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La moderna titanomaquia de Europa

Cómo grandes batallas sobre asuntos aparentemente menores están determinando el futuro de Europa

Fuentes: www.yanisvaroufakis.eu

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

En esta serie de artículos en tres partes* he abordado de manera crítica los recientes acontecimientos que han provocado un cierto grado de júbilo en un continente que durante un tiempo no ha tenido ninguna «buena noticia» referente a su integridad y su futura dirección. La Parte A ofrecía una perspectiva general de los acontecimientos que llevaron a la reciente intervención del señor Draghi, que coincidió con unos pasos hacia una unión bancaria y fiscal. La Parte B explicaba resumidamente los puntos de vista de los optimistas, a los que denomino europeístas en atención a su tendencia a creer que al final las elites de Europa «sobrevivirán». En esta parte explico las razones por las que las «Grandes esperanzas» (respecto a la intervención del BCE, la unión bancaria, los pasos federales de Bruselas, etc.) probablemente van a ser más dickensianas que literales.

PARTE C – La interpretación que hacen los eurocríticos de las OMT como un mecanismo no creíble que puede decidir la desintegración de Europa

La pesadilla de los europeístas

Los europeístas, que actualmente aplauden el audaz paso de las Transacciones Monetarias Directas (OMT, por sus siglas en inglés) del señor Draghi, temen una cosa: que no sea creíble la bazuca del señor Draghi. En efecto, para ser creíble y tener así la posibilidad de convertirse en los cimientos de una futura unión fiscal, incluso de una federación, si se la puede llamar así, la bazuca de las OMT deber estar equipada con una amenaza creíble: la amenaza de retirar las OMT a un Estado miembro que no logre frenar su déficit fiscal.

En otras palabras, el señor Draghi puede amenazar con retirar las OMT, pero hablar es barato, y para que una amenaza sea creíble quien la formula debe convencer al mundo de que a la hora de la verdad (es decir, cuando la otra parte viole sus términos y condiciones) él estará mejor ex post que aquello con lo que ha amenazado hacer ex ante [en palabras sencillas, cuando amenazo a mi hija con que dejaré de respirar si ella no hace los deberes, esta tienen todos los motivos para ignorarme sabiendo que si no hace los deberes yo estaré mucho peor si llevo a cabo mi amenaza en comparación con cómo serán las cosas para mí si no la llevo a cabo].

Analicemos el problema de credibilidad del señor Draghi en el contexto de una simple, aunque no simplista, descripción de lo que podemos llamar el Juego de los dos Marios (un Mario es el señor Draghi, que representa al BCE, y el otro, el señor Monti, el primer ministro italiano, que está ahí por cualquiera de los países fiscalmente estresados que puedan solicitar la ayuda de las OMT). Según el principal escenario europeísta, el señor Monti tiene que tomar dos decisiones de forma consecutiva. Primero, debe decidir si Italia necesita la ayuda del BCE tanto como solicitar un programa ESM-EFSF (siglas en inglés de, respectivamente, Mecanismo de Estabilidad Europea y Fondo Europeo para el Sudeste de Europa), la condición previa del señor Draghi para movilizar las OMT en nombre de Italia. Si el señor Monti no lo necesita y los mercados se dan cuenta de que el BCE no comprará los bonos italianos, Italia se consumirá en la actual espiral deudo-deflaccionaria que provocó que el señor Draghi invocara el programa de las OMT en primer lugar. Veamos ahora qué ocurre si el señor Monti solicita la ayuda de las OMT: el mejor escenario para los políticos de Italia es que las OMT sigan adelante, se eviten las medidas de austeridad rigurosa (y solo haya una austeridad ligera administrada por el señor Monti) y aunque no se logren los objetivos de reducción del déficit, el señor Draghi «se achique» y siga con sus OMT (a pesar de los informes negativos de la troika). En las actuales circunstancias, esto sería lo mejor para el señor Monti e Italia. Por otra parte, si el señor Draghi quita a Italia de las OMT en represalia por los objetivos de consolidación fiscal perdidos, esto sería una catástrofe absoluta para Italia, cuyo resultado más probable sería la salida de Italia del euro.

Haciendo balance, el orden de preferencia del señor Monti es el siguiente:

Mejor resultado = Solicitar un programa OMT, implementar una austeridad ligera contraria a las exigencias de la troika y esperar que el sñor Draghi continúe con las OMT a pesar de los objetivos de déficit sin cumplir de Italia.

Segundo mejor resultado = Solicitar las OMT, implementar una austeridad rigurosa de acuerdo con las exigencias de la troika, conseguir los objetivos de reducción de déficit a costa de un fondo de un colapso social y económico, observar como el señor Draghi sigue imprimiendo euros para apoyar los préstamos del Estado italiano.

Tercer mejor resultado = No solicitar en absoluto las OMT y hacer las cosas lo mejor que pueda sin la ayuda del BCE.

Peor resultado = Solicitar las OMT solo para que más tarde el señor Draghi las corte al no haber logrado mientras tanto los objetivos fiscales.

Vayamos ahora al otro Mario, el que dirige el BCE. ¿Cómo clasifica estos cuatro resultados? Sabemos que para el señor Monti el mejor sería solicitar un programa OMT y cumplir sus objetivos fiscales. De este modo, las OMT del señor Draghi habrán demostrado tener éxito y no se vería en la difícil posición de tener que considerar cortar el paso a Italia. Por razones similares, la segunda mejor opción del señor Draghi sería que el señor Monti no solicitara unas OMT, con lo que, de nuevo, ahorraría al señor Draghi el dolor de tener que considerar cortar el paso a Italia. Lo que no está claro es cómo clasifica el señor Draghi los dos resultados que quedan, los que resultan si Italia solicitara un programa y no cumpliera los objetivos. ¿Qué es peor para el BCE y el señor Draghi? ¿Que Italia quede fuera (sobre la base de algunos o varios informes negativos de la troika), con todas las catastróficas repercusiones de ello? ¿O que la credibilidad del BCE quede mermada debido a la observación común de que no lleva a cabo sus claramente formuladas amenazas? Por el momento, centrémonos de forma imparcial en a cuál de las dos catástrofes tiene más pánico el señor Draghi.

El siguiente diagrama refleja el Juego de los dos Marios y muestra cómo las dos decisiones del señor Monti interactúan con el acertijo del señor Draghi. El señor Monti sabe que si no solicita las OMT (es decir, sigue la flecha izquierda al principio), Italia acabará en su tercer mejor (o segundo peor) resultado. ¿Significa esto que tiene que solicitarlo? Veamos: si lo hace, entonces tiene que elegir entre introducir el más duro de los programas de austeridad para satisfacer las exigencias fiscales de la troika y no hacerlo con la esperanza de que el señor Draghi no se atreva a interrumpir las OMT por temor a un colapso total de la Eurozona. Todo depende de si, enfrentado a los objetivos fiscales no logrados, el BCE desactiva a Italia (el dilema del señor Draghi está situado en la parte inferior derecha del diagrama, en el nódulo-circulo negro).

En resumen, un señor Monti racional pensaría de la siguiente manera: «Si no solicito las OMT, mi país y yo mismo acabaremos con un resultado terrible (nuestro tercero mejor o segundo peor). Si lo solicito, entonces tengo la opción entre la más rigurosa de las austeridades, que me llevará al segundo mejor resultado (aunque el daño social y económico sea tremendo) u optar por una austeridad leve (para minimizar los costes sociales de la austeridad) con la esperanza de que el BCE clasifique un programa de OMT discontinuo por debajo de unas OMT que continúen a pesar de fallar los objetivos fiscales. Dicho de otra manera, la Italia del señor Monti o bien tendrá que solicitar un programa de OMT o los mercados tienen que percibir que lo puede hacer, si es necesario, y si lo hace, el BCE no lo suspenderá pase lo que pase.

