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Crisis de la energía

Fuentes: Rebelión

Según datos de la Agencia Internacional de la Energía, en 2002, el consumo mundial de energía (TFC,Consumo Final Total) ascendió a 7.095 Mtep (millones de toneladas petróleo equivalente), lo que supuso un aumento respecto a 1973 del 54%, pero lo interesante es entrar en el detalle de cómo se reparte este consumo respecto al origen […]

Según datos de la Agencia Internacional de la Energía, en 2002, el consumo mundial de energía (TFC,Consumo Final Total) ascendió a 7.095 Mtep (millones de toneladas petróleo equivalente), lo que supuso un aumento respecto a 1973 del 54%, pero lo interesante es entrar en el detalle de cómo se reparte este consumo respecto al origen de las fuentes energéticas que lo hacen posible. Petróleo 43%; gas natural 16,3%, y carbón 7,1%. Los combustibles fósiles suman el 66,4% y, si nos referimos sólo a los dos primeros, el «oro negro» y el «oro invisible», objeto y objetivos principales de codicia y guerras, nos quedamos en el 59,3% cuya producción mayoritaria se ubica en los países árabes y en los islámicos no árabes. De esto vivimos, en ello basamos en gran parte nuestra economía y en torno a esto giran la política y la ética internacional, léase el Derecho Internacional y los Derechos Humanos, tan relegados.

Los combustibles fósiles se han ido formando en un proceso irrepetible de millones de años. Son el ahorro y la herencia generosa de la naturaleza, son muy limitados y no podemos hablar de una duración de siglos, sino solamente de décadas; unas cuatro y pico para el petróleo y seis para el gas natural. A esto habría que añadir que su utilización no es más que un proceso químico, una combustión, que requiere oxígeno y que desprende una cantidad de sustancias que la propia naturaleza ha de absorber -lo de la contaminación- pero que su capacidad de absorción está muy por debajo de nuestro consumo o, más bien, despilfarro, con lo que el deterioro medioambiental crece y crece. Las reservas mundiales probadas de petróleo -según British Petroleum- llegan a 1,1 billones de barriles, lo que significa que al ritmo actual los líos ocasionados por su posesión, explotación y consumo acabarán como mucho, a mediados de siglo.

Entre 1981 y 1991, las reservas de petróleo, por el descubrimiento de nuevos yacimientos, se incrementaron en un 45,5%; en la década siguiente, 1991 a 2001, sólo en el 4,9% y, el pasado 2003 se estancó, es decir, el incremento de consumo absorbió las reservas descubiertas. Con este parón, parece razonable deducir que el nivel de las actuales reservas de 1,1 billones de barriles son ya casi definitivas y difícil parece que puedan aumentar. En este momento los descubrimientos, justo cubren los incrementos de consumo, considerando el crecimiento anual de un dos o tres por ciento. Además, la capacidad de extracción ya está llegando a su máximo y, en pocos años, comenzará a descender. Actualmente, sólo Arabia Saudí puede mover la oferta de forma rápida pero no mucho más ni por mucho tiempo. Para 2050, el petróleo estará solamente en los museos.

El mercado. El petróleo se cotiza en dólares, está controlado por un cártel de media docena de multinacionales petroleras, poco más de media docena de países son los productores y exportadores y estamos llegando a unos niveles de producción / consumo tal, que el abastecimiento se tambalea. En unos pocos años tendremos desabastecimiento. Con todos estos datos y consideraciones aún continuamos hablando de la oferta, de la demanda y del precio del barril como si estas tres variables fueran, eso, variables y no dependiesen de todo lo mencionado y de alguna triquiñuela más, guerras e invasiones imperiales incluidas.

No se trata de crear alarmas innecesarias, pero las reservas, los consumos, los productores y las petroleras son las que son y por ello el precio del barril, especulaciones aparte, no tardará en subir inevitablemente. Mientras, la comunidad política parece mirar para otro lado y, sin entrar en detalles de si administran bien o mal, lo que sí está fuera de dudas es que la planificación de racionalizar el consumo energético y la búsqueda de energías alternativas no se está planteando y, ello sin mencionar Kioto. Las cifras y los porcentajes dedicados a I+D nada tienen que ver con esta realidad.

Estados Unidos, con el 25% del consumo mundial, ha de importar el 61%; Europa, con el 21% de consumo mundial, necesita importar el 59%, ambos sólo tienen reservas para diez años, que están ahí, a la vuelta de la esquina. A Estados Unidos, la ocupación neocolonial en Iraq le cuesta 5.000 millones de dólares al mes y, otros mil millones mantener un Estado artificial como el de Israel. A cambio, el petróleo iraquí le da poco más de mil millones de dólares al mes y seguramente no por mucho tiempo, a juzgar por el incremento de la resistencia-guerrilla. Controlar el petróleo es controlar el mundo y, aunque el precio sea de seis mil millones de dólares, esto de algún otro bolsillo saldrá, del nuestro, seguramente, y del cada vez más empobrecido tercer mundo, tsunami incluido, del que tanto se lagrimea últimamente. No se puede olvidar que sólo se socializan las pérdidas y, que las ganancias se privatizan. El choque de civilizaciones, el islamismo -que si chiíta, que si sunnita-, el terrorismo islámico y no sé cuantas historias más, son eso, historias, mientras, está claro y bien claro que, el petróleo es eso, control y dominio, no sólo petróleo.

Miguel Ángel Llana Suárez, ingeniero y diplomado en Empresariales.