«Determinadas economías de la Eurozona siguen deprimidas y con un nivel de demanda agregada que cae más a cada día que pasa. Su depresión incrementa la probabilidad de una desintegración de la Eurozona, mientras que el incremento de la probabilidad de una desintegración de la Eurozona contribuye a agravar su depresión. En algo hay que ceder. Si no se afronta la depresión de España, de Grecia, de Portugal, la Eurozona, simplemente, se agostará y morirá. Desgraciadamente, a causa de los errados fundamentos de la Eurozona, la depresión de la periferia no puede afrontarse con una gestión macroeconómica normal de la demanda agregada. A menos que se «fuerce» al euro a tener el mismo valor en toda la Eurozona, la depresión de la periferia irá a peor y la Eurozona perecerá. A menos que se ponga por obra cierta mutualización de la deuda sin necesidad de pedir a los contribuyentes alemanes que garanticen las deudas de otros, la depresión de la periferia conspirará con la crisis del euro para poner fin a la Unión Europea. Y finalmente: lo último que necesita Europa es otra burbuja para restaurar la demanda agregada. No; lo que necesitamos es erradicar, no sólo los síntomas de la crisis, sino también sus causas subyacentes (esto es, el desbalance de las inversiones productivas). Necesitamos, en una palabra, un New Deal inteligentemente diseñado para Europa, con el Banco Europeo de Inversión a la cabeza.»
El problema que presenta toda crisis es que elimina el tipo de escasez que contribuye a que funcionen propiamente dos mercados cruciales (el mercado de trabajo y el mercado de dinero/capital) y lo substituye por otro tipo de escasez que causa el colapso de esos dos mercados: la escasez grave de demanda agregada. Eso es lo que ocurrió en los años 30 en EEUU y Europa. Y es lo que está ocurriendo ahora, pero con un giro abominable, en países como Grecia y España. ¿Puede reflotarse la deprimida periferia de la eurozona estimulando la demanda agregada y sin que se formen nuevas burbujas? ¿Cómo tendría que ser un New Deal para la Eurozona?
De la escasez de demanda agregada a la depresión
Una vez en las garras de la escasez de demanda, una macroeconomía entra en una depresión. Eso significa que las reducciones salariales generan paro y que los tipos de interés cero no consiguen ya estimular la inversión. Si el gobierno introduce la austeridad y apoya el poder negociador de los empresarios para reducir los salarios, el resultado es una ulterior reducción de la demanda agregada y una profundización de la recesión. Esa macroeconomía podría tener la suerte de escapar a la depresión, si se cumpliera una de estas dos condiciones:
(a) el ambiente exterior es boyante, lo que ayuda a la economía a incrementar la demanda de sus exportaciones; y/o
(b) comienza a hincharse alguna burbuja (por ejemplo, en los mercados financieros y en los bienes raíces) que dispara el consumo, el cual, a su vez, impulsa la inversión y, a la postre, restaura la demanda.
Un buen ejemplo de (a) fue el Canadá de los 90. En lo que hace a (b), no se me ocurre mejor ejemplo que el llamado «modelo anglosajón», es decir, el modo en que, bajo la cobertura ideológica del sinsentido neoliberal, el Reino Unido y los EEUU salieron de la recesión de 1979-82 por la vía de cultivar burbujas masivas en sus mercados inmobiliarios y financieros.
Huelga decirlo: no todas las caídas de la demanda agregada inducen una depresión. Alzas y bajas de la demanda agregada forman parte de un ciclo económico normal. ¿Qué es lo que convierte una recesión en una depresión? Históricamente, eso sucede cuando se han hinchado grandes burbujas en los mercados financieros e inmobiliarios (burbujas que siempre van de la mano), causando la entrada de flujos masivos de capital en una economía y, luego, en la cúspide del desarrollo económico que han alimentado, estallando. Desaparecidas las burbujas, lo que de repente queda es un enorme sobreendeudamiento. En las atinadas palabras de John Lanchester, todos deben a todos, y nadie puede pagar. Cuando, llegados a este punto, el gobierno busca poner cotos a sus acrecidos déficits por la vía de la austeridad, el desapalancamiento seca el crédito, las empresas colapsan, la confianza se funde, se dispara el desempleo, y entra en erupción una triple crisis -deuda/deflación/quiebra bancaria- que lleva a la depresión.
Depresión en la Eurozona: los casos de Grecia, España, etc.
