En el inicio de la década de 1970, el economista norteamericano Charles Kindelberger formuló una teoría que ejerció gran influencia académica y política, dentro y fuera de los Estados Unidos. Según Kindelberger ,»la economía mundial liberal precisa de un país estabilizador, y sólo un país estabilizador».(1) Un país que ofrezca a los demás, algunos bienes […]
En el inicio de la década de 1970, el economista norteamericano Charles Kindelberger formuló una teoría que ejerció gran influencia académica y política, dentro y fuera de los Estados Unidos. Según Kindelberger ,»la economía mundial liberal precisa de un país estabilizador, y sólo un país estabilizador».(1) Un país que ofrezca a los demás, algunos bienes públicos indispensables al buen funcionamiento de la economía internacional, como la moneda, el libre comercio y la coordinación de las políticas económicas nacionales. El mundo estaba viviendo la crisis final del Sistema de Bretton Woods, y estaba asistiendo a la derrota de los Estados Unidos en la Guerra de Vietnam. Y Charles Kindelberger estaba preocupado con la posibilidad de una nueva gran crisis y depresión que fuese provocada, como en los años 30, por la falta de un «liderazgo mundial». Durante las décadas siguientes, esta «teoría de la estabilidad hegemónica» se transformó en el denominador común de un gran debate sobre las «crisis» y las «transiciones» hegemónicas, en la historia del sistema mundial. Incluyendo, un grupo de autores marxistas norteamericanos, como Immanuel Wallerstein y Giovanni Arrighi, que atribuyen al orden mundial de los últimos siglos, la sucesión de tres grandes potencias hegemónicas: Holanda, Gran Bretaña y los Estados Unidos. Los protagonistas de este debate tenían posiciones teóricas diferentes, pero casi todos compartían la tesis de que los Estados Unidos estarían viviendo su «declinación hegemónica», después de la crisis de los años 70. Y más recientemente, casi todos consideran que el fracaso norteamericano en Oriente Medio, y el «derretimiento del dólar», en estos comienzos del siglo XXI, forman parte, actualmente, de una «crisis terminal» de la hegemonía norteamericana. Asimismo, estos autores no consiguen responder, de forma satisfactoria, a tres preguntas fundamentales: i) ¿Cómo fue que la crisis de los años ´70 terminó restaurando la hegemonía y fortaleciendo el poder norteamericano?; ii) ¿Por qué esta nueva crisis 2007-2008, no podrá tener un comportamiento semejante, en el largo plazo? y iii) Finalmente, aun cuando la crisis adquiriese naturaleza catastrófica, ¿quién sustituirá a los Estados Unidos, y cómo funcionaría el nuevo sistema monetario y financiero internación tras la muerte del dólar?
Comenzando por la «crisis de los 70»: hoy se puede ver que no existió la declinación, por lo contrario, fue en la década del ´70 cuando se definieron las nuevas reglas y políticas responsables de la multiplicación exponencial de la riqueza y del poder norteamericano, en el último cuarto del siglo XX. Fue cuando los Estados Unidos dejaron de ser «acreedores», y pasaron a la condición de «grandes deudores» de la economía mundial. Aunque al mismo tiempo, su deuda y su capacidad de endeudamiento se transformaron en el principal motor de la economía mundial de los últimos 30 años. Fue también en la década del 70, que el «patrón dólar-euro» fue sustituido por el nuevo sistema monetario internacional del «dólar flexible», atado, en última instancia, al poder norteamericano, y a sus títulos de la deuda pública. Por otro lado, son también de la década del ´70, las políticas de desregulación de los mercados financieros anglo-americanos, que lideran el proceso de globalización financiera de los finales del siglo XX. Y finalmente, fue a la sombra de la derrota norteamericana en Vietnam, en 1973, que los Estados Unidos y China negociaron su nueva sociedad económica que se transformó en la gran locomotora de la economía mundial, en el inicio del siglo XXI. O sea, desde la crisis de los 70, en lugar del «declive norteamericano», lo que se asistió fue a un cambio profundo de la economía mundial, y a un aumento exponencial del poder de los Estados Unidos.
Ahora nuevamente, después del fracaso de las Guerras de Afganistán y de Irak, y de la desvalorización del dólar, provocada por la crisis financiera de 2007 y 2008, se vuelve a hablar del «colapso» y de la «crisis final» de la hegemonía norteamericana. (2) Sin embargo, hasta este momento todavía no se configuró una crisis estructural o global, ni existe una señal de que los Estados Unidos vayan a desocupar su liderazgo capitalista. Por el contrario, a pesar de sus dimensiones, todo indica que estamos ante una crisis «regular» , dentro de un sistema que es, por excelencia, contradictorio, inestable y conflictivo. Dentro de las nuevas reglas y estructuras creadas a partir de la crisis de los ´70, los Estados Unidos definen de manera exclusiva el valor de una moneda que es nacional e internacional, a un mismo tiempo, y que está atada a los títulos de la deuda pública del propio poder emisor de la moneda. Además de esto, los Estados Unidos poseen un sistema nacional desregulado, y son – al mismo tiempo – la cabeza de una «máquina de crecimiento» global, que funciona en sintonía con la economía nacional china. Dentro de este sistema, extremadamente complejo, toda crisis financiera interna de la economía norteamericana puede afectar a la economía mundial, por la corriente sanguínea del «dólar flexible» y de las finanzas mundializadas. Y todos sus ciclos internos de «valorización de activos» (en particular, inmuebles, tipo de cambio y Bolsa de valores) se desvinculan con facilidad de los circuitos productivos y mercantiles, y se calculan por las variaciones de la deuda pública y de la política de la tasa de interés del gobierno norteamericano. Por ello, las «burbujas» son siempre una amenaza potencial para la economía mundial, pero no son apenas «capital ficticio», ni son apenas «especulación» . Son más que eso, es un ciclo específico de valorización del capital, que sólo es posible dentro de un sistema monetario y financiero desregulado y enredado directamente al endeudamiento público del gobierno norteamericano.
La crisis actual podrá ser más o menos extensa y profunda, pero no será la crisis terminal del poder norteamericano, ni mucho menos, del capitalismo. Por lo tanto, no es probable una fuga del dólar», porque el euro, el yuan y el yen, no tienen aliento financiero internacional. Y pensar en la creación de una moneda supranacional es disparar al mundo de la fantasía, desconociendo el sistema mundial en que vivimos. «Dentro de este sistema, no existe la menor posibilidad de que el liderazgo de la expansión económica del capitalismo pueda salir de las manos de los «Estados-economías nacionales» expansivos y conquistadores con sus monedas nacionales y con sus «grandes predadores». (3) Por último, como «ciencia ficción», uno puede pensar en una hecatombe que destruya las monedas y los Estados, aunque con certeza, no será el camino más corto, ni el más pacífico, para «un mundo mejor».
NOTAS: (1) Kindelberger, C. (1973), The world in depression, University of California Press, Berkeley, pág. 304. (2) Craig Roberts, P. (2008) The collapse of American power, Paul Craig Roberts Archive. (3) Fiori, José Luis (2007), El poder global y la nueva geopolítica de las Naciones, Editorial Boitempo, Sâo Paulo, pag. 38.
José Luis Fiori, profesor de economía y ciencia política en la Universidad pública de Río de Janeiro, es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO.