«Estamos convencidos de que reforzando la cordinación de nuestras políticas competitivas dentro de la zona euro y estableciendo el nuevo mecanismo de gestion de crisis conseguiremos salvaguardar la estabilidad continuada de nuestra moneda común. Estos dos nuevos pilares de la unión monetaria y económica servirán para establecer un equilibrio justo entre nuestros dos principios básicos, […]
«Estamos convencidos de que reforzando la cordinación de nuestras políticas competitivas dentro de la zona euro y estableciendo el nuevo mecanismo de gestion de crisis conseguiremos salvaguardar la estabilidad continuada de nuestra moneda común. Estos dos nuevos pilares de la unión monetaria y económica servirán para establecer un equilibrio justo entre nuestros dos principios básicos, que son la responsabilidad y la solidaridad. Contribuimos de este modo a preservar la felicidad de la unificación Europea para las generaciones venideras.»- Pacto por la competitividad
El pasado 4 de febrero se dieron cita en Bruselas los jefes de estado y primeros ministros de la UE para celebrar su habitual Consejo Europeo. Aunque en principio la agenda de la reunión estaba enfocada en las políticas comunes sobre seguridad energética e innovación, durante su «almuerzo de trabajo» las élites europeas, a iniciativa de Alemania y Francia, discutieron asimismo sobre el llamado «Pacto por la competitividad» propuesto por la Canciller Merkel. Algunos de los elementos de este Pacto fueron ya adelantados por Merkel en Madrid durante la Cumbre hispano-alemana en vísperas del Consejo. Visita durante la cual, por cierto, Merkel no perdió la oportunidad de felicitar a Zapatero por su recién concluido Acuerdo Social para recortar las pensiones. Zapatero correspondió a su socia alemana declarando que apoyaba en lineas generales los objetivos de su «Pacto por la competitividad», aunque añadiese posteriormente que incluía algunos puntos «discutibles». Pero antes de entrar en la descripción de la nueva propuesta alemana, es preciso situar la reunión del 4 de febrero en su justo contexto.
Al poco de comenzar enero, los mercados financieros -que habían ya empezado el año con ganas de lanzarse a la yugular de Portugal como anteplato de España- otorgaron una tregua temporal a la deuda pública de la «periferia» europea. La razón principal es que ya a comienzos de año empezaron a circular noticias de que nuestros lideres europeos preparaban un «nuevo plan para salvar el euro» de las garras de los mercados. Este plan consistiría, entre otras cosas, en incrementar el Fondo de Estabilidad Financiera Europea (EFSF), creado en mayo del 2010 al calor de la crisis griega, y en ampliar las circunstancias previstas para su utilización. Incrementar la capacidad de crédito del EFSF es imprescindible para convencer al mercado de que el Fondo sería también capaz de intervenir en caso de necesidad para ayudar a una economía del tamaño de la española y no solo para ayudar a economías relativamente pequeñas como Grecia, Irlanda o Portugal.
Entre las posibles nuevas atribuciones del EFSF, se comenta que podría emplear parte de sus fondos para intervenir en los mercados de deuda pública de aquellos paises que esten siendo atacados por los mercados, tomando el relevo en esta tarea al BCE y su programa de compras de títulos (SMP). Otra posibilidad de la que se habla es que el EFSF pueda prestar fondos a los paises de la periferia de la zona euro que están sometidos a planes de ayuda y ajuste de la UE y el FMI para que puedan retirar parte de su deuda pública del mercado a precios por debajo del 100% de su valor de vencimiento. Los inversores, que están ansiosos de quitarse de encima el riesgo de impago, tendrían así la posibilidad de revender sus títulos de deuda al gobierno deudor renunciando a cobrar el 100% del valor nominal, al que tendrían derecho si mantuviesen en sus carteras dichos títulos hasta su vencimiento. Dado que el dinero para realizar estas recompras vendría del EFSF, al final serían los demás gobiernos de la zona euro, en lugar del mercado, los que acabasen asumiendo el riesgo de impago. La ventaja para el gobierno deudor es que conseguiría de este modo reducir el valor nominal de su monto total de deuda.
