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Combates de este tiempo: Presentación del libro de Julio Anguita en Cáceres

Fuentes: Rebelión

Este libro contiene un proyecto político que Julio Anguita y una parte importante de la izquierda alternativa de este país han tratado de definir durante los treinta últimos años, y que como todo proyecto tiene por ámbito de materialización el futuro. Por eso no se le podía haber dado mejor título que el de «Combates […]

Este libro contiene un proyecto político que Julio Anguita y una parte importante de la izquierda alternativa de este país han tratado de definir durante los treinta últimos años, y que como todo proyecto tiene por ámbito de materialización el futuro. Por eso no se le podía haber dado mejor título que el de «Combates de este tiempo», pues el libro ofrece precisamente una conexión entre todos esos intentos del pasado y los retos de la izquierda en estos momentos de crisis civilizatoria. En definitiva, el libro responde a la idea de que sin memoria no hay práctica política emancipadora posible y que las experiencias del pasado, incluso aquellas que salieron derrotadas, generan un capital de aprendizaje que no se puede dilapidar y que nos impulsa hacia adelante.

El libro es una recopilación de escritos de Julio Anguita desde los años de la transición hasta la actualidad. Se trata de intervenciones públicas, mítines de partido y artículos en prensa que tienen la fuerza propia de los discursos de coyuntura, de las herramientas de combate. Escritos que destacan por su potencial evocador y por su capacidad propositiva: fogonazos de memoria que contienen análisis y propuestas de este tiempo. En él se reflejan los grandes momentos de la historia reciente de España y, sobre todo, las principales encrucijadas que atravesó entonces la izquierda alternativa, y con las que hoy se vuelve a tropezar como si de un eterno retorno se tratase.

 

En primer lugar, en el libro hay escritos de la Transición en los que se respira la vitalidad política del momento, pero también las cautelas y las críticas hacia un proceso en el que la falta de una ruptura democrática con la dictadura y la participación ingenua de la izquierda en los consensos había facilitado la reacomodación de las élites sociales en el poder y la preservación en gran medida del estatus quo económico. En segundo lugar hay varios escritos de sus años al frente de la alcaldía de Córdoba donde se defiende que la política municipal no es pura gestión desideologizada, sino una toma de partido constante: que cuando uno gestiona un presupuesto cabe optar por la iluminación de un acomodado barrio residencial o la mejora de las infraestructuras y servicios de los barrios obreros. También que el propósito de una política municipal de izquierda es demostrar a pequeña escala la viabilidad de los amplios proyectos de transformación social que se postulan a escalas mayores y que el ámbito municipal es particularmente apropiado para construir cauces orgánicos donde la voz de los ciudadanos pueda escucharse: que gobernar desde la izquierda no es gobernar para los de abajo, sino gobernar desde abajo.

En el libro hay un volumen considerable de escritos de la época de Julio Anguita como coordinador general de Izquierda Unida. En él abundan las intervenciones referidas a los tres retos más importantes a los que tuvo que hacer frente la organización: tres cuestiones que generaron profundas divisiones internas, que a mi juicio se cerraron en falso y que, como se cerraron en falso, siguen lastrado a IU.

La primera encrucijada de IU tuvo que ver con la caída de la URSS y los debates en torno a la disolución o no del Partido Comunista de España. Julio Anguita intervino en ellos como Secretario General del PCE no desde una postura empecinada y nostálgica de defensa numantina de las virtudes de un modelo decrépito, sino desde la idea de que era necesaria una crítica y autocrítica de aquella experiencia histórica, pero una crítica y autocrítica desde los parámetros de la propia cultura comunista y nunca en los términos que le reclamaban sus adversarios. En este sentido, Julio Anguita fue de los que apostó en esos tiempos realmente difíciles por la existencia del Partido Comunista y por la idea de que las críticas a los errores y, más allá de los errores, a los crímenes del Socialismo Real no empañaban la trayectoria de lucha de tantos comunistas por el socialismo y democracia y que ese fracaso no restaba sentido al comunismo como proyecto de futuro, como modelo más racional de organizar la producción y la convivencia.

La segunda encrucijada tuvo que ver precisamente con el proceso de conformación de la Unión Europea que hoy está en crisis. Se produjo entonces un debate en el que el sector encabezado por Julio Anguita se opuso abiertamente al Tratado de Maastrich denunciando que se estaba construyendo una Europa donde los intereses de los mercados se impondrían a las necesidades de los ciudadanos y donde la lógica de los Estados primaría sobre los intereses del conjunto de la unión. Se denunciaba que con el paso de transferencias del Estado – Nación a la Unión Europea se daba a los poderes financieros la oportunidad de confiscar la soberanía de las pocas instituciones susceptibles de control democrático existentes a nivel nacional, sin construirse otras europeas donde pudiera ejercerse ese control. Se denunciaba que la denominada independencia del Banco Central Europeo le convertiría en una correa de transmisión de los grandes grupos financieros; que el parlamento de Estrasburgo apenas tendría competencias frente al poder oligárquico de la Comisión Europea; que crear una monedad única sin un Estado detrás era un disparate; y que el dogma de la reducción del déficit público conduciría al desmantelamiento del Estado de Bienestar. A nadie se le escapa que de aquellos polvos vienen estos lodos y que el curso de los acontecimientos ha venido a dar la razón a quienes entonces se opusieron al Tratado Maastrich y a toda la literatura mediática que lo soportaba, frente a aquellas otras corrientes de IU y de Iniciativa per Cataluña que, por pánico escénico, por miedo a ser tachados de antieuropeísta o por esa necesidad acomplejada de formar parte del «sentido común» rompieron la cohesión del colectivo y respaldaron el Tratado.

