Este 30 de abril de 2019, la derecha apátrida y fascista de Venezuela ha fracasado nuevamente en su intento terrorista de tomar el poder mediante un golpe de Estado. Ello forma parte del agotamiento creciente del escenario Guaidó que ha puesto en marcha el capital trasnacional aliado a la fracción burguesa que lidera Leopoldo López, […]
Este 30 de abril de 2019, la derecha apátrida y fascista de Venezuela ha fracasado nuevamente en su intento terrorista de tomar el poder mediante un golpe de Estado. Ello forma parte del agotamiento creciente del escenario Guaidó que ha puesto en marcha el capital trasnacional aliado a la fracción burguesa que lidera Leopoldo López, María Corina Machado y otros.
La derrota de Guaidó y su agenda reside en el desprecio e infantilización que hacen de «lo popular». La burguesía venezolana construye una narrativa que habla de un inminente estallido social por parte de la clase trabajadora que les colocaría a ellos en el poder. Pretenden invocar a la épica del 13 de abril de 2002, en la cual los barrios bajaron para echar al autonombrado Carmona, restituyendo el orden constitucional y rescatando a Chávez de las fauces del terrorismo imperialista. La diferencia es que Guaidó ofrece un paquete neoliberal de desembarco del capital trasnacional que implicaría destrucción de la agenda social, niveles de explotación laboral sin precedentes y una privatización de todo lo público. El pueblo no es pendejo, está molesto con muchas de las cosas que están ocurriendo, pero jamás impulsará un gobierno neofascista que abra las puertas a la definitiva trasnacionalización del capital en nuestro país.
Guaidó y Leopoldo López fracasaron, pero ello no implica que abandonen su agenda. Mientras el dúo del partido «Voluntad Popular» activa su agenda insurreccional, otras fracciones burguesas trabajan por una agenda de conciliación de clases, promoviendo un discurso y accionar que se orienta al acercamiento negociado con sectores hoy en el gobierno. Esta agenda nos parece mucho más peligrosa, porque ello implica generar una derrota histórica en el imaginario de resistencia y lucha de clases en el país.
El deterioro de la situación actual de la clase trabajadora venezolana es dramática e insostenible. Este 1° de mayo el anuncio de un salario mínimo anclado en los 40.000 bolívares (15 dólares mensuales) genera indignación cuando tan solo un cartón de huevos cuesta la mitad de ello. El Presidente Maduro había anunciado que el salario mínimo sería equivalente y ajustable, al cincuenta por ciento del valor nominal del petro; desde esta referencia 40.000 bolívares es un tercio lo que señala el precio de referencia. Pero es que incluso con medio petro, una familia compuesta por cuatro miembros, apenas si podrá comer dos o tres días.
La clase trabajadora y el pueblo pueden soportar esto y mucha más si se trata realmente de enfrentar a las naciones imperialistas. Pero ello no puede ser pretexto para que se siga alimentando la conformación de una nueva casta política y económica. Resulta insultante que mientras los trabajadores no pueden comprar lo básico para vivir, una pequeña logia «revolucionaria» tenga un ritmo de vida lleno de opulencia y desenfado consumidor. Eso es inadmisible y contrarrevolucionario.
En esta hora de definiciones que los integrantes de la dirección política y los ministros vayan a vivir con el pueblo, comiendo y asumiendo la cotidianidad de los sectores más humildes. Es hora de re-moralizar o el pueblo explotará por cualquier lado.
Es hora de enfrentar a la derecha fascista, pero también a la burocracia parasitaria. La mayoría del chavismo revolucionario e insurgente sigue apoyando al proceso bolivariano a la par que se convierte en motor de las denuncias de corrupción , la burocratización y la pérdida de rumbo. Por ello, hoy decimos que este decreto de salario mínimo se convierte es insuficiente e insultante con la situación que hoy vive la clase trabajadora.
¡Escala móvil de salarios ya para enfrentar la inflación!
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