¡Ah, cómo es el mundo y qué extraños sus contrastes! Denuncia la Organización de Naciones Unidas que mueren en el mundo 24 mil personas todos los días de hambre, y la Bolsa impasible, especulando los flujos y reflujos del dinero al alza y a la baja… porque nada está pasando. Denuncia Unicef que 20 mil […]
¡Ah, cómo es el mundo y qué extraños sus contrastes!
Denuncia la Organización de Naciones Unidas que mueren en el mundo 24 mil personas todos los días de hambre, y la Bolsa impasible, especulando los flujos y reflujos del dinero al alza y a la baja… porque nada está pasando.
Denuncia Unicef que 20 mil niños mueren diariamente por causas evitables, por infecciones respiratorias, paludismo, malaria, diarreas provocadas por beber agua insalubre o comer alimentos en mal estado, y los parlamentos a lo suyo, enarbolando brotes verdes, desarrollos sostenidos y sustentables, venturosos futuros… porque nada está pasando.
Se denuncia que casi mil millones de personas carecen de agua potable; que la esperanza de vida en algunos países es inferior a 50 años; que hay 2.600 millones de personas que carecen de baño o de letrina; que se multiplica en el mundo el número de indigentes malviviendo en la calle, y los Estados imperturbables, preocupados por reflotar la banca y seguir mirando para otro lado… porque nada está pasando.
Basta, sin embargo, que un pueblo, uno entre tantos que lo han hecho, haga uso de su derecho a decidir y manifieste en las urnas el futuro al que aspira, para que la Bolsa se tambalee y amenace con graves convulsiones si la elección no es la que espera; y aperciban los bancos terribles consecuencias si el pueblo consultado se equivoca; y adviertan los gobiernos fatales calamidades si Escocia opta por ser Escocia porque, entonces sí estaría pasando algo, algo tan espantoso, tan atroz, tan inhumano como que un pueblo vote y decida.
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