Para entender claramente lo que significa la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, tanto al nivel nacional como regional, conviene considerar las acusaciones formuladas en contra suya así como quiénes son sus acusadores. Y en efecto, el golpe de Estado institucional que acaba de sufrir Brasil, aunque inédito, es un proceso que ni empezó el […]
Para entender claramente lo que significa la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, tanto al nivel nacional como regional, conviene considerar las acusaciones formuladas en contra suya así como quiénes son sus acusadores. Y en efecto, el golpe de Estado institucional que acaba de sufrir Brasil, aunque inédito, es un proceso que ni empezó el 17 de abril ni tampoco el día de la elección de la primera mujer en ocupar la presidencia del país, más bien ya se puso en marcha cuando la presidencia de Lula da Silva.
En adelante, las derechas, encabezadas por Michel Temer y asentadas en el poder, van a poder aplicar su programa neoliberal el cual llevará a Brasil a lo que era veinte años atrás.
Petrobras, ¿un gigante que estorba?
Primero conviene recordar que quedan por demostrar esas acusaciones de corrupción dirigidas en contra de la presidenta Dilma Rousseff en el caso Petrobras ya que hasta hoy día éstas sólo estriban en meras suposiciones. Dicho de otra manera, se alega que la presidenta debía estar enterada a la fuerza de las maniobras de la compañía petrolera debido a sus relaciones con ésta y debido al puesto que ocupara, anteriormente, en el ministerio de la energía. Pero no es una casualidad si la NSA ha indagado tantísimo sobre los casos Petrobras y Oderbrecht, dos compañías nacionales indígenas (1). Y es que después del descubrimiento de las inmensas reservas submarinas de crudo Presal, a finales del 2007, Lula concedió el monopolio de su explotación a la compañía nacional Petrobras, en perjuicio de las multinacionales norteamericanas y esa decisión asestó un durísimo golpe a la hegemonía norteamericana en la región. Pese a sus pocos años de existencia, » Petrobras ya es el mayor productor mundial de petróleo off-shore con en 23 % del mercado. A corto plazo, con la explotación de los yacimientos del presal, la empresa pudiera ser el primer productor mundial de crudo, delante de Exxon Mobil y de BP » (2) . Pero la caída de Dilma Rousseff puede cambiar la situación. Según algunos analistas, es más que probable que el gobierno Temer intervenga a favor de una modificación de la legislación para abrirles más grande las puertas a las compañías petrolíferas internacionales.
La operación «Lava Jato», o, dicho de otro modo, cuando el hospital se mofa de la caridad
La operación «Lava-Jato» -que se puede traducir por «operación Kärcher»- ha conducido a una investigación dirigida por Sergio Moro, «pequeño juez de provincia», adulado por los medios de Europa y cuyos discutibles métodos le han costado el ser declarado incompetente (a pesar de de no haber sido declarado competente) para instruir parte del caso. El objetivo principal de esas gestiones es desacreditar al ex presidente y también a Dilma Rousseff y con ambos a la totalidad del Partido de los Trabajadores de Brasil, la fuerza progresista del país. Dos años de investigaciones y de espionaje meticuloso llevado a cabo por la NSA no han bastado para tan amplio proyecto ya que ningún indicio de corrupción directa o indirecta ha sido hallado en contra de los dos dirigentes.
Claro está, eso no quiere decir que ningún miembro del Partido de los Trabajadores no esté implicado en el caso ni que la presidenta Dilma Rousseff sea irreprochable. Prueba de ello es la baja de su tasa de popularidad tras la nominación de un ministro de hacienda neoliberal y tras la puesta en marcha de políticas de austeridad que han empeorado la situación económica del país y del pueblo brasileño.
Sin embargo, bien hay que constatar la poca fuerza de las acusaciones que incriminan a los miembros de los diferentes partidos, principalmente a aquéllos que forman parte de la oposición y de la mayoría actual, o sea aquéllos mismos que han votado la destitución y que son directamente salpicados por asuntos de corrupción y en particular en el caso Petrobras. Y no hablemos del silencio de los medios en lo que reza al papel del ministro de hacienda y más precisamente al papel del tesorero general de las finanzas ya que la contabilidad pública es su responsabilidad.
El segundo reproche que se le echa en cara a Dilma Rousseff y que está en el centro del impeachment es el «maquillaje de las cuentas públicas». Este procedimiento, a menudo asimilado a corrupción por los medios de información, apuntaba a reportar ciertos gastos de un año al año siguiente y no ha granjeado ningún enriquecimiento personal. No todos los Cahuzac, Tapie, Lagarde y otros Sarkozy de Francia pueden pretender lo mismo. Pero aun siendo el argumento con el que se pretende legitimar la evicción de Dilma Rousseff es tanto menos convincente cuanto que es un procedimiento que han solido usar tanto los anteriores gobiernos de Brasil como los gobiernos de Europa y de Estados Unidos. Bien se sabe, por ejemplo, que lo han usado los presidentes Bush y Obama y no nos sorprendería lo más mínimo saber que muchos de nuestros dirigentes también se valen de ese mismo procedimiento.
Si a pesar de todo el crimen de responsabilidad es reconocido ¿no podríamos legítimamente plantear la posibilidad de presentar idénticas demandas de destitución de nuestros propios representantes? Es poco pensable, pero con el gran número de escándalos en los que están pringados nuestras élites políticas es lógico ponerse a soñar.
A la cabeza de los medios de información de Brasil están solo 4 grandes familias
También es de subrayar el papel que han desempeñado los medios en la movilización popular en contra de la presidenta. No pretendemos que las clases medias o populares sean incapaces de expresar su propia opinión, al contrario, pero sí ponemos por delante el monopolio de la producción de la opinión vigente en Brasil. En efecto, sólo 4 grandes familias se reparten casi por completo la totalidad del paisaje mediático del país. [3]. Entre esas cuatro familias, el grupo GLOBO es el número uno. Su telediario es visto por unos 60 millones de televidentes o sea el 70% de la población del país. Apodado «el mayor partido de Brasil», GLOBO controla 5 diarios, 27 semanales, dispone de una amplia red de televisión y de sitcoms emitidas en el mundo entero y además posee diversas explotaciones como derechos de transmisión de fútbol.
Así es cómo quien apoyó el golpe de Estado militar en 1964 y confesó su error cuarenta años más tarde [4], es hoy día el portavoz de los pro-impeachment. Ese mismo medio que ya hizo campaña para desacreditar a Lula, el dirigente del Partido de los Trabajadores, cuando las elecciones del 2006, no ha cambiado su blanco; simplemente, ha adaptado su estrategia a la situación presente.
Recordemos sin embargo que pese a la inaudibilidad de los medios públicos y de «izquierda», los brasileños han sabido desarrollar, en Internet, una de las mejores redes de información alternativas del mundo.
Entre Michel Temer y la CIA, sólo dista un paso
Este viernes 13 de mayo, Wikileaks ha revelado los lazos directos entre el actual presidente interino, Michel Temer, y la CIA. Casi demasiado tópico para ser cierto y sin embargo…
Unos archