En medio de toda una serie de señales confusas, China aparece claramente como el objetivo principal de la agenda comercial de Trump. La mejor respuesta de China a los aranceles sería depender más del consumo interno que de las exportaciones, pero llevar a cabo ese cambio supone un enorme reto para sus líderes.
Apenas tres meses después de iniciar su segundo mandato como presidente, Donald Trump ya envió toda una serie de mensajes contradictorios sobre su política arancelaria. Pero hay un tema recurrente en todos: Trump está decidido a reformular la relación económica de Estados Unidos con China.
Para saber más sobre cómo perciben los gobernantes chinos la agenda de la administración Trump y qué van a hacer al respecto, hablamos con Ho-fung Hung, profesor de economía política en la Universidad Johns Hopkins y autor de libros como The China Boom: Why China Will Not Rule the World (El boom chino: ¿Porqué China no dirige el mundo?) y City on the Edge: Hong Kong under Chinese Rule (Ciudad al límite: Hong Kong bajo control chino). Su próxima obra, The China Question: Eight Centuries of Fantasy and Fear (La cuestión china: ocho siglos de fantasía y miedo), se publicará en noviembre.
¿Cómo percibió la élite del poder chino el inminente regreso de Donald Trump a la Casa Blanca? ¿Esperaban una confrontación frontal con Estados Unidos bajo el mandato de Trump?
Antes de la toma de posesión, se podían escuchar voces en la clase dirigente china, expresadas a través de los medios de comunicación oficiales, que planteaban que Trump es un hombre de negocios y alguien con quien China podría negociar. Por supuesto, no creo que la élite china quisiera ofender demasiado al nuevo presidente en ese momento, porque siempre pensaban en la posibilidad de llegar a un acuerdo con él en algún momento, como hicieron durante su primer mandato.
Al asumir el cargo, el nuevo presidente comenzó a hacer muchas cosas que ofendían a los europeos y preocupaban a muchos aliados de los Estados Unidos en todo el mundo. Incluso antes de su toma de posesión, ya había afirmado que Europa y Japón debían asumir más responsabilidad en cuanto a su propia defensa. Y luego también estaban las conversaciones sobre los aranceles.
En ese momento, algunos comentaristas dentro de China sugerían que esto era en realidad algo bueno para China: mientras que la administración de Joe Biden había estado muy interesada en mantener una relación estrecha con los aliados y amigos de Estados Unidos, como Japón, Corea del Sur y Taiwán, Trump estaba ahora haciendo que los Estados dependientes de la protección estadounidense se pusieran nerviosos y vieran a Estados Unidos como un socio poco fiable, por lo que, desde su perspectiva, podría ser mejor formar parte de la esfera de influencia de China.
Esa idea sigue vigente. Muchos nacionalistas chinos —y estoy seguro de que también algunos funcionarios del Gobierno— siguen pensando que es una oportunidad para ampliar su influencia, mientras Estados Unidos preocupa a sus amigos y aliados tradicionales.
La situación está cambiando rápidamente: primero Trump declaró que iba a imponer aranceles generales a varios niveles para luego suspender,los para la mayoría de los países, al tiempo que duplicaba los de China, que superaban ampliamente el 100%. Ahora parece que también hubo un cambio en esos aranceles, y podría haber más novedades. Pero en el momento en que Trump declaró su intención de imponer esos fuertes aranceles a los productos chinos, ¿cuál fue la reacción de los responsables políticos de ese país?
Como dices, hubo muchos vaivenes en este tema y realmente no sabemos cuál es la situación. Lo único que está quedando claro es que todo el sistema de aranceles está dirigido principalmente a China y a países como Vietnam y Camboya, que podrían convertirse en centros de transbordo de productos chinos para eludir el régimen arancelario de Trump. Ahora, Trump también dijo de repente que podría haber muchas posibilidades de llegar a un acuerdo con China y que los aranceles se reducirían.
En primer lugar, creo que esta confusión es un reflejo de la división dentro de su administración. Oímos algunas voces, como la de Peter Navarro, que insisten en que los aranceles serán una medida permanente para reindustrializar a Estados Unidos, mientras que el secretario del Tesoro Scott Bessent y otras personas del Gobierno afirman que esta medida arancelaria es el comienzo de un proceso de negociación sobre otras cuestiones, por lo que a largo plazo se irán reduciendo.
La reacción del capital se puede ver claramente en la fuga de capitales de Estados Unidos. No solo vimos un mal comportamiento de la bolsa, sino que, al mismo tiempo, la gente abandonó el mercado de bonos del Tesoro estadounidense, algo sin precedentes en los últimos tiempos. Normalmente, cuando la gente huye de la bolsa, se refugia en los bonos del Tesoro, que son un valor seguro. Yo lo veo como una especie de huelga de capital para intentar imponerle disciplina al Gobierno. El ablandamiento de Trump en cuanto a los aranceles sería entonces una reacción a esta huelga de capital.
Al mismo tiempo, el Gobierno chino no se hace ilusiones sobre lo que puede esperarse de esta administración. En este sentido, una reacción oficial inmediata fue la repentina visita de Xi Jinping a países del sudeste asiático como Camboya, Vietnam y Malasia para prometer una unidad contra los aranceles. Esos países le desplegaron la alfombra roja y sus líderes dijeron muchas cosas agradables y educadas en las conversaciones con Xi, posando con él para las fotos a fin de transmitir la impresión de que el sudeste asiático está con China en este tema.
Pero cuando se analiza el fondo, no se firmaron muchos acuerdos concretos. Estos países están encantados de posar para las fotos y de mantener conversaciones amistosas con Xi, pero al mismo tiempo parecen muy nerviosos por los aranceles estadounidenses y no quieren ofender a Trump. Por ejemplo, Camboya, a pesar de su gran dependencia económica de China, fue el primer país en declarar que no tomaría represalias contra Estados Unidos.
Tras la visita de Xi, Camboya acogió la histórica visita de dos buques de la Armada japonesa a una base naval financiada por China. Del mismo modo, los funcionarios vietnamitas se mostraron amistosos durante la visita de Xi al país, pero una vez que este se marchó se comprometieron a tomar medidas contra el transbordo de productos chinos que se presentan como si fueran fabricados en Vietnam. No quieren que Trump le imponga aranceles elevados a sus países, ya que dependen en gran medida de las exportaciones a Estados Unidos.
Singapur es otro caso interesante. El ex primer ministro Lee Hsien Loong criticó los aranceles estadounidenses mientras que, al mismo tiempo, su esposa, Ho Ching, también compartió en redes sociales un artículo en el que se acusaba a Xi Jinping y a China de actuar durante la última década como un jefe mafioso para ahora buscar el apoyo de los países del sudeste asiático en relación con los aranceles de Trump. Esto atrajo mucha atención.
China no tuvo muchas cartas que jugar para consolidar su liderazgo en el sudeste asiático, ya que durante los últimos diez años hubo muchas quejas sobre su papel allí, a pesar de la apariencia superficial de amistad. Antes del regreso al poder de Trump, muchos países del sudeste asiático, así como otros del Sur Global (como Sudáfrica y Brasil), ya le habían impuesto aranceles a los paneles solares, el acero y los automóviles chinos, entre otros productos. En ese frente, China solo puede crear una imagen de solidaridad con el sudeste asiático y el Sur Global, mientras que, en esencia, puede hacer mucho menos de lo que parece.
La mejor línea de actuación que puede seguir el Gobierno chino para resistir la política arancelaria es redoblar su apuesta por una mayor autarquía. Hace unos años, ante las restricciones de la administración Biden a las exportaciones de alta tecnología a China, Xi Jinping ya hablaba de reducir la dependencia del comercio mundial y aumentar la dependencia de sus mercados internos.
A partir de ese momento, vimos un intento del Gobierno chino de asegurar su régimen mediante una desconexión activa de la economía mundial. Creo que esta idea de una mayor autosuficiencia económica es la mejor opción para capear la tormenta económica, desde la perspectiva de la supervivencia del régimen. Probablemente, esto implicará una mayor desaceleración de la economía china.
Durante las últimas décadas, el modelo económico chino dependió en gran medida de las exportaciones, especialmente a Estados Unidos. Aunque la idea de una economía más autosuficiente parece ser la mejor opción en principio, ¿existe una forma viable de que los líderes chinos lo consigan o se enfrentarán a obstáculos importantes en el camino?
