«En travesuras de noches eternas ya confundimos tanto nuestras piernas dime con qué piernas debo seguir» Chico Buarque Lula bien que intentó dar pruebas verbales de soberanía después del anuncio de que Brasil no firmaría un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Pero ni eso. Hasta su retórica fue vaciada de antemano. Según Lula, […]
«En travesuras de noches eternas
ya confundimos tanto nuestras piernas
dime con qué piernas debo seguir»
Chico Buarque
Lula bien que intentó dar pruebas verbales de soberanía después del anuncio de que Brasil no firmaría un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Pero ni eso. Hasta su retórica fue vaciada de antemano. Según Lula, de ahora en adelante Brasil va a caminar «con sus propias piernas».
Indudablemente, el FMI está encantado mirando su admirable niño caminando «solito» por los caminos trazados y enseñados. Cumpliendo todas sus condiciones, con desembarazo y personalidad. Obedeciendo una agenda de reformas estructurales que busca reformar la economía brasileña en función de los planes de expansión de las redes económicas globales.
De forma voluntaria y convencida, mantendremos la misma disciplina fiscal que ordena exprimir el presupuesto orientado al desarrollo y a la seguridad social a cambio de la generación de superávits primarios máximos. Amablemente, seguiremos siendo anfitriones de la orgía ininterrumpida del capital especulativo y de los Bancos con tasas de interés que no pueden ser rebajadas en nombre de un pretendido control inflacionario.
Nuestro Estado fue incubado. Sus estructuras fueron blindadas por leyes federales de carácter fiscalista, inspiradas en las reglas de oro de la banca internacional y aprobadas por el Gobierno de Fernando Henrique Cardoso. La Ley de Responsabilidad Fiscal (LRF), por ejemplo, obliga todo gestor público brasileño a poner los compromisos con acreedores financieros en orden de precedencia de pagos; en caso contrario, será depuesto por «crimen de responsabilidad».
Las agencias y consultoras de inversiones certifican la buena nueva «No son más las políticas del Fondo, son las políticas del Gobierno brasileño.» El FMI se permite estar afuera por que ya está muy adentro. El país puede circular, sin riesgo, en «piloto automático», o sea, bajo la gerencia confiable de Palocci e Meireles, las marionetas que responden por la política macroeconómica. «Es la maduración de nuestra economía revalidando la maduración da nuestra democracia», dicen los ministros intocables, señalando a los mercados que pueden ponerse a gusto en Brasil, como si fuera su casa.
El Gobierno Lula trata de cristalizar ventajas para los negocios privados por medio de nuevos marcos regulatorios, hechos a la medida. En Brasil se construye el último patrón de gestión para la periferia financierizada. Una zona de reexportación con infraestructura planeada para la baja agregración de valor, zona liberada de cualquier contrato social, hasta incluso de la promesa de él. ¿Piernas para eso? ¿Piernas para que os quiero?
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* miembro de ATTAC-Brasil