de los objetos de su oficina que parecen un sutil recordatorio de quién es el hombre detrás de una revista fundada hace 51 años, pero que se mantiene en sintonía con la actualidad. Cabieses observa el presente de manera crítica, pero repite con un gesto humilde que prefiere no generalizar ni prejuzgar.
Su carta al Colegio de Periodistas fue bastante dura. En ella señala la falta de rigurosidad que tuvo la institución gremial a la hora de averiguar quién es Braulio Jatar ¿Qué reacción esperaba de la Mesa Directiva?
Me siento muy vinculado al colegio con el cual hoy me toca sostener un diálogo que espero sea provechoso para el periodismo en general. La posición que ha tomado actualmente el Colegio de Periodistas, en manos de sectores considerados democráticos, identificados también con el Gobierno, es francamente repulsiva desde el punto de vista de la profesión, en general, no sólo en Chile.
Se trata de incorporarse a una campaña internacional que dirigen los grandes medios y que tienen una conexión directa, muy ajenos a los intereses latinoamericanos y a los intereses chilenos. A mi juicio, no tiene explicación, salvo un interés político. El Colegio de Periodistas nunca tuvo esa posición y hoy día se hace parte de ese conglomerado de medios y de políticos que está haciendo lo que nosotros mismos como chilenos experimentamos.
¿Cree que es comparable a lo que pasó en Chile durante la Unidad Popular?
Claro, hubo una campaña internacional contra Chile, que tiene un parecido muy cercano con la que se hace hoy contra Venezuela. Aquí en Chile en general no hay medios, salvo excepciones, que difundan aspectos de la realidad venezolana. Que nos permitan saber que en Venezuela la mayoría de los medios de comunicación importantes están en manos de la oposición.
En segundo lugar, esos medios son los dueños y orientadores de la política, han reemplazado a los partidos, como ocurrió en Brasil. Son esquemas similares destinados a desestabilizar, derrocar o destruir políticamente a los sectores progresistas. No digamos revolucionarios, porque ninguno de ellos en el fondo lo ha sido, pero tienen una posición que en general desagrada al Departamento de Estado norteamericano y de ahí se descarga hacia abajo. Entonces ahí aparece el rol de la Sociedad Interamericana de Prensa, el Grupo de Diarios América, al que pertenece El Mercurio, y se desata la campaña, la mayor parte inventada. Ni siquiera se funda en hechos que puedan ser defendidos, explicados, sino en arbitrariedades, como ocurrió con el caso de este abogado, empresario, político y seudo periodista, Braulio Jatar, del que sólo se han dicho cosas falsas y casi nada de la verdad.
Como que Jatar no es periodista…
Estamos hablando de un tipo que ha sido condenado y procesado por extorsión, por lavado de dinero, por una serie de cosas mucho antes de que apareciera Chávez. Este señor ya había sido condenado y procesado. Todo esto, en el caso de Chile, amarrado a un detalle técnico: que nació aquí. Luego lo convirtieron en periodista, como ha hecho la prensa internacional, entonces es «el periodista chileno que está preso por arbitrariedades de las autoridades», sin señalar que está siendo procesado, que tiene un abogado defensor, que nunca ha estado extraviado. Por qué tenemos que meternos nosotros, el Colegio de Periodistas, en ese asunto. Yo comprendo que lo haga el canciller chileno, quien es frenéticamente antichavista y que pierde los estribos al hacer comunicados.
¿Cree que fue falta de rigurosidad de parte del Colegio o más bien una intención política?
Yo creo que hay una mezcla de las dos, pero para no prejuzgar, envié la carta para enrostrar a la Mesa Directiva del Colegio de Periodistas, pues está formada por gente que milita públicamente en partidos del Gobierno. La idea era mostrarle la infracción que ellos cometen, que está en la carta ética del Colegio de Periodistas y en normas éticas del periodismo universal, que es informarse primero. Yo busqué esa información, que ya había sido publicada en varios medios de Venezuela, yo he seguido buscando en la prensa venezolana, la mayoría de oposición y no le dan importancia al caso Jatar, pese a que podrían explotarlo. No le dan mayor significación.
Situándonos en el escenario del periodismo chileno, ¿qué impresión le causó el inserto en La Tercera el pasado 11 de septiembre y la posterior reacción del sindicato y de los trabajadores de Copesa?
Veo con un gran entusiasmo y una gran alegría que los periodistas y otros trabajadores de La Tercera hayan reaccionado de esa forma ante la publicación de ese inserto que, francamente, fue una provocación a lo que se supone el espíritu democrático del país. Es un primer indicio alentador de que los periodistas chilenos comenzamos a tomar consciencia de cuál es nuestro rol. Nosotros tenemos una profesión muy extraña, que exige mucha responsabilidad, pues somos formadores de opinión pública, entonces tenemos que regirnos por normas éticas, elementales y básicas. No podemos ser inútiles, sirvientes de los intereses de la empresa en que trabajamos.
Esa actitud que tomaron los compañeros de Copesa a mí me parece una luz en el camino, ojalá eso sea seguido por otros sectores.
Me recuerda algo que pasó en los 70, en el gobierno de Allende, cuando se efectuó la primera asamblea de periodistas de izquierda. Participaron delegaciones de todo el país, alrededor de 600 periodistas. La delegación más grande que asistió a esa asamblea fue la del diario El Mercurio, que presentó una ponencia estupenda, un relato de todos los negocios de los Edwards, sus vínculos con empresas, un análisis de la línea editorial del periódico muy crítica. Yo espero que en algún momento volvamos a esos niveles de consciencia crítica y los periodistas salgamos a las calles, como lo hicimos contra la ley mordaza que intentó imponer el gobierno de Alessandri.
Hoy la gente no sitúa a los periodistas en ese lado de la vereda…
En cierta medida con injusticia, porque la gente le echa la culpa a los periodistas de lo que se publica y de lo que no. Cuántas ruedas de prensa se realizan de sindicatos u organizaciones sociales a las que van los periodistas y al día siguiente no se publica nada. La gente no sabe que los periodistas tienen encima a un editor, un director y hasta un gerente.
Copesa respondió a los trabajadores diciendo que publicaron el inserto por un tema económico
Eso es deliberado, no solo por los 13 millones de pesos, sino porque hay una identidad básica con lo que se está planteando. Hay una simpatía. Fue una provocación, pero lo bueno que ha tenido eso es que ha tenido una reacción del propio medio.
Recién en 2015 se expulsó a Agustín Edwards del Colegio de Periodistas, después de ser sancionado por el Tribunal de Ética. ¿Por qué ha tardado tanto la sanción interna a quienes faltan a la ética?
Básicamente por el enorme poder político y en todo orden que en Chile significa la empresa El Mercurio. La figura de Edwards sigue siendo alabada por el Gobierno actual y todos los que han sucedido a la Dictadura. Cuando celebran sus aniversarios ahí está el presidente de turno y sus ministros, y continúan recibiendo la publicidad del Estado como siempre.
Me alegra que Agustín Edwards no esté en el Colegio de Periodistas, pero me llamó la atención que se le expulsara por un asunto menor, pues se le hizo un sumario por no haber admitido una declaración de unas personas que habían sido detenidas, como director responsable del periódico. Un pretexto válido desde el punto de vista riguroso de la ética, pero un pretexto. Sin embargo, el colegio rechazó hace algunos años la petición de expulsión que elaboré, documentada y todo, como traidor a la patria, que es algo un poquito más pesado. El Colegio de Periodistas hizo una larga tramitación de esta petición, pero decidió que traicionar a la patria no era incompatible con los principios éticos de la carta de periodistas. Eso fue hace algunos años y quizás no estaban las condiciones, pese a que estaba probado que Edwards se había entrevistado con Nixon y con Kissinger, pidiendo la intervención norteamericana. Todo eso es historia, no son cuentos.
Lo mismo que hoy denuncia el gobierno venezolano
Claro, El Mercurio encabezó, como hoy pasa en Venezuela, la campaña interna pública contra el gobierno de Allende y todo esto, recibiendo financiamiento de Estados Unidos. No sólo eso, sino también el asesoramiento, siendo expertos en guerra psicológica, porque de lo que estamos hablando pasó ayer en Chile, pasa hoy en Venezuela y en Brasil. Es guerra psicológica, no es periodismo. Y eso la elaboran expertos en guerras.
Una reacción parecida hubo en Chile ante la negativa del gobierno venezolano de renovar la concesión de RCTV. Sin embargo, acá se cerró un medio tan emblemático como La Nación.