La tercera encrucijada tuvo que ver con las relaciones de Izquierda Unida frente al PSOE. Durante la etapa de Julio Anguita IU desató una oposición valiente y sin complejos frente a las privatizaciones del sector público, las contrarreformas fiscales, las reducción de las pensiones y las reformas laborales regresivas aprobadas por el PSOE en el gobierno y frente a la corrupción generalizada del partido en el poder, denunciando casos tan sonados como el de Juan Guerra, las escuchas del CESID, Filesa, los Fondos Reservados y particularmente el terrorismo de Estado de los GAL. A cambio IU fue objeto de una operación planificada de acoso y derribo por parte del aparato político, judicial y sobre todo mediático del PSOE, que construyó la famosa «Teoría de La Pinza», según la cual criticar al PSOE suponía alinearse directamente con el Partido Popular. El mayor problema fue que esta campaña exterior penetró en Izquierda Unida desatando un agrio debate sobre su razón de ser y de relacionarse con otras fuerzas políticas que la rompió por dentro y que todavía no se ha resuelto.

Finalmente los escritos más abundantes en esta recopilación se corresponden a la trayectoria de Julio Anguita tras dejar la coordinación de IU. Se trata de una etapa muy activa en su vida política y que apenas ha transcendido a los medios de comunicación, quizá porque en ella Julio no ha funcionado como el habitual divo de la política que vive de las glorias pasadas, como el antiguo dirigente que se resiste a soltar las riendas de su organización o como el ex líder que trata desesperadamente de permanecer en el mundillo mediático a base de declaraciones histriónicas. Por el contrario ha sido ésta una etapa en la que Julio Anguita ha tratado de impulsar desde abajo movimientos cívicos donde aglutinar amplios sectores críticos. De estas experiencias cabe destacar el impulso a Unidad Cívica por la República, un movimiento desde el que Julio Anguita contribuyó a horadar el entonces densísimo blindaje político y mediático de la Monarquía, pero también a plantear que un proyecto auténticamente republicano va mucho más allá de la forma de Estado. En este sentido el libro termina con puntos suspensivos, pues a pocos se les escapa que las presentaciones que de él está haciendo Julio Anguita estos meses están realmente dirigidas a promover un Frente Cívico contra el despojo de que está siendo objeto el país y el Golpe de Estado fáctico de la oligarquías.

Pero por encima de todo eso lo más interesante del libro es que refleja elocuentemente lo que han sido y son las ideas-fuerza del pensamiento y la práctica de Julio Anguita, los puntos cardinales en los cuales se ha encuadrado su proyecto político, las constantes que pueden abstraerse en estos más de 30 años de compromiso. O dicho de otro modo: las ideas que durante un tiempo vertebraron el proyecto de la izquierda alternativa de este país, pues los dirigentes no son sino los portavoces de los anhelos de la militancia más activa y consciente. Y estas ideas, centrales a mi juicio para la reconstrucción de la izquierda, son:

1) La insistencia en la utopía como seña de identidad fundamental de la izquierda. Pero la utopía no entendida como ensoñación evasiva, ni como proclama retórica desvinculada de la práctica, ni como quimera alienante. La utopía concebida, en la línea de Ernest Bloch, como «lo que todavía no es» pero «puede ser», como el espacio de redención de un presente con el que nos sentimos disconforme. La utopía es el punto en el horizonte hacia el cual nos dirigimos y es por eso el principio regulativo de la práctica cotidiana. Utopía es hacia donde vamos, pero también lo que vamos anticipando con nuestras acciones en el presente.

2) La afirmación constante del programa como el elemento central de cualquier proyecto político y el recelo consecuente de la política como eslogan, como consigna, como mistificación. Es decir, la afirmación de que la identidad de una organización política no radica en la rotundidad de sus siglas, ni en las alusiones a su pasado glorioso, ni en sus proclamas ideológicas; sino en su en su capacidad de elaborar colectiva y racionalmente una alternativa y de sostenerla socialmente mediata la movilización. Que la unidad de acción en torno a un programa es la mejor forma de gestionar la diversidad político-ideológica de una organización plural y de preservarla como un valor, y que el programa debe ser el punto de referencia para definir las relaciones con el resto de las organizaciones políticas. Lo que se planteaba es que las alianzas puntuales o de largo recorrido con otras fuerzas políticas debía hacerse en función de acuerdos programáticos concretos y no atendiendo a la similitud entre las siglas, a pasados compartidos o a los cantos de sirena de eslóganes sin contenido como la famosa «Unidad de la Izquierda», «La Casa Común» o el «Juntos podemos».