Ante el misterio absoluto que para el mercado supone el procedimiento de toma de decisiones políticas a nivel europeo y, por lo tanto, la incertidumbre total sobre lo que podría llegar a decidirse finalmente sobre estas materias, el mercado prefirió no arriesgarse demasiado y cerrar sus posiciones a corto en relación con la deuda periférica europea, el euro y las acciones de los bancos europeos, que es otro de los juguetes favoritos de los especuladores en estos tiempos. Los mercados ya contaban con que en tan breve plazo de tiempo como el 4 de febrero nada nuevo podría surgir del Consejo, más cuando los políticos europeos ya habían dado a entender con sus declaraciones que sería en el Consejo Europeo del 24-25 de marzo cuando adoptarían las nuevas «grandes» decisiones acerca de como modificar el EFSF y como configurar finalmente el «Mecanismo permanente europeo de resolución de crisis» -el famoso ESM-, que esta destinado a sustituir al EFSF cuando este caduque en junio del 2013. El mercado lo que ha hecho desde entonces es cerrar posiciones y esperar.
La condicionalidad alemana
Pero hete aquí que comienzan a hacerse públicas declaraciones de políticos y autoridades alemanas afirmando que el EFSF tiene fondos más que suficientes a su disposición; que como mucho se trataría de asegurar que pueda movilizar la cantidad máxima de fondos de los que teóricamente puede disponer (440.000 millones de euros en vez de los 255.000 millones actuales), gracias a las garantías de los gobiernos europeos. Los políticos alemanes, además, afirman solemnemente que solo sobre sus cadáveres podrá el EFSF comprar directamente deuda pública europea y que tampoco hace falta reducir el tipo de interés que se aplica actualmente a los prestamos otorgados a Irlanda y a Grecia, tal como venían proponiendo algunos gobiernos para ayudar a hacer la deuda de estos paises sostenible a medio plazo.
El mercado se percató rapidamente que el objetivo real de estas declaraciones era presionar hasta imponer finalmente a sus socios europeos una camisa de fuerza fiscal y nuevas reglas mucho más estrictas que, entre otras cosas, limitasen el crecimiento de los salarios y recortasen el gasto público en pensiones en los demas paises de la zona euro. El razonamiento es muy sencillo. Si para tener futuro Europa requiere que Alemania asuma más riesgo y contribuya nuevos fondos para mantener a flote su «periferia», y con ello al euro, el resto de los estados miembros tendrán que reconfigurar el modo en que gestionan sus políticas económicas de acuerdo a un patrón neoliberal «a la alemana». De esto trata, en definitiva, la propuesta de Merkel de crear un «Pacto por la competitividad».
Los políticos alemanes explican tan hipócrita como incansablemente a sus socios europeos que solo a cambio de estas contrapartidas podrá Merkel justificar ante su «euro-escéptico» electorado la necesidad de ayudar a la periferia. Concretamente – y siempre según el discurso oficial alemán-, se trata de poder justificar ante el electorado que una Alemania que no cometió los ‘excesos’ de la periferia en el pasado, y que ahora, al contrario de la periferia, está viviendo una fuerte recuperación económica, tenga que aumentar sus «subvenciones» al resto de los paises del euro para mantener a flote la moneda única. No es que la élite alemana no se percate de que a los primeros que les conviene mantener la moneda única es a ellos y de que, por lo tanto, es inevitable que tengan que contribuir más a este fin. Es precisamente porque saben que es inevitable por lo que quieren asegurarse antes de que si Alemania va a financiar la zona euro, ésta se reconfigurará a su imagen y semejanza.
El borrador del «Pacto por la competitividad» filtrado a la prensa contiene varios elementos. El objetivo declarado es mejorar a largo plazo la competitividad (sin duda el término peor usado de la historia del pensamiento económico) de las economías para posibilitar una mayor convergencia dentro de la zona euro. No se trata de una nueva diatraba neoliberal vacia de contenido práctico, porque esta vez se piden compromisos concretos y cuantificables a los países que suscriban el Pacto, que van mas allá de los acuerdos sobre competitividad suscritos en otras ocasiones por la UE-27. Se habla de tres indicadores concretos para medir la competitividad, que serán referenciados con respecto al pais con mejores resultados. El primer indicador cuantificaría la estabilidad de los costes laborales unitarios y ayudaría a limitar los costes salariales en relación al crecimiento de la productividad. El segundo mediría la estabilidad de la deuda pública, teniendo también en cuenta los gastos públicos «implícitos», como pueden ser los gastos futuros en pensiones o para rescatar al sistema financiero en caso de crisis. Un último indicador estimaría el gasto en investigación y desarrollo, educación e infraestructura en relación al PIB. Los países que suscriban este Pacto voluntariamente se comprometen a que su progreso competitivo, medido según estos indicadores, sea evaluado periodicamente por informes de la Comisión Europea.
