Ese es el lema de una nueva campaña publicitaria de Burger King en el que una violenta muchedumbre compuesta por hombres se precipita por las calles provocando desórdenes y destrozos, como una desesperada masa animal en busca de un Burger King donde saciar su hambre comiendo como cerdos. Cuando uno creía que habían quedado atrás […]
Ese es el lema de una nueva campaña publicitaria de Burger King en el que una violenta muchedumbre compuesta por hombres se precipita por las calles provocando desórdenes y destrozos, como una desesperada masa animal en busca de un Burger King donde saciar su hambre comiendo como cerdos.
Cuando uno creía que habían quedado atrás los tiempos en los que beber ciertos brandys era «cosa de hombres» resulta que no, que todavía hoy, el descerebrado ingenio de un idiota publicista y una torpe publicitaria, con la complicidad de la empresa Burger King que aprueba el adefesio, pueden dar salida a anuncios tan infames y contraproducentes para sus fines, como el que me ocupa.
Se supone que la eficacia de un anuncio que promueva un producto alimenticio corre paralela al mayor o menor estímulo que despierte entre la audiencia, a las ganas que en el ánimo del televidente que ha visto el anuncio provoque la aparición del bocado propuesto. Cuando la respuesta a semejante estímulo es precipitarse al baño, que no a la calle, y no para conseguir una hamburguesa sino para vomitar, el anuncio en cuestión no sirve.
Y es que el anuncio de Burger King no sólo es sexista y violento sino que, también, es idiota ya que, de entrada, descarta como consumidora de la porquería que oferta a más de la mitad de sus posibles clientes: las mujeres.
Quedan igualmente descartados como consumidores de la bazofia todos aquellos varones que no se sientan cerdos o que siendo cerdos aspiren a algo más.