El tipo de cambio es el precio de la moneda extranjera, pero es también un poderoso instrumento de política económica que puede hacer más o menos competitiva la producción de los bienes y servicios en los mercados internacionales. Con frecuencia se cae en el error de considerar la competitividad y la productividad como sinónimos. Aunque […]
El tipo de cambio es el precio de la moneda extranjera, pero es también un poderoso instrumento de política económica que puede hacer más o menos competitiva la producción de los bienes y servicios en los mercados internacionales.
Con frecuencia se cae en el error de considerar la competitividad y la productividad como sinónimos. Aunque ambos están relacionados, el primero tiene que ver con el precio de venta del producto, mientras que el segundo concierne a la eficiencia del proceso productivo.
Es de suponer que cuanto más eficiente sea una empresa estará en mejores condiciones de colocar sus mercancías en los mercados extranjeros, pero eso no es suficiente para ser competitivo. Se podría alcanzar «la mayor eficiencia» y la «más alta productividad» y sin embargo no ser capaces de competir con compañías menos productivas de otros países.
El tipo de cambio es uno de los factores que pueden explicar esta aparente paradoja. Y China es un buen ejemplo de cómo ser muy competitivo sin tener niveles superiores de productividad.
Un interesante trabajo del economista César Ferrari, presentado recientemente en un seminario coauspiciado por la Red Latinoamericana de Comercio (LATN) y la Universidad Javeriana de Cali, analiza estadísticas del Foro de Davos, la OIT y el Banco Mundial y concluye que uno de los principales factores para entender los niveles de competitividad de la nación asiática reside en el tipo de cambio subvaluado que ha mantenido por varios años.
Contrario a creencias muy difundidas, el factor trabajo en China no recibe una remuneración menor que la de muchos países latinoamericanos. Los salarios por hora en Shanghái son similares a los de Santiago, Lima y Bogotá ($3,9) y casi el doble de los pagados en México ($2,1). Sin embargo, ¡China desplazó a México y se ha convertido en el principal abastecedor de Estados Unidos!
Adicionalmente, las cifras revelan que la productividad laboral de China es de aproximadamente $12,6 mil, mientras que la de América Latina ronda los $19,1 mil. Estados Unidos llega a los $63 mil de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo.
Estos datos de productividad contrastan con la política cambiaria de China. De acuerdo con el Indice Big Mac, indicador de la revista The Economist para comparar el poder adquisitivo entre países, el yuan evidencia una subvaluación del 48,9% respecto al dólar estadounidense, mientras que la del peso mexicano es de solo un 28,5%; y el peso colombiano está revaluado en un 26,5%. Los datos de la revaluación del colón no están disponibles pero podrían calcularse fácilmente considerando que el precio del Big Mac en Estados Unidos es de $3,73.
De lo señalado resulta evidente que el tipo de cambio desempeña un rol esencial en la competitividad internacional. Y no es arriesgado afirmar que ese instrumento de política económica podría hacer competitiva cualquier producción nacional, sin importar la productividad de las empresas. Lo contrario también sería cierto.
Si eso es así, ¿conviene dejar en manos de un mercado reducido, opaco y lleno de imperfecciones como el costarricense la fijación del tipo de cambio, o debería el Banco Central asumir un rol más protagónico respecto a la paridad cambiaria?
No hay que olvidar la frase de Dani Rodrik, de la Universidad de Harvard, quien sostiene que «la subvaluación de la moneda es primordial para mejorar la canasta de exportaciones de un país y aumentar su tasa de crecimiento económico».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.