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Para Aníbal Romero

Crítica a un anti-antiimperialismo mucho más bufo y estéril

Fuentes: Rebelión

Sé que nuestros cada día más despistados intelectuales neo-liberales no lo creerán; sin embargo lo digo: Washington si ha tenido y tendrá interés en auspiciar, estimular u organizar un golpe de Estado en cualquier país de América Latina y el Caribe, y en especial en Venezuela. Lo que Washington busca en América Latina es inestabilidad […]

Sé que nuestros cada día más despistados intelectuales neo-liberales no lo creerán; sin embargo lo digo: Washington si ha tenido y tendrá interés en auspiciar, estimular u organizar un golpe de Estado en cualquier país de América Latina y el Caribe, y en especial en Venezuela.

Lo que Washington busca en América Latina es inestabilidad y división, sin importar ordenamientos constitucionales, menos aún aquellos derivados de procesos constituyentes como Venezuela, Ecuador y Bolivia.

Los Estados Unidos han hecho esfuerzos inusitados para, siguiendo a Monroe, someter cualquier atisbo de reformas y aleccionar cualquier intento revolucionario en el continente. Lo que Washington pide es que se sometan a sus criterios de «civilidad y cordura», que no denuncien al principal consumidor de drogas, que no denuncien el asesinato de afro-americanos en las calles, ni denuncien centros de reclusión ilegales en Europa, o el campo yankee de Guantánamo, o que denuncien como apresan, torturan y desaparecen a adversarios políticos a lo largo y ancho del mundo; o peor aún, que no impongan dictaduras desconociendo elecciones de manera tan tosca y descarada.

Pero nuestros neo-liberales tienen su libreto, que por lo visto aprendieron durante los años de adoctrinamiento en las academias con manuales de perfectos idiotas neo-liberales, o en lugares más insospechados como los think thanks, articulados a la red de becas y universidades vinculadas al complejo militar-industrial, para entonces refugios de la ultra-derecha o una socialdemocracia que cambiaba complejos de inferioridad ´por becas y reconocimientos intelectuales.

Allí muchos de nuestros otrora gobernantes se entrenaban para su misión de estadistas bien-pensantes, entrenándose adecuadamente para las tareas de control del orden público y contra los «enemigos internos» que delimitaban las doctrinas de seguridad nacional, donde quedaba impune detener, torturar, desaparecer enarbolando efigies a los padres fundacionales de la democracia y a la Constitución americana, en tanto que EE.UU avanzaba en su inexorable rumbo de su «Destino manifiesto». ¡Gloría a Dios, en Dios, nosotros creemos!

El libreto de otrora gobernantes señalaba que el castro-comunismo era y será el enemigo y por lo tanto debe andar en alguna conjura siniestra. Pero insisto: estoy convencido de que Washington sigue pensando así a pesar de decir que ha finalizado la Guerra fría.

Washington quiere imponer sus criterios de urbanidad y de buenos modales democráticos; pero «los atolondrados comunistas que hoy destruyen a Venezuela y al Continente» no se convencen que la única alternativa son los anacronismos dogmas del neo-liberalismo, y deben aprenderlo de una u otra manera.

Washington quiere derribarles si no aprenden la única alternativa; y a los que los han hecho les promete que los protegerá por siempre, y de sí mismos si llegan a dudar, pues nuestros gobernantes muchas veces son los más enconados enemigos de ellos mismos cuando aspiran a creer en la «idea falaz» de la «soberanía popular».

Para el caso Venezolano, la MUD duda si hacer explícito su doble juego frente a guiones de golpes de Estado. No me explico por qué el llamado «régimen» le exige a la MUD que se demarque como oposición «democrática», si así perdería el apoyo que Washington le presta, pues la estrategia de dos bandas (el garrote y la zanahoria) es la que permite enseñar a los pueblos subdesarrollados del continente a someterse dentro de ciertas reglas básicas de «civismo» establecidas en los «manuales de democracia permitida» del Departamento de Estado.

De modo que, Washington no les entregará certificados de buena conducta a los integrantes de la MUD si llegan a demarcarse de agendas golpistas u ocultas. Por otra parte, la oposición cuyo rol es parecer blanda debe aceptar que la medalla de excelencia y un diploma de reconocimiento por servicios prestados a Washington se la llevan los más audaces en desestabilización y conspiración. No hay premio para timoratos.

