En estos días me pregunto: ¿por qué al coronavirus-pandemia se lo denomina “enemigo”? Enemigos son los humanos destruidos por otros seres humanos, en cualquier aspecto de la vida.
Así, Caín es enemigo de Abel.
Así, los EE.UU. entablan una GUERRA comercial contra China, enemiga.
Entonces, podríamos preguntarnos si en la milenaria China es una costumbre comer, por ejemplo, murciélagos: ¿por qué se originó el COVID-19 justo ahora, en el plexo de esta “guerra”? No tengo información fehaciente como para dar respuesta al interrogante planteado.
Recordemos que los EE.UU. desarrollaron armas biológicas contra Vietnam durante la década del sesenta del siglo veinte, que mataba flora, fauna y vidas humanas.
Elisabeth Badinter, en su libro “¿Existe el amor maternal?”, nos mostraba que en ciertas ciudades de la Europa occidental durante los siglos XVII y XVIII, cuando no se conocía el aborto, se descuidaban a los niños pequeños hasta matarlos o desfigurarlos. También, Jean Fourastié, en su libro “La moral prospectiva”, nos mostraba que en esos siglos habían ciudades en Francia donde de cada cien niños nacidos no llegaban al año de vida la mitad de ellos. Matar no significa producir vida como tampoco reproducirla. Cuando se mata, ¿hay enemigo? ¿Habían demasiados niños? ¿Eran como enemigos?
En Europa Occidental hay demasiados viejos. La natalidad es escasa porque perjudica tiempo para el placer del consumo al cuidar a tantos críos. Y por el avance de la medicina, la población vieja crece. Y los Estados o privatizan la salud y la paga quien puede, o gastan más en salud, con lo que se genera déficit fiscal. ¿No es acaso funcional matar a los viejos?
¿Puede ser un virus un enemigo o bien se está proyectando un modo de ser humano sobre un objeto no humano?
Emilio Durkheim, con quien no comparto su concepción de sociedad, en su libro “Formas elementales de la vida religiosa”, nos muestra algo muy interesante: el totemismo en las sociedades arcaicas tiene valor y valor sagrado, pues es la comunidad la que se proyecta sobre el tótem. O sea, en última instancia, lo sagrado en el tótem es la propia comunidad.
¿Qué se proyecta sobre el coronavirus-pandemia? ¿No será, acaso, aquello de lo humano que excluye, que oprime? ¿No será, acaso, la misma condición humana calificada como execrable?
Carlos Marx, en el primer capítulo de los llamados “Manuscritos económico-filosóficos de 1844”, ofrece la explicación más hermosa de lo que el ser humano significa: “vida que crea vida”.
¿No será que el capitalismo actual de base financiero/especulativo/parasitario, neoliberal y globalizado, colonizador y depredador, racista y patriarcal es quien mata y los excluidos/oprimidos serían sus enemigos, material de descarte?
Miguel Andrés Brenner. Facultad de Filosofía y Letras – Universidad de Buenos Aires