Los economistas y asesores políticos, tanto dentro como fuera de China, siempre pensaron que la mejor medida pasaba por impulsar el consumo interno. En teoría, es algo fácil de hacer. También hubo figuras del Gobierno chino que hablaron de la necesidad de aumentar la cuota del consumo interno en el PIB, desde Zhu Rongji en la década de 1990 hasta Wen Jiabao en la de 2000 y, más recientemente, Li Keqiang. Pero si se analizan los datos, aunque el consumo interno pueda estar creciendo en términos absolutos, en realidad se está estancando o disminuyendo como porcentaje del PIB.
Hay una razón por la que esa estructura es tan difícil de transformar. China se integró en un sistema comercial neoliberal global, coordinándose muy bien con Estados Unidos. Esto se remonta a la década de 1970, cuando los sindicatos se estaban haciendo más poderosos en Estados Unidos y otros países occidentales, exigiendo salarios más altos, mientras que al mismo tiempo había más presión para la protección del medio ambiente, con la formación de organismos como la Agencia de Protección Ambiental. En los países occidentales estaban aumentando los costos medioambientales y laborales de la producción.
Esto creó una oportunidad para que China se incorporara al sistema comercial y resolviera el problema de la caída de los beneficios del capital occidental, ya que el país ofrecía para las empresas bajos costes laborales y de protección medioambiental. Desde la década de 1980, el capital occidental pudo escapar del empoderamiento de los trabajadores y de las regulaciones medioambientales más estrictas trasladando la producción a China.
Este es el secreto del éxito de China: le pudo ofrecer al capital occidental, y más tarde al capital chino, condiciones favorables que realmente no se podían encontrar en ningún otro lugar del mundo. Ni siquiera en el sudeste asiático, donde los ingresos son bajos y hay elecciones y sindicatos independientes en muchos de esos países, por lo que no pudieron llegar tan lejos como China. Esto está integrado en el núcleo del modelo económico chino.
La desventaja del modelo es que, con unos niveles tan bajos de protección de los trabajadores —no solo los de la industria manufacturera o la construcción, sino también los de la economía de plataformas—, los ingresos de los hogares son muy bajos y la proporción de los ingresos en el PIB es muy reducida, lo que limita el poder de consumo de la población. Me refiero a la gente corriente, no a los grandes consumidores que compran bolsos de lujo en París. Esta estructura dificulta el impulso del consumo interno.
Es una situación muy difícil de cambiar, sobre todo porque China no es un país como Brasil o la India, donde se celebran elecciones, por lo que los políticos no están sometidos a la presión de aplicar políticas como la muy aclamada Bolsa Família brasileña, que transfiere directamente ingresos en efectivo a las familias de bajos ingresos. En la India, existen incentivos para que los políticos locales y el Gobierno central realicen transferencias a las zonas rurales en época de elecciones. Algunas personas lo ven como una forma de compra de votos, pero funciona como una especie de transferencia de ingresos que puede impulsar el consumo. La participación del consumo interno en la economía es mucho mayor en Brasil, India y otros grandes países de ingresos medios que en China.
Al mismo tiempo, algunos economistas ya están diciendo que, si los ingresos de los hogares no son suficientes para impulsar el consumo, tal vez el Gobierno pueda hacerlo utilizando algunas herramientas típicas de la política keynesiana y recurriendo al gasto deficitario para consumir y ofrecer bienes públicos como viviendas sociales, educación gratuita y salud socializada. Sin embargo, los funcionarios del Gobierno chino (en particular los del Gobierno central) se vienen mostrando muy conservadores en materia de política fiscal desde la década de 1980. Siempre temieron perder el control si el Gobierno no cuenta con un gran superávit en sus arcas.
Dado que China se enfrenta a muchos obstáculos en sus exportaciones a Estados Unidos y Europa, con aranceles y otras medidas proteccionistas contra los vehículos eléctricos, el acero y otros productos chinos, se buscaron nuevos mercados para las exportaciones, desde los países del Golfo en Oriente Medio hasta el Sur Global. Pero los niveles de ingresos en el Sur Global no son tan altos como en Europa, Japón y Estados Unidos. Muchos países en desarrollo también comenzaron a imponer sus propias medidas proteccionistas a los productos chinos, desde Indonesia hasta Sudáfrica.
