La última movilización de masas contra el golpe el 31 de marzo en diversas ciudades brasileñas demostró que la izquierda, en toda su diversidad y complejidad, está viva y dispuesta a dar la batalla, como nos manifestó un viejo militante en las calles de Salvador de Bahía. Se evidenció que la disputa política en el […]
La última movilización de masas contra el golpe el 31 de marzo en diversas ciudades brasileñas demostró que la izquierda, en toda su diversidad y complejidad, está viva y dispuesta a dar la batalla, como nos manifestó un viejo militante en las calles de Salvador de Bahía. Se evidenció que la disputa política en el marco del intento de golpe sigue su curso y que el desenlace es imprevisible. En este contexto, resulta crucial medir la correlación de fuerzas entre los diversos bloques políticos, las agendas de los múltiples actores y los posibles escenarios a corto plazo.
Derecha VS Izquierda. La correlación de fuerzas entre golpistas y antigolpistas está en estos momentos muy equilibrada, por lo que la habilidad táctica en estas próximas semanas será determinante. Una de las bazas fundamentales de la derecha está siendo intentar legitimar el golpe tanto en el país como internacionalmente, bajo el argumento que la destitución parlamentaria de la presidenta (‘impeachment’) es legal y además similar a una moción de censura clásica.
Sin embargo, el argumento es insostenible ya que una moción de censura es propia de sistemas parlamentarios (como ocurre por ejemplo en la mayoría de países europeos), mientras que en sistemas presidencialistas (como Brasil y la mayoría de los del continente americano) no existe la moción de censura. La figura del ‘impeachment’ es radicalmente diferente, ya que exige, para justificar la destitución de la presidenta, que ésta haya sido sancionada por algún acto muy grave (corrupción o similar), lo que en el caso de Dilma Rousseff no ocurre. A pesar de esto, los grandes medios locales con la ayuda inestimable del latifundio mediático global están haciendo un gran esfuerzo para normalizar y legitimar un ruptura del orden político.
La izquierda por su parte, sabe que una de las herramientas clave para contratacar es la lucha de masas y en estos días uno de los principales mensajes que ha lanzado, frente a la arrogancia oligárquica de las últimas semanas, ha sido contundente: «si hay golpe no tendréis paz ni estabilidad, sino ingobernabilidad».
Las «izquierdas». La mayoría de las organizaciones políticas y sociales de izquierda se han sumado a una articulación coyuntural por la urgencia de frenar el golpe pero las agendas y el análisis del momento presente son muy dispares. En términos de correlación de fuerzas, el PT, a pesar de la orientación del gobierno cada vez más alejada de la izquierda, sigue siendo el principal referente partidario de la izquierda (o del centro-izquierda) y obviamente su postura hay que tenerla muy en cuenta.
En estos momentos, la posición de la corriente mayoritaria del partido es sostener al gobierno de Dilma, defender el buen nombre del PT y Lula y proyectar a este último como candidato para 2018. No realizan una autocrítica del rumbo de los 2 últimos años ni contemplan una reorientación más social del gobierno. Consideran además que el impeachment se puede solucionar a través del modelo tradicional de ‘conciliación’, es decir, con la compra de voluntades en el congreso. Esto puede ser efectivo a corto plazo, pero a medio plazo no soluciona la crisis legitimidad del PT, sino que la agravará.
Las corrientes críticas del PT, más a la izquierda pero también más minoritarias, comparten la necesidad de frenar el golpe en el congreso pero apuestan por la vía de la ‘confrontación’, lo cual pasaría por un giro en las políticas de gobierno, y fundamentalmente con un aumento de la inversión social.
El Partico Comunista do Brasil (PCdoB), principal socio del PT por la izquierda tiene una visión similar a las corrientes izquierdistas del Partido de los Trabajadores y su línea hasta la actualidad ha sido no presionar al gobierno para evitar que se debilite aún más. En el PSOL, por su parte, escisión del PT nacida en 2003, la mayoría se ha posicionado contra el golpe, aunque en las movilizaciones en las que ha compartido calle con el PT ha lanzado un mensaje bien contundente: contra el golpe, pero también «contra los recortes sociales y contra la reforma de la seguridad social y pensiones». Cabe destacar también la lectura del PCB (Partido Comunista Brasilero), organización menor que el PCdoB y radicalmente crítica con el gobierno. No están compartiendo espacio de movilización con los grupos ya citados pero están claramente contra el golpe, como nos manifiesta Mauro Iasi, ex candidato presidencial.
Por último, cabe mencionar al PSTU (Partido Socialista de los Trabajadores Unificado), de orientación troskista, uno de los pocos que no se posiciona contra el golpe. Consideran que el gobierno es de derechas, corrupto y que su caída generará un escenario favorable al incremento de la lucha de clases, replicando el clásico discurso del troskismo.
Escenarios más probables. En primera instancia hay que señalar que en estos días se ha producido una leve reducción de la presión que sufre el gobierno y el PT. Por una parte, por la difusión pública de la ‘lista de Odebrecht’ (empresa constructora) en la que aparecen numerosos líderes de los partidos de derecha (PSDB, PMDB…) que han recibido ‘regalos’ por sus servicios prestados. Por otra parte, porque la Corte Suprema ha apartado al juez ultra Sergio Moro de la causa abierta contra Lula. En tercer lugar, por el musculo popular mostrado en las movilizaciones del 18 y 31 de marzo. La salida oficial del PMDB del gobierno se puede considerar el principal revés, aunque según diversos analistas habría que matizarlo, ya que los diputados de este partido son sumamente ‘pragmáticos’ y el sentido de su voto siempre es muy volátil, en función de los premios prometidos.
Sin embargo, las previsiones para una agenda de izquierda a corto plazo, no son muy halagüeñas. Un giro del gobierno y el PT hacia la izquierda es prácticamente improbable. Por su parte, los grandes movimientos de masas -CUT (sindicalismo) MST (campesinado)- están más preocupados en evitar una restauración oligárquica que en confrontar con su partido histórico aliado. El resto de la izquierda, ni política ni movimientista, no tiene suficiente fuerza para reorientar el tablero. El reciente acercamiento entre el ‘Frente Brasil Popular’ (más cercano al PT) y el ‘Frente Povo sem Medo’ (más crítico), los dos frentes que articulan a numerosos movimientos sociales de la izquierda, es un claro síntoma de la urgente necesidad de una respuesta unitaria.
Mientras tanto, algunos analistas del exterior predicen rebeliones movimientistas de los de abajo, confundiendo deseos con realidad. Que el modelo de conciliación lulista se haya agotado no significa que se abra un escenario favorable para el campo popular, por muy deseable que esto sea. La poesía política resulta muy seductora pero se torna analíticamente inútil para comprender el momento presente. Militantes de la izquierda de sectores sumamente diversos vaticinan un escenario muy desfavorable si el golpe y la consecuente restauración oligárquica triunfan. Lo demás es pura fantasía política.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.