Traducido por Manuel Talens
1. La crisis de la zona euro forma parte de la crisis global que comenzó en 2007 como una crisis de bienes raíces en USA, se convirtió en crisis bancaria mundial, dio lugar a una recesión mundial y terminó por ser una crisis de la deuda soberana. A finales de 2011 existe el peligro de una nueva crisis bancaria en Europa y en otros lugares. La debilidad bancaria se debe a la deuda pública y privada que se ha ido acumulando durante el período de intensa financiarización de la primera década del siglo XXI.
2. El euro es una divisa de reserva internacional creada por un grupo de países europeos para asegurar ventajas a los bancos y a las grandes compañías de Europa en el contexto de la financiarización. El euro ha intentado competir con el dólar, pero carece de un Estado unitario y poderoso que lo respalde. Su debilidad fundamental es que se basa en una alianza de Estados distintos que representan a economías de competitividades divergentes.
3. Durante la crisis global que comenzó en 2007 el euro ha actuado como intermediario en Europa. La Unión Monetaria Europea ha facilitado la división entre el centro y la periferia de la UE y ambos polos se relacionan entre sí mediante una estructura jerárquica y discriminatoria. La periferia ha perdido competitividad durante esta pasada década, lo cual ha dado lugar a déficits en su s cuentas corrientes con respecto al centro de la EU, así como a la acumulación de grandes deudas con las instituciones financieras de éste. El resultado ha sido que Alemania se ha convertido en la principal economía de la zona euro.
4. La política que se ha aplicado en la zona euro para hacer frente a la crisis ha sido profundamente neoliberal: reducción del gasto público, aumento de los impuestos indirectos, reducción de los salarios, más liberalización de los mercados y privatización de bienes públicos. Los cambios institucionales correspondientes en la Unión Monetaria Europea -sobre todo los del Banco Central Europeo y el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera- han afianzado el dominio del centro de la UE, en especial el de Alemania. En términos más generales, estas políticas están amenazando con alterar el equilibrio del poder económico, social y político en toda Europa a favor del capital y en contra de los trabajadores.
5. La austeridad es contraproducente, porque conduce a la recesión, empeora la carga de la deuda y pone aún más en peligro a los bancos y a la unión monetaria. Esta contradicción se ve agravada por la naturaleza de la Unión Monetaria Europea como alianza de Estados diferentes con distintas competitividades. El resultado es que la Unión Monetaria Europea se enfrenta ahora a un difícil dilema: o pone en marcha mecanismos estatales para mejorar la competitividad de la periferia o se producirá una ruptura entre ésta y el centro.
6. El Banco Central Europeo ha desplegado arbitrariamente su crédito para proteger los intereses de los grandes bancos, los titulares de bonos y las empresas, incluso a costa de saltarse sus propios estatutos. Una institución elitista se ha apropiado antidemocráticamente del poder social en Europa para ponerlo al servicio del gran capital. Pero la capacidad del Banco Central Europeo para aliviar las presiones de esta crisis es limitada, ya que ahora se le está exigiendo que desempeñe una función económica para la cual no fue diseñado. Por otra parte, la Unión Monetaria Europea se ve obstaculizada por la ausencia de un Estado unitario que respalde sus deudas y su solvencia.
7. El Fondo Europeo de Estabilidad Financiera está asimismo obstaculizado por la ausencia de una autoridad estatal unitaria fiable que pudiese apoyar un incremento de su potencial crediticio. Además, la capacidad del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera para recapitalizar a los bancos está limitada por el carácter nacional de los bancos europeos, que están estrechamente vinculados a sus Estados de origen. Una alianza de Estados diferentes no lo tiene fácil a la hora de recaudar fondos de forma conjunta para rescatar a los bancos nacionales de uno de sus miembros. Resulta difícil de creer que, por ejemplo, Alemania rescatase a los bancos franceses o españoles sin pedir a cambio una restitución equivalente.
8. La asociación de los Estados-nación de la Unión Europea con sus bancos nacionales se ha vuelto más pronunciada durante la crisis. No solamente los bancos han ido adquiriendo la deuda pública de sus propios Estados, sino que al mismo tiempo han ingresado su escasa liquidez en sus bancos centrales nacionales y, para colmo, son cada vez más dependientes de los fondos de liquidez puestos a su disposición por estos últimos. El resultado es que, ahora, bancos y Estados nacionales corren un mayor peligro de quiebra conjunta. La alternativa que les queda a los Estados periféricos es particularmente dura: o nacionalizan los bancos o pierden el control sobre ellos.
