Se celebra en Nueva York una importante cumbre contra la principal arma de destrucción masiva descubierta hace muchos años y todavía no destruida: el hambre
La desnutrición crónica mata cada día a 24.000 personas y provoca la muerte de once niños por minuto. Esta reunión de jefes de Gobierno es una iniciativa de Lula y está liderada además por Chirac, Lagos y Zapatero. Da alegría que España, después del bochorno de nuestra inserción en el trío de las Azores, se incorpore al núcleo impulsor de una nueva política multilateral. Se intenta construir una nueva agenda que recoja los problemas prioritarios de la mayoría de la población, atienda las demandas de los nuevos actores mundiales y se base en una nueva concepción de la seguridad.
La propuesta inicial de Lula es la creación de un Fondo Mundial de Lucha contra el Hambre mediante la obtención de nuevos recursos financieros más allá de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD). Este fondo tendría como finalidad conseguir uno de los objetivos de desarrollo del milenio: reducir a la mitad el número de hambrientos en el 2015. Para ello, Lula ha propuesto crear impuestos internacionales sobre el comercio de armas y las transacciones financieras, erradicar los paraísos fiscales, reinvertir deuda externa en financiación de programas nutricionales y sociales, suprimir los subsidios agrícolas de los países ricos, abrir los mercados a las exportaciones de países pobres, lograr inversiones directas de empresas con código de responsabilidad social. La concreción de este proyecto se encomendó a un grupo técnico que ha presentado un informe detallando la viabilidad y el alcance de las propuestas.
El gran mérito de esta iniciativa asumida por Francia, Chile y España es vincular la pobreza masiva con la redistribución de la riqueza mundial, poniendo a los países ricos frente a una responsabilidad histórica: existen recursos para alimentar al doble de la población mundial y ustedes deben decidir si quieren seguir generando por acción u omisión el holocausto diario de 24.000 víctimas por hambre. El informe del grupo técnico abre un gran debate para la toma de decisiones. Llevamos perdido mucho tiempo y, según el PNUD, si todo sigue así bastantes países pobres tardarán ¡siglo y medio! en reducir a la mitad sus problemas de nutrición, salud y enseñanza.
El informe demuestra la viabilidad técnica de ciertas medidas, como los impuestos a transacciones financieras defendidos por Attac, que la mayoría de los gobiernos niegan. Sin embargo, paradójicamente, sus recomendaciones debilitan el alcance de las propuestas iniciales de Lula y de no ser ampliadas por los líderes políticos, mucho me temo que no tendrán un impacto adecuado. Las insuficiencias fundamentales son tres: el porcentaje de los impuestos es muy bajo, han dejado fuera temas fundamentales (deuda externa y comercio), algunas propuestas requieren bastante tiempo y urge adoptar otros procedimientos más rápidos mucho antes del 2015.
Ante el debate abierto, considero que hay que partir del costo de la financiación de los objetivos de desarrollo: 100.000 millones de dólares anuales; una cantidad pequeña si se compara con beneficios y gastos nacionales e internacionales. Hay que acelerar la instauración de las nuevas fuentes de financiación, incorporando la tasa Tobin del 0,5% a las transacciones financieras internacionales en vez del 0,01% del informe del grupo técnico. Mientras tanto, propongo utilizar otros instrumentos más sencillos y rápidos que sólo requieren voluntad política.
El primero es la reinversión de deuda externa en programas nacionales e internacionales de lucha contra el hambre sin computarla como AOD. El segundo es la concentración de la AOD en los problemas sociales básicos: desnutrición, salud, educación. El tercero es lograr el objetivo del 0,7% como obligación vinculante de los países ricos en un trienio; si no podemos conseguir algo tan pequeño en un breve periodo, asumamos públicamente el cinismo y digamos que lo nuestro es la beneficencia para un número acotado de pobres. El cuarto es la supresión de los subsidios a las exportaciones, que rompen las agriculturas locales, y la transformación de la Bolsa de Chicago, donde se imponen los precios de las materias primas. El quinto es la organización en el 2005 de una cumbre de donantes, en la que se establecerían los programas necesarios y su coste, se crearía una red de intercambio de buenas prácticas contra el hambre, y los estados cofinanciarían programas nacionales tipo Fome Zero y acciones multilaterales coordinadas por la ONU. Para fortalecer esta financiación plurianual, se establecería un impuesto a empresas y ciudadanos de un 0,7% que podría denominarse impuesto contra el hambre y que entraría en funcionamiento en el 2006 en todos los países que forman parte de la OCDE. ¡Cinismo o verdad ante el espejo!
El papel de España en la política mundial puede ser importante, si impulsa una red Europa-mundo árabe-América Latina; pero se necesita una coherencia previa. Propongo, para ello, activar un plan de reinversión de deuda externa para financiar programas de lucha contra el hambre en países africanos y latinoamericanos que pagan todos los años su servicio de la deuda y que, en ocasiones, nos dan más de lo que reciben por AOD.
Rafael Díaz Salazar, Profesor de Sociología en la universidad Complutense