En el caso de las economías deprimidas de la Eurozona, al retrato hasta ahora dibujado hay que añadirle todavía una arruga: incapaces de devaluar sus monedas, y privados de un prestamista de último recurso, países como Grecia y España están atrapados en una imposible trampa mortal. Con un BCE dispuesto a asegurarse de que ningún banco morirá nunca, por enfermo que pudiera estar, una red zombieficada, mortiviviente, de muy distintos sistemas bancarios se mantiene «en vida» sin, no obstante, disponer de la menor capacidad para cumplir con sus deberes bancarios normales. Forzados periódicamente a recapitalizar esos bancos zombies (a los que el BCE no ofrece sino liquidez), los agobiados soberanos de la Eurozona se ven atados, ellos mismos, a un megalito que se hunde. Cuanto más tratan de resucitar a los bancos para dar una hilo de vida a las empresas, tanto más se hunden en la insolvencia. Un hecho, éste, que los mercados conocen (por lo que desisten de prestar a esos bancos) y que los depositantes locales temen (por lo que trasladan su dinero al exterior). Así, paulatinamente, los circuitos de crédito mueren con unos bancos reducidos a la única función de canalizar todo capital que sigue en esos países dejados de la mano de dios hacia los países superavitarios. En un interminable círculo de ruina y destrucción, el hecho de que los países superavitarios estén ahora mismo experimentando tasas de interés sin ejemplo histórico, por lo inusitadamente bajas -cortesía de la fuga de capitales desde las desventuradas naciones deficitarias-, reduce los incentivos de los políticos de los países superavitarios para actuar en ayuda de las naciones deprimidas y sacarlas de la trampa mortal.
Así las cosas, hablar en términos convencionales de la demanda agregada es entre una tautología y un… lujo. La demanda agregada es la suma de G+I+(X-M), en la que G es el gasto público, I es la inversión y X-M es la exportación neta. Para países como Grecia y España, las condicionalidades de la Troika abaten G, y el colapso de los circuitos de crédito garantizan que I será negativa. El único estimulillo viene de X-M, puesto que M (las importaciones) caen en picado y las empresas que todavía producen algo salen fuera en busca de clientes (empujando así X al alza, hasta donde lo permitan las condiciones exteriores). En una palabra: la demanda agregada está por los suelos en nuestros países, y cavando un agujero hacia… China (en la medida en que la Troika impone su mandato y los bancos caen más profundamente todavía en su estado de zombiedad).
En suma, pues: la idea de los economistas alemanes de Kantoos’, según la cual Grecia, España y otros están experimentando una sequía de demanda agregada es, la cosa no ofrece duda, casi tautológicamente verdadera. Es como decir que un paciente de cáncer terminal está experimentando un montón de dolor. Es verdad, pero no resulta de particular ayuda desde un punto de vista analítico. La cuestión es: ¿cómo se consigue restaurar la demanda agregada, sin reconstruir las burbujas que, al estallar, originaron el problema?
La Modesta Proposición
Como Stuart Holland y yo hemos venido sosteniendo desde hace ahora más de dos años, la tarea en que debería empeñarse Europa es la de la restauración de la demanda agregada sin que se formaran nuevas burbujas de deuda pública y de deuda privada. Para conseguirlo, Europa necesita tres cosas (para un análisis detallado de nuestra propuesta, pulse aquí):
1. Restaurar los circuitos de crédito
El pánico bancario en los países deficitarios no se frenará, a menos que un euro en una cuenta bancaria española vuelva a tener el mismo valor presente que un euro en una cuenta bancaria alemana u holandesa. Para que eso ocurra, es necesario volver a reducir a cero la probabilidad de una desintegración de la Eurozona, algo que no pueden conseguir ya campanudas declaraciones de la Sra. Merkel o del Sr. Draghi: lo que se precisa es la plena integración de los sistemas bancarios de la Eurozona en un único sistema supervisado por el BCE y recapitalizado/nacionalizado por el ESM-EBA [Mecanismo Europeo de Estabilidad-Autoridad Bancaria Europea, por sus siglas en inglés; T.].
2. Centralizar parte de la deuda de la Eurozona
Una unión monetaria precisa de una deuda común. No sólo porque eso reduce los costos del empréstito de países como España e Italia en un momento en que están abocados a la insolvencia, sino porque la mutualización de la deuda actúa como un amortiguador que previene el desarrollo de un efecto dominó tras un pánico bancario. Además, una deuda común actúa como señal a los mercados de que la Eurozona no puede romperse. Nuestra propuesta de bonos emitidos por el BCE estaba concebida para suministrar un método sencillo de creación de esa deuda común, sin necesidad de cambiar los Tratados, sin necesidad de que Alemania tuviera que garantizar la deuda de otros Estados miembros y sin necesidad de preocuparse por los llamados problemas de azar moral.
3. Convertir el ahorro ocioso en inversión rentable
Como dicho más arriba, no queremos que una nueva burbuja cree la demanda agregada que falta. Europa no puede repetir el grosero error de la era Thatcher, cuando las pérdidas de demanda agregada debidas al desplome de la capacidad industrial y a los recortes del sector público fueron reemplazadas por una gigantesca demanda agregada generada por las burbujas gemelas del Big Bang de la City londinense y de la efervescencia del sector inmobiliario. No; lo que Europa necesita es hallar una vía para canalizar las existentes montañas de efectivo ocioso (tanto de las grandes empresas que están sacando fuera su dinero, como de los bancos que, ahora mismo, prefieren estacionar montañas de euros en el BCE a tasas de interés cero) hacia inversiones potencialmente rentables. Para hacer eso, lo que sugerimos es dinamizar el Banco Europeo de Inversión (BEI) en conjunción con el Fondo Europeo de Inversión (FEI) y con el BCE apoyando (podría emitir bonos-BCE de consuno con el BEI y con el FEI).
¿Cómo ayudaría eso a economías deprimidas como la de Grecia o la de España? Pues asegurando que el flujo agregado de inversiones hacia esos países sea proporcional a la escasez de demanda agregada en los distintos Estados miembros (en tanto que la distribución de esas inversiones dentro de un país, por ejemplo, España, se dejaría a la decisión del BEI-FEI conforme a principios bancarios normales).
Conclusión
Determinadas economías de la Eurozona siguen deprimidas y con un nivel de demanda agregada que cae más a cada día que pasa. Su depresión incrementa la probabilidad de una desintegración de la Eurozona, mientras que el incremento de la probabilidad de una desintegración de la Eurozona contribuye a agravar su depresión. En algo hay que ceder. Si no se afronta la depresión de España, de Grecia, de Portugal, la Eurozona, simplemente, se agostará y morirá. Desgraciadamente, a causa de los errados fundamentos de la Eurozona, la depresión de la periferia no puede afrontarse con una gestión macroeconómica normal de la demanda agregada. A menos que se «fuerce» al euro a tener el mismo valor en toda la Eurozona, la depresión de la periferia irá a peor y la Eurozona perecerá. A menos que se ponga por obra cierta mutualización de la deuda sin necesidad de pedir a los contribuyentes alemanes que garanticen las deudas de otros, la depresión de la periferia conspirará con la crisis del euro para poner fin a la Unión Europea. Y finalmente: lo último que necesita Europa es otra burbuja para restaurar la demanda agregada. No; lo que necesitamos es erradicar, no sólo los síntomas de la crisis, sino también sus causas subyacentes (esto es, el desbalance de las inversiones productivas). Necesitamos, en una palabra, un New Deal inteligentemente diseñado para Europa, con el BEI a la cabeza.
Apéndice: algunos comentarios a las tesis críticas del grupo alemán Kantoos Economics (KE)
1. KE: «Canalizar más demanda agregada hacia Grecia, empero, es un proceso lleno de dificultades. Los bancos necesitan recapitalización… Pero igualmente importante es que los inversores (y los depositantes) estén convencidos de que Grecia permanecerá en el euro. ¿Cómo se consigue eso? ¿Acaso obligando a los depósitos griegos a regresar a Grecia, a modo de dispositivo de compromiso? Un desafío jurídico, por decir lo menos.»
No es precisamente un desafío, es una imposibilidad dentro de una sociedad liberal y un mercado único. También es innecesario. Los inversores sólo se convencerán de que la Eurozona se mantendrá, si se unifican los sectores bancarios. Pura y simplemente. (Véase Política 1 de nuestra Modesta Proposición.)
2. KE: «Los griegos necesitan mandar una señal fuerte y creíble de que su compromiso con el euro es definitivo. Los fondos europeos de inversión no sirven directamente a este propósito; sólo indirectamente, haciendo menos mala la situación. Yo creo que este aspecto se subestima, pero es importante.»
Los griegos nunca han dejado de mandar esta señal. En las últimas elecciones, los tres partidos más votados (incluida Syriza) se comprometieron inequívocamente con la permanencia en la Eurozona. Además, los sondeos de opinión muestran más de un 80% de apoyo a la permanencia en la Eurozona. Así pues, el compromiso del pueblo griego con la Eurozona jamás ha estado en cuestión. Fue la Sra. Merkel la que sugirió que cualquier discrepancia griega con los términos y las condiciones del rescate sería interpretada como un NO de Grecia a la Eurozona. ¿Imaginan ustedes lo que habría ocurrido, si el NO irlandés o francés al Tratado de Lisboa hubiera sido interpretado por Berlín como un NO a la UE? ¿Con qué derecho puede decirse que una objeción de un pueblo europeo a un determinado Tratado o acuerdo equivale rechazar Europa o la Eurozona? No, repito, el problema no es una falta de compromiso griego con la Eurozona, El problema es más bien la falta de un plan europeo para hacer sostenible la Eurozona.
3. Respecto de nuestra propuesta de un New Deal para Europa administrado por el BEI-FEI (véase Política 3 de nuestra Modesta Proposición), KE dice: «Los bonos del BEI, de acuerdo con Yanis, ¿serán servidos por el país que se beneficia de la inversión? ¿Cómo podría hacerlo Grecia? ¿Y qué pasa, si el país beneficiario no los sirve o no puede servirlos?»
Eso NO es precisamente lo que nosotros proponemos. Lo que proponemos es que el BEI-FEI financie directamente proyectos rentables en Grecia y en otras partes. ¿Quién devuelve la deuda de los bonos BEI-FEI emitidos para llevar a cabo esas inversiones? Pues los proyectos de inversión mismos. No Grecia, no España, no el reino Unido, etc. Supóngase, por ejemplo, que el BEI financia una línea ferroviaria entre Patras y Munich, uniendo así la red de trenes de alta velocidad de Europa Occidental con la Europa Sudoriental (un proyecto de infraestructuras muy necesarias que, dicho sea de paso, beneficiaría enormemente a las empresas alemanas y francesas). Nuestra propuesta es que el BEI financiara eso sin implicar a los Estados griego, eslovaco y austriaco. Es decir, lo financiaría como si fuera un banco de inversión privado, basándose en principios puramente bancarios, emitiendo bonos BEI como ha estado haciendo desde hace 20 años (y con el posible respaldo de una emisión neta de bonos por parte del BCE). En lo único que deberían implicarse los Estados es en dar las correspondientes licencias al proyecto y en la expropiación de terrenos. ¿Y cómo debe devolverse la deuda de esos bonos? Con los ingresos del ferrocarril que van directamente a los depósitos de garantía bloqueados del BEI-FEI. Corre por cuenta del BEI-FEI (tal vez en colaboración con el BCE) cribar y elegir proyectos que tengan expectativas de elevados rendimientos.
4. KE: «La inversión es un negocio arriesgado, y alguien tiene que estar dispuesto a asumir el riesgo.»
Desde luego. El BEI ha venido haciéndolo por décadas. Y tiene un brillante registro en punto a sacar beneficios de ello. Todo lo que Europa necesita hacer es aprovechar su capacidad para realizar inversiones rentables y liberarla de la exigencia de cofinanciación por parte de los soberanos insolventes.
5. KE: «Los bonos del BCE propuestos por Yanis no sortean este problema. Se trata (¡eso se espera!) de una transferencia, si se hace por debajo de tasas razonables que toman adecuadamente en cuenta el riesgo (nota: no dije tasas de mercado). Está bien decir que Alemania tiene que cargar con alguna parte de ese riesgo, y estoy de acuerdo. Pero seamos honrados intelectualmente y comencemos por reconocer esos riesgos.»
Vale, seamos honrados con los riesgos. Yo sostengo que, bajo la propuesta de los bonos del BCE, Alemania correría muchos menos riesgos (si es que corriera alguno) que los que correrá bajo un mal diseñado Mecanismo Europeo de Estabilidad.
6. KE: «No creo que debamos tener demasiada fe en instituciones políticas a la hora de gestionar bien esas inversiones. No creo que pueda entusiasmar a nadie el registro de esfuerzos similares al respecto en Alemania del Este, o para lo que al caso hace, de los fondos estructurales en Grecia o España. Proyectos como el de la Política Agrícola Común (PAC) son otro ejemplo europeo de despilfarro del dinero del contribuyente que, a día de hoy, y a despecho de la crisis nadie discute.»
Estoy de acuerdo. El de la Alemania del Este es un buen ejemplo de lo que hay que evitar. Lo mismo ocurre con los fondos estructurales administrados por Bruselas. Precisamente por eso proponemos nosotros al BEI como pilar de las políticas de inversión de la UE. ¡No a Bruselas! En lo tocante a la PAC, su propósito, desde el comienzo, no fue el de la eficiencia ni el de la justicia, sino 2comprar» el apoyo de los campesinos franceses y alemanes a una unión aduanera que les causaría problemas al tiempo que proporcionaba enormes beneficios a la industria pesada. Nunca fue más que un pago lateral del capital oligopólico industrial a los rentistas agrarios.
7. KE: «Puede que el BEI tenga un excelente registro hasta ahora (¿alguna prueba?), pero en parte, porque pudo desarrollar sus negocios sin ser molestado por los políticos europeos.»
Es harto posible. Mantengamos, así pues, el BEI como zona libre de política. Pero liberémosle también de una necia restricción política que le impide proporcionar a Europa muchos beneficios potenciales.
8. KE: «La necia sobreinversión antes de la crisis… debería también hacer cauteloso a Yanis: sí, tenemos un problema de demanda agregada (también conocido como problema de subinversión)… pero necesitamos asegurarnos de que todo fondo europeo de inversión es competente y no se ve estorbado por las fuerzas nacionales que, en parte, llevaron a Grecia al punto en que ahora se encuentra.»
No podría estar más de acuerdo. En los términos de mi narrativa preferida, no necesitamos otra serie de burbujas. Lo que necesitamos es erradicar las causas de la desintegración de la Eurozona y derivar los ahorros hacia la inversión rentable, real.
9. KE: «Las exportaciones son otra forma de dirigir la demanda agregada hacia Grecia. ¿Cómo consiguieron los países asiáticos arreglárselas para convertirse en los exitosos exportadores que ahora son?»
Grecia tiene que mejorar sus prestaciones exportadoras. Eso es indiscutiblemente cierto. Pero no podrá hacerlo hasta que: a) las empresas griegas rentables orientadas a la exportación recuperen el acceso al crédito, y b) se reemprenda la inversión en esas empresas. Las tres políticas de la Modesta Proposición son un prerrequisito tanto para a) como para b). ¿Las tres? Sí. Pensemos en España, por ejemplo. Su potencial exportador es excelente. No obstante, sin un sistema de crédito que funcione y mientras el Estado y los bancos sigan fundidos en un abrazo mortal, el potencial exportador no contribuye a restaurar la demanda agregada.
10. KE escribe que el crecimiento a largo plazo precisa «… de un sector público eficiente, de una regulación sensible, y ocasionalmente, incluso de políticas industriales como zonas de exportación. Precisa de conocimiento local y de políticas locales centradas en el crecimiento. Los fondos foráneos de inversión pueden ayudar, pero mientras Grecia ocupe el lugar 155 (sobre 183 países) en el ranking de protección de los inversores, el puesto 90 en punto a protección jurídica de los contratos y el último en el índice general de negocios en la OCDE, no tengo la menor idea de cómo podría arraigar allí el crecimiento a largo plazo con las solas inversiones del BEI.»
No podría. Hasta que, y a menos que, el Estado griego se reforme a sí mismo y los inversores que se encuentren con reglas simples, sensibles y que funcionan, el crecimiento a largo lazo no levantará vuelo. Pero permítaseme dejar una cosa clara: la creencia -prevalente en algunos círculos alemanes- de que más austeridad «forzará» a los griegos (y a su Estado) a adoptar esas reformas es patentemente errónea. Así como Yeltsin dio mal nombre a la democracia a comienzos de los 90 (permitiendo a Putin luego pisotear importantes derechos democráticos a la vista del escaso entusiasmo público registrado en la defensa de esos derechos), la palabra «reforma» se asocia ahora en Grecia a miseria, desesperanza, indignidad. Cuanto más prosiga la depresión, cuanto más se profundice, tanto menos reformable será Grecia. España está entrando por la misma senda. E Italia.
Yanis Varoufakis es un reconocido economista greco-australiano de reputación científica internacional. Autor del aclamado The Global Minotaur (Zedbooks, Londres 2011: una larga reseña crítico-analítica del libro se puede leer en SinPermiso Nº 12, en prensa), actualmente es profesor de política económica en la Universidad de Atenas y consejero del programa económico del partido griego de la izquierda, Syriza.