9. La persistencia de la división entre el centro y la periferia; la ausencia de un cambio institucional eficaz para la Unión Monetaria Europea; las presiones de la austeridad y la amenaza a los bancos están creando condiciones adversas para los países periféricos. Las perspectivas de futuro son de lo más sombrío: bajo crecimiento, alto desempleo y empeoramiento de la carga de la deuda. La capacidad de los países periféricos para mantenerse en la Unión Monetaria Europea es dudosa y el candidato que tiene más probabilidades de salir de ella es Grecia.
10. Es evidente que Grecia no podrá cumplir las condiciones de los planes de rescate que le han impuesto ni tampoco devolver su deuda pública, lo cual hace inevitable el impago (default). Sin embargo, un impago ordenado, es decir, en el interior de la Unión Monetaria Europea y dirigido por los acreedores , es lo que menos le conviene a Grecia, ya que implicaría la pérdida del control sobre sus bancos nacionales, no evitaría la austeridad y mantendría al país en el desenfreno competitivo del euro. Los costos sociales serían enormes. El país también perdería parte de su soberanía, ya que la política fiscal pasaría a estar bajo el control explícito del centro de la UE. Y la perspectiva de una eventual salida de la Unión Monetaria Europea seguiría latente.
¿Volverá Grecia a su antigua moneda?
11. Para llegar a la cancelación de la deuda, el impago debería ser soberano, democrático y controlado por el deudor. De hacerse así, probablemente precipitaría la salida de Grecia de la Unión Monetaria Europea. La salida del euro ofrecería opciones adicionales al país para hacer frente a su deuda pública, pues el Estado podría volver a denominar la totalidad de su deuda en la nueva moneda. También ofrecería más perspectiva al Estado griego para que pudiese rescatar a los bancos mediante la nacionalización y la provisión de liquidez interna, una vez recuperado el control de la política monetaria. No obstante, la salida también crearía nuevos problemas para los bancos, ya que algunos activos y pasivos seguirían siendo en euros. El resultado probablemente sería la contracción de los bancos griegos. Por último, la salida interrumpiría la circulación monetaria y la depreciación de nueva moneda causaría problemas de divisas. Sin embargo, es poco probable que el cese de la circulación fuera decisivo, mientras que la depreciación ofrecería a Grecia la oportunidad de recuperar rápidamente la competitividad. Al fin y al cabo, si Grecia no paga su deuda, también deberá salir de la Unión Monetaria Europea.
12. El impago y la salida bajo el control del deudor no están exentos de riesgos y conllevan costes asociados, pero la alternativa es el declive económico y social dentro de la Unión Monetaria Europea, declive que podría dar paso a una salida caótica todavía más costosa. En cambio, si la planificación y la ejecución del impago estuviesen en manos de un gobierno valiente, podrían poner al país en la senda de la recuperación. Para ello sería necesario un amplio programa que incluyese controles de capital, redistribución, política industrial y una profunda reestructuración del Estado griego que cambiase el equilibrio de poder a favor de los trabajadores mientras que, al mismo tiempo, encaminase al país hacia un crecimiento sostenible con altas cotas de empleo. Además -y esto es igual de importante-, la independencia nacional también estaría protegida.
13. En términos más generales, la crisis de la zona euro pone fin a un período de integración económica y de confianza política en Europa. La ideología del europeísmo, con sus promesas de solidaridad y unidad entre los europeos, está en retroceso desde que el centro ha demonizado a la periferia a lo largo de la crisis. La profundidad y la gravedad de la crisis están provocando una intensa reacción social contra los grandes bancos y compañías de la UE. El estancamiento de la Unión Monetaria Europea plantea la posibilidad de una intervención económica y social más activa por parte de los Estados nacionales de Europa en un futuro próximo.
14. Conforme la UE y la Unión Monetaria Europea hacen frente al declive, l a necesaria reestructuración de Europa no debería quedar en manos de agentes neoliberales, ya que su objetivo es la defensa de los intereses de las grandes compañías. Muy al contrario, debería ser democrática y habría de apoyarse en las organizaciones de trabajadores y de la sociedad civil; debería seguir los dictados teóricos de la economía política y de la economía heterodoxa; también debería transitar con sumo cuidado entre la disminución del europeísmo y el incipiente nacionalismo. Y, por encima de todo, debería tener muy presente la vieja máxima socialista de que la unidad de Europa sólo será posible si tiene en cuenta los intereses de los trabajadores.