De entrada, seis medidas
Pero todavía hay mucho más. Alemania, con el consentimiento de Francia, propone «como primer paso» que los demás países de la zona euro adopten las siguientes seis medidas en un período de doce meses: 1) modificar sus constituciones, como ya lo ha hecho ella, para limitar el endeudamiento público por ley; 2) ajustar sus sistemas de pensiones a la «evolución demográfica», que mas tarde se reveló significaría, por lo pronto, que todos los paises se comprometan a retrasar la edad de jubilación hasta los 67 años; 3) abolir las cláusulas automáticas de revisión salarial vinculadas a la inflación allá donde todavía existan (por ejemplo, en España, Bélgica, Austria y Portugal); 4) armonizar la definición de los criterios con los que se aplica el impuesto de sociedades (una alusión clara al debate que suscitó el rechazo de Irlanda a subir su bajisimo impuesto de sociedades a pesar de ser rescatada por la UE); 5) reconocer las titulaciones profesionales nacionales a nivel europeo y; 6) crear mecanismos de gestión de posibles crisis bancarias a nivel nacional.
Las propuestas referidas a una mayor armonización fiscal, pensiones e indexación de los salarios ya han encontrado cierta oposición entre algunos líderes europeos, entre ellos los primeros ministros de Bélgica, Países Bajos y Austria. Francia, como viene siendo habitual, también se opone a la idea alemana de sancionar a aquellos paises que no cumplan sus compromisos con el «Pacto por la competitividad» y prefiere adoptar métodos de peer pressure».
El hecho de que Alemania se haya decantado por el llamado «método inter-gubernamental», en lugar del «método comunitario», para discutir y promover la adopción del Pacto es también reflejo de que Merkel ve más posibilidades de acelerar su adopción y sortear la oposición de algunos países si son los gobiernos de la zona euro directamente los que monopolizan la negociación y la iniciativa, restándosela a la Comisión Europea y relegando al Parlamento Europeo a un papel meramente consultivo. Este método maximiza su capacidad de presión sobre sus otros socios europeos, una vez que haya alcanzado un acuerdo con Francia.
Alemania y Francia proponen utilizar el artículo 136 del Tratado de Lisboa, que permite a los países de la zona euro reforzar su nivel de coordinación fiscal y económica sin contar con el apoyo de otros estados miembros de la UE. Los dirigentes europeos han encargado ya al presidente del Consejo Europeo, Van Rompuy, que inicie una ronda de consultas con los líderes de la zona euro para identificar «vías concretas para avanzar» en la convergencia, de cara a esa mencionada mejora de la competitividad.
Sin pérdida de tiempo, Merkel y Sarkozy anunciaron en su conferencia de prensa del 4 de febrero que el próximo 4 de marzo se convocará una reunión de jefes de estado y primeros ministros sólo de la zona euro para discutir ya propuestas concretas para el «Pacto por la competitividad». Propuestas que serán presentadas, para su aprobación, a la reunión del Consejo Europeo del 24-25 de Marzo.
El futuro del euro
Si algo demuestra la gestión de la crisis económica de la zona euro por parte de las elites europeas desde el verano de 2007 es que los acuerdos políticos necesarios entre ellas para lanzar políticas de rescate llegan siempre en el último momento, ya al borde del precipicio; pero al calor de la presión de los mercados, al final siempre llegan.
Las actuaciones recientes de estas élites tambien reflejan siempre una inesperada flexibilidad respecto de sus principios cuando de lo que se trata es de salvar el euro con medidas de emergencia prácticas. Es precisamente esta resuelta voluntad política de las élites europeas de mantener el proyecto del euro vivo la que va a permitir que la moneda común sobreviva a la crisis actual. Pero si el euro ha de sobrevivir a golpe de cambios que resuelvan problemas coyunturales, parece claro que la configuración, la arquitectura y las instituciones de la zona euro se parecerán muy poco al salir de la crisis a las que entraron en ella.
Cuando la crisis quede atrás, se verá que las elites la aprovecharon como una gra oportunidad para profundizar y afianzar -como no pudieron hacerlo durante la fase expansiva de la economía- unos cambios estructurales de impronta neoliberal en las economías de la zona euro que alterarán a peor las vidas de millones de trabajadores europeos durante la próxima década.
Alvaro Rein es el heterónimo de un analista económico y financiero que colabora regularmente con Sin Permiso en temas de la Unión Europea y China.