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Kirchner le paga diezmil millones de dólares al FMI

Comprar la soberanía para elegir seguir siendo colonia del Capital

Fuentes: Rebelión

Muchas personas piensan que el sistema capitalista alude solamente a la necesidad de la existencia de los patrones para que la actividad económica sea posible. «Sin capital no hay producción, y sin producción no hay trabajo», nos dicen. Hoy, esa concepción nos es constantemente bombardeada desde los medios de comunicación por las clases dominantes y […]

Muchas personas piensan que el sistema capitalista alude solamente a la necesidad de la existencia de los patrones para que la actividad económica sea posible. «Sin capital no hay producción, y sin producción no hay trabajo», nos dicen. Hoy, esa concepción nos es constantemente bombardeada desde los medios de comunicación por las clases dominantes y sus voceros. Machacan sobre la imposibilidad de desarrollarnos como sociedad, como país, si no creamos las condiciones necesarias para que los filantrópicos dueños del dinero inviertan parte de su capital entre nosotros (¡por lo cual deberíamos estar eternamente agradecidos!). El verdadero triunfo del Capitalismo reside, justamente, en que las mayorías piensen lo que las clases dominantes quieren que piensen: que el trabajador crea que su rol en la sociedad no puede ser otro que el de ser explotado. O, peor aún, que su aspiración sea la de, algún día, poder llegar a explotar a otros.

Para que semejante cosa ocurra, queda muy en claro que el capitalismo no es solamente una forma de ordenamiento de las relaciones de producción, es decir, un sistema meramente económico: es algo mucho más complicado que eso. Exige una estructura política que rija las relaciones sociales para sostener el modo de producción. El Capitalismo es entonces una herramienta para la explotación, que demanda una compleja estructura político-ideológica para la cooptación de la conciencia de las mayorías.

En consecuencia, la mentira y el ocultamiento son políticas, necesarias e imprescindibles para su sostenimiento.

Esta introducción nos sirve para entrarle de lleno a la actualidad nacional y al desenvolvimiento del gobierno kirchnerista. Desde hace rato venimos denunciando, a través de minuciosos análisis de los datos de la realidad, su carácter neoliberal y por lo tanto para nada antiimperialista en los hechos (políticas), muy a pesar de su discurso, herramienta que utiliza como método de engaño. Para ello, ha manejado los índices económicos de manera escandalosa, como por ejemplo considerar como empleados a aquellos que cobran un plan social de $150, o a los que sobreviven «de changa en changa»; o considerar «pobres» a aquellos que ganan menos de $800 cuando la canasta familiar excede ya largamente los $1800. Las tremendas cifras de pobreza y desempleo serían más oprobiosas aún y describirían de manera más certera y dolorosa la realidad si no fuese por semejantes argucias. De la misma manera, ha «negociado» con las clases dominantes la propaganda favorable de las políticas oficialistas a través de los medios de comunicación, concediendo por décadas esos espacios públicos a la derecha más rancia. Y ha cooptado miserablemente a un sector del campo popular que es utilizado como fuerza de choque contra aquellos que se atreven a manifestarse contra las políticas de entrega de la administración «K», como quedó expuesto en Tucumán y en Rosario.

En la introducción nos faltó decir que el capitalismo, en su devenir, determina una concepción filosófica respecto de la vida: es ésa que a todo le pone precio, pues todo es pasible de convertirse en mercancía. La libertad es la libertad de comercio (y en su nombre hay que arrasar a todo aquél que se le oponga, generando una nueva «religión» que produce sus propias «Cruzadas»). Así, la salud, el medio ambiente, la educación, la justicia, la vivienda, dejan de ser derechos para pasar a tener precio de mercado.

Movido por esa concepción mercantilista, el gobierno pretende «comprar» la soberanía nacional (lo cual ya lo califica), pagando de una sola vez diezmil millones de dólares, dejando en claro cuáles son sus prioridades ante el hambre de millones.

Al respecto, podemos ensayar los siguientes comentarios:

  1. Sobre la «compra» de la soberanía: Ya el concepto es repugnante. ¿Qué dirían al respecto aquellos que dieron la vida por una supuesta independencia de nuestro país?. Pero no queda ahí la cosa. Lo cierto es que ya el gobierno de Mister K venía pagando como ninguno y cumpliendo con las exigencias del FMI sin tener firmado ningún acuerdo que lo obligara a ello; ¿quién puede asegurar que lo mismo no seguirá ocurriendo? Además, la decisión de pagar se tomó a través de un decreto presidencial (¿a quién le echarán luego la culpa sus «apóstoles»?) y no por una ley del Congreso, lo cual deja bien en claro que es el mismo Kirchner quien traslada el ahorro producido con un enorme sacrificio del pueblo a las arcas del organismo de crédito. Lo de la «decisión soberana» también suena a cuento, cuando se sabe que fue el mismo FMI el que recomendó el pago de una vez y con reservas del Banco Central ya en julio pasado, actitud que tomaron anteriormente Rusia y recientemente Brasil; por lo que, más que una política del gobierno, está claro que se responde a una política del Fondo. Mientras Rodrigo Rato y Bush bailan de alegría, la miseria se sigue extendiendo como plaga en nuestro país. ¿De qué «soberanía» hablan, entonces? Poco puede hacerlo este gobierno, cuando los resortes de la actividad económica están en manos privadas y extranjeras en su mayoría, y la administración del tero santacruceño no hace nada para modificar esa realidad, sino todo lo contrario. ¿Cuán soberano puede ser un Estado cuyo gobierno necesita entrevistarse con el español para poder mantener el servicio de telefonía y el de electricidad, para «comprar» su propio petróleo, o para ahora intentar reemplazar a los franceses en el abastecimiento de agua potable?; ¿o importar gasoil de Venezuela, gas de Bolivia mientras aquí se ventea o Repsol lo exporta para su propio beneficio?; ¿o casi rogarles a franceses, yanquis y chinos para bajar los precios en los súper e hípermercados?; ¿o resarcir con una cifra multimillonaria a Monsanto, que quiere cobrar por todas las cosechas que devengan de las semillas primigenias que les vendió a los productores agrícolas, porque la producción de soja depende de la ingeniería genética de la multinacional?; ¿o esperar que el mundo financiero internacional no escape con las jubilaciones de sus ciudadanos, cuyos aportes fueron a parar durante años a las AFJP?; ¿o «compensar» a los bancos con más de veintemil millones de dólares, los mismos que se quedaron con los ahorros del pueblo, por la devaluación llevada a cabo hace un poco más de tres años? Los ejemplos podrían seguir casi hasta el infinito.

  2. Sobre el «desendeudamiento»: Aquí los números son claros: Argentina, a pesar del pago, seguirá debiendo unos 135.000 millones de dólares, por los cuales ha asumido fortísimos compromisos que implican más sacrificios para varias generaciones. Y las auditorías y presiones del Banco Mundial, el BID e incluso el Tesoro de los EEUU y el G7 seguirán existiendo. Pero eso no es lo más grave: lo peor es que se legitima una deuda fraudulenta, ilegal, ilegítima, inmoral y que ya se ha pagado varias veces. Lo verdaderamente soberano hubiese sido la decisión de no pagarla.

  3. Sobre la oportunidad y las prioridades: El gobierno, entonces, después de lo expuesto, podría haber esperado al 28 de diciembre para hacer el anuncio del pago, para hacerlo coincidir con el día del Inocente. Pues mientras se le entregan alegremente ¡diezmil millones de dólares! a uno de los mayores responsables de la angustia de nuestro pueblo, lo cual significa el 30% del gasto total estimado en el Presupuesto 2006 (exactamente $93.700 millones, unos 31.000 millones de dólares), ese mismo presupuesto, aprobado en la Cámara de Diputados con los votos del kirchnerismo, el duhaldismo, el macrismo y el sobishmo (dejando bien en claro quiénes son como expresión de clase los representantes del antipueblo, los que accionan contra la mayoría asalariada y desocupada) se deja establecido que no habrá aumentos de salarios a estatales, ni de jubilaciones a nuestros ancianos. Tampoco habrá aumentos en los míseros planes sociales, a los que encima se está pensando eliminar por recomendación del Fondo (cómo… ¿no era que no habría más injerencia?). Eso sin mencionar que se van a seguir subsidiando con miles de millones de pesos a las empresas privatizadas de servicios y ni piensan recuperar, ni remotamente, los recursos estratégicos que nos pertenecen como Nación. ¿En realidad alguien en su sano juicio puede decir que éste es el gobierno del pueblo?

A modo de conclusión, es menester enunciar que, después de esta decisión del kirchnerismo (que profundiza aún más su lacayismo para con los dueños del Mercado), nada estará mejor para las mayorías populares. Al contrario, pueden esperarse mayores aumentos de tarifas, por ende de precios (los que no pueden ser controlados por ningún acuerdo gobierno-empresarial, ya que defienden los mismos intereses); la inflación prevista en el Presupuesto ya es de alrededor del 8,4%, lo que, a su vez, llevará más angustia y privaciones a los sufridos de siempre: los trabajadores ocupados y desocupados.

Mientras tanto tal vez «mejoren» algunos números de la macroeconomía; el PBI crecerá y también las exportaciones y la recaudación, pero a costa de una brecha cada vez más grande entre los que más ganan y los que menos tienen. Hoy en día esa diferencia, entre el 10% más rico y el 10% más pobre es de 29 veces, mientras en el 2001, el año en el que estalló el país, esa diferencia era de 26 veces. Aún con semejante injusticia, el gobierno mantiene una política de criminalización y judicialización de la protesta social, por lo cual casi cincomil compañeros están procesados penalmente. Para ser más claro, significa que el sacrificio de todos sirve sólo para que gocen de su vida unos pocos.

Algo que habrá que modificar de raíz, entonces, si es que realmente aspiramos a vivir en una sociedad verdaderamente justa.

Y sólo la organización y la acción de los millones de explotados hará posible concretar ese sueño.