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Construcción imperial y dominación: EE.UU. y América Latina

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Marina Trillo

Introducción

Con excepción de algunos dinosaurios intelectuales, muchos escritores, periodistas y académicos han reintroducido el concepto de imperialismo en sus análisis sobre la estructura del poder mundial. Los anteriores debates centrados en «la hegemonía» han mostrado ser inadecuados para explicar el nuevo énfasis de los constructores imperiales estadounidenses sobre la coerción militar, la invasión, ocupación y gobierno por la fuerza. Hace cincuenta años la Comisión Económica de Iberoamérica (CEPAL) describió la economía mundial con los términos de «centro» y «periferia», veinte años más tarde los teóricos del sistema mundial agregaron una semi-periferia. Estos términos, ampliamente desprovistos de cualquier especificidad histórica, de clase o estado ya no se consideran útiles por la mayoría de los escritores críticos del mundo contemporáneo.

Todas las preguntas importantes con las que nos enfrentamos hoy respecto a la naturaleza y dirección de las relaciones internacionales de poder, la naturaleza de los crecientes conflictos, las conquistas y la resistencia giran alrededor de la naturaleza y dinámica del imperialismo – especialmente del poder imperial más poderoso y agresivo, los Estados Unidos de América.

Se han planteado cuestiones fundamentales respecto a la sostenibilidad del imperio estadounidense – por lo menos en su actual estructura militar y económica. En su forma simplificada, la pregunta más común es si el imperio de EEUU está en ascenso o si está en declive. Aunque en la superficie éste parece ser el ‘asunto principal’ en realidad oscurece cuestiones más fundamentales que deben formularse, referidas a las vinculaciones entre la política y la economía domésticas respecto al imperio, las relaciones de clase y políticas que apoyan y se oponen al imperio y la capacidad política del imperio para sostener la expansión exterior y el declive doméstico. Argüir, como hacen algunos académicos, que el imperio está en declive debido a que está «sobre-extendido» (Kennedy, Hobsbawm, Wallerstein) es desestimar la capacidad de la clase dirigente imperial para continuar reasignando los recursos de la economía doméstica al imperio, al estado duradero, los medios de comunicación, y a las instituciones del partido que apuntalan la continuación de la construcción del imperio y lo que es más importante, la habilidad para reclutar a clientes al servicio del imperio.

La continuada expansión dinámica imperial, incluyendo la conquista militar de tres regiones (Balcanes, Afganistán e Irak) tiene lugar con la aprobación activa de la inmensa mayoría de los ciudadanos estadounidenses, que están sufriendo los peores recortes sociales y económicos en programas gubernamentales y la legislación fiscal más regresiva de la historia reciente. Claramente, los comentaristas impresionistas que pretendieron ver las ocasionales manifestaciones de Seattle, Washington y otras ciudades contra la globalización y la guerra de Irak como un desafío y debilitación del imperio, estaban equivocados. Una vez iniciada la guerra, se acabaron las grandes manifestaciones y no existe ningún movimiento de masas que se oponga a la sangrienta ocupación colonial ni apoye la resistencia anticolonial. Igualmente grave, desde la perspectiva metodológica, los críticos del poder imperial son incapaces de explicar la naturaleza mundial de la doctrina imperial – para librar guerras imperiales «en cualquier parte y durante el futuro previsible» según la doctrina de Bush. Encerrándose en el objetivo más visible y obvio – en el caso de Irak, el petróleo – las críticas de activistas pasan por alto los múltiples sitios de continuada intervención militar imperialista, en Iberoamérica, África y Asia (Colombia, Djibouti, y Filipinas, etc.). El petróleo es un componente importante de la construcción del imperio, pero también lo es el poder, el control y la dominación de clientes, rivales y estados independientes.

Para entender adecuadamente la agresión política y militar a nivel mundial de los constructores imperiales estadounidenses, debemos fijarnos en el alcance y extensión del imperio económico de los EEUU. Para entender adecuadamente si el imperio estadounidense está en declive o en expansión debemos distinguir entre la economía doméstica (lo que llamaré «la república») y la economía internacional (a la que llamo «imperio»).

El imperio económico estadounidense.

Una de las medidas claves de las dimensiones económicas del imperio estadounidense es el número y porcentaje de sus corporaciones multinacionales (CMN) y bancos entre las primeras 500 firmas del mundo en comparación con otras regiones económicas. Casi todos analistas económicos están de acuerdo en que la fuerza impulsora de la economía mundial, las instituciones fundamentales para las inversiones internacionales, las transacciones financieras y el comercio mundial son las CMN. Igualmente importante, ningún estado puede aspirar a la dominación global si sus principales instituciones económicas, las CMN, no desempeñan un papel primordial en la economía mundial. Cualquier debate serio sobre la presente y futura supremacía imperial estadounidense está obligado a analizar la distribución de poder entre las CMN en competición.

Hay varias maneras de evaluar las «CMN punteras». He seguido el enfoque del Financial Times – y he utilizado los datos que han compilado. El FT clasifica a las compañías según su capitalización bursátil, es decir, según la valoración de sus acciones. Cuanto mayor sea el valor de mercado de una compañía más alta será su clasificación. La capitalización bursátil es igual al precio de la acción multiplicado por el número de acciones emitidas. Sólo se incluyen compañías en las que la libre participación en las acciones sobrepase el 85% quedando así excluidas las compañías que tengan grandes participaciones estatales o familiares.

Las CMN estadounidenses dominan la lista de las 500 corporaciones principales del mundo. Casi la mitad de las CMN más grandes (48%) está en poder de estadounidenses que asimismo las dirigen, casi duplicando a su siguiente competidor regional, Europa que tiene el 28%. Los japoneses poseen solo el 9% del total de CMN y el conjunto del resto de Asia (Corea del sur, Hong-Kong, India, Taiwán, Singapur etc…) posee menos del 4 por ciento de las 500 firmas y bancos más grandes. La concentración del poder económico estadounidense es aún mayor si miramos las 50 CMN más grandes – donde más del 66% es de propiedad estadounidense; y el poder de los gigantes económicos de EEUU es aún más evidente cuando examinamos las 20 primeras CMN, donde más del 70% es de propiedad estadounidense. Entre las 10 CMN punteras EEUU controla el 80%.

Muchos analistas impresionistas que citan el descenso del valor bursátil de las CMN estadounidenses como indicador de un declive general en la posición global de EEUU omiten reconocer que el valor bursátil de las CMN de Europa, Japón y resto del mundo cayó también – en igual o mayor grado – neutralizando de este modo el efecto del descenso de EEUU en la dominación continuada que ejercen las CMN estadounidenses.

Podemos examinar varias otras valoraciones del continuado y consolidado poder económico del imperio estadounidense. Si comparamos la capitalización neta de las CMN estadounidenses entre las primeras 500 firmas con la de las CMN de otras regiones encontramos que el valor las CMN estadounidenses sobrepasa la valoración conjunta de todas las demás regiones. La valoración de las CMN estadounidenses es de entre $7.445 mil millones y $5.141 mil millones. Las CMN estadounidenses tienen un valor de mercado que excede el doble al de su competidor más próximo, Europa.

El argumento respecto al consolidado y creciente imperio económico mundial estadounidense queda más reforzado si examinamos los ocho sectores económicos que lideran la economía mundial, a saber, banca, productos farmacéuticos, telecomunicaciones, hardware de informática, petróleo y gas, servicios de software y computación, seguros y detallistas generales. Las CMN estadounidenses son mayoría entre las primeras clasificadas de cinco sectores, poseen el 50% de un sector (petróleo y gas) y son minoría en un sector (seguros). La misma pauta se cumple cuando examinamos la denominada «vieja economía». Las CMN estadounidenses de la vieja economía que incluye minería, petróleo y automoción, productos químicos y bienes de consumo ascienden a 45 de entre las 100 primeras CMN. Entre las primeras 45 CMN vinculadas a la fabricación las CMN estadounidenses poseen 21, Europa 17, Japón 5 y el resto del mundo 2. EEUU cuenta con la compañía puntera en 23 de 34 grupos industriales. Las CMN estadounidenses controlan casi el 59% de las principales compañías manufactureras y mineras – casi iguala a la suma de las CMN europeas y japonesas. La mayor área de debilidad estadounidense está en el sector de electrónica donde EEUU posee sólo 2 de las 23 empresas principales.

Hasta donde las CMN son base y fuerza impulsora para la construcción económica del imperio, está claro que EEUU es todavía dominante, controlando aún y mostrando poco o ningún signo de «debilitación», «declive» o pérdida de clasificación respecto a Japón o Europa. La tesis de una economía «sobre-extendida» o «declinante» tiene poca base. La reciente burbuja especulativa solo ha afectado a áreas del sector de IT (informática), pero esto también afecta a los competidores de EEUU. Además mientras el sector IT decreció, sectores de la «vieja economía» se han expandido. E incluso dentro de áreas de IT, ha habido un proceso de concentración y centralización de capital – con Microsoft, IBM y otros pocos gigantes estadounidenses avanzando en la clasificación mientras muchos otros disminuyen.

Aunque el fraude y la corrupción han afectado la confianza de los inversores en las CMN estadounidenses, también ha sido ése el caso en Europa y Japón. El resultado ha sido un descenso general en las valoraciones de mercado de todas las CMN de los tres centros competidores imperiales (EEUU, UE, Japón). El descenso mundial en la valoración de acciones es evidente si comparamos los totales de 2002 y 2003: en 2002 el valor neto era $16.250 mil millones comparado con $12.580 mil millones en 2003 – un 22.6% de bajada. Sin embargo aproximadamente el 50% de la bajada sucedió en el sector de hardware.

El hecho indisputable es que el imperio económico estadounidense es dominante y está en fase ascendente – su profundidad y alcance superan a sus rivales europeos y japoneses por múltiplos de dos en la mayoría de los casos. Los abogados del «imperio en declive», u omiten captar los elementos estructurales económicos del imperio de EEUU, o recurren a pronósticos a largo plazo basados en la comparación histórica que concluyen que en algún momento futuro el imperio estadounidense entrará en declive, como todos los imperios (Hobsbawm). Los pronósticos históricos a largo plazo sobre un declive inevitable tienen la virtud de consolar a los miles de millones de personas que sufren explotación y guerras destructivas, y a los gobernantes de las naciones amenazadas con invasión militar y la rapiña de sus lucrativos recursos naturales. Pero es totalmente irrelevante para diagnosticar el poder actual del imperio, su dinámica y las fuerzas organizadas contra él. La tesis del declive se basa en teorías abstractas, buenos deseos en el peor de los casos, y a lo más en extrapolaciones de la economía doméstica del imperio.

Lo que necesita ser destacado es que las «contradicciones» que amenazan al imperio no son simples deducciones económicas de un asumido «imperio sobre-extendido» que presumiblemente estimulará a «la gente» a derribar a la elite constructora del imperio, o forzará a los ideólogos imperiales a replantearse su proyecto imperialista. El imperio estadounidense es construido y apoyado tanto por los dos partidos políticos principales como por todas las ramas del gobierno y ha seguido una trayectoria ascendente por medio de guerras imperiales, conquistas coloniales y expansión de las CMN, en particular desde la derrota en las guerras de Indochina. Las derrotas imperiales y los momentos de declive son el resultado directo de luchas políticas, sociales y militares – la mayor parte de las cuales han ocurrido en América Latina y Asia, y en menor grado en Europa y Norteamérica.

Militarismo e Imperio Económico

Existen pocas dudas de que el imperio económico global estadounidense ha tenido desde hace mucho tiempo y a gran escala una relación positiva con el imperio militar estadounidense. EEUU tiene bases militares en 120 países que forman el corazón del imperio militar. El militarismo estadounidense, que implica guerras, intervenciones interpuestas utilizando mercenarios, combatientes contratados, fuerzas especiales y operaciones de inteligencia encubiertas ha creado, en muchas regiones del mundo durante un prolongado período de tiempo, condiciones favorables para la expansión del imperio económico estadounidense. Los regímenes que imponen restricciones o excluyen la inversión extranjera estadounidense, rehúsan pagar deudas a los bancos estadounidenses, nacionalizan las propiedades estadounidenses de ultramar o apoyan a los movimientos nacionalistas han sido amenazados hasta la sumisión, derribados o invadidos, resultando en la imposición de regímenes cliente favorables a la construcción del imperio estadounidense. No hay ninguna secuencia exacta entre la expansión económica y la acción militar aunque haya una superposición enorme de vínculos. En algunos casos, los intereses económicos dictan las bases militares o la intervención de la CIA (como fue el caso de Chile en 1973); en otros casos la acción militar, incluyendo guerras, fuerzan a países o regiones a rendirse a la construcción imperial (como en el caso de Irak en 2003).

Tampoco hay una «simetría perfecta» entre la intervención y el gasto militar imperial y la construcción del imperio económico. A veces la intervención militar va «rezagada» respecto a la expansión de las multinacionales estadounidenses, como ocurrió a mediados de los años 1950 hasta principios de los 1960 y más tarde entre el final de las guerras de Indochina y principios de los años 1980. En otros momentos ocurre al revés, y la participación militar domina los planes político económicos como sucedió durante la guerra de Corea (1950-53), la guerra de Indochina (1965-1974), la era de Reagan (1981-1989) y hoy (2001-?). El «movimiento» y la «construcción» del edificio imperial no siguen una línea recta de simetría perfecta entre los componentes económicos y militares. El énfasis periódico, desproporcionado, de uno u otro no conduce a la muerte del imperio, como queda de manifiesto tras una revisión del último medio siglo de imperio estadounidense.

La noción de un imperio «sobre-extendido» es una pieza de especulación no histórica que asume que la construcción del imperio debe seguir una especie de «modelo ideal» donde los gastos militares y los beneficios económicos van de la mano. Esto es falso por varios motivos: los beneficios de la construcción del imperio van a la elite corporativa de ultramar y doméstica, los gastos son pagados por los contribuyentes estadounidenses y las familias de bajos ingresos que proporcionan los soldados para la ocupación y el combate. Además lo que parecen ser «desproporciones» económico-militares durante un período conducen al «equilibrio» en el siguiente. Por ejemplo los gastos militares estadounidenses de la guerra fría y las intervenciones contribuyeron a la caída de los regímenes comunistas lo que más tarde llevó a una lluvia de ganancias, mano de obra barata y lucrativa explotación de los recursos minerales en los países ex-comunistas y sus aliados así como a la reducción de programas de asistencia social en Occidente. Para argumentar que el «exceso» de imperialismo militar perjudica a la construcción del imperio económico, es necesario especificar si el alcance y la profundidad del control de las CMN estadounidenses sobre la economía mundial ha declinado, si el acceso a materiales estratégicos ha disminuido, y si los ciudadanos estadounidenses rechazan sufrir los recortes sociales, las cargas fiscales regresivas y las asignaciones presupuestarias que sostienen la construcción del imperio.

La tesis de la «sobre-extensión» del imperio militar estadounidense pasa por alto la capacidad de los constructores del imperio estadounidense para reclutar aliados subordinados y estados-cliente para que acepten sus deberes policiales, administrativos y financieros al servicio del imperio estadounidense. En los Balcanes, los europeos tienen más de 40.000 soldados que sirven bajo las órdenes de la OTAN controlada por EEUU. En Afganistán, fuerzas militares europeas, personal administrativo de Naciones Unidas y un número estados cliente del Tercer Mundo proporcionan el personal para salvaguardar el régimen marioneta de Karzai designado por EEUU. En Irak, aliados subordinados como Gran Bretaña y estados vasallos como Polonia y otros clientes de Europa del Este suministran auxiliares militares y civiles para hacer cumplir el dominio colonial estadounidense. La creación de estados-cliente en Europa del Este a gran escala y desde hace tiempo remontándose al menos a los años 1980 con Solidaridad en Polonia, proporciona un vasto depósito de apoyo político y diplomático y ejércitos mercenarios para el impulso actual de construcción imperial. Enormes bases aéreas y plataformas para despliegue de tropas se están construyendo actualmente en Rumania y Bulgaria a añadir a las de Kosovo y Macedonia. Los constructores del imperio estadounidense han echado a los rusos de Asia Central y Asia del Sur, construyendo bases aéreas en Kazajstán, Uzbekistán, Georgia y Afganistán. El reclutamiento de regímenes-cliente desde el Báltico a Oriente Medio, Asia Central y Asia del Sur demuestra el rápido crecimiento del imperio militar estadounidense y las consiguientes nuevas oportunidades de las CMN estadounidenses para la expansión del imperio económico. Este imperio extendido ha llevado a la formación de alianzas regionales dominadas por el imperio que proporcionarán nuevos reclutas militares para sostener y consolidar el imperio en expansión. En vez de ver la construcción del imperio estadounidense como un proceso de «sobre-extensión» debería ser visto como un proceso de ensanchar el depósito de nuevos reclutas que reforzarán el mando militar estadounidense. El poder estadounidense ha aprendido a desechar la participación en el poder multilateral de sus competidores-aliados imperiales europeos, favoreciendo la subcontratación de la ocupación militar y funciones policiales a los nuevos clientes de Europa Oriental, Asia Central y Asia del Sur.

Durante todo el crecimiento y la expansión del imperio estadounidense, la Unión Europea le ha seguido en pos de sus conquistas, financiando y proporcionando administradores militares y civiles. El breve interludio de desacuerdo alemán, francés y belga, antes de la invasión estadounidense de Irak fue seguido del servilismo casi total hacia la política imperial estadounidense – demandas belicosas e impertinentes y ataques a Irán, Corea del Norte y Cuba; compromisos para seguir las pautas de EEUU en el despliegue de una fuerza militar rápida; respaldo para la ocupación de Irak por los EEUU (Resolución 1483 del Consejo de Seguridad) y de modo más general un reconocimiento de que, según palabras del sumiso Ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, Javier Solana, «No queremos competir con Estados Unidos – sería absolutamente ridículo – sinó ver el problema conjuntamente.» La Unión Europea acepta su papel (según lo definieron Rumsfeld o Wolfowitz) como un aliado subordinado del impulso estadounidense para la dominación mundial, procurando asegurarse un lugar en la artesa económica y el poder delegado y participaciones menores en cualquiera de los contratos y empresas privatizadas. Aquellos teóricos imperiales que abogaron por incrementar la independencia europea y la competencia para debilitar el imperio estadounidense deberían leer a Romano Prodi, Presidente de la Comisión Europea, que en una declaración de prensa en Washington durante junio de 2003 dijo, «Cuando Europa y EEUU están unidos, ningún problema o enemigo puede afrontarnos; si no estamos juntos cualquier problema puede convertirse en una crisis». Prodi y Solana representan el nuevo pensamiento de Europa: mejor colaborar con un imperialismo victorioso y asegurarse ventajas menores que ser castigado, intimidado y excluido de las nuevas colonias. Los constructores del imperio estadounidense dan la bienvenida al nuevo pensamiento y lo animan, teniendo en cuenta la promesa de la Unión Europea de ayudar a sufragar los gastos iniciales de ocupación y construcción del estado colonial sin desafiar la supremacía estadounidense.

Hasta la fecha, incluida la fase actual de guerras estadounidenses de conquista imperial, no existen signos de que el militarismo global esté erosionando la construcción del imperio económico estadounidense. Las CMN estadounidenses siguen dominando la banca, fabricación, IT, industrias farmacéuticas, petróleo y gas. La invasión iraquí ha reforzado el control y acceso de los estadounidenses a las segundas mayores reservas de petróleo y gas del mundo. En tercer lugar, no existe una inminente rebelión popular ni un rechazo ciudadano a la construcción imperial. En medio de la conquista colonial, más de la tercera parte de los ciudadanos estadounidenses – la proporción más alta del mundo – dicen estar «muy orgullosos de su país»; más de ocho de cada diez personas apoyan la invasión de Irak aún cuando es público y notorio que la justificación del Presidente Bush para la guerra – eliminar las armas de destrucción masiva – se ha demostrado que es una pura fabricación. A pesar de la reducción de impuestos más regresiva de la historia reciente, el recorte a gran escala de los gastos sociales y el enorme déficit presupuestario, los ciudadanos de EEUU no muestran ningún signo de protesta de masas. El movimiento pacifista de enero-febrero de 2003, desapareció casi completamente tras el éxito de la conquista militar y la ocupación de Irak. En resumen, la extensión de la actividad militar desde los Balcanes pasando por Oriente Medio hasta el Sur de Asia no ha afectado desfavorablemente a la posición económica internacional de las CMN estadounidenses, ni ha minado el apoyo político doméstico a los arquitectos del imperio.

Mientras el imperio prospera y proliferan las bases militares estadounidenses, la «república», la economía dentro de las fronteras territoriales de EEUU declina, su sociedad de clases se hace más polarizada, su política se hace más represiva.

El declive de la República

Hay dos «economías» y actividades estatales distintas pero interrelacionadas en EEUU, el imperio que encapsula el mundo de las multinacionales, el aparato global militar y las instituciones financieras internacionales vinculadas al estado imperial; y la república que son la economía, las instituciones estatales y las clases sociales localizadas en los EEUU, que proporcionan los soldados, directivos, impuestos y mercados que sostienen el imperio. El crecimiento del imperio ha empobrecido la economía doméstica visiblemente y de muchas maneras, mientras se enriquecen los presidentes (y sus amplios séquitos) que se benefician de, y dirigen, las actividades exteriores de las CMN. Los constructores del imperio estadounidense han añadido más de 100 mil millones de dólares a los gastos militares para financiar las guerras de Irak y Afganistán, recortando los gastos de los programas de sanidad, educación y sociales. Hay actualmente más de 50 millones de ciudadanos estadounidenses sin ninguna cobertura de salud, otros 50 millones con cobertura parcial e inadecuada y muchos millones más que gastan hasta un tercio de sus ingresos netos para obtener una cobertura médica adecuada.

Los fondos de pensiones y seguridad social se vaciaron para cubrir los gastos corrientes e impedir que el déficit presupuestario se hinchara fuera de control. La financiación del imperialismo ha llevado a un déficit presupuestario estimado de 400 mil millones de dólares en 2003 que puede aumentar cuando la ocupación militar de Irak llegue al menos a 80 mil millones de dólares. La producción doméstica industrial, en particular la industria automovilística ha visto como caía bruscamente el margen de beneficios, como la Ford ha sufrido unas pérdidas de varios miles de millones de dólares mientras la mayoría de fabricantes estadounidenses han invertido dinero en el extranjero o han subcontratado a trabajadores locales en América Latina y Asia. El resultado es que las filiales de las CMN estadounidense han capturado una parte importante de las exportaciones de China al mercado de EEUU, pero han aumentado el déficit externo estadounidense durante 2003 que ha llegado a 500 mil millones de dólares y sigue subiendo. Los grandes beneficios obtenidos por las CMN reubicadas en todas partes de las nuevas economías coloniales y semicoloniales de Asia y América Latina refuerzan las instituciones imperiales mientras debilitan la economía doméstica, la financiación de su presupuesto y sus cuentas exteriores.

Los «gastos insoportables de la dominación global» (financiero Felix Rohatyn) son de verdad «soportables» – no hay ninguna rebelión de masas a pesar del aumento de desigualdades, disminución del nivel de vida, exhaustos o inexistentes servicios sociales, ampliaciones de jornada laboral, cuotas individuales más altas para servicios sanitarios y fondos de pensiones, y corrupción generalizada y fraude – escándalos que roban a millones de inversores y pensionistas estadounidenses sus ahorros y fondos de pensiones. El crecimiento del paro sobrepasa ahora el 10% en 2003 incluyendo a aquellos que ya no se registran.

Los constructores imperiales gastan sumas enormes para conquistar el mundo basándose en argumentos fabricados. Aterrorizan a la población con visiones paranoicas de ataques inminentes, en búsqueda de guerras infinitas, conquista mundial y horrorosas matanzas de gente indefensa. Patrocinan o protegen a los terroristas de ántrax domésticos que aterraron a la población de EEUU y sirvieron para justificar el terrorismo estatal estadounidense. En general la gran mayoría de la población de los EEUU «se repantigó y observó» (Harold Pinter) o aún peor se enorgulleció y sintió placer vicario al identificarse con los turbulentos ejércitos victoriosos. Mientras que las principales ciudades estadounidenses están en bancarrota o tremendamente endeudadas, el Gobierno Federal gasta miles de millones en subsidiar a las elites agro exportadoras con la cantinela de 180 mil millones de dólares en 10 años, entregando a gigantescas CMN contratistas (Halliburton) con vínculos cercanos a los constructores imperiales lucrativos contratos de miles millones de dólares, mientras gastan miles de millones para subvencionar a ejércitos mercenarios en Afganistán, Irak y Colombia. En medio del estancamiento doméstico, los constructores imperiales conceden enormes recortes de impuestos a la elite corporativa – aquellos que con toda probabilidad van a invertir en las CMN que operan en el extranjero

Para atraer miles de millones de dólares de inversores extranjeros, el estado imperial permite que los bancos multinacionales estadounidenses laven decenas de miles de millones de dólares de fondos ilícitos, de multimillonarios evasores de impuestos, banqueros corruptos y funcionarios políticos de la elite de América Latina, China, África y otras partes (Congreso estadounidense). Los fondos para sostener el imperio están basados en parte en la corrupción generalizada de los clientes del exterior que «invierten» en la economía de EEUU abriendo sus países al pillaje imperial. Sin embargo el declive de la economía de la república ya no atrae altos niveles de «inversión extranjera» a medida que el dólar se debilita y merman las oportunidades lucrativas. La inversión directa extranjera ha disminuido de 300 mil millones de dólares en el 2000 a 50 mil millones de dólares en el 2002. La república necesita 2,7 mil millones de dólares diarios en aportaciones de capital para financiar el déficit externo. La respuesta al reforzamiento del imperio y debilitamiento de la república es mayores sacrificios sociales en casa, más proteccionismo, mayores transferencias de ganancias y pagos de intereses desde América Latina y otras regiones neocoloniales, más cruzadas moralistas, campañas en medios de comunicación más poderosas, mentiras oficiales aún más ostensibles y nuevas guerras para recargar el infinito suministro de jugos chovinistas.

El gran timo corporativo con cargo a millones de inversores y pensionistas estadounidenses enriqueció a los presidentes y financió la expansión de las CMN en el extranjero. La corrupción no es una anomalía de presidentes descarriados – es un rasgo estructural de la construcción imperial estadounidense tanto en el extranjero como en casa.

Guerras imperialistas y «República»

A pesar de las ocasionales críticas de líderes europeos y de la disensión inconsecuente dentro de la legislatura de la «república», el régimen de Bush ha ampliado enormemente la construcción imperial sobre las bases políticas y militares y las redes de sus predecesores en particular la presidencia de Clinton. Los constructores imperiales durante el gobierno de Clinton expandieron el imperio militar desde el Báltico a los Balcanes y más allá, hasta la ocupación parcial de Irak. Los militaristas de Bush extendieron el imperio militar estadounidense a la conquista de Irak, Cáucaso, Asia Central, a Afganistán y Sudeste Asia, un enorme archipiélago de bases aéreas, zonas de aprovisionamiento militar y fortalezas desde las que atacar y conquistar toda la hilera del sur de Asia, hasta e incluyendo Corea del Norte. En Oriente Medio, Bush anuncia ‘una zona de libre comercio’ – del Norte de África a Arabia Saudita, incluyendo Israel – controlada por los EEUU. Nunca ha crecido tanto el imperio militar estadounidense, ni con tal rapidez y facilidad – haciendo de los comentarios sobre el «declive del Imperio» charla ociosa o ejercicios auto indulgentes de «curación por la fe»

No hay duda de que ciertos sectores económicos han padecido la propaganda histérica «antiterrorista» del imperio diseñada para asegurarse el apoyo del público a las guerras y conquistas imperiales. Los sectores adversamente afectados incluyen los de las industrias aeronáuticas civiles, turismo, y actividades relacionadas del sector servicios. Sin embargo las subvenciones estatales a gran escala y los préstamos sin interés han amortiguado los efectos para el sector corporativo.

Factores sistémicos impulsan la construcción imperial en nuestro tiempo, reforzados por el extremismo ideológico. Las tentativas simplistas para explicar la guerra mediante referencias a la influencia del complejo militar-industrial no tienen en cuenta la disminución relativa en las clasificaciones del espacio aéreo principal y el sector de defensa en 2001-2002 entre las 500 primeras firmas. Hoy las conquistas imperiales están basadas en el impulso para conquistar el mundo y para abrir oportunidades futuras para las CMN estadounidenses – el imperio militar está diseñado para asegurar el futuro acceso a la riqueza, no para generarlo en el proceso de conquista; la guerra y la red de satélites militares están diseñados para crear una red mundial que facilite el monopolio de las ganancias por medio de dirigentes-cliente dispuestos a ofrecer los derechos de explotación a las CMN estadounidenses.

«La construcción imperial no es ninguna fiesta», me dijo una vez un coronel retirado de los Marines de EEUU, refiriéndose a las sistemáticas violaciones de derechos humanos que acompañan a las guerras y conquistas imperiales. Nada capta la deliberada, planeada, violenta conquista y brutal ocupación incrustadas en la construcción imperial estadounidense, como la oposición de EEUU a la Corte Penal Internacional y el corrompido retorcer de brazos que ha forzado a más de 50 países a firmar pactos bilaterales que proporcionan impunidad al personal militar estadounidense. Pero no es la naturaleza inhumana de las guerras imperiales, ni las gruesas violaciones de la Ley internacional, ni la fabricación de provocaciones para justificar la conquista colonial lo que causa grietas en el bloque de poder dirigente (políticos y élite corporativa) sinó las relaciones entre gobernantes constructores militares imperiales y constructores económicos imperiales sobre el mejor modo de construir el imperio y consolidar la autoridad sin minar la capacidad de la república para financiar el estado imperial.

