Acaba de ser publicado el informe Foessa sobre exclusión y desarrollo social en España 2008. Dicho informe certifica que los índices de desigualdad y de pobreza se mantienen constantes en nuestro país a espaldas del proceso de extraordinaria generación de riqueza en los últimos años. Durante el periodo 1982-1993 se produjo una reducción de […]
Acaba de ser publicado el informe Foessa sobre exclusión y desarrollo social en España 2008. Dicho informe certifica que los índices de desigualdad y de pobreza se mantienen constantes en nuestro país a espaldas del proceso de extraordinaria generación de riqueza en los últimos años.
Durante el periodo 1982-1993 se produjo una reducción de las desigualdades sociales, pues hubo un proceso de inversión social importante, pues partimos de niveles escandalosamente bajos. En 1993, España dedicaba el 24% de su PIB a la protección social frente al 28,7% del PIB de la UE15, con un diferencial del 4,7% del PIB.
Si contemplamos que sucede en el año 2005, vemos que ha bajado el gasto social al 20,8% del PIB con una caída muy importante del 3,2% del PIB, debido fundamentalmente a las políticas neoliberales de Aznar, mientras que en Europa el gasto de protección social era del 27,8% del PIB de la UE15, es decir, que en vez de acercarnos a Europa nos hemos alejado, llegando nuestro diferencial al 7% del PIB.
Tenemos actualmente unos 8,5 millones de personas con ingresos por debajo de los 574 euros mensuales, que representa al 20% de la población, siendo el mismo porcentaje que hace quince años. Hay otro millón y medio que vive en la pobreza severa, es decir, con menos de 280 euros mensuales y medio millón de hogares que sufren situaciones de exclusión social
Todos los estudios nos dicen de la fuerte vinculación de la pobreza relativa con dos factores, la precariedad laboral y la insuficiencia de las ayudas públicas a las familias. Sin embargo, esta experiencia parece desdecir el principio, que defendía Aznar, de que la mejor forma de favorecer el bienestar es conseguir altas tasas de crecimiento y elevados niveles de empleo aunque sean precarios.
El crecimiento es condición necesaria para la superación de la precariedad social, pero no lo garantiza. Hacen faltas políticas específicas de redistribución que apenas se realizan.
En los últimos quince años, la participación de los salarios en el PIB de la Unión Europea ha descendido once puntos. Mientras que esto sucede, sin embargo se han disparado los beneficios empresariales a niveles de usura, con lo cual los índices de desigualdad social se están haciendo cada vez más amplios, provocando escandalosas situaciones de injusticia social.
Los salarios medios en los últimos quince años, no han crecido e incluso en algunos países como España han retrocedido entre un 3-5%, con lo cual nos encontramos con situaciones absolutamente vergonzosas y con más de un 50% de nuestros trabajadores están por debajo de los 1.000 euros mensuales.
Cuando Bush propuso en 2004, una rebaja de impuestos a las clases ricas de cerca de 900.000 millones de dólares, las grandes fortunas norteamericanas como Warren Buffet, Bill Gates y otros mostraron su oposición a tales rebajas. Su argumentación era que para que funcione el capitalismo debe haber un cierto equilibrio en la desigualdad entre ricos y pobres. Con Bush lo que ha sucedido es que los ricos han sido más ricos y que cada vez haya más pobres que es en definitiva lo que ha sucedido en 2008, haciendo que se cuestione legítimamente el sistema capitalista
El coste anual para una mejora ostensible de nuestro sistema social para alcanzar un equilibrio con el de la Unión Europea supondrían unos 20.000 millones de euros, una minucia comparado con los 150.000 millones con que se está subvencionando a la banca española, la cual presenta beneficios escandalosos, sirva como ejemplo el banco Santander que a pesar de la crisis prevé unos beneficios de 10.000 millones en 2008 y 11.500 millones en 2009.
Es a partir de 1993, cuando el PSOE con el apoyo de CIU y después de 1996 hasta 2004 continuadas por el PP de Aznar, toman una serie de medidas que significan una disminución del gasto social público por habitante entre España y el promedio de la Unión Europea 15, llegando éste al 68%, con el consiguiente deterioro de las transferencias y servicios públicos.
Estas políticas de austeridad, todas de corte neoliberal, responden al deseo de transferir fondos públicos de las áreas sociales. Se produce una disminución de sus tasas de crecimiento, a la reducción primero y eliminación después del déficit del presupuesto del Estado, el famoso déficit cero. Lo que sucede es que cuando se equilibran las cuentas del Estado, el déficit público social de nuestro país, con el promedio de la UE15 alcanza su mayor dimensión. Fue en 1999 (con Aznar) con un diferencial negativo del 7,6% del PIB.
España es pues un gigante económico con una sociedad injusta y desigual.
Otro aspecto fundamental de esta política neoliberal aplicada en los últimos quince años es la disminución de la carga fiscal y el aumento de su regresividad. Cada vez se recauda más por impuestos indirectos y menos por impuestos directos, con lo cual la regresividad de nuestro sistema fiscal empieza a ser escandalosa.
Recordemos frases tan estúpidas como que las rebajas fiscales era de izquierdas, la supresión del impuesto de sucesiones y toda una retahíla de medidas que han favorecido a las clases ricas y ha perjudicado como estos datos señalan a la inmensa mayoría.
Tantas rebajas fiscales provocan ahora situaciones esperpénticas como en las comunidades de Madrid y Valencia (PP) que no tienen dinero para pagar a los profesores. Comunidades estas que se han destacado por sus escandalosos descuentos fiscales a los ricos
España es uno de los países europeos con menor carga fiscal. El problema histórico de este país es la gran resistencia que presenta el 35% de la población de renta superior, que habitualmente no usa los servicios públicos a pagar los impuestos que les corresponde por su nivel de ingresos.
Nuestro modelo debe ser el de los países europeos más avanzados. El ex primer ministro danés Paul Nyrup Rasmussen sostiene que no es una coincidencia que los estados de bienestar más fuertes, figuren entre las economías más competitivas. Considera que la razón está en que las sociedades de bienestar inviertan en la educación y en la formación de las personas y tienen políticas activas que ayudan a los trabajadores a pasar de un empleo a otro y en donde el diálogo social entre trabajadores, empresarios y gobiernos es esencial para lograr una buena productividad y una elevada cualificación.
Como dicen los profesores Corp y Palmer los países más exitosos en eliminar la pobreza son aquellos que han seguido políticas redistributivas de carácter general. Podemos concluir que para resolver el problema de la pobreza, el Estado no debe centrarse en los pobres sino en la redistribución y respecto a la igualdad de oportunidades, ésta no puede darse si no es en un contexto donde no se realicen políticas redistributivas. Esto es todo lo contrario de lo que han estado realizando los neoliberales.
Debemos solicitar a este y a próximos gobiernos un compromiso claro para solucionar el problema social del país, que pasa por un aumento continuado del gasto social público y en consecuencia unas nuevas leyes fiscales que lo hagan más justo eliminando su regresividad actual, favoreciendo el principio de que pague el que más tiene. Pensemos y demandemos esto si realmente queremos tener un futuro como país