Recomiendo:
0

Cómo Australia salvó a Chicago

Fuentes: The Wall Street Journal

El año pasado, Chicago estaba en un aprieto. Enfrentaba un déficit presupuestario de US$220 millones y su calificación de crédito estaba bajo revisión de cara a una posible reducción de categoría. Los votantes temían un alza en los impuestos sobre la propiedad. Entonces recibieron ayuda de un lugar sorprendente: Australia. Macquarie Bank, el mayor banco […]

El año pasado, Chicago estaba en un aprieto. Enfrentaba un déficit presupuestario de US$220 millones y su calificación de crédito estaba bajo revisión de cara a una posible reducción de categoría. Los votantes temían un alza en los impuestos sobre la propiedad.

Entonces recibieron ayuda de un lugar sorprendente: Australia. Macquarie Bank, el mayor banco de inversión de Australia, orquestó un acuerdo para adquirir la histórica carretera de peaje de Chicago, Skyway, bajo un arrendamiento de 99 años por US$1.800 millones, cientos de millones de dólares más de lo que algunos representantes de Chicago pensaron que recaudaría.

La ganancia imprevista de la ciudad la ayudó a tapar un agujero en el presupuesto y establecer un fondo de US$500 millones para períodos de vacas flacas. La ciudad incluso fundó un proyecto para actualizar el sistema de catálogo de tarjetas de su biblioteca. Mientras tanto, los australianos comenzaron a recaudar el dinero de las personas que se desplazaban al trabajo y rápidamente elevaron el precio del peaje de la autopista.

El surgimiento de Australia como salvadora de Chicago pone de manifiesto un acontecimiento sorprendente en la economía mundial. En los últimos años, los inversionistas en muchas partes del mundo han acumulado un exceso de capital sin precedentes. Parte de esta acumulación proviene del alza en los precios del petróleo y las sólidas ganancias de las empresas impulsadas por el rápido crecimiento en países como China e India. También es consecuencia de las bajas tasas de interés mundiales, las cuales hacen que las tradicionales inversiones seguras, como los Bonos del Tesoro de EE.UU., sean menos atractivas para algunos inversionistas. Eso ha dejado a muchas grandes compañías, e incluso países, con las arcas llenas de efectivo pero sin saber a ciencia cierta dónde gastarlo.

Ahora el efectivo se acumula en lugares inesperados, transformando a economías pequeñas y ayudando a países como Australia, en donde se obliga a los trabajadores a que ahorren una porción de su salario para la jubilación, a ejercer una mayor influencia financiera de lo que se creía posible.

El caso de Australia no es único. En Singapur, las empresas estatales de inversiones Temasek Holdings Pte. Ltd. y Government of Singapore Investment Corp. han acumulado más de US$160.000 millones en participaciones en empresas estatales y ahorros de pensiones. Estas empresas se han convertido en una de las mayores fuentes de capital en Asia.

En Dubai, los inversionistas locales han amasado grandes riquezas, transformando a este tranquilo miembro de los Emiratos Árabes Unidos en potencia regional de comercio y transporte. Emirate Airlines, la aerolínea del país, es el principal cliente de los gigantescos aviones A380, de Airbus, con un pedido de 45 naves, un negocio en torno a los US$12.000 millones.

Australia debe su nueva riqueza a un auge económico de 14 años sustentado por una ley de 1992 que obliga a los trabajadores a destinar grandes cantidades de sus ingresos para la jubilación. Aunque los hogares australianos aún gastan más de lo que ganan, la nación está amasando una enorme cantidad de fondos.

El fondo para la jubilación, el cual es invertido por gestores del sector privado, cuenta con nada menos que US$550.000 millones, a los que se agregan entre US$70.000 millones y US$80.000 millones cada año. Como consecuencia, el fondo común de activos bajo gestión en Australia se encuentra entre los mayores del mundo.

Como la economía australiana no es lo suficientemente grande para absorber el efectivo, los inversionistas han tenido que encontrar maneras de gastarlo en otros lugares y se están especializando en un nicho que a menudo otros inversionistas pasan por alto: proyectos costosos de infraestructura, como carreteras, túneles y aeropuertos. Los gobiernos normalmente financian dichos proyectos o con fondos de sus arcas o colocando deuda.

El modelo del banco australiano de inversión Macquarie es diferente. El banco compra o arrienda los activos directamente, los agrupa en fondos y vende acciones de los fondos. La estrategia combina el capital reunido por el plan de ahorro obligatorio de Australia con las necesidades de infraestructura de todo el mundo. También permite que los gobiernos eviten endeudarse para financiar sus proyectos, con frecuencia una perspectiva desagradable. Macquarie gestiona los activos con la ayuda de expertos, cobrando tarifas en el proceso.

Para los ejecutivos de Macquarie, la estrategia de invertir en infraestructura en todo el mundo tiene sentido: Australia sencillamente no ofrece el mismo volumen de fusiones y adquisiciones, salidas a bolsa y otras oportunidades que Estados Unidos y Europa.

Macquarie Bank tiene una docena de banqueros en EE.UU. en busca de acuerdos. En San Diego, uno de sus fondos está construyendo una autopista de 19 kilómetros. En Virginia, un fondo de Macquarie invirtió más de US$600 millones para asumir el control de Dulles Greenway, una carretera de peaje de 22 kilómetros en Washington.

Los fondos Macquarie también tienen participaciones en los aeropuertos de Bruselas, Copenhage y Kilimanjaro, en Tanzania, así como uno de los puertos principales en China, una autopista japonesa y las mayores carreteras de peaje de Inglaterra. Este año, Macquarie anunció que está evaluando una licitación para comprar la Bolsa de Londres, aunque no está claro si ese acuerdo llegará a puerto.

Pero el modelo australiano puede exponer a los inversionistas a riesgos que aún no se comprenden del todo. Si las tasas de interés mundiales continúan subiendo, por ejemplo, esto podría hacer que otras inversiones sean más atractivas y perjudicar los retornos para los propietarios de los fondos Macquarie.

Los acuerdos también dependen de suposiciones no demostradas sobre la demanda futura. Si, por ejemplo, el tráfico en las carreteras de peaje no cumple las expectativas, Macquarie y sus inversionistas podrían sufrir pérdidas. Los escépticos aseguran que los fondos producirán mucho menos en el largo plazo de lo que esperan muchos inversionistas.