Conflicto de Clases inter-gubernamental

Hay varios niveles en los que ocurre la lucha inter-elite sobre la construcción imperial. El primer y más general tema de debate es la cuestión sobre la relación de los militaristas y los constructores corporativos imperiales. Aunque ambos comparten una visión común de un «imperio dominante estadounidense «, discrepan (al menos algunos) sobre el grado de «autonomía» con el que actúan los militaristas – elaborando a veces estrategias militares que se concentran en la conquista más que en los costes y beneficios económicos. Las exitosas conquistas militares han aumentado el poder e independencia de los militaristas para dar forma a la estratégica estrategia global por encima y en contra de algunas preocupaciones de los constructores económicos imperiales del sector privado.

La segunda cuestión son las distorsiones en la construcción imperial estadounidense generadas por estrategas clave del imperio debido a sus vínculos con el sionismo y la influencia que esto tiene en la conformación de la política imperial en Oriente Medio y más allá. Sionistas como Wolfowitz, Feith, Perle y una multitud de otros arquitectos de la estrategia de conquista global, siguiendo la política israelí, dirigen la política estadounidense hacia la destrucción de los adversarios árabes de Israel en todo Oriente Medio, incluso cuando son factibles acercamientos «negociados» a la expansión del imperio estadounidense. Este es claramente el caso de Irán y Siria, a pesar de la aparición de movimientos políticos liberales pro-estadounidenses y personalidades que siguen métodos no violentos.

Igualmente dañino, a los ojos de militares convencionales y estrategas de inteligencia, los constructores imperiales sionistas han proyectado el punto de vista paranoide de la política israelí – un mundo lleno de enemigos, Europeos en los que no se puede confiar, gente del Tercer Mundo como terroristas potenciales. Sionistas influyentes como Richard Perle siguen los preceptos de uno de los infames políticos-militares israelíes (Moshe Dayan) «los Árabes sólo entienden (el lenguaje de) la fuerza». Mientras la «filosofía» sionista-israelí es bastante mortífera en Oriente Medio, sus exponentes en Washington tienen el poder global y la capacidad para ponerla en práctica a escala mundial. La visión mundial israelí de guerras «preventivas», «colonización», ocupación, castigo colectivo, y empleo unilateral de fuerza a despecho de la ley internacional han sido adaptados por los militaristas estadounidenses que tienen vínculos permanentes desde hace mucho tiempo con Israel y han convertido las prácticas israelíes en la guía doctrinal para la construcción imperial.

El resultado del «sesgo sionista» en la construcción estratégica imperial estadounidense ha generado varios puntos de conflicto en el seno de la elite imperial: entre los constructores imperiales económicos que buscan alianzas con dirigentes árabes del petróleo para ampliar su dominio; entre la elite profesional de militares y agencias de inteligencia estadounidenses que han sido castigados y marginados por los sionistas por no proporcionar la inteligencia «correcta» para justificar las guerras de destrucción de los enemigos de Israel. Esto llevó al Subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz a formar una estructura de inteligencia paralela compatible con la política sionista para «destruir a los enemigos de Israel». Este falso grupo de inteligencia que se autodenomina «trama» no es tanto una agencia de inteligencia para recabar información fiable como una agencia de propaganda para fabricar «informes» que justifiquen la política predeterminada de guerra basada en la visión mundial israelí.

El tercer nivel de conflicto está entre Rumsfeld, el Secretario de Defensa, y los profesionales militares y de inteligencia. Rumsfeld, como figura clave implicada en el proceso de construcción militar imperial, ha estado enérgicamente dedicado a concentrar poder en sus manos y las de su círculo personal dirigido por Wolfowitz, Perle, Boulton y otros militaristas extremistas. Rumsfeld ha pasado por encima de los profesionales del Pentágono sobre la reorganización de las fuerzas armadas, la obtención de armas, la estrategia de guerra y las operaciones de inteligencia. Ha promocionado a oficiales militares leales sobre aquellos con mayor antigüedad y experiencia militar, y ha humillado a los que expresan el más leve desacuerdo. Su comportamiento tiránico hacia altos oficiales militares es su método de sofocar cualquier desacuerdo en la elite.

Sus subordinados más leales y sus consejeros influyentes son aquellos que se adhieren a su estrategia extremista de construcción militar imperial: guerras secuenciales que se superponen y se combinan con programas mundiales terroristas encubiertos de asesinato. No hay duda de que Rumsfeld ha sido la figura que controló la formulación y ejecución de la estrategia de conquista mundial militar – una estrategia imperial que se parece íntimamente a la de la Alemania nazi. La concentración de poder de Rumsfeld dentro de la elite imperial y la hostilidad hacia los profesionales fue expresada dramáticamente con su nombramiento del General retirado Schoomaker, antiguo comandante de las Fuerzas Especiales «Delta», que me fue descrito por oficiales mayores militares en el cuartel general de Delta en Fort Bragg como una colección de «psicópatas entrenados para asesinar». Claramente el general ex-Delta fue seleccionado precisamente porque su perfil ideológico y conductal encaja con las propias tendencias Nazis de Rumsfeld.

Las primeras diferencias importantes y conflictos internos entre Rumsfeld y las jerarquías militares/inteligencia surgieron después de la guerra iraquí sobre la cuestión de la inexistencia de armas de destrucción masiva (WMD) en Irak. Como las WMD fueron la justificación principal para la guerra según la Administración de Bush, esto provocó debate en los medios de comunicación y entre algunos miembros del congreso. El conflicto inter-elite afloró cuando los «profesionales» del ejercito y de las agencias de inteligencia filtraron informes e hicieron declaraciones que cuestionaban las alegaciones de Rumsfeld en la carrera a la guerra. Claramente los «profesionales» esperaban señalar a Rumsfeld y al círculo de «inteligencia» personal como responsables de «cocinar los datos» para justificar los planes de guerra de Rumsfeld-Wolfowitz. En breve la intensidad de la lucha inter-elite por el poder burocrático había alcanzado el punto en el cual los profesionales pro-imperio estaban dispuestos a poner en cuestión una acertada guerra imperialista por verse libres de un tirano burócrata que sentían ponía en peligro la construcción imperial para llevar adelante su estrecho poder personal dentro del aparato del estado imperial. Sin embargo los militaristas con la ayuda del Congreso y los medios de comunicación fueron capaces de enterrar la cuestión – e incluso tuvieron éxito para lograr apoyo público a la guerra.

La cuarta cuestión en debate en el seno de la elite imperial gobernante es el conflicto de relaciones entre los constructores militares y económicos del imperio. Los últimos ven claramente la acción militar como los medios para el fin – un imperio económico estadounidense dominante. Para los imperialistas militares, la definición militar de la conquista mundial se ha convertido en el objetivo estratégico, que si se asume redundará eventualmente en beneficio de los constructores económicos imperiales. Esto conduce a que críticos e ideólogos entre algunos constructores económicos imperiales cuestionen el conocimiento que tienen los militaristas sobre los gastos económicos – a corto y largo plazo – de una política indiscriminada de intervención militar y guerras permanentes. Esto puede convertirse en un debate importante sobre los métodos de construir el imperio, pero no sobre el imperio mismo que ambos apoyan. A este debate hay que añadir la disputa sobre el «compadreo económico» que aflige a los militaristas. Entregan lucrativos contratos de posguerra a las CMN favorecidas que están vinculadas a la pandilla de Rumsfeld-Cheney-Bush mientras ignoran las peticiones de otros sectores corporativos.

Sin embargo estas disputas entre capitalistas y constructores militares del imperio son claramente secundarias a los poderosos intereses y política que los une. A pesar de las preocupaciones ocasionales y actuales expresadas por algunos capitalistas sobre la política de guerra imperialista, la clase capitalista, en particular las CMN son poderosos partidarios de la construcción imperial de Bush-Rumsfeld.

Hay al menos ocho razones por las que las CMN apoyan a la Administración de Bush a pesar de ciertas dudas de capitalistas aislados acerca de la doctrina neonazi de guerra permanente. Aunque algunos editorialistas de la prensa financiera y capitalistas aislados han criticado los déficits presupuestarios del régimen de Bush, la debilidad del dólar y los crecientes déficits de cuentas exteriores, la mayoría de la clase capitalista sigue proporcionando firme apoyo a la construcción imperial del régimen de Bush por motivos muy concretos. El régimen de Bush ha rechazado todos los tratados internacionales, incluyendo el acuerdo Kyoto, que impone controles medioambientales a la industria, bajando así los costes de producción a firmas estadounidenses. En segundo lugar la Administración de Bush proporciona miles de millones en subvenciones a la exportación en particular a grandes firmas exportadoras agrícolas, aumentando de este modo sus cuotas de mercado, su «competitividad» y sus ganancias.

En tercer lugar la Administración de Bush concede medidas proteccionistas a más de 200 productos, afectando a decenas de miles de productores no competitivos que venden en el mercado («doméstico») de la república y de este modo bloquean o limitan la entrada de competidores más eficientes. En quinto lugar el régimen de Bush ha rebajado los impuestos a toda la clase capitalista – beneficiando a los presidentes de las CMN y a los capitalistas que operan en la «república», incrementando así las ganancias por dividendos, plusvalías y salarios. En sexto lugar la Administración de Bush en gran parte ha tolerado (o ha participado en) el encubrimiento de corrupción, fraude y graves delitos de auditoría en la mayor parte de las principales CMN y bancos, por miles millones de dólares. Séptimo el régimen sigue tolerando normativas bancarias negligentes, promoviendo de hecho el lavado de dinero de miles de millones de dólares por bancos multinacionales estadounidenses. Y octavo la Administración de Bush ha rechazado aumentar el salario mínimo y ha seguido un plan anti-trabajo, bajando los costes de la mano de obra para grupos de negocios grandes y pequeños dedicados a las fábricas donde se explota al obrero y al sector servicios.

Estas y otras políticas similares proporcionan las bases económicas para acoplamientos estructurales a largo plazo y gran escala entre la Administración Bush y la clase capitalista en su totalidad. Esto explica por qué hay colaboración íntima entre los constructores económicos y militares del imperio, entre los constructores militares del imperio y la clase negociante que funciona en la república. El ‘trato’ (¡si es que necesita haber uno!) conlleva compensaciones financieras económicas estatales a la elite local de negocios a cambio del apoyo político y financiero de la clase capitalista a los constructores militares del imperio.

Lo que permite a los constructores militares del imperio estadounidense proseguir en su búsqueda de la conquista mundial, a pesar de la crítica inconsecuente y momentánea de sus aliados europeos es el saber que cuentan con el apoyo sólido de Wall Street y «Main Street» (capitalistas que producen para el mercado interior de la república). Además el poder exterior y los vínculos corporativos de las CMN y bancos estadounidense con sus colegas europeos han debilitado la determinación europea para desafiar la supremacía estadounidense y vigorizaron los regímenes de derechas de Berlusconi y Aznar en Italia y España.

Imperialismo: Circo sin Pan

La construcción imperial estadounidense no proporciona compensaciones económicas a los trabajadores, empleados, pequeños agricultores y pequeños negocios del imperio. Su apoyo al imperio se basa en el consumo de propaganda estatal en los medios de comunicación, la gratificación simbólica de formar parte de una ‘potencia mundial’ victoriosa y una actitud servil hacia la autoridad estatal establecida. La falta de un partido o movimiento de izquierdas creíble mina aún más la oposición popular. Incluso peor, los que pasan por ser diarios izquierdistas o progresistas o intelectuales estuvieron en gran parte apoyando las guerras de EEUU contra Yugoslavia, Afganistán y en menor grado Irak.

Lo que aún cuenta más, la gran mayoría de los intelectuales de la izquierda estadounidense se unieron al coro de Bush para atacar a Cuba respecto a la ejecución de terroristas cubanos y el encarcelamiento de los agitadores financiados por EEUU.

Los movimientos «progresistas» y los periódicos estadounidenses, salvo pocas y notables excepciones, jamás han mostrado solidaridad con movimientos de resistencia anticolonial presentes o pasados, luchas nacionales de liberación o regímenes revolucionarios – ya fueran el Frente Nacional de liberación en Vietnam, la resistencia Iraquí o la revolución Cubana. La mayor parte de la oposición estadounidense es legalista (según la ley constitucional), y moralizadora (según los preceptos universales) divorciada de cualesquiera ejemplos prácticos, y aún menos de prácticas revolucionarias del Tercer Mundo.

El estado, los medios de comunicación y el mundo corporativo animan el compromiso estúpido, pasivo de los espectáculos de masas que crean una «identificación» apolítica (deportes y héroes y heroínas de culebrón) y refuerza la visión imperial de un mundo de «buenos» y «malos», donde los «tipos buenos» derrotan a los «malvados» por medio de la violencia y la destrucción

A medida que crece el imperio, desaparece la financiación de pensiones corporativas, los gastos médicos y farmacéuticos se ponen por las nubes y el paro y la pobreza crecen más allá de las falseadas estadísticas oficiales. A julio del 2003, la tasa oficial de paro era del 6,5% – la no oficial ascendía casi al doble. La construcción imperial no crea una «aristocracia laboral» que comparta las migajas de Imperio – al menos si excluimos a los varios miles de cuadros sindicales que negocian cientos de miles de dólares en salarios anuales, pensiones e indemnizaciones aunque el porcentaje de afiliados cotizantes en el sector privado es el 9% de la mano de obra. Las desigualdades aumentan: la relación entre los ingresos de un director general y un obrero ha subido desde el 80 a 1 de hace veinticinco años al 450 a 1 de hoy, y sigue aumentando. Los trabajadores estadounidenses tienen menos tiempo de vacaciones (de promedio tres veces menos que los trabajadores europeos), vida laboral más larga, impuestos más regresivos y ninguna representación en el sistema político, porque los dos partidos dominantes están controlados por los constructores imperiales.

Las pérdidas objetivas de la clase trabajadora no han llevado a ninguna oposición significativa a la construcción imperial excepto entre los negros – que se opusieron a la guerra iraquí en buen número. El declive del estado de bienestar y la transferencia de riqueza hacia arriba sirve para financiar la construcción imperial (el fin de la guerra fría fue un «dividendo imperial»). La corrupción corporativa a gran escala en una economía especulativa estancada y el paro creciente han acompañado un dramático giro a la derecha de la política imperial. Ha habido un aumento de los delitos corporativos, chovinismo nacional y extensión de la ideología de supervivencia individual. Minorías en paro y poco instruidas deciden enrolarse en el ejército imperial, mientras muchos trabajadores blancos pobres manifiestan su hostilidad a los Musulmanes, Árabes y pueblos del Oriente Medio. Los abundantes líderes de las principales organizaciones judías dan su apoyo incondicional al carnicero Sharon y sus colegas ideológicos en el régimen de Bush mientras éstos planean nuevas guerras imperiales apuntando a Irán en particular. Entre tanto la «progresía» estadounidense comienza una vez más su esfuerzo perenne y vano para transformar el partido demócrata pro imperial en un partido demócrata de la república.

No existen en EEUU desafíos importantes al imperio, al menos en el futuro previsible, ni de capitalistas disidentes (debido al creciente vacío entre el imperio y la república), ni de la clase trabajadora. La amenaza principal al imperio viene de afuera, de las luchas de masas existentes en el Tercer Mundo, principalmente América Latina, Oriente Medio y Asia.

Imperialismo y América Latina

En ninguna parte del mundo contemporáneo han sido las relaciones económicas entre el imperio y los regímenes del Tercer Mundo tan unilaterales – tan beneficiosas para los Estados Unidos y Europa y tan perjudiciales como en América Latina. Al debatir sobre las relaciones imperio-estado cliente es importante establecer una periodización, que distingue los grados de dominación y control, la clase específica de colaboradores del imperio, y lo que es más importante, identifica las distintas formas de construcción imperial del último cuarto de siglo.

Hablar de imperialismo como «500 años de explotación y dominación» es a la vez verdadero en términos generales y expresamente engañoso. Aunque los constructores imperiales europeos y estadounidenses han explotado a muchos de los países de América Latina la mayor parte del tiempo durante más de medio milenio, también es cierto que los movimientos populares latinoamericanos, regímenes nacionalistas y socialistas han modificado o han transformado considerablemente sus relaciones con el imperio en diferentes momentos. El imperialismo está basado en relaciones de clase y estatales que por su naturaleza implican conflictos, confrontaciones y conquistas, revoluciones, contra-revoluciones y transformaciones.

En la historia reciente, los regímenes nacional-populistas desde los años 1930 a los 1960 tuvieron éxito al transformar parcialmente América Latina desde una economía basada en la exportación de materias primas a una economía urbana industrial diversificada produciendo para el mercado interior. Desde los años 1970 hasta el presente la contrarrevolución dirigida por el imperio (dirigida por el estado imperial de EEUU y el IFI) en alianza con capitalistas transnacionales latinoamericanos (sectores del capital vinculados a redes internacionales financieras, comerciales y de comercialización) impusieron un modelo «neoliberal» por medio de regímenes clientes. Hacia finales de los años 1990, el Imperio, habiendo tomado el dominio de los sectores estratégicos y dinámicos de la economía y consolidado control sobre una clase política cliente, lanzó la transición hacia la recolonización de la región, llamando al proceso «Área de Comercio Libre de las Américas». El proceso de recolonización está bastante avanzado, sostenido por líderes tradicionales de derechas y reclutamiento de nuevos dirigentes clientes entre las filas de los izquierdistas renegados y populistas de América Latina.

Resumiendo podemos identificar tres períodos distintos de relaciones imperio-cliente. El período 1930-60 de dominación imperial relativamente limitada estaba basado en el eclipse (no el desplazamiento) de las clases de colaborador liberal agro-mineral, y la emergencia y expansión del estado nacional y empresas privadas industriales, comercio exterior y regímenes de control de divisas y bancos nacionales. El período 1970-95 incluyó la privatización masiva de empresas públicas y la desnacionalización de bancos, industrias, telecomunicaciones, servicios de energía estratégicos etc… La tercera fase (período actual) conlleva la transformación de las conquistas económicas estratégicas en un nuevo régimen político legal – la Comisión ALCA – que confiere a los constructores imperiales estadounidenses el gobierno formal de la región.

Construcción imperial: Fase I

La transición del nacional populismo al neoliberalismo se consumó con conflictos violentos, golpes militares, masacres, exilios forzados, y el establecimiento de un aparato estatal (militares y policía) leal al imperio y una clase política de cómplices bien dispuestos hacia el gobierno imperial. Los constructores imperiales y gobernantes clientes, tanto militares como civiles, abrieron inmediatamente la región a una invasión masiva de especuladores y corporaciones multinacionales estadounidenses y europeas.

La construcción del imperio económico se hizo posible mediante los constructores militares del imperio que directa e indirectamente intervinieron para reprimir, desarticular y fragmentar la oposición popular. Los golpes militares en Brasil (1964), Bolivia (1971), Chile (1973), Argentina (1976) y golpes militares civiles en Uruguay (1972), y Perú (1993) crearon el marco político y los acuerdos internacionales con el IFI que dieron la vuelta al proyecto de industrialización nacional y abrieron América Latina a la conquista por las corporaciones multinacionales estadounidenses y europeas.

A mediados de los años 1980 bajo la presión de las masas los EEUU acordaron una «transición negociada» de militares a gobierno de elite electoral política autoritaria, salvaguardando el marco económico «neoliberal» para impulsar la expansión del imperio económico. Entre mediados de los años 1980 hasta 2000, los imperios económicos se expandieron – tanto el Europeo (mayormente español) como el estadounidense, a medida que cayeron las barreras comerciales y las materias primas estadounidenses, de la Unión Europea y asiáticas inundaron los mercados Latinoamericanos, desplazando a millones de pequeños agricultores, productores locales, fabricantes y minoristas.

Los nuevos regímenes cliente autoritarios saquearon la economía, privatizando y vendiendo miles de empresas públicas, mientras las CMN compraban bancos locales y fabricantes, tierras y bienes inmuebles. Según un estudio reciente (Minella), en Brasil en 1989 los bancos extranjeros poseían el 9,6 % de las acciones bancarias, hacia el 2000 controlaban el 33%. En 2001, el capital financiero extranjero controlaba 12 de los 20 bancos más grandes de Brasil. El crecimiento del capital extranjero es casi exclusivamente resultado de la adquisición de bancos nacionales públicos y privados, no de la creación de nuevas empresas. En América Latina, un estudio de 212 directores de 19 sociedades financieras que representan a bancos de l4 países Latinoamericanos, reveló que el 55% eran representantes de bancos extranjeros. Una mayoría de los líderes de las redes financieras de Latinoamérica son banqueros norteamericanos o europeos. Estas redes financieras a su vez directamente o indirectamente controlan propiedades industriales, comerciales e inmobiliarias. Igualmente importante, establecen las condiciones para la financiación externa en colaboración con el IFI. La mayor parte de los ideólogos cliente estadounidenses de América Latina se formaron en universidades de propaganda de la elite como Chicago, Harvard, Stanford etc. Por medio del terrorismo estatal y la coacción impusieron el «modelo neoliberal» centrado en el imperio. El IFI reforzó el «modelo» por medio de sus políticas de ajuste estructural apoyando a los regímenes cliente y beneficiando a las elites financieras locales vinculadas a los bancos multinacionales estadounidenses.

El modelo centrado en el imperio condujo al pillaje sistemático durante mucho tiempo y a gran escala de todos los países de América Latina. El último estudio, para el año 2002, de Naciones Unidas, Comisión Económica para América Latina, revela que más de USD 69,2 mil millones en pagos de intereses y beneficios fueron remitidos a las oficinas centrales en los EEUU. El estudio no incluía los varios miles de millones en pagos de derechos («royalties»), fletes, seguros y otros honorarios por servicios ni los demás miles de millones ilegalmente transferidos por las elites latinoamericanas a través de bancos estadounidenses y europeos a cuentas en el extranjero. El total saqueado a América Latina se acerca a 100 mil millones de dólares. Si multiplicamos esta suma por la década 1992-2002 podemos estimar de manera conservadora que la explotación de América Latina sobrepasó 1 trillón de dólares.

Un proceso similar de construcción imperial es patente en el dominio de la apropiación del comercio, instalaciones productivas y mercados locales. Según un estudio del Banco Bilbao Vizcaya Argentina (BBVA) con sede en España, más de un tercio (56) de las 150 empresas más grandes son de propiedad extranjera, la mitad son de particulares nacionales y casi el 13% (19) son firmas estatales nacionales. Sin embargo las 75 firmas nacionales privadas sólo generan el 30% de las ventas totales de las 150 empresas más grandes. Las firmas de propiedad Latinoamericana solo corren con el 22% de las exportaciones de las 150 firmas más grandes, las firmas en manos extranjeras el 15% y las firmas públicas el 63 % de los beneficios por exportaciones. En otros sectores las CMN estadounidenses y europeas controlan una parte sustancial del mercado interior, mientras que las firmas públicas nacionales son los que más beneficios tienen por el cambio de divisas.

Las CMN estadounidenses, europeas y japonesas dominan los mercados interiores y en gran parte desplazan a los productores locales. La fórmula imperial para América Latina es exportar capital para capturar mercados domésticos e importar materias primas de las empresas de capital público. En 2002, las CMN transfirieron 22 mil millones de dólares por ganancias sobre las inversiones directas de 76 mil millones de dólares – una tasa de retorno de casi el 35%.

Con las empresas públicas contabilizando 245 mil millones de dólares en ventas de las cuales el 35% representó exportaciones queda claro que el objetivo estratégico de la construcción imperial estadounidense es hacerse con el control de este sector. El foco está sobre las empresas estatales de petróleo y de gas de México, Venezuela, Brasil, Ecuador, Colombia y Bolivia así como la Corporación Chilena de Cobre (BBVA citado en La Jornada el 15 de junio de 2003.)

Así que la construcción imperial implica cuatro etapas: 1) intervención ideológica-militar-política para imponer el «modelo centrado en el imperio» y los parámetros de debate «realista» político económico – con algunas «imperfecciones» (resistencia popular, diferentes momentos de puesta en práctica, dirigentes incompetentes etc.) . 2) implementación de la primera ola de desregulación, privatización y desnacionalización que conduce al dominio por las elites locales vinculadas al IFI y las CMN. 3) Paso de la privatización nacional al control extranjero mediante pagos de deudas, préstamos y compras de participaciones que conducen a la toma de posesión de grandes cuotas de mercado en ventas y banca. 4) Impulso para el control directo político militar imperial para reprimir la resistencia de las masas que es resultado del pillaje de las etapas 1-3, y para extender y profundizar en la privatización que incluya la energía lucrativa, las materias primas y luz y empresas públicas energéticas. La etapa cuatro es la preparación para la imposición del ALCA – etapa final de la construcción imperial – la recolonización de América Latina.

Como gobierna el imperio

La clave de la construcción imperial – la dinámica del imperialismo – es el papel dinámico del estado imperial y sus «casi-privados/públicos» auxiliares en el sector privado. Las CMN y la expansión y financiera en América Latina son cruciales para la acumulación, y para contrarrestar la tendencia a disminuir de la tasa de beneficios. Pero también es importante reconocer el papel del estado imperial en la resolución de la cuestión fundamental de los lugares geográficos/económicos donde se desarrollan estos procesos, el tiempo de resolución o de intento de resolución de estas crisis económicas y las necesarias relaciones político sociales y el marco que permite que estas contradicciones económicas se resuelvan. La superproducción puede impulsar al capitalista a volverse hacia la conquista de mercados exteriores, pero los «mercados» no se abrirán si los regímenes locales no son forzados a bajar las barreras con invasiones militares, golpes, y la colocación de economistas-ideólogos centrados en el imperio en puestos de toma de decisiones. El apalancamiento del IFI vinculado al estado imperial es también un componente básico en la apertura de mercados. La decreciente tasa de beneficios en sectores económicos clave (y sus CMN principales) no se puede revertir si la legislación laboral de los estados cliente no es «reformada» por el IFI y la resistencia organizada de masas no es reprimida por el aparato policial y militar de los clientes.

Tasas de retorno del treinta y cinco por ciento no están aseguradas en sociedades democráticas, participativas, con pleno empleo y derechos laborales. Tasas de retorno exorbitantes, pillaje de recursos públicos, saturación de mercados, y pago puntual y completo de la deuda en medio de la pobreza de las masas exige la represión sangrienta de los gobernantes cliente, lo que está mucho más allá de la capacidad de las «fuerzas de mercado».

Aperturas estratégicas para las CMN requieren claramente la participación masiva sistemática del estado imperial. La construcción económica imperial está íntimamente relacionada con la construcción del régimen cliente (lo que los ideólogos imperiales llaman «construcción nacional»). El estado imperial que funciona en América Latina no sólo crea los fundamentos iniciales del desarrollo centrado en el Imperio, sinó que está profundamente implicado en controlar, castigar, reclutar, corromper, cooptar y amenazar a los políticos electorales para que sirvan como colaboradores locales.

El imperio gobierna por medio del IFI que hace cumplir la disciplina económica mediante préstamos, acondicionamiento y amenazas – siendo el objetivo utilizar las deudas para ahondar en la privatización y obligar al cumplimiento de la política de «mercados abiertos».

El gobierno de mercado abierto se aplica a Latinoamérica, pero no a EEUU o a la Unión Europea donde impera el proteccionismo selectivo. El estado imperial ha establecido más de 120 bases militares por todo el mundo – incluyendo más de dos docenas de bases y posiciones operacionales por toda América Latina para reclutar funcionarios y entrenarlos ideológicamente para que se identifiquen con el imperio, se opongan a los adversarios anti-imperiales e intervengan en momentos de crisis de régimen. Lo que es más importante, el estado imperial interviene para influir en las elites políticas, financiando a candidatos y partidos, comprando, cooptando, amenazando, y seduciendo a las figuras políticas emergentes.

Los hacedores de la política imperial estimulan mayores vínculos con las CMN y mayor distancia respecto de los grupos electorales populares. La última actividad implica la dedicación durante largo tiempo a figuras de la oposición de lo que el Departamento de Estado (Ministerio de Asuntos Exteriores) llama izquierda «responsable» o «izquierda democrática» que emite las «señales correctas» – apoyo electoral en contraposición a la lucha de masas, compromisos favorecedores de consiguientes concesiones a las CMN y cierta afinidad por la movilidad individual sobre la colectiva. El imperio mira de buen grado un perfil personal de gobierno personalista que proporcione una puesta en práctica autoritaria para implementar duras normas de austeridad para la mayoría y concesiones a gran escala para los ricos, en particular los extranjeros ricos.

Los éxitos más recientes de la estrategia del estado imperial de construcción de regímenes cliente se encuentran en Brasil y Ecuador. En ambos casos los líderes políticos, Ignacio Da Silva y Lucio Gutiérrez fueron apoyados por movimientos radicales populares antes de que «se dieran la vuelta» o se convirtieran a la política centrada en el imperio mediante el proceso de persuasión ideológica en línea con un giro a la derecha en la dirigencia de su aparato de partido.