3) La afirmación de la necesaria autonomía de cualquier proyecto que se pretenda alternativo. Es decir, la concepción de Izquierda Unida como un movimiento político y social que aspira a construir con otros movimientos sociales un proyecto alternativo y no como un partido político al uso que solo es capaz de definirse en positivo o en negativo frente a los partidos ahora mayoritarios y que aspira a ser el apéndice, el añadido, el soporte o el simple e ingenuo elemento de contención de cualquiera de ellos, del PSOE o del PP.

4) La idea de que la izquierda es cambio y la derecha permanencia y que por tanto debe estar en constante renovación; pero que la renovación no es ni una claudicación de principios ni un frívolo agiornamiento estético o generacional, sino un intento porque las ideas de la izquierda se instalen en nuevos marcos organizativos y políticos para su mayor difusión y hegemonía social. Y en consecuencia, su apuesta por la refundación de IU como un proceso que debe hacerse no desde los acuerdos cupulares entre los dirigentes de los clanes habituales, sino desde abajo, desde la capilaridad de las organizaciones de base, en torno a propuestas de acción con otros colectivos y siempre al calor de la movilización social.

5) La consideración de la identidad comunista como una identidad inclusiva y no sectaria, como una identidad que, como dice expresamente Julio Anguita, fundamenta ideológicamente su compromiso y le estimula e impulsa hacia el encuentro con otras identidades en la perspectiva de construir síntesis políticas y programáticas.

6) La concepción de la comunicación política como una forma de pedagogía popular, pero no de populismo; es decir, la afirmación de que a los dirigentes de la izquierda se los tiene que entender, y se los tiene que entender sin que eso implique vulgarizar el discurso. Y aquí es donde se ha puesto de manifiesto en el caso de Julio Anguita una habilidad inusual en los dirigentes políticos: la de su capacidad didáctica de traducir análisis complejos a un leguaje comprensible y al mismo tiempo riguroso o sus estrategias de acercarse a la gente utilizando el leguaje más comprensible de los derechos humanos y no una jerga corporativa hiperideologizada.

7) No tener pánico escénico, ni sufrir tampoco la tentación de caer en el esteticismo de la marginalidad. Cumplir ese viejo aserto revolucionario que dice que el arte de la vanguardia consiste en «aspirar siempre a ser mayoría, pero no tener miedo a quedarse en minoría». Tener la valentía de salirse de los grandes consensos cuando nuestro programa lo requiera, como sucedió con Maastrich y con la Monarquía. Es decir, tener la valentía, como el mismo dice, de «no salir en la foto», de no ceder a la tentación de disfrutar con los halagos del adversario, de evitar a toda costa que el enemigo te pase la mano por el lomo.

8) Que la política transformadora debe ser una pasión razonada. Que frente al esteticismo y al nihilismo de la posmodernidad hay que imponer la fuerza de la razón y que frente a la frialdad y al cálculo de los políticos profesionales hay que poner el pulso de la pasión, por lo menos hasta donde el corazón lo permita.

Por ultimo, visto con perspectiva, en IU ha habido y sigue habiendo tres almas, que son, como diría Max Weber, tres tipos ideales. Estas tres almas no se corresponden exactamente con corrientes definidas orgánicamente o con figuras concretas, sino que se trata de tres pulsiones que coexisten y se solapan en el seno de la organización, de tres almas que han transmigrando de unas corrientes a otras, de unos dirigentes a otros o que han convivido de manera esquizoide. La primera es un alma tradicional, conservadora, ortodoxa, identitaria, retórica, aferrada a los grandes símbolos, nostálgica de las viejas glorias: una izquierda que anda agarrada siempre al palo de la bandera para que no se la lleve el viento de la historia. La otra es un alma pragmática, contenida, posibilista, calculadora, institucionalizada, que apela constantemente al realismo y la renovación, pero que es incapaz de concebir la práctica política más allá, en el mejor de los casos, de la socialdemocracia clásica. Un alma tacticista, tan ingenua como resabiada, que piensa que negociando con el poder puede cambiar al poder, cuando lo habitual es que en esos casos el poder le cambie a uno. Pero frente a esas dos almas hay un alma alternativa, anticapitalista, radical pero no retórica, profundamente democrática, en constante renovación, heterodoxa, abierta a las nuevas experiencias de lucha y en conexión con la mejor memoria de las luchas pasadas. Creo sinceramente que éste alma habita en el libro que nos presenta Julio Anguita y que su lectura puede contribuir a que se encarne en las luchas cotidianas de la gente.

Nota: la presentación tuvo lugar en el hotel Ágora de Cáceres el 20 de octubre de 2012. En la mesa estuvieron Víctor Casco, Ricardo Gómez, Juan Andrade y Julio Anguita.

 

Juan Andrade es miembro del Frente Cívico y profesor en la Universidad de Extremadura.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.