En teoría, debería ser muy fácil pasar a un modelo basado en el consumo interno de los hogares en lugar de uno orientado a la exportación, pero solo en teoría. Políticamente, la estructura del régimen y los intereses creados en China lo hacen mucho más difícil de lo que sugiere la teoría, mientras que, al mismo tiempo, estamos viendo nuevas barreras a las exportaciones chinas en todo el mundo.
Se encuentran en una situación muy difícil y, si no se resuelve, la economía seguirá ralentizándose. Sin embargo, una crisis económica podría no ser un escenario catastrófico para el régimen desde el punto de vista de su propia seguridad. Ejemplos como Venezuela e Irán demuestran que la crisis económica no tiene por qué suponer un problema para un régimen, siempre y cuando este pueda mantener los sistemas de control y vigilancia.
Esto me lleva a la última pregunta. Antes dijiste que algunas personas del Gobierno chino podrían estar acogiendo con satisfacción el regreso al poder de Trump, como una oportunidad para la movilización nacionalista. ¿Cómo calificaría la posición de los actuales dirigentes chinos en cuanto al frente interno? ¿Es probable que la hostilidad de Estados Unidos avive una reacción de nacionalismo popular que refuerce el poder de los gobernantes chinos o la turbulencia económica sostenida podría debilitar su autoridad?
Creo que, sin dudas, el Partido Comunista Chino se beneficia de las quejas globales actuales sobre la política de Trump. Los anteriores gobiernos estadounidenses tuvieron muchos problemas con las prácticas comerciales y de derechos humanos de China. Lo que estuvo haciendo la administración Trump es una especie de lenta convergencia con el modelo chino en términos de prácticas comerciales y también en términos de derechos humanos, al menos a nivel retórico. Por supuesto, sigue habiendo una gran brecha entre Estados Unidos y China en todos esos aspectos, pero la dirección del viaje estadounidense lo está acercando a China.
En este escenario, muchos aliados de Estados Unidos e incluso los liberales chinos, tanto dentro como fuera del país, se encontrarán en una posición en la que criticarán a Estados Unidos y pensarán que el proteccionismo y el abuso de los derechos humanos en China son menos graves y menos difíciles de aceptar en comparación con la situación estadounidense actual. En términos de relaciones públicas, eso sin duda le restará fuerza a quienes critican las prácticas del Gobierno chino en todos esos ámbitos. Es una buena noticia para los líderes chinos, que podrán decirle a su pueblo que la situación en Estados Unidos no es en absoluto perfecta y que su propio Gobierno no es tan malo.
Por supuesto, ese argumento solo se esgrime a nivel de relaciones públicas. En realidad, sigue existiendo una gran brecha entre China y Estados Unidos en materia de derechos humanos. A largo plazo, es de esperar que los controles y contrapesos del sistema estadounidense, incluidos los tribunales y las elecciones de mitad de mandato, den sus frutos. Pero, en este momento, la gente se está adaptando a la nueva realidad en Estados Unidos y la percepción que está creando sin dudas ayuda a China.
Hay otro factor que podría ayudar a China, aunque depende de cómo se desarrolle la invasión rusa de Ucrania. A tres meses del inicio de la nueva administración, la percepción de que Estados Unidos está renunciando a Ucrania y dándole carta blanca a Rusia va a ayudar mucho a China, tanto a nivel internacional como interno. Sin embargo, debo añadir la salvedad de que la situación es muy inestable y no podemos estar seguros de si la administración Trump está actuando de una determinada manera sólo como táctica de negociación.
Al final, podría alcanzarse un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia, tras lo cual la situación comenzaría a estabilizarse y las relaciones entre Rusia y Occidente mejorarían. Si eso ocurriera, sería un problema para China, pero aún no es el caso. En este momento, el Gobierno chino está obteniendo claros beneficios de lo que ha sucedido desde que Trump regresó a la Casa Blanca.
Ho-fung Hung. Profesor de Economía Política en la Universidad John Hopkins. Es autor de The China Boom: Why China Will Not Rule the World (Columbia University Press, 2018) y de Clash of Empires: From «Chimerica» to the «New Cold War» (Cambridge University Press, 2022), entre otros libros.
Traducción: Pedro Perucca
Fuente: https://jacobinlat.com/2025/04/como-reacciona-china-a-la-guerra-comercial-de-trump/