El estado imperial a través de sus vínculos formales e informales con instituciones culturales basadas en los EE UU – tanto privadas como públicas – recluta «estrellas» de los medios de comunicación, intelectuales arribistas, estudiantes y periodistas para diseñar y promover prácticas culturales centradas en el imperio e institutos que entrenan activistas e influyen sobre la opinión pública. El jefe de US-AID exigió recientemente que las ONG financiadas por EEUU se olvidaran de su fachada «no gubernamental» y declararan abiertamente que son «un brazo del gobierno de los EEUU.» (Financial Times, 13 de junio de 2003.) Hay muchos «brazos del gobierno de los EEUU», declarados o no, que combinan la función cultural y el adoctrinamiento ideológico, noticias mundiales y propaganda imperial, becas y subvenciones a fundaciones de pensamiento y actuación centrados en el imperio. El estado imperial ha creado y defendido este universo cultural «público-privado» para la construcción imperial en América Latina. En resumen Washington gasta dólares de los contribuyentes para financiar la expansión del imperio económico estadounidense – depauperando la república. En ninguna parte están los lazos directos entre la construcción político militar imperial y la dirigencia más claramente relacionados con la construcción económica imperial que en América Latina y el proceso va hacia el gobierno colonial imperial.

Nuevas Direcciones del Imperio

La construcción imperial ha tomado una dirección nueva y más agresiva en el nuevo milenio – embarcándose en una serie de guerras imperialistas y conquistas llevadas a cabo por el estado imperial y dirigidas por ideólogos militaristas. En el curso de dos años EEUU ha librado dos guerras de conquista, innumerables asesinatos e intervenciones por todo el mundo con «operaciones de fuerzas especiales» clandestinas y el reclutamiento y la cooptación de gobernantes cliente por toda Asia, África, América Latina y Balcanes. Los constructores imperiales han consolidado el control sobre sus clientes de Europa del Este y Bálticos y han seguido adelante para cementar sus lazos con los regímenes de extrema derecha de España e Italia. Bajo presión, la resistencia inicial de la Unión europea ha cedido dando paso al hecho de convertirse en socios subordinados a EEUU, protegiendo a los regímenes títere estadounidenses de Afganistán, proveyendo ayuda régimen colonial de EEUU en Irak, respaldando las amenazas de EEUU contra Irán, y uniéndose al ataque contra Cuba al apoyar a agentes cubanos financiados por EEUU.

Los constructores imperiales estadounidenses han acelerado el proceso de colonización de América Latina por medio del ALCA. Hay varios motivos por los que EEUU está presionando el proceso de colonización: 1) los clientes y colaboradores de América Latina están todavía en sus puestos, pero su poder es tenue a lo más, 2) la resistencia de las masas aumenta por toda la zona, 3) el modelo mercantilista, proteccionista-liberal del imperio está provocando oposición entre sectores de las elites latinoamericanas de exportación, 4) EEUU procura monopolizar la toma de posesión de las principales empresas públicas que quedan según son privatizadas – evitando las pérdidas habidas para Europa, especialmente España, durante la ola anterior de los años 1990, 5) los clientes militares están todavía en sus puestos pero no están presentes en todas partes y en el mismo grado particularmente en Venezuela, Brasil, Ecuador, Bolivia, 6) EEUU tiene el «ímpetu» de sus conquistas militares-políticas en Asia para presionar y chantajear la conformidad de las elites políticas de América Latina, 7) la conversión por sorpresa de dos regímenes – Da Silva en Brasil, Gutiérrez en Ecuador – al ALCA, y su vulnerabilidad respecto a la oposición de masas hace que los constructores imperiales se muevan deprisa.

Los constructores imperiales estadounidenses se han movido hacia la dominación colonial con poder desnudo y exigencias centradas en el imperio, ignorando cualesquiera concesiones a sus regímenes cliente, debilitando así severamente su base para el cumplimiento. El caso de México es el más claro: EEUU ha rechazado la petición del Presidente Fox para legalizar la situación de 4 millones de trabajadores inmigrantes mexicanos, o mantener la reciprocidad en los acuerdos comerciales sobre transporte, textiles y varias otras materias primas. En vez de ello Washington exige la completa privatización de la industria pública de petróleo de México (PEMEX) – la empresa con mayores réditos y ganancias por entrada de divisas del país.

El precedente histórico para el actual proceso de construcción imperial estadounidense en América Latina es el sistema mercantilista de los imperios coloniales europeos. Los rasgos básicos comunes incluyen: 1) Control imperial manifiesto por medio de una autoridad política (ALCA) que establece la normativa económica y el marco legal para el monopolio estadounidense de una posición económica privilegiada en América Latina; 2) estructuras imperiales de mando militar, bases, implicación directa en las operaciones de campaña para reprimir alzamientos populares; 3) comercio no recíproco que implica la liberalización total del comercio Latinoamericano y medidas protectoras selectivas para impedir que productores competitivos Latinos compitan satisfactoriamente en el mercado de EEUU; 4) exclusión efectiva de Europeos, Japoneses y otros para competir en los mercados Latinoamericanos.

El sistema imperial neomercantilista está siendo puesto en práctica explícitamente por medio del ALCA en el aspecto económico, y por el Plan Colombia, la Iniciativa Andina y la coordinación continental de la economía militar por los comandantes militares veteranos en el frente militar

La perspectiva para la construcción imperial, recolonización y consolidación descansa sobre tres patas políticas: 1) la cooptación de ex líderes «populares» como Lula en Brasil, Gutiérrez en Ecuador y Kirchner en Argentina; 2) la aceleración de los acuerdos militares ALCA ante clientes en descomposición (Toledo en Perú, Sánchez de Losada en Bolivia y Uribe en Colombia); y 3) el aislamiento y/o derrocamiento de los regímenes de Venezuela y Cuba y la derrota de la creciente oposición popular en América Latina. ALCA proporcionará a los constructores imperiales estadounidenses el control sobre una institución, la Comisión ALCA, que dictará la política sobre cada aspecto del comercio, inversión, relaciones público-privadas, servicios (incluidas la educación, salud, pensiones, etc.). Al igual que la refinanciación de la deuda de los regímenes Latinoamericanos facilitó la liberalización, los actuales regímenes neoliberales facilitan la recolonización por medio del ALCA. Bajo el dominio colonial estadounidense las estructuras administrativas Latinas permanecerán, reducidas y reconfiguradas, para implementar la política colonial estadounidense adoptada en el seno de la comisión ALCA. La legislatura Latino Americana, poderes ejecutivos y judiciales quedarán reducidos a debatir los métodos, marcha y aplicación de la política dictada por ALCA-EEUU. Como en todos los sistemas coloniales, estructuras verticales autoritarias serán sobrepuestas sobre las instituciones electorales.

El creciente poder militar estadounidense y sus proyecciones en América Latina han envalentonado a los constructores imperiales para actuar más agresivamente. En Venezuela un golpe de estado civil y el cierre de la patronal fueron orquestados por agencias de inteligencia estadounidenses. En Colombia, la participación militar estadounidense ha intensificado las matanzas y el desplazamiento de cientos de miles de campesinos para privar de reclutas, apoyo logístico y alimentos a los rebeldes populares. Contra Cuba, Washington ha organizado abiertamente núcleos de cuadros contrarrevolucionarios (llamados «disidentes») para dedicarse a la propaganda y reclutamiento, mientras explícitamente incluyen al régimen revolucionario como su próximo objetivo militar. Por toda América Latina, han sido establecidas bases militares estadounidenses como cabeza de playa para intervención en los casos en que puedan ser derrocados por las mayorías populares los regímenes cliente.

Igualmente importantes son las conquistas políticas de los constructores imperiales. En Brasil, el régimen de Lula ha sido convertido completamente en un satélite del Imperio – abrazando sin criterio a las elites financieras y agro-exportadoras que juegan un papel integral en la promoción de ALCA y la recolonización. En Ecuador, Lucio Gutiérrez y sus compañeros, el partido Pachacutik se han movido rápidamente para privatizar las empresas estatales de petróleo y eléctricas, adoptar la dolarización, bases militares estadounidenses, Plan Colombia y ALCA, rompiendo huelgas, y militarizando las refinerías de petróleo en el curso de la preparación del país para el estatus colonial.

Las «nuevas perspectivas» para la colonización de América Latina existían antes de los acontecimientos del 11-S y la llamada «guerra contra el terrorismo» estadounidense. El nuevo militarismo después del 11-S aceleró el proceso de colonización y dio mayor ímpetu a la militarización y la intervención directa. El cambio más significativo desde el 11-S fue la exclusión total de cualquier consulta y las concesiones a regímenes cliente – haciendo aún más desequilibradas las relaciones.

En el mejor de los casos es vano y en el peor es engañoso especular y consolarse con el hecho de que en un futuro distante «todos los Imperios declinan». Antes de que ocurra ese tiempo inespecificado millones de vidas están en juego, la soberanía nacional está en peligro y ocurren luchas populares. Colocar «juicios finales» en el centro del análisis es distanciarse uno mismo de los actores para el cambio y del poder real del imperio hoy, su lógica y dirección. Lugares comunes tendenciosos, como «los imperios declinan», no nos proporcionan el marco analítico para entender las fuerzas motrices del imperialismo y el alzamiento de las fuerzas de oposición. El análisis histórico abstracto e inespecífico y la discusión superficial sobre los constructores imperiales (sus decisiones son «frívolas») es en sí mismo frívolo y superficial. La «larga visión de la historia» divorciada del análisis concreto sobre el actual poder dominante del imperio estadounidense y su impulso para la conquista mundial y las luchas antiimperialistas basadas en las clases es un espejo del estilo de los ideólogos de los constructores imperiales. No hay ningún final de las lumbreras imperiales que escribieron acerca del «American Century», Pax Americana, Global Power y otras vacuas «amplias visiones» de la historia.

Para entender las contradicciones actuales del imperio tenemos que analizar clases concretas, clases étnicas, la naturaleza específica de los regímenes con sus configuraciones de clase así como las capacidades organizativas de los movimientos populares para montar desafíos a clientes imperiales y al imperio. Pontificar desde analogías históricas abstractas y descubrir el lugar común de que los imperios eventualmente declinan, no tiene ni relevancia intelectual ni relevancia política práctica.

Imperio: Relaciones de Clases y Estado

La construcción imperial estadounidense y el deterioro se construyen sobre relaciones de clase y estatales. Las clases colaboradoras son formadas a través de un proceso complejo de clases internas y formación política e integración externa dentro de relaciones subordinadas pero beneficiosas (para la elite). La hegemonía y la dominación por parte de las clases dirigentes transnacionales Latinoamericanas es esencial para conformar y apoyar a los estados cliente imperiales que implementen la «política neoliberal» centrada en el imperio. El papel del estado imperial fue fundamental para la formación de estados cliente – tanto en términos de apoyo financiero como político así como para proporcionar amenazas y recompensas personales que indujeran a la puesta en práctica activa de la privatización de empresas públicas lucrativas y la eliminación unilateral del comercio exterior y barreras a la inversión.

Lo que les parece a los críticos académicos extranjeros una agresión imperial «irracional» es de hecho un cálculo sumamente racional basado en la facilidad histórica con la cual los estrategas de la política imperial han afianzado una posición dominante en la economía colonizada, el cumplimiento de los estados cliente y el apoyo impaciente de las elites financieras y especulativas transnacionales Latinas. El éxito fácil para imponer los «modelos» centrados en el imperio, para derrocar y/o invadir regímenes Latinoamericanos recalcitrantes o nacionalistas (en Chile, Brasil, Panamá, República Dominicana, etc.) ha animado a los constructores imperiales a actuar con mayor violencia, manejando desvergonzadamente la fuerza como el arma más razonable, considerando su eficacia para afianzar los objetivos imperiales. Deberíamos recordar que el éxito intervencionista estadounidense en Guatemala (1954) causó que EEUU repitiera su política con Cuba en 1961 – una política que lo llevó a la derrota. Los exitosos golpes militares orquestados por EEUU en Brasil (1964) e Indonesia (1965) y la invasión de la República Dominicana (1965) animaron a EEUU a ahondar y expandir su invasión militar de Indochina que condujo a una derrota histórica pero temporal de los estrategas imperiales y el profundo debilitamiento del apoyo político doméstico.

La reconstrucción del proyecto de construcción imperial bajo el Presidente Carter se focalizó en la guerra político-ideológica sobre el terreno favorable de Europa Oriental y la URSS y la reconstrucción de vicarios militares encubiertos en el Sur de Asia (Afganistán) en alianza con fundamentalistas Islámicos. En África del Sur (Angola y Mozambique) los estrategas de la política imperial financiaron y suministraron a vicarios tribalistas apoyados por la racista Sudáfrica. En Sur y Centroamérica (Argentina, Chile, Bolivia, El Salvador, y Guatemala) EEUU actuó a través de regímenes militares cliente, y en Nicaragua mediante clientes mercenarios del tráfico de drogas. A partir de finales de los años 1970 hasta 1990, los constructores imperiales reconstruyeron el aparato militar estadounidense y reconquistaron gradualmente el apoyo político doméstico para las conquistas de ultramar con las invasiones militares de Panamá y Granada.

La «fórmula ideológica» para la conquista imperial es muy similar a la usada por el Tercer Reich: los líderes de la oposición son demonizados, la invasión y la imposición de regímenes cliente son descritas como liberación y restauración de la democracia y la incorporación dentro de la esfera de influencia de los EEUU se describe como entrar a formar parte del «mundo libre». El imperio militar de Carter-Reagan creó las bases para que el padre de Bush se lanzara a la creación de otro «Nuevo Orden Mundial» estadounidense con la guerra del Golfo, un proyecto que fue prematuro y al que le faltó la «ocupación colonial» para asegurar el control indisputado.

La década de Clinton (1992-2000) contempló la expansión masiva de la construcción imperial a escala mundial – guerras en los Balcanes, conquista de un tercio de Irak por medio de los clientes kurdos del norte y zonas ‘sin vuelos’ en el sur (combinados con bombardeos de castigo y bloqueos económicos para destruir el estado y la economía), alianzas militares con nuevos clientes y bases militares desde los estados del Báltico pasando por Europa Central a los Balcanes y Cáucaso meridional. La conquista agresiva militar y la colonización comenzaron con la bandera del imperialismo humanitario bajo Clinton. La radicalización doctrinaria vino con Bush, Rumsfeld y Wolfowitz. Es un grave y notorio error ver la fecha ’11/09/2001′ como punto de partida para la construcción militar imperial. Lo que ocurrió después del 11-S es la búsqueda sistemática, unilateral, de la construcción imperial con una doctrina más explícita de guerra global, a diferencia de la práctica poco sistemática pero igualmente violenta del imperialismo humanitario propuesto por Clinton.

Imperio y Relaciones de Clase y Estatales: Conflicto Inter-imperialista y de Clases/Nacional

En primer lugar, el poder imperial está incrustado en las relaciones de clase y estatales: antes del movimiento de capital y la imposición del poder imperial estatal, tiene lugar una lucha de clases nacional, una lucha que varía en intensidad, pero se repite a lo largo de todo el período de ocupación imperial y dominación. Como quedó indicado antes, en América Latina la imposición de los regímenes neoliberales centrados en el imperio fue establecida por medio de una violenta lucha de clase-estatal «desde arriba». Las clases victoriosas transnacionales reconfiguraron el estado, para poder «reconstruir» relaciones sociales (relaciones trabajo-capital, formas de propiedad pública-privada y extranjera-nacional) conformadas al modelo centrado en el imperio. Los regímenes neoliberales e imperios neomercantilistas fueron el resultado de luchas de clases como lo son las continuadas relaciones antagonistas que se oponen al proyecto de recolonización de los constructores imperiales.

Las relaciones de clase antagonistas son una constante en la construcción imperial contemporánea. Sin embargo las relaciones sociales, de clase, las fuerzas étnicas y de género que se enfrentan hoy entre sí son diferentes del pasado reciente debido a la transformación de la estructura de clases forjada por un cuarto de siglo de gobierno neoliberal. Es importante resumir los cambios en la formación de clases para entender las clases sociales actuales que se enfrentan a los constructores imperiales y a los estados cliente locales. Las nuevas fuerzas de clase han desarrollado a su vez nuevas tácticas, estrategias y liderazgos que son importantes en los esfuerzos para derrocar la dominación imperial.

Cambios Básicos en la Estructura de Clases y Relaciones Sociales

Desde el inicio de neoliberalismo en los años 1970 se han producido varios cambios clave políticos y socioeconómicos en la estructura de clases. La apertura de la economía a importaciones baratas de manufactura extranjera ha tenido dos impactos principales sobre la estructura de clases: ha reducido el tamaño de la clase obrera industrial, ha establecido «una mano de obra cautiva» en las zonas de libres comercio ‘maquiladores’ / plantas de montaje, ha reducido el número de trabajadores especializados del metal, y ha creado industrias ‘contratistas de mano de obra’ más pequeñas más explotadoras descentralizadas. Como consecuencia, el tamaño de la mano de obra industrial empleada estable ha disminuido en la mayor parte de países (como Bolivia, Perú, Colombia, Brasil y Argentina) mientras que los que siguen colocados temen ser reemplazados por la buena gana de los patronos para desplegar el ejército de reserva de parados. El relativo peso socio-político de los trabajadores industriales dentro de la clase obrera ha disminuido, al igual que el porcentaje de trabajadores sindicados y número de huelgas y la militancia obrera en el sector industrial. Por otra parte, el número de trabajadores en paro y en trabajos basura ha aumentado geométricamente, yendo del 40% al 80% en países como Argentina, Perú, Bolivia, Colombia, Brasil, Venezuela y México. Las regiones maquiladoras industriales más antiguas – zonas fronterizas del Norte de México, Caribe – han experimentado cierres de plantas a medida que los capitalistas estadounidenses se trasladaron a China o a las «áreas rurales» (sur de México) donde los salarios son más bajos y las condiciones de trabajo aún más explotadoras (jornadas más largas, menor normativa sobre seguridad, salud y ambiental.) El crecimiento de una «masa crítica» de trabajadores en paro ha llevado al desarrollo de movimientos autónomos de trabajadores en paro que atacan a la clase capitalista fuera del sitio de producción (la fábrica) en las calles, bloqueando la circulación de maquinaria y materias primas (entradas) y productos acabados (salidas) que se transportan al mercado, poniendo limitaciones sobre la realización de beneficios.

La promoción de una «estrategia de crecimiento de exportación» unida a la importación de alimentos baratos subvencionados, en particular cereal, ha provocado el desplazamiento de campesinos y la bancarrota familias campesinas que producían para los mercados locales. Más del 90 % de las subvenciones estatales agrícolas se dedican a los agro exportadores a gran escala, denegando créditos estatales y financiación a los pequeños productores. La política agrícola centrada en el imperio ha aumentado el porcentaje y número de trabajadores rurales sin tierra, ha polarizado el campo y radicalizado a pequeños agricultores familiares que encaraban la extinción debido a la intervención del estado cliente a favor de las importaciones de alimentos y las elites agro exportadoras. Creciente concentración de tierras, usurpación de las tierras de la gente indígena, alto coste de los «inputs» de granja y bajos precios de los productos de alimentación han radicalizado el campesinado y las comunidades de campesinos Indios, privándoles de la tierra, mercados y márgenes de beneficio. El crecimiento de la alfabetización y la interacción social con la Iglesia progresista y núcleos sindicales y las recientes experiencias de lucha han convertido el campo en un centro de movimientos antiimperialistas.

Los movimientos rurales contemporáneos no están integrados por «rebeldes primitivos, «tradicionalistas» que miran hacia atrás resistiéndose a la «modernización». Los movimientos campesinos están dirigidos por hijos e hijas cultos de familias rurales venidas a menos, procuran obtener créditos, y cuotas de mercado, recuperan la tierra ocupada por el capital, y la protección estatal de importaciones baratas subvencionadas. Buscadores del medios de producción modernos, cuotas de mercado, créditos baratos y ‘precios justos’, trabajando y luchando colectivamente son el contraste de las modernas, pero empobrecidas clases rurales. Están bien informados sobre el negativo impacto de la política centrada en el imperio (ALCA, neoliberalismo). En Brasil, el Movimiento Rural de Trabajadores Sin tierra (MST), en Bolivia (los cocaleros), en Colombia (los movimientos campesinos y guerrilleros rurales), en Ecuador (sectores del movimiento campesino-Indio) y en menor grado en Paraguay, Perú y México, movimientos de base campesina han sido los mejor organizados y las vanguardias de la resistencia anti-imperialista.

La contradicción campesinado-imperio ha sido la más aguda, no debido a mayor explotación y extracción de plusvalía, sinó debido a la amenaza de desplazamiento total (tierra, casa, familia, comunidad), apropiación violenta de los medios de producción, y denegación de un lugar para ‘ganarse la vida’. La mano de obra rural está sumamente estratificada y es en muchos casos étnicamente diversa, causando desacuerdos sociopolíticos; sin embargo allí donde se han superado estas ‘diferencias’, las combativas clases organizadas rurales han logrado más éxitos al desafiar la expansión imperial – tanto en el campo como en las ciudades. El MST ha ocupado grandes latifundios y ha establecido 350.000 familias en menos de 20 años y actualmente tiene 120.000 familias organizadas para ocupar fincas sin cultivar (julio 2003). En Bolivia más de 40.000 familias se ganan la vida cultivando coca en comunidades vibrantes de familias estables gracias a la organización y las luchas del sindicato de agricultores cocaleros. El principal desafío militar en América Latina para los regímenes cliente y los constructores militares del imperio estadounidense está en el campo colombiano, donde los dos grupos guerrilleros principales (FARC y ELN) controlan más del 40 % del territorio. Muchas de las organizaciones principales nacionales que organizan manifestaciones urbanas contra el ALCA están localizadas, la mayoría de las veces, entre las organizaciones rurales militantes.

Considerando el papel visible y dominante de los modernos movimientos rurales de base agraria que se oponen al imperio estadounidense, es sorprendente que no se encuentre ningún debate sistemático en los escritos de Hobsbawn, Wallerstein, y otros profetas del eventual declive imperial. Estos escritores ponen de relieve rivalidades inter-imperiales, conflictos inter-elite (capitalistas contra el imperio), basando sus argumentos en disputas comerciales concretas y diferencias relativas a los modos de construcción imperial o las nociones generales, tendenciosas y emocionalmente gratificantes de que «todos los imperios declinan», todos los «sistemas capitalistas con el tiempo entran en crisis» – dejando que la magia del mercado alcance lo que ellos llaman «cambios sistémicos» desde el «caos». Una visita a una reunión de campesinos en un estado ocupado es probable que proporcione estímulo suficiente para que estos profetas de salón centrados en el imperio se replanteen sus teorías sobre el declive imperial.

El Nuevo Proletariado Urbano – Trabajadores del Sector público

En julio-junio de 2003, en Ecuador, Bolivia, Perú, Brasil, Argentina y Colombia los funcionarios públicos – sobre todo maestros de la escuela pública – estuvieron de huelga indefinida, involucrando a millones, y en algunos casos desencadenando paros laborales por parte de asalariados del sector privado. En las ciudades los funcionarios públicos han sido la vanguardia de las mayores y más militantes luchas urbanas contra los regímenes cliente y sus políticas centradas en el imperio. Este es necesariamente el tema, dado que la expansión imperial se basa en la privatización de las empresas públicas, causando despidos masivos, pérdida de la pensión y otros beneficios sociales y tenencia de trabajo. En segundo lugar los acreedores imperiales exigen excesos de presupuesto para pagar la deuda a los acreedores extranjeros, lo que conlleva recortes en todos los servicios sociales y gastos públicos para el desarrollo llevando a reducir aún más el número de funcionarios públicos, reducción salarial, pensión y beneficios sociales y mayor intensificación de la carga de trabajo (relación profesor-estudiante y relación médico paciente).

La pérdida de tenencia y el alquiler de trabajadores contratados (ONG) han minado la seguridad en el puesto de trabajo de los funcionarios públicos – haciéndoles sujeto de las mismas «inseguridades de mercado» que los trabajadores de las fábricas. En suma, las estrategias constructoras imperiales de privatización de firmas públicas, la prioridad del pago de la deuda en la asignación del presupuesto y la proletarización del nivel de vida y condiciones de trabajo son los factores objetivos que sacan a los funcionarios públicos a las calles y en prolongadas huelgas a escala nacional.

Los compañeros de coalición principales en todas las confrontaciones importantes con los estados cliente y sus patronos imperiales son los funcionarios públicos, sobre todo los maestros y los campesinos. Las acciones sindicales más militantes en las ciudades provinciales y en la capital están encabezadas por los funcionarios públicos, implicando la ocupación de edificios municipales y federales, bloqueo de calles y desahucios de funcionarios públicos. Con frecuencia, los funcionarios públicos han sido reducidos a la casi indigencia debido a las tardanzas en los pagos y/o pagos en dinero devaluado. En Brasil, los funcionarios públicos han perdido el 20% de sus ingresos reales porque los salarios fueron congelados desde 1998-2003. En las provincias argentinas, a los trabajadores municipales les retrasaron los pagos durante 3-4 meses y luego les pagaron con moneda local, provincial.

Los nuevos protagonistas de la política anti-imperialista son: campesinos sin tierra, movimientos agrícolas y campesinos, parados urbanos y autónomos (sobre todo en Argentina, Venezuela, Bolivia y Perú) y funcionarios públicos de toda la región en particular los trabajadores de la industria del petróleo y gas señaladas para privatización. Sus demandas específicas están con frecuencia vinculadas al rechazo al ALCA, bases militares estadounidenses y política centrada en el imperio de los regímenes cliente.

Construcción imperial: La omnipotencia está en los Ojos del Observador

En los medios de comunicación estadounidenses y en las expresiones públicas de la elite de Washington el avance del imperio estadounidense parece ser un proceso inevitable, siempre acertado, totalmente justificado e irreversible, para aplaudirlo o sufrirlo. Para los críticos las «contradicciones internas» o la «sobre extensión» del imperio llevarán a los constructores imperiales a su propia caída.

El sentido de omnipotencia imperial impregna tanto a celebrantes como a pesimistas que adoptan una visión a largo plazo del imperio. Lo que falta tanto a los especuladores históricos del «largo plazo» como los apologistas del corto plazo es comprender a fondo las luchas concretas que conforman hoy la correlación de fuerzas que determinarán si el imperio estará con nosotros durante unos años, una década o un siglo

Los constructores imperiales estadounidenses han sufrido varias derrotas importantes en una serie de confrontaciones importantes. En Venezuela, los pobres urbanos, los parados, los autónomos bajaron de los ‘ranchos’ de Caracas en cientos de miles y proporcionaron ímpetu a los militares legitimistas para derrocar el régimen dictatorial de Carmona impuesto por un golpe militar-civil orquestado por EEUU y restaurar al populista Hugo Chavez elegido para la presidencia. Un año más tarde, los EEUU apoyaron económicamente a medios de comunicación y sindicatos clientes para intentar derrocar el régimen con la paralización de la industria petrolífera. También fueron derrotados por una alianza de mandos militares legitimistas, sectores de la clase obrera y la masa de los pobres urbanos, muchos organizados en «círculos Bolivarianos», organizaciones de masas con base en los barrios.

En Colombia, el esfuerzo de EEUU para establecer el dominio por medio de campañas de terror paramilitares y estatales ordenadas por el Presidente cliente Uribe han sido contenidas con decisión por las Fuerzas armadas Revolucionarias de Colombia – el Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el Frente De Liberación Nacional (ELN), a pesar de los miles de mercenarios pagados por Estados Unidos, trabajadores contratados y asesores de combate que operan con un presupuesto de más de 2 mil millones de dólares y con tecnología punta de vanguardia y helicópteros artillados.

En Bolivia, los cocaleros han resistido satisfactoriamente la campaña orquestada por Estados Unidos para destruir a los agricultores de coca y sus organizaciones. A pesar de la violenta represión del Presidente cliente estadounidense Sánchez de Losada y la intervención directa del Embajador estadounidense en la política boliviana, los cocaleros han creado, en asociación con mineros, pobres urbanos, trabajadores de fábricas y autónomos, en Cochabamba, La Paz, Sucre y Oruco una formidable coalición capaz de bloquear la política neoliberal – como la privatización del agua – creando un movimiento político nacional que es el principal partido de la oposición en el Congreso, y un liderazgo nacional con capacidad para derrotar la entrada de Bolivia en el ALCA

En Cuba, los movimientos de masas urbanos y rurales proporcionaron firme apoyo al atinado esfuerzo del régimen revolucionario para desmontar las redes terroristas financiadas por Estados Unidos así como las embrionarias células de propaganda promovidas por el jefe de la sección de intereses de Estados Unidos.