El libreto ordena la protesta sostenida para derribar el régimen como eje de una contra-revolución que se respete, ya que a estas alturas solamente existe en las mentes amansadas de una oposición democrática, que el cambio pueda ser logrado con mecanismos electorales, pacíficos y constitucionales. No hay posibilidad alguna entonces de llamar a caminos de diálogo, de «entrar en razón», «ser sensatos», «vamos a dialogar de buena fe», «hacer elecciones limpias», «permitir la alternabilidad democrática»; o mejor, «permitir que cobremos nuestros triunfos».

Washington le exige a la dirigencia política de la oposición democrática que asimilen que llamados a la sindéresis equivalen, por ejemplo, a rendirse ante la conjura del castro-comunismo. Como diría Shakespeare: es el dilema entre ser o no ser.

De modo que henos aquí, en medio de mayores turbulencias. Como reza el viejo refrán: «tanto va el cántaro al agua que al final se rompe».

El gobierno norteamericano ha logrado la tan ansiada confrontación con una amenaza inusual y extraordinaria, y todo indica que no será precisamente divertida. Barack Obama se ha transformado en una especie de «Hulk, el hombre increíble» con respecto a la situación política venezolana. Pero nuestros intelectuales de derecha venezolana plantean que una tal orden ejecutiva no implica en ningún caso amenaza alguna a la soberanía nacional; ni que las sanciones recientes sean el preludio de un bloqueo económico o un ataque militar contra Venezuela. Todas estas exageraciones son parte del libreto del «castro-comunismo».

A veces cuesta entender a nuestros intelectuales de derecha; critican las denuncias de «injerencia» de otros en nuestros asuntos internos, pero no existe régimen político en el mundo que más se meta en los problemas del resto que el norteamericano, hasta el punto de que su Presidente entiende por soberanía exclusivamente la soberanía global; es decir, más allá de cualquier noción de frontera. En efecto, se trata de una ambición sin fronteras.

La impermeabilidad a la auto-crítica de parte de nuestros paladines intelectuales de derecha sigue resultando sorprendente. Son realmente incapaces de ver la viga en el ojo propio, a pesar de que saltan furiosos al observar la más pequeña brizna en el ojo ajeno, sobremanera si huele a sentimentalismo de izquierda. Cosa rara de proyecciones freudianas.

Con el empeño de apegase a su obsoleto guion de las modernizaciones neo-liberales, de aprendices de brujo jugando al fin de la historia, el gobierno norteamericano pretende torcer los brazos, encauzar y encausar a costa de hundir países desobedientes a un estado de degradación y postración verdaderamente dramáticos.

Estados Unidos tiene suficiente experiencia labrada a la hora de amedrentar a quienes pretenden cabalgar el tigre del sueño revolucionario. Y sabe cómo tumbarlos. Desde Arbenz hasta Allende, pasando por Zelaya y otros golpes constitucionales, como aquel que se intentó hacer en Venezuela el año 2002, los intentos no cesan. No importa el daño que pueda hacer, y menos si son colaterales. Intensificar su entusiasmo, empujados por un lacayismo bufo, en los intelectuales de derecha es parte de la esterilización del pensamiento crítico. Y de esa esterilización del pensamiento es que han nacido los idiotas neo-liberales latinoamericanos.

Imagino que las cancillerías de los países europeos aliados al neo-liberalismo también cerraran sus filas a favor de Obama, ofreciendo su solidaridad a cambio de dinero y haciéndose de la vista gorda ante el desmantelamiento de cualquier atisbo de justicia social, libertad real para las mayorías y de democracia participativa en el continente, y en especial en Venezuela. Hay que aleccionar a Maduro, hacerle ver que es imposible continuar con cualquier seducción por mantener el legado de Chávez. De este modo, pasara días sin dormir, junto a sus círculos políticos y militares re-evaluando las cosas. La estrategia es rendirlos. Todo indica que Washington decidió marcar sus clásicos límites dentro su ya larga trayectoria de intolerancia ante cualquier desafío a su hegemonía a lo largo y ancho del mundo

Efectivamente, tal parece que ha empezado otro juego.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.