El Tribunal Correccional de París anunció hace unos días que va a juzgar a la Iglesia de la Cienciología por «estafa en banda organizada», entre otras razones. Esta iglesia, célebre por sus famosos miembros, como el actor Tom Cruise, es legal en varios países, como Estados Unidos, Venezuela, Australia, Suecia o, muy recientemente, España, y […]
El Tribunal Correccional de París anunció hace unos días que va a juzgar a la Iglesia de la Cienciología por «estafa en banda organizada», entre otras razones. Esta iglesia, célebre por sus famosos miembros, como el actor Tom Cruise, es legal en varios países, como Estados Unidos, Venezuela, Australia, Suecia o, muy recientemente, España, y está considerada como secta (algo así como una religión de segunda categoría, con un dios menor) en países como Francia.
Así como los fumadores no soportan que se les considere drogadictos, por la carga peyorativa que encierra el adjetivo, las consideradas sectas desean por todos los medios un reconocimiento público, y salir del pozo en el que les han confinado los representantes de las religiones legalizadas. Ya se sabe que una religión es una secta que ha prosperado socialmente, por ello las religiones, como la católica, reniegan de su pasado de secta judaica que medró gracias al espaldarazo oficial con el Edicto de Milán (313 dC) por el que el emperador Constantino declaró el cristianismo como religión del Imperio. Fue una operación política del muy astuto emperador, consciente del poder que acumulaban los cristianos, y que se convertiría en la joint venture más provechosa de la historia. Se cuenta que los cristianos contaron para ello con su Tom Cruise particular, nada menos que la madre del propio emperador.
Quedó claro desde entonces que para conseguir el estatus de religión es necesario un buen padrino, la alianza con el poder, o convertirse, como el Vaticano, en un poder terrenal por sí mismo, con tesoros, ejército y administración centralizada al estilo de los estados modernos.
A la Cienciología se la acusa de «ejercicio ilegal de la medicina», «graves estafas», «secuestros arbitrarios» y «manipulación mental». ¿Os suena? ¿Encontráis algún parecido razonable con la secta católica cuando sus curas sustituyen a los psiquiatras en el confesionario, cuando arrancan fortunas de sus feligreses en el lecho de muerte, cuando el Opus y demás variantes practican el «secuestro» y la manipulación mental de los niños?