Los desafíos más exitosos y derrotas a la construcción imperial estadounidense han ocurrido en el Tercer Mundo, por fuerzas de clase autónomas organizadas. Los opositores a la construcción imperial menos consecuentes son los antiguos regímenes electorales socialdemócratas, de centro izquierda y populistas que en gran parte han adoptado las estrategias económicas y sociales centradas en el imperio y se han aliado con los capitalistas latinoamericanos transnacionales y las multinacionales de la Unión Europea y Estados Unidos. El ejemplo más asombroso es el régimen de «Lula» Inacio da Silva y el Partido de los Trabajadores (PT). El régimen del PT ha sido convertido en un cliente servil de EEUU, designando a ministros económicos clave y a un banquero central que están totalmente integrados en el proyecto de «desarrollo» centrado en el imperio. El programa monetarista económico de Da Silva de reducir las pensiones de los funcionarios públicos, fuertes recortes de los gastos sociales, impuestos regresivos y «reforma laboral» a favor del patrón es tan sólo parte de un programa a favor del imperio. Procesos similares han ocurrido con otros políticos electorales pseudo populistas en Ecuador con Lucio Gutiérrez y en Perú con Toledo. El desarrollo más significativo es la velocidad con la que la masa de los movimientos a base de clases – en particular los funcionarios públicos, campesinos y trabajadores autónomos – se movilizan para enfrentar y atacar a estos nuevos clientes del imperio. En cada caso, las masas que votaron a favor del «centro izquierda» son las mismas fuerzas que en las calles exigen su dimisión como colaboradores del imperialismo.

En todo el continente Latinoamericano, no hay prácticamente ningún movimiento de masas organizado por la clase capitalista – o en realidad por los pequeños y medianos empresarios o agricultores, aunque una minoría de vez en cuando apoye protestas concretas sobre cuestiones del pago de la deuda, tasas de interés y proteccionismo. Lo que excluye la inclusión de la burguesía en las luchas de masas, es su apoyo a la legislación neoliberal anti-trabajo, el bajo nivel del salario mínimo, la reducción de las cuotas a la seguridad social y la tolerancia del régimen respecto a la enorme evasión fiscal y los corruptos vínculos con funcionarios de aduanas y comercio de rango inferior en lo referente a tasas de importación y licencias de exportación.

Los movimientos sociopolíticos que tienen estrechas relaciones con regímenes de «centro izquierda», convertidos en clientes imperiales, han estado severamente desorientados y en algunos casos están en procesos de debate interno y discusiones. El MST Y CUT en Brasil, CONAIE en Ecuador, el movimiento de trabajadores en paro en Argentina, los sindicatos en Uruguay, todos se enfrentan al problema de escoger entre la lucha de clases anti-imperialista o la colaboración con los nuevos regímenes electorales clientes imperiales de «centro izquierda».

En contraste con la lucha por el poder estatal basada en las clases, de orientación política, que ha infligido golpes a la expansión imperial, los amorfos movimientos «antiglobalización» y los Foros Sociales Mundiales no han derrotado ninguno de los proyectos de construcción imperial ni tampoco han logrado impedir ni una sola conquista militar. Aún más, los líderes «antiglobalización» no han creado ningún apoyo de masas para la resistencia popular anti-imperialista contra la ocupación militar y el pillaje estadounidense en los Balcanes, Afganistán o Irak. Las manifestaciones de masas son acontecimientos rituales limitados en tiempo y espacio. Carecen de tácticas o estrategias que tengan un impacto destacado sobre la expansión imperial, preparativos de guerra, privatizaciones, políticas de ajuste estructural o cualesquiera otras medidas centradas en el imperio. Sólo cuando rivales imperiales estadounidenses en Europa (en particular Francia, Alemania, Italia y España) toman medidas para hacer sus CMN más competitivas bajando las pensiones o subiendo la edad de jubilación o recortando los gastos sociales, se manifiestan los trabajadores. Sólo en Francia hay algún esfuerzo del movimiento de los trabajadores para ir más allá de las limitadas huelgas «rituales» – protestas simbólicas que pueden demorar, pero ciertamente no eliminar la imposición de cargas domésticas para financiar la expansión imperial.

Las metódicas y de tiempo limitado manifestaciones pacifistas masivas que se enfrentan simbólicamente al poder estatal – desfilaron por la ciudad de Londres hasta el Hyde Park para escuchar por altavoces discursos anti-imperialistas, pero no tienen capacidad para paralizar el sistema o implicarse en una guerra política seria. Es propio de las ‘muchedumbres’ el ir y venir según gusten, careciendo de una estructura política organizada. Las sectas izquierdistas están limitadas a vender sus periódicos o distribuir panfletos en foros radicales mientras los autodenominados anarquistas (y provocadores policiales) rompen unos cuantos escaparates para auto convencerse de que son anti-capitalistas.

La fuerza del movimiento anti-imperialista se encuentra entre los guerrilleros de las selvas de Colombia, los círculos Bolivarianos de los barrios de chabolas de Caracas, las manifestaciones de las calles de Cuba, los trabajadores sin tierra que ocupan las fazendas de Brasil, los agricultores de coca de Bolivia, los pobres urbanos subempleados y desempleados de Perú y Argentina – en una palabra las clases organizadas, desplazadas, explotadas y empobrecidas por los regímenes cliente centrados en el imperio.

Hacia una Teoría de los Movimientos Anti-imperialistas

Cualquier teoría sobre anti-imperialismo debe ser por su naturaleza provisional y contingente porque intenta tratar con la naturaleza fluida de la subjetividad de clase y nacional – conscientemente.

Una teoría de los movimientos anti-imperialistas (MAI) debe tomar en consideración varios factores contingentes: 1) Todos los MAI populares de masas van unidos a la lucha por demandas económicas inmediatas o concretas. Por ejemplo, los agricultores de coca exigen el final del programa de erradicación de coca, la expulsión de las bases militares estadounidenses y se oponen ALCA. El MST brasileño une la expropiación de la tierra no productiva y una reforma agraria a sus demandas de protección de los productores locales de alimentos y la oposición al ALCA. 2) Los MAI se construyen sobre las debilidades estructurales y las pérdidas económicas de sus partidarios constituyentes. Los agricultores y campesinos mexicanos se oponen al Tratado de Libre Comercio Norteamericano (NAFTA) porque ha permitido la entrada en el mercado mexicano de las exportaciones subvencionadas estadounidenses de alimentos lo cual ha empobrecido y ha llevado a la bancarrota a millones de mexicanos. La movilización colectiva socio política y el poder compensan la relativa debilidad de mercado o económica de los productores Latinoamericanos. 3) Condiciones económicas y estructurales objetivas son necesarias universalmente, pero no suficientes para la emergencia de los MAI.

Por toda América Latina hay cientos de millones de personas explotadas y desplazadas por los constructores imperiales, pero sólo una fracción es consciente y/o está organizada para la lucha. Factores históricos, de organización, estructurales, políticos, demográficos y geográficos juegan un papel significativo en la creación de la conciencia anti-imperialista. Lo que la mayor parte de los MAI de América Latina tienen en común es su predominantemente, pero no exclusivamente, ‘centro’ rural de organización. Los campesinos están en el centro de los MAI porque el imperialismo ha golpeado del modo más duro a la economía rural aunque uno pueda ver el impacto negativo de la política centrada en el imperio sobre el paro urbano de Argentina, Colombia y otras partes. Los movimientos sociales rurales están más avanzados porque su nivel de organización es más fuerte y ha surgido un liderazgo político que no está obligado hacia los agentes de poder de los regímenes cliente. Los motivos de la mayor fortaleza de la organización agraria no son porque el sector rural sea de mayor tamaño – en realidad en términos relativos y absolutos está mermando – sinó porque los líderes militantes rurales son mucho más independientes que los sindicatos urbanos subvencionados por el estado, y porque tienen lazos más estrechos con su base campesina (de hecho la mayoría son de extracción campesina o de pequeño agricultor). Además los movimientos rurales no están confrontados con aparatos sindicales reaccionarios vinculados a los jefes como es el caso de los sectores industriales tradicionales. En otras palabras, el factor subjetivo en el campo tiene menos estorbos de lazos ministeriales y aparatos sindicales conservadores que bloquean la articulación de las demandas, desmovilizan a los sectores populares, y se acomodan a las estrategias de construcción imperial.

Los cocaleros, el MST, las FARC, los Zapatistas, y hasta hace poco, el CONAIE, juegan un papel decisivo al enfrentarse al imperialismo porque sus líderes y organizaciones son capaces de articular demandas populares libres de compromisos estatales, permitiéndoles movilizarse y pasar a la acción directa que avanza la lucha popular. Los movimientos MAI de base urbana son más diversos, pero por lo general se vinculaban a los sindicatos de izquierdas de los trabajadores del sector público, parados, la masa de trabajadores-consumidores y los beneficiarios de programas sociales promovidos por regímenes anti-imperialistas en el caso de Cuba y Venezuela. Profesionales cultos venidos a menos (trabajadores de la sanidad, maestros), anteriores obreros especializados del metal convertidos en parados, y consumidores empobrecidos afectados por la merma de ingresos, subidas de precios y transportes y tarifas de utilidades (energía, luz, agua, teléfono, transporte público, etc.) de empresas privatizadas de propiedad extranjera han encabezado los MAI urbanos.

Los «movimientos antiglobalización» norteamericano y europeo se organizan en reacción a acontecimientos específicos de la elite (reuniones de la OMC, cumbres de la Unión Europea, etc.) pero no tienen ningún vínculo organizado con una base de masas. Por consiguiente sus actividades no tienen ninguna continuidad real en la lucha aparte de la de los acontecimientos específicos de la elite y tienen poco impacto sobre la expansión en curso económica y militar del imperio. Incluso más seriamente, sólo una muy pequeña minoría de los movimientos antiglobalización del norte se involucra en las luchas actuales contra la colonización imperial y la represión de los pueblos conquistados de Irak y Afganistán, y la colonización económica de América Latina por medio del ALCA.

Aunque las protestas de masas de los movimientos antiglobalización y pacifistas son positivas en el sentido de que muestran la oposición pública, no tienen ninguna perspectiva política y mantienen pocos, si es que tienen alguno, vínculos con la lucha popular de masas o grupos de electores en contraste con los MAI Latinoamericanos. En otras palabras, los MAI consecuentes son decididamente un fenómeno de las naciones oprimidas — y en particular las clases rurales y urbanas explotadas que están desplazadas económicamente, a ritmo descendente y vinculados a movimientos sociopolíticos dirigidos por una nueva generación de líderes de bases, autónomos respecto al estado y a los partidos electorales de centro izquierda.

Futuro del Imperio

Es difícil especular con cierta precisión el momento en el que el imperio estadounidense comenzará su declive. Es aún más difícil determinar si el declive será estructural o coyuntural. Lo mejor que puede hacerse es delinear las contradicciones principales. Las contradicciones más importantes son políticas y sociales y también económicas. La contradicción fundamental y el desafío está hoy entre las masas organizadas rurales y urbanas de América Latina y los constructores imperiales estadounidenses y sus gobernantes cliente, capitalistas transnacionales y ONG / sindicatos auxiliares. La segunda contradicción importante está entre el imperio en expansión y la república en declive – y la capacidad de la clase dirigente imperial para transferir riqueza, ganancias y personal para la construcción imperial. La tercera contradicción está entre la conquista y la ocupación de países colonizados y los masivos movimientos nacionales de resistencia anticoloniales – tanto en Irak como en Afganistán.

La cuarta contradicción está entre el creciente imperio militar y la incapacidad para extraer ganancias de las regiones recién colonizadas, futuras rentas del petróleo no obstante.

La posición fundamental de las luchas de tercer mundo para debilitar al imperio estadounidense queda mejor ilustrada por los efectos de la resistencia iraquí sobre el ejército de ocupación estadounidense. Las fuerzas de ocupación coloniales estadounidenses están sufriendo bajas a diario – muertos y heridos por todo el país a manos de los guerrilleros iraquíes apoyados por el pueblo. El efecto más inmediato es bajar la moral de las fuerzas de ocupación estadounidenses. El rápido desencanto de las tropas estadounidenses y la hostilidad abiertamente expresada hacia cualquier ocupación de larga duración es uno de los eslabones más débiles del imperio estadounidense – como lo fue después de la segunda guerra mundial, y las guerras de Corea e Indochina. Esta debilidad clave de las fuerzas armadas imperiales estadounidenses significa que los militaristas tienen un grave problema para mantener las conquistas coloniales – a menos que haya una infusión importante de legionarios extranjeros de India, Paquistán, Turquía, Europa Oriental y otros regímenes cliente.

La enorme superestructura tecnológica de la máquina de guerra imperial estadounidense, confía en última instancia en las tropas de tierra para ocupar y consolidar el gobierno imperial. El problema sin embargo es que la naturaleza de las tropas de tierra estadounidenses no es compatible con la vigilancia policial de larga duración en las colonias. Primero la mayor parte del ejército de ocupación está integrado por reservistas – no por soldados alistados de por vida – que se alistaron en el ejército para complementar su paga civil y obtener beneficios sanitarios y de pensión que no se pueden obtener de otra manera. La idea de «servicio militar» de los reservistas es un entrenamiento una noche por semana y unas cortas prácticas en el verano, con llamadas para cortos períodos de servicio activo en momentos de emergencia nacional. Esta perspectiva es incompatible con la ocupación colonial de larga duración. Este sector del ejército tiene poco estómago para una ausencia prolongada del trabajo, familia, escuela y comunidad, sobre todo en Irak y Afganistán afrontando las duras condiciones de intenso calor, carencia de agua e instalaciones decentes, vasta hostilidad popular y frecuentes ataques de francotiradores. En segundo lugar, muchos de los soldados alistados lo hicieron para evitar el paro o trabajos de ingresos bajos sin futuro con la esperanza de ‘aprender un oficio’ y volver a la vida civil. Pocos voluntarios esperaban el combate cuerpo a cuerpo en territorio hostil. En tercer lugar los «soldados profesionales» se resienten de que los asignen a actividades de policía colonial, especialmente teniendo en cuenta el ambiente hostil del día a día y la incompetencia total de los grados más altos del mando militar para reconstruir una infraestructura básica. En cuarto lugar existe una profunda brecha en la «soldadesca» entre los abundantes, arribistas, expertos mediáticos generales y coroneles del aire acondicionado, que vuelan a los países ocupados para informes, revisiones y ruedas de prensa y vuelan de regreso a su seguro y bien equipado cuartel general en Qatar, Florida o Washington, para cenar fillet mignon, mientras las fuerzas de ocupación se alojan en tiendas bolsa-de-pulgas, comen raciones envueltas en plástico, no tienen agua para duchas y váteres y se enfrentan con la hostilidad general del pueblo iraquí conquistado.

En quinto lugar, las fuerzas de ocupación están cada vez más resentidas y frustradas con las mentiras y engaños del alto mando respecto a la duración de su servicio. La brecha entre ideales y promesas y la realidad está mandando ondas de choque a través de todas las fuerzas de ocupación. Primero, les dijeron que les darían la bienvenida como a un «ejército de liberación»; en vez de eso se enfrentan a hostilidad general y con razón son considerados como un ejército de opresores. Les dijeron que trabajarían con «iraquíes libres» para reconstruir el país, en vez de eso patrullan por calles destrozadas en transportes blindados, dedicándose a reventar casas y a barridos militares masivos. Lo que es más importante, les dijeron que lucharían en la guerra, conquistarían el país y volverían a casa como héroes. En cambio, ahora les dicen que tendrán que pasar años esquivando granadas y balas para sostener un inepto y mundialmente odiado gobernador colonial.