No solo murieron medios que existían bajo la Dictadura y que cumplieron un papel muy notable en el periodismo chileno, sino que los medios que lograron subsistir en la post dictadura y algunos que se crearon incluso bajo la llamada democracia formal, también perecieron.
Las coaliciones políticas que nos han venido gobernando, del 90 en adelante, han renunciado a la obligación ética y política de fomentar la diversidad de los medios, que se debatan ideas y que se publiquen distintas opiniones. Al contrario, lo que han hecho los gobiernos post dictatoriales, ha sido fortalecer el llamado duopolio en la prensa escrita y la concentración también en la propiedad del resto de los medios audiovisuales.
Y esto manejado en una forma muy cobarde que es la llave de la publicidad del Estado, que es el único canal posible que hoy día puede de alguna manera incentivar la diversidad de las opiniones. Aquí me parece pertinente recordar la frase de un gran periodista argentino, Horacio Verbitsky, que definía al periodismo como el arte de dar a conocer la verdad y que todo lo demás es propaganda.
George Orwell decía que periodismo es publicar todo aquello que no quieren que publiques, lo demás son relaciones públicas
Exacto. Esa es la función del periodismo y en Chile hay que hacer, para tratar de ser justos, un paréntesis pues en el último tiempo ha habido un rol importante de los medios de comunicación en general para enfocar el tema de la corrupción. Se han destapado casos importantes, en ese sentido también hay que consignar, pero el punto concreto es que la propiedad de la palabra está privatizada. Hay escasos medios que sobreviven con bastantes dificultades, que tratan de presentar una visión distinta, la realidad como la entendemos, y nuestra función no es nada fácil. Más bien vivimos al borde del precipicio.
En días en que la discusión política se instala en los posibles candidatos presidenciales, una de las cartas que parece tomar notoriedad es justamente la de un periodista. ¿Qué le parece Alejandro Guillier?
Alejandro Guillier y yo competimos una vez por la presidencia del Colegio de Periodistas y me ganó. Que mis palabras no se interpreten como las del despechado (risas). Yo soy amigo y tengo respeto por Guillier como periodista. Le tengo simpatía en lo personal, pero no sería el candidato que yo apoyaría, por los intereses que él representa. Objetivamente es parte de la Nueva Mayoría, yo no veo cambio en eso, en los intereses políticos, económicos y sociales que tiene la Nueva Mayoría.
Creo que Chile necesita un cambio urgente, que tampoco tenemos que hacerlo artificialmente por la urgencia que hay. Un cambio urgente, profundo, aunque entre los candidatos que hoy asoman no hay ninguno que represente esa opción.
Respecto de ese cambio y las nuevas opciones, el historiador Gabriel Salazar decía en una entrevista que las marchas han demostrado que no sirven para nada. También muy crítico con los liderazgos que surgieron desde el movimiento estudiantil
Tiene razón Salazar en lo que dice, pero se le olvida agregar algo: estamos viviendo una etapa de formación de las nuevas fuerzas políticas y sociales de este país. Pero eso viene caminando desde hace un tiempo. Para ponerle un hito, evidentemente que a partir de 2011 con los estudiantes y que hoy se mantiene con altos y bajos, como todos los movimientos sociales. Pero no es sólo eso, también están los mapuche con una lucha heroica que la Historia sin duda va a recoger como un ejemplo de continuidad, de sacrificio y de empleo de distintas formas de luchas. Está el movimiento de la Coordinadora Nacional No Más AFP, que ha venido a ser una sorpresa para mucha gente, pero es un proceso que venía dándose lentamente, una construcción callada, que no encontraba eco en la prensa y que ha sacado a la calle a un millón de personas o más. Esto está en evolución.
En el plano de las comunicaciones está la prensa alternativa, no sólo escrita, sino también las radios comunitarias. Todo esto está fermentando, madurando. Yo me ubico en el sector en que eso da cuenta que necesita un instrumento político para poder producir un cambio. Y por supuesto, nadie está pensando en la violencia. Un camino de cambio que pueda garantizar la paz en este país. Una paz social. Estamos pensando en la asamblea constituyente, en una nueva constitución, un nuevo esquema de instituciones. Por eso no critico ni rechazo que líderes estudiantiles como Gabriel Boric estén participado en lo estructural y estén en el congreso planteando sus puntos de vista. Creo que eso es un camino válido.