Un repaso a los acontecimientos de mayor relieve en 2016 permite afirmar que estamos asistiendo a una aceleración de las tendencias que sitúan a varias dimensiones de la crisis civilizatoria de las últimas décadas en un punto crítico. Cada vez aparece con mayor urgencia la necesidad de un cambio de rumbo, de tomar un camino […]
Un repaso a los acontecimientos de mayor relieve en 2016 permite afirmar que estamos asistiendo a una aceleración de las tendencias que sitúan a varias dimensiones de la crisis civilizatoria de las últimas décadas en un punto crítico. Cada vez aparece con mayor urgencia la necesidad de un cambio de rumbo, de tomar un camino distinto al transitado hasta ahora frente a la encrucijada planteada por esta prolongada y dolorosa crisis sistémica.
El 4 de noviembre de 2016 entró en vigor el Acuerdo de París sobre el cambio climático. Días después tenía lugar en Marruecos la 22ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. En ella se fijó un corto plazo, el año 2018, para que los gobiernos completaran las normas de aplicación del Acuerdo citado. ¿Alguien piensa que se cumplirá el plazo establecido y que se concretarán las medidas necesarias para frenar el calentamiento global? Y sin embargo en los mismos días la Organización Meteorológica Mundial dio a conocer un informe contundente sobre el calentamiento del planeta en los últimos cinco años, los más calurosos de la historia desde que se registran las temperaturas. La concentración atmosférica de dióxido de carbono ha llegado a niveles nunca antes alcanzados, la capa de hielo boreal disminuye sin visos de recuperación, se prolongan las sequías severas extendiéndose a nuevas áreas… El cambio climático no es una preocupación con miras al futuro: ya está ocurriendo.
Según un reciente estudio de un equipo investigador de las Universidades de Florida y Hong Kong, publicado en noviembre por la revista Science, el cambio climático ya ha afectado a todos los ecosistemas terrestres, de agua dulce y marinos, y a las especies que los habitamos. Aumento de plagas, nuevos brotes de enfermedades, disminución de rendimientos agrícolas, alteraciones en las pesquerías, son algunos de los impactos constatados que están generando modificaciones genéticas.
Reducir drásticamente los gases de efecto invernadero supone enfrentar tanto los intereses del sector energético de combustibles de origen fósil como los hábitos de transporte de mercancías y el incremento del parque de automóviles privados y su circulación en las grandes áreas urbanas. ¿Qué poderes políticos están dispuestos a tomar las medidas necesarias? ¿Cuál será el apoyo social a las propuestas de quienes estén dispuestos a tomarlas?
Otra cuestión que en 2016 no ha cesado de agravarse es la de los grandes flujos migratorios causados por el empobrecimiento creciente, los desastres climáticos y los conflictos bélicos. Las políticas económicas impuestas por el FMI durante la Gran Recesión y la irresponsable, criminal, desestabilización política y gestión de conflictos fomentada por el gobierno norteamericano y sus aliados árabes y europeos en países como Libia, Siria o Iraq, entre otros, han provocado numerosas muertes y el incesante y dramático aumento de millones de expulsados, desposeídos de los más elementales derechos humanos. En el ámbito de la Unión Europea, la actitud cínica y vergonzosa de sus instituciones y gobiernos ha evidenciado la carencia de una respuesta seria y acorde con los valores y derechos inscritos en sus principios y tratados. Esto, unido al daño social provocado por las políticas económicas aplicadas durante la persistente crisis está provocando una creciente desafección ciudadana cuya traducción cultural y política es tan evidente como compleja y dispar en sus expresiones sociales y político-electorales.
De un lado cobran fuerza el miedo, la violencia de género, las afirmaciones identitarias impregnadas de rasgos racistas, xenófobos o abiertamente fascistas. De otro, se activan las respuestas fraternales y solidarias de quienes se niegan a aceptar la degradación social y la barbarie como único horizonte y apuestan por emprender las transformaciones económicas, sociales, políticas y culturales capaces de garantizar lo que los viejos poderes niegan: los fundamentos de una vida digna, el pleno acceso y ejercicio de los derechos humanos en forma pacífica y armónica con la naturaleza.
2016 ha sido también el año de la derrota de los consensos de las élites, de las opciones preferidas por las oligarquías económicas y sus operadores políticos en el plano mundial. La victoria del Brexit en el Reino Unido y las derrotas de Hillary Clinton en las presidenciales de EE.UU. y de Renzi en el referéndum sobre la reforma constitucional en Italia son buenas muestras de que las preferencias del establishment, a pesar de contar con el apoyo masivo de todos los grandes medios de manipulación mediática, no han podido imponerse. Estos tres resultados electorales van a tener un impacto relevante en la economía y la geopolítica europea y mundial. Algo obvio en el caso de la potencia imperial norteamericana, pero nada desdeñable en los otros dos lances. En los tres podemos encontrar factores explicativos específicos de orden nacional junto a otros comunes y relacionados con las tendencias de época. Todos merecedores de una reflexión que escapa a estos apuntes.
También en 2016 han ocurrido hechos que a pesar de su relevancia no han aparecido apenas en las desinformaciones de los grandes medios. Valgan un par de ejemplos: uno, la mayor huelga general de la historia, llevada a cabo en septiembre por los trabajadores en la India. En un país con 680 millones de personas, la mitad de su población, viviendo en la pobreza, entre 150 y 180 millones de trabajadores de la economía formal e informal participaron en la huelga convocada por los sindicatos.
Otro ejemplo: la reciente victoria lograda por los pueblos de la reserva sioux de Standing Rock, en Dakota del Norte, tras nueve meses de movilización apoyada por miles de personas acampadas y cientos de naciones tribales antaño enfrentadas y ahora luchando juntas contra la construcción de un oleoducto que atravesaría sus tierras amenazando su abastecimiento de agua. El Cuerpo de Ingenieros del Ejército ha declarado que no concederá el permiso para la perforación de sus tierras.
Este somero repaso se deja no poco en el tintero. El 2016 ha dado indicios claros de la persistencia de la crisis en el ámbito económico y en el sistema financiero internacional, señales que sugieren una tendencia al estancamiento prolongado y amenazan con nuevas turbulencias en el año que comienza. También se han producido notables movimientos geopolíticos en todos los rincones del planeta: intensificación de la cooperación ruso-china, fuerte contraofensiva conservadora en América Latina, nueva correlación de fuerzas en Oriente Medio, distanciamiento de aliados históricos de Estados Unidos como Turquía y Filipinas en ambos extremos de Asia, recrudecimiento del terrorismo yihadista… y colapso de la Unión Europea. Todas ellas cuestiones portadoras de incertidumbres que marcarán los próximos tiempos.
La encrucijada civilizatoria ante la que nos hallamos se agrava en el contexto de un cambio de época. Captar de forma adecuada las transformaciones en curso, acertar en la definición de los dilemas fundamentales, se convierten en requisitos ineludibles para avanzar en la construcción de un programa, una estrategia y unos instrumentos capaces de convertir a la mayoría social en sujeto activo de un nuevo orden social, de una alternativa civilizatoria urgente, digna y viable.
Fuente: http://www.elviejotopo.com/articulo/crisis-sistemica/
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