El ejercito estadounidense, que fue entrenado para la guerra de alta tecnología, se enfrenta con guerrilla urbana en las calles, universidades, y vecindarios donde la resistencia iraquí tiene toda la ventaja de conocer el terreno y contar con el apoyo de los habitantes del lugar. La propaganda de Rumsfeld sobre la resistencia urbana de que es simplemente un «remanente» de las derrotadas fuerzas Baathistas les suena a falso a los soldados que experimentan hostilidad desde los niños de escuela primaria a los millones de Musulmanes que antes fueron perseguidos por Saddam Hussein.

El dilema de los militaristas civiles es que los 160.000 soldados estadounidenses en Irak resultan inadecuados para controlar a 24 millones de iraquíes que exigen la autodeterminación. Dado el hecho que el ejército estadounidenses necesita al menos 5 soldados no combatientes por cada combatiente activo, y dada la disminución en el reclutamiento de «voluntarios» ante las duras exigencias de ser un ejército de ocupación, los militaristas civiles no tienen ninguna otra opción, que la de limitar la rotación de las tropas y buscar ayuda «multilateral» de clientes y aliados. Lo que los militaristas civiles no están dispuestos a hacer es volver a la conscripción general. Como antiguos prófugos, los militaristas de la administración de Bush no tienen ningún deseo de llamar a sus hijos y nietos para que arriesguen la vida por su imperio. Tanto los gentiles de clase media alta como los sionistas no tienen ningún deseo de sacar a su progenie de las universidades y escuelas profesionales de la elite o de la banca lucrativa y carreras financieras para luchar contra el «terrorismo internacional.»

Finalmente, los gobernantes civiles-militares responsables de la política colonial están totalmente divorciados, no sólo de la dilatada oposición de masas en Irak y de las rebeliones crecientes de sus propias tropas de tierra, sinó de sectores de sus propios mandos militares. Los ideólogos Rumsfeld-Wolfowitz desacreditaron y dejaron de lado a los militares y a las fuentes de inteligencia de la CIA crearon sus propios «círculos interiores» para imponer su propia «inteligencia» sumamente politizada para justificar la conquista militar. Su obsesión con la conquista imperial y el dominio militar está abastecido con el combustible de la animosidad racista antiárabe y guiada por la idea de una mayor «esfera de co-prosperidad» USA-Israel en Oriente Medio. La división organizativa-ideológica en la cúspide de la organización de inteligencia militar imperial puede con el tiempo erosionar seriamente el poder de los militaristas civiles.

A medida que la «república» va siendo sustituida por el imperio, es más que probable que una de las principales fuentes de conflicto y rebelión pueda tener lugar en el seno del ejército y con el tiempo esto puede tener impacto sobre la política doméstica. La guerra y el impulso para el control colonial han generalizado fuerte resistencia popular anticolonial en los países ocupados y víctimas diarias de las fuerzas de tierra imperiales. Estos factores (resistencia, víctimas, descontento militar) comienzan a afectar la popularidad de la guerra colonial. La imagen negativa en EEUU se deriva de las víctimas estadounidenses, el caos económico y político de Irak, los gastos de conquista y la incompetencia de los gobernantes coloniales. Incluso notables apologistas imperialistas lamentan la falta de «preparación» o «capacidad» de los estrategas de la dominación colonial. La acción militar unilateral estadounidense benefició el intento a corto plazo de los militaristas de guerra sin restricciones, pero mina las bases para conseguir el apoyo financiero y militar multilateral en la construcción colonial post-conquista.

Las diatribas sumamente cargadas y emocionales de los militaristas civiles con su «voluntarista» neonazi «deseo de poder mundial » choca contra la realidad de los estados vasallo poco dispuestos, el resurgimiento de la oposición masiva iraquí y la creciente rebeldía de las tropas estadounidenses en las tierras ocupadas. Aquellos ideólogos y políticos que toman sus indicaciones de la estrategia israelí-Sharon de fuerza masiva unilateral para dominar las colonias, olvidan que Sharon no puede existir sin el apoyo del gobierno de los EEUU y la diáspora sionista – los EEUU no tienen, ni un poder que les apoye ni abundantes benefactores.

Algunos observadores, al fijarse en las discrepancias sobre disputas tácticas y comerciales alegan crecientes rivalidades inter-imperialistas entre la Unión Europea y Estados Unidos. Lo que es significativo sobre estos conflictos es cuan rápidamente son desactivados, cuan pequeño es su impacto y más recientemente lo rápido que se reconcilian los contendientes para proseguir la construcción imperial conjuntamente.

Por ejemplo, la oposición de algunos países europeos a la invasión estadounidense-británica de Irak fue posteriormente seguida de un acuerdo en el seno de la Unión Europea para montar sus propias fuerzas de despliegue rápido. Francia envió paracaidistas a tres países africanos poco después de la guerra de Irak. La decisión de Europa de seguir a Estados Unidos queda ilustrada por su decisión de reducir las relaciones con Cuba, colaborar con EEUU en el aislamiento de Irak, aprobar las resoluciones promovidas por EEUU en contra de la proliferación de ‘armas de destrucción masivas’, etc… Los vínculos imperiales entre Europa y EEUU son mucho más fuertes que sus intereses contrapuestos. Igualmente importante la fuerza del imperio militar y económico estadounidense y su agresivo ejercicio han intimidado a los potenciales críticos de Francia y Alemania que están rodeados por satélites estadounidenses en Europa Oriental, naciones Bálticas y los Balcanes

La economía de la república de los EEUU está basada en la especulación, fraude, crédito, deuda, mano de obra barata inmigrante, enormes subsidios estatales directos e indirectos, préstamos extranjeros y enormes y crecientes déficits comercial y presupuestario. Cuando la economía se mueva desde el estancamiento a una recesión importante esto debilitará el Imperio si el estado es incapaz de imponer la carga de la recuperación sobre las espaldas del salario, grupos asalariados y pequeños empresarios y si el estado es forzado a reasignar recursos y personal de la construcción imperial a la república. Lamentablemente la historia del último cuarto del siglo nos dice que el público estadounidense ha mostrado poca resistencia activa a los gastos militares en épocas de guerra y sólo hay una oposición minoritaria a la conquista imperial.

Los sindicatos son políticamente impotentes y están vinculados al imperio a través de sus vínculos con el partido demócrata. No existe ningún movimiento nacional político y social capaz de desafiar a los constructores imperiales, ni hoy ni en el futuro previsible. Con más del 90% de la fuerza obrera del sector privado sin sindicar, los trabajadores no sólo muestran poca, en caso de tener alguna, influencia política, sinó que ni siquiera disponen de una organización social que potencialmente pudiera reasignar el presupuesto hacia mayor gasto social en vez de militar. Una de las grandes ventajas de los constructores imperiales estadounidenses sobre Europa e incluso Japón es precisamente su capacidad para explotar a los trabajadores (jornadas laborales más largas, inexistencia de servicio de atención sanitaria nacional, pensión o planes de vacaciones), despido fácil y barato, y reubicación de empresas. La ventaja clave comparativa de los constructores imperiales estadounidenses contra sus potenciales rivales europeos y japoneses se basa en su control sobre la clase obrera más atrasada del mundo industrializado.

Las sumamente explotadoras relaciones sociales de producción en EEUU proporcionan el excedente necesario para la expansión de ultramar y limitan las posibilidades de las cada vez menos pagadas clases asalariadas y trabajadoras para desafiar el declive de la República.

El argumento del declive del imperio no puede esperarse de ningún derrumbamiento económico automático o rebelión interna o consiguiente división entre constructores imperiales económicos y militares. El imperio será derrotado desde afuera o nunca será derrotado. Sólo con derrotas externas surgirá la disensión interna, activando a los explotados y a los pobres, en particular la población negra e hispana. La particularidad del imperio estadounidense en contraste con Europa, Asia y otras partes, es que carece por completo de una tradición de clase obrera o de un anti-imperialismo de izquierdas. La oposición en el pasado reciente estaba dirigida contra el «capital global» y la política y prácticas de las CMN. Excepto para una pequeña minoría, no tenía ningún sentido para el movimiento antiglobalización el que problema principal era el estado imperial estadounidense. Y ni siquiera a esta altura del reciente movimiento pacifista ha habido ninguna comprensión sobre la naturaleza imperial-colonial de la guerra. Esto quedó patente con la subsiguiente virtual desaparición del movimiento pacifista, tras iniciarse la guerra. Durante la ocupación estadounidense, el dominio colonial y la matanza de iraquíes que protestaban contra la ocupación estadounidense y la destrucción de su economía, no hubo prácticamente ningún movimiento anticolonial. La única oposición interna duradera contra la política imperial estadounidense ocurrió durante la Guerra de Vietnam debido a la prolongada duración y a la eficacia de los movimientos de resistencia indochinos, la derrota de EEUU y el gran número de muertes y bajas de soldados estadounidenses.

Los constructores imperiales actuales han aprendido de sus derrotas anteriores – no vacilan en lanzar ataques aéreos masivos, usar armas mini nucleares (bombas con el extremo de uranio) y movilizar a mercenarios de sus nuevos regímenes cliente en Inglaterra, Polonia, Ucrania, etc. Recurren a reclutar a miles de mercenarios privados subcontratados por el Pentágono para la implementación del Plan Colombia y la pacificación de los Balcanes. El problema de la «sobre extensión» no es por tanto un problema irremediable, sobre todo desde que la Unión Europea ha puesto en marcha un programa similar de fuerzas de despliegue rápido para invadir y ocupar países donde los clientes estén en peligro o surjan estados o movimientos independientes.

La dinámica de la construcción imperial estadounidense está todavía en pleno apogeo aunque las contradicciones se hagan más profundas y aparezcan grietas. El estado imperialista exige lealtad de su clase dirigente doméstica y sectores sustanciales de una fragmentada, chovinista población con nivel de vida decreciente a pesar de la creciente inquietud entre el público a medida que crece la resistencia iraquí. La economía imperial sigue dominando los sectores claves mundiales de inversión, comercio y finanzas por medio de sus multinacionales. Los constructores militares imperiales han establecido más bases militares en más regiones que nunca, adoptando abiertamente una doctrina de guerra permanente e intervención militar en cualquier parte del mundo – con la aquiescencia de Europa y Japón.

¿Ha alcanzado su «punto culminante» el imperio estadounidense? Quizás. Pero los proyectos imperiales actuales son de más guerras. Se están consolidando nuevas redes imperiales coloniales. En América Latina la conversión del régimen de Da Silva al ALCA y la formación de una conexión «USA-Brasil-México» garantiza a EEUU nuevos mercados más grandes y la puesta en práctica de enormes y privilegiadas oportunidades para las CMN estadounidenses. La conexión USA-Israel promueve una «Zona de Libre Mercado» en Oriente Medio dominada por las dos potencias.

Los promotores de la conquista imperial-colonial estadounidense no trazan límites, no experimentan ninguna coacción interna y disponen de cómplices dispuestos entre las otras potencias mayores y menores, la mayoría de los cuales están impacientes por compensar su manso desacuerdo sobre las tácticas estadounidense en la carrera para la conquista iraquí. La evidencia está clara – la Unión Europea ha asumido el vareo de EEUU para atacar a Cuba, Irán, Corea del Norte con vehemencia y amenazas sin precedentes, ganando méritos ante Washington. Sobre la base de la exitosa conquista estadounidense de Irak, los constructores imperiales en la Unión Europea y Japón han decidido que es mejor unirse a la maquinaria de guerra estadounidense y compartir los despojos de la conquista que quedar excluido en el futuro.

Si nuestras pruebas y argumentos son ciertos, está claro que las rivalidades imperiales, oposición interna y contradicción económica no jugarán un papel decisivo en el «declive del imperio». Las luchas político-sociales de masas en las naciones colonizadas y estados cliente son las fuerzas motrices que ponen en cuestión la durabilidad del imperio, su durabilidad y sus éxitos y pérdidas. La resistencia popular de masas en Irak está retrasando las entregas de petróleo, minando la moral militar, recalcando todos los rasgos feos totalitarios de una fuerza de ocupación sanguinaria. Las fuerzas guerrilleras a gran escala en Colombia bloquean la expansión de las CMN estadounidenses y minan las estrategias militares estadounidenses. La continuada resistencia Palestina bloquea la consolidación del Gran Israel y los planes USA-Israel sobre una zona más amplia libre de aranceles. El alzamiento urbano de las masas en Venezuela derrotó el cierre empresarial respaldado por Estados Unidos y minó los esfuerzos estadounidenses para monopolizar el petróleo desde Venezuela a Irak. El régimen revolucionario cubano sigue siendo modelo y esperanza de resistencia para cientos de millones en el Tercer Mundo.

Sólo cuando estas y otras luchas hagan detonar levantamientos regionales más amplios y luchas radicales, aumentando las víctimas estadounidenses y los costes, surgirá la oposición en Estados Unidos y la Unión Europea. Potencias imperiales rivales pueden aprovecharse del declive para afirmar sus propios intereses imperiales y disociarse de un imperio debilitador.

La construcción imperial estadounidense no es simplemente un producto de la «acumulación a escala mundial» estadounidense, ni tampoco los constructores militares imperiales han franqueado los límites de la posibilidad económica (‘rebasar’). La construcción imperial ha seguido con altibajos durante más de medio siglo – acelerándose en el período reciente con la caída bloque sino-soviético y sus aliados nacionalistas en el Tercero Mundo. Tanto los Demócratas como Republicanos, administraciones de Clinton y de Bush aprovecharon con impaciencia las ocasiones para ampliar las bases militares, lanzar conquistas coloniales e imponer regímenes cliente, aún cuando las justificaciones ideológicas difieren entre los dirigentes. Los dirigentes de ambos partidos principales estadounidenses han subordinado la economía de la república al imperio. Ambos partidos persiguen el ALCA – el primero lo promovió, el segundo lo puso en práctica. El sistema de partidos políticos estadounidense, el congreso, el sistema de tribunales y los medios de comunicación están totalmente encajados en el sistema imperial. Los valores imperiales y los intereses de los fundamentalistas cristianos, ideólogos sionistas, militaristas civiles, banqueros y altos ejecutivos de las CMN están embebidos en el estado imperial.

La mayor parte de los ciudadanos estadounidenses que defienden el imperio no reciben los despojos del imperio (más bien lo financian), pero todavía están imbuidos de una ideología racial-nacionalista que se arroga todo lo bueno para sí misma y lo malo para los críticos y los adversarios exteriores del estado. El cambio sólo vendrá cuando la realidad de la resistencia del Tercer Mundo y las rebeliones minen la voluntad de las tropas estadounidenses para conquistar.