El problema es que todo el mundo sabe que si Italia lo solicita, solo implementará el grado de austeridad exigido en caso de que el señor Monti considere que el señor Draghi clasifica el resultado inferior derecho como número 4 (en su escala de preferencia), y asigna el tercer puesto a un programa de OMT discontinuo para Italia. Porque si se supiera que al enfrentarse a objetivos fiscales fallidos el señor Draghi no se atreverá a retirar el apoyo OMT a Italia, el señor Monti tiene un buen motivo para romper sus compromisos de austeridad (véase la prueba abajo). Así la credibilidad del señor Draghi en el Parlamento alemán quedaría hecha trizas y prevalecería la línea del Bundesbank, lo que mataría toda la idea de los OMT y empezaría el desmantelamiento de la Eurozona. ¡Final de juego!

En resumen, el mayor temor de los europeístas es que el señor Draghi ha creado un juego que no puede ganar y que la única posibilidad de ganarlo es si el señor Monti (o, de forma más general, los dirigentes de los países que solicitan la ayuda OMT) se compromete personalmente con una austeridad rigurosa o bien el señor Draghi puede convencer de antemano a los dirigentes políticos de que está dispuesto a apretar el botón de la autodestrucción de la Eurozona (esto es, retirar el apoyo OMT una vez que haya empezado) siempre que un Estado no cumpla sus compromisos fiscales del programa. Ninguna de las condiciones parece posible.

Por una parte, a ningún gobierno puede gustarle genuinamente la austeridad rigurosa como un fin en sí mismo y ser capaz de seguir imponiéndola implacablemente ante un descontento popular cada vez mayor (pregunten a Herbert Hoover o, incluso, a George Papandreou). Por otra parte, ningún presidente del BCE puede convencer a los políticos de que él prefiere cancelar un programa OMT a encontrar una razón para seguir con él si sus objetivos fiscales fallan continuamente y ellos transigen en la implementación de una austeridad cada vez más rigurosa.

Si tengo razón en lo anteriormente expuesto, el diagrama señala un solo resultado: al principio del juego el señor Monti sabe que si él y el señor Draghi alcanzan alguna vez un sólido nódulo (o círculo) negro donde el señor Draghi tendrá que elegir, el presidente del BCE optará por moverse a lo largo de la flecha recta final, es decir, seguir con las OMT. Así pues, ¿solicitaría el señor Monti una OMT? Y de hacerlo, ¿implementaría «adecuadamente» una austeridad dura? Como es una persona lista, el señor Monti sabe que si no la solicita, Italia acaba obteniendo el tercer mejor resultado (de cuatro). Pero si lo hace y entonces adopta una austeridad ligera y procede a lo lago de la flecha de «reducción insuficiente de la deuda», entonces el señor Draghi seguirá con las OMT e Italia, y el señor Monti, llegarán a su mejor «destino». Tarde o temprano los mercados lo acabarán resolviendo y pronosticarán que, con el tiempo, el Bundesbank ganará el debate en Alemania, lo que provocará el final de las Transacciones Monetarias Directas del señor Draghi. En este punto, la crisis llegará a un crescendo espantoso.

La interpretación que hacen los eurocríticos del problema de credibilidad del señor Draghi

En el Juego de los dos Marios de más arriba, el eje que produce el problema de credibilidad del BCE a ojos de los europeístas (¡aunque no a los míos!) es la idea generalizada de que, una vez en las garras de un programa ESM-EFSF-OMT, el gobierno de un país como Italia no tiene un aliciente para hacer todo lo posible para reducir su déficit a un nivel que concuerde con los objetivos y exigencias de la troika. Es un temor legítimo. Desgraciadamente, minimiza gravemente el verdadero alcance del acertijo del BCE, puesto que aunque el señor Monti actuara como un pastor luterano decidido a exigir la más rigurosa de las austeridades a sus hermanos y aunque los italianos estuvieran decididos a mantenerlo en el poder mientras logre los objetivos de reducción del déficit de la troika, no se lograrían estos objetivos. Hay dos razones para ello.

El primero es el obvio problema de un país que carece de moneda propia, atrapado en un ciclo deudo-deflaccionario. Piensen en Holanda a principios de la década de 1930: decidido a ceñirse al Patrón Oro, luchó (con una encomiable determinación protestante) para escapar de este ciclo por medio de recortes y más recortes, liquidando burbujas de precios de los activos, bancos, trabajadores, compañías, etc. El resultado es que quebró y se quemó más rápido y más profundamente que ninguna otra economía de entreguerras comparable. Si se imponen, las restricciones de la condicionalidad de las OMT garantizarán que la periferia de la Eurozona sigue por el camino actual como los Países Bajos en la década de 1930.

La segunda razón tiene que ver con los vínculos dinámicos entre varios Estados miembros. En el Juego de los dos Marios he ignorado al resto de Europa y me he concentrado en la interacción entre el BCE y un Estado nación, Italia. El problema con la Eurozona es, por supuesto, los vínculos que crean un oleada de insolvencias que recorre toda la unión monetaria. En un artículo muy anterior elaboré un diagrama que describe esta dinámica brutal. Lo reproduzco a continuación por conveniencia (para su explicación, véase el apéndice más abajo).

Las OMT del señor Draghi no harán nada para anular este proceso deconstructivo ya que se basan en campañas consecutivas de austeridad. Si se mira la parte superior derecha del diagrama, se ve claro que la crisis de la Eurozona ha trepado por la línea descendiente 450 (como predecía ese análisis) hasta el punto de que los Estados miembros «caídos» no son solo «caídos» debido a los altos diferenciales/tasas de interés sino porque la crisis ha provocado (a) una fuga masiva de capital y (b) un frenesí de liquidaciones de activos que entonces ha alimentado las fuga de capital.

Una vez en esta fase, la crisis solo podría acabar si las intervenciones del BCE fueran un «pase lo que pase» dado. En vez de ello, para tener de su parte a la mayoría del consejo del BCE el señor Draghi tuvo que vincular las OMT a un compromiso imposible: que la consolidación fiscal era cuestión de voluntad política y que esta era suficiente para disolver la dinámica que describe el diagrama anterior.

Resumen

El señor Draghi aprobó ingeniosamente sus OMT a través del consejo del BCE afirmando que no era un plan para financiar gobiernos. No hubiera podido decir otra cosa sin que se le leyera la cartilla por violar la cláusula de no rescate del BCE. Con todo, en este sentido no era necesaria la condicionalidad (es decir, vincular un programa OMT para un país específico a su sometimiento a un programa de la troika). El señor Draghi podía haber anunciado su propia versión de Reducción Cuantitativa, sin limitar sus compras a los bonos periféricos y justificarlo con razones de pura política monetaria (utilizando una combinación de los argumentos que había utilizado y de los del señor Ben Bernanke de la Reserva Federal estadounidense).

Desgraciadamente, se hizo necesario imponer limitaciones fiscales (supervisadas por la troika) para apaciguar a los disidentes potenciales, esto es, el señor Asmussen dentro del BCE y la señora Merkel fuera. Así emergió la mezcla de OMT con austeridad supervisada por la troika, unido a la credibilidad de que el BCE cortará las OMT a cualquier país que no apruebe un examen de la troika.

Junto con los europeístas, parece que el señor Draghi cree que:

(a) para países como Italia es una cuestión política que cumplan las condiciones de la UE-FMI-BCE supervisadas por la troika, y

(b) su compromiso de sacarlo de las OMT si no se cumplen esas condiciones puede hacerse creíble.

Por desgracia, el señor Draghi se equivoca en ambas cosas.

Al unir su credibilidad a la negación de la dinámica subyacente que ha llevado en primer lugar a esta crisis ha creado un monstruo que inevitablemente se volverá contra él y le atacará. Italia y España (exactamente igual que Grecia, Portugal y España antes) solo solicitarán un programa ESM-EFSF-OMT cuando su situación sea tan desesperada que su compromiso con la reducción de déficit (vía austeridad rigurosa) carezca de credibilidad, destrozando a su vez la propia credibilidad del BCE respecto a la amenaza de suspender un programa OMT cuando no se concreta la reducción de déficit.

Esta pérdida secuencial de credibilidad significará una de estas dos cosas: o bien los mercados verán pronto a través de las OMT y la crisis vuelve en seguida antes de que ni siquiera tengan la posibilidad de demostrar su valor, o bien, una vez que han empezado las OMT (esto es, con España o Italia), un país significativo será arrojado a los perros y fuera del redil de la Eurozona (es decir, se suspenderán sus OMT) o el gobierno alemán se apoyará fuertemente en el BCE para poner fin a esto y, de hecho, a todos los programas OMT. En cualquier caso, la Eurozona no podrá sobrevivir a estas tensiones y, naturalmente, tampoco el sueño de los europeístas de una federación gradual.

Epílogo

En esta tercera parte hacía una simple pregunta: ¿nos han dado motivos los últimos acontecimientos para esperar que finalmente Europa esté haciendo las cosas como es debido? En efecto, una serie de relatos de «buenas noticias» ha enviado buenos vientos a las velas de los optimistas, a los que denomino europeístas, los cuales afirman que Europa está dando muestras ahora de moverse en la dirección adecuada a una velocidad que, sin ser tremenda, dejará atrás la crisis. Rumores acerca de una unión bancaria desde Bruselas, la decisión del Tribunal Constitucional alemán de no bloquear el ESM, el audaz plan del señor Baroso para una Europa Federal y, por encima de todo, las relevantes Transacciones Monetarias Directas (OMT, por sus siglas en inglés) del señor Draghi, estos son acontecimientos que dan la apariencia de una Europa que recupera su peso y se embarca por la senda hacia «más Europa».

No hay duda de que los recientes acontecimientos hubieran sido impensables hace muy poco tiempo. Una canciller alemana argumentando a favor de una supervisión central de los bancos, un miembro alemán del Consejo Ejecutivo del BCE apoyando compras indeterminadas de bonos italianos y españoles, un informe detallado con recomendaciones de la Comisión Europea que pone de relieve la federación en los próximos años: todo esto deberían ser acontecimientos impactantes que reconfortaran los corazones de aquellos de nosotros que creemos que la desintegración de la Unión Europea, con sus muchos defectos, serían un grave golpe para las futuras generaciones de todo el mundo.

Y sin embargo, como habrá supuesto el paciente lector o lectora de este largo artículo, me temo que estos acontecimientos trascendentales nos dejan muy poco margen para el optimismo. La principal razón es que detrás de las discusiones sobre las minucias de uniones bancarias o de las OMT hay una encarnizada titanomaquia, una lucha de titanes que es sorda pero perfectamente capaz de la destrucción de un orden que es inimaginable. Solo podemos notar estas batallas por la forma cómo los «asuntos menores» (es decir, si el BCE supervisará a todos los bancos o sólo a los «sistemáticamente» importantes) logran de manera desconcertante llevar nuestros dirigentes a inesperados callejones sin salida. Y es que por debajo de la superficie, en la que notamos estos desacuerdos aparentemente menores, hay titanes (es decir, el Deutsche Bank) que arremeten despiadadamente unos contra otros y contra la revelación de sus intereses y de su situación (esto es, su insolvencia, que los bancos alemanes quieren mantener fuera de la vista manteniendo sus muchos tentáculos en el mundo de la banca a la sombra lejos del alcance y de la supervisión del BCE). Como en la titanomaquia mitológica aquí hay varios titanes enfrentados y una variedad de alianzas de conveniencia entre ellos. Las instituciones europeas bien pueden demostrar ser demasiado endebles para contener estas luchas, en especial cuando la Gran Recesión (que se ha convertido en una Gran Depresión en partes de la periferia) les está robando el oxígeno del apoyo popular y de la legitimidad democrática. Trágicamente, esta titanomaquia subyacente está obligando incluso a los más elocuentes políticos y apparatchiks [burócratas] (esto es, ambos Marios), a entrar en juegos que no pueden ganar y de los que a la larga tanto Europa como el mundo serán los grandes perdedores.

Apéndice – Explicación del diagrama en cruz

Para conveniencia de los lectores y lectoras, copio a continuación la explicación de las cuatro partes del diagrama que aparece arriba:

El propósito de todo diagrama en cruz es combinar cuatro diagramas en uno de manera que sea más fácil ver las interconexiones entre las partes. Para leer este diagrama en cruz, nótese que todos los ejes son positivos. Por ejemplo, en la parte inferior derecha del diagrama, un movimiento hacia abajo significa un α(F) creciente. De forma similar, en la parte superior izquierda un movimiento hacia la izquierda significa un incremento en s, los diferenciales medios de la Eurozona. Una vez establecidas estas convenciones simples, es el momento de definir nuestros ejes.

Diagrama superior derecho: El eje horizontal contabiliza la cantidad de Estados miembros solventes. Al principio, es decir, justo antes de la aparición de la crisis, todos los Estados miembros N entraban en esta categoría. Después de que «cayera» el primer Estado miembro (Grecia), la cantidad de Estados miembros solventes disminuyó a N-1 (véase el eje horizontal) mientras que la cantidad de Estados «caídos» F [por fallen, «caídos»] (véase el eje vertical) ascendió a uno. Con cada Estado miembro que «cae» ascendemos una muesca en la línea recta.

Diagrama inferior derecho: Encontramos aquí la relación entre la ratio toxica del EFSF α(F) y la cantidad de Estados miembros «caídos» F. Con cada nuevo Estado miembro de que «cae», nos movemos hacia la izquierda del eje horizontal y α(F) sube por la fina curva roja. Esto significa simplemente mientras más países son presa de la crisis y requieren rescates oficiales de los demás, los demás países solventes se enfrentan a un cada vez mayor α(F): dicho de otra manera, la ratio de deudas que el solvente debe garantizar sobre el PNB agregado aumenta aunque la deuda agregada y el PNB agregado de la Eurozona sigan siendo los mismos (de hecho, ¡aunque la ratio agregada de la deuda-sobre-el-PNB sea constante o menor!).

Diagrama inferior izquierdo: el nuevo eje que se añade aquí (que va a la izquierda desde el centro del diagrama en cruz) es la media de los diferenciales de la tasa de interés (es decir, la diferencia media de las tasas de interés de un Estado miembro desde la tasa de interés más baja en la Eurozona, esto es, la de Alemania) a la que se enfrentan los Estados todavía solventes de la Eurozona. ¿Qué ocurre cuando α(F) sube en respuesta a la «caída» de un Estado miembro que recientemente ha hecho una espantosa transición de ser un donante EFSF a ser un receptor EFSF? La simple respuesta es que los diferenciales de la tasa de interés suben por toda la Eurozona. Esta simple verdad la refleja aquí la curva azul s s(α): por ejemplo, cuando «cayó» Irlanda, α subió y los mercados se pusieron más nerviosos acerca de la capacidad de Portugal, el nuevo Estado miembro marginal, para cargar no solo con la carga de su deuda sino también con la carga añadida de su contribución al rescate irlandés. En estas circunstancias los mercados reaccionan (naturalmente) empujando los diferenciales de naciones todavía solventes con una ratio más bien alta de la deuda-sobre-el-PNB y un crecimiento relativamente lento. Así, la relación positiva entre a(F) y s en esta parte de nuestro diagrama en cruz.

Diagrama superior izquierdo: Cada Estado miembro tiene un límite más allá del cual no puede refinanciar su deuda existente cuando las tasas de interés que tiene que pagar llegan a un cierto nivel umbral. Esto es lo que le ocurrió a Grecia en mayo de 2010, a Irlanda unos pocos meses después, a Portugal en la primavera de 2011 y pronto a España e Italia (que se quedarán sin dinero en septiembre de 2011 y febrero de 2012 respectivamente). En esta parte final del diagrama la asunción es que los diferenciales medios pre-crisis eran iguales a s0. Los otros valores de s, si, describen el nivel de diferenciales medios a los que se enfrenta el Estado miembro todavía solvente i por encima del cual también «cae» y se une a la lista EFSF de Estados receptores.

Utilicemos ahora el diagrama para responder a la pregunta inicial: ¿por qué Italia y España? Y, ¿por qué es inmaterial el tamaño actual del EFSF? Empecemos nuestra explicación en los dos puntos que el diagrama marca como puntos de partida: en la parte superior derecha del diagrama está el punto N en el eje horizontal (que corresponde a la condición inicial cuando ningún Estado miembro ha «caído» todavía) mientras que en el diagrama superior izquierdo esta el nivel diferencial medio de la tasas de interés de la Eurozona s0 (en el eje horizontal). Por razones que no discutiré aquí, en algún momento los diferenciales medios empiezan a subir en un momento dado de finales de 2009. Cuando llegan al nivel s1, esto desencadena la crisis griega y después de muchas tribulaciones, el rescate de Grecia en mayo de 2010. Una vez que Grecia cayó, la contribución media de cada uno de los restantes Estados miembros, que hasta entonces equivalía a cero, sube al nivel α1. El resultado es un mayor incremento de los diferenciales medios hasta que s llegó a s2, causando así la «caída»de Irlanda [el lector o lectora debería trazar la flecha continua que empieza en s0 (véase diagrama superior izquierdo), gira hacia s1, luego sube hasta que F sube de 1 a 2 (esto es, Irlanda se une a Grecia – véase diagrama superior derecho), luego continúa al diagrama inferior derecho empujando α a α2 antes de moverse de nuevo al diagrama inferior derecho donde empuja los diferenciales medios a s3, un nivel que arroja a Portugal por el acantilado etc. etc.].

Aquí hay que señalar dos puntos antes de ir a mis observaciones finales:

Primero, lo mejor que podemos decir de nuestros dirigentes europeos es que quizá habían esperado que la pendiente de curva s(α) fuera menos abrupta y así hubieran podido impedir que ocurriera la explosión similar a una telaraña. De ser así, deberían haberlo sabido, puesto que la pendiente de esta curva no está esculpida sobre piedra sino que se predica de la psicología de los mercados. En vista de la flagrante incertidumbre a nivel global, enterrar una ratio tóxica, como α(F), en los cimientos de tu aparato anticrisis (el EFSF) es pedir problemas.

En segundo lugar, Alemania y el resto de los países excedentes estaban esperando que las garantías de préstamo que estaban ofreciendo al EFSF nunca se convertirían en transacciones en metálico reales. De hecho, esto debería ser así si el EFSF tuviera una estructura coherente: su propia institución hubiera impedido juegos especulativos de operadores de bolsa y los contribuyentes alemanes nunca hubieran tenido que soltar los euros asociados a garantías de préstamo al EFSF. Pero con el α(F) tóxico dentro de los cimientos del EFSF, los mercados reconocen la forma de diagrama en cruz de arriba. Y nada les gusta más que una oportunidad de apostar contra una amenaza, promesa o predicción increíble de un alto cargo. Aunque solo fuera por esta razón, era una auténtica locura imaginar que la curva α(F) pudiera girar lo suficientemente ligeramente para ayudar a contener el contagio. En resumen, nuestros dirigentes deberían haberlo sabido.

*Véase Parte A: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=156379, y Parte B: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=156638

Fuente: http://yanisvaroufakis.eu/2012/09/17/europes-modern-titanomachy-how-europes-future-is-being-shaped-by-large-battles-on-seemingly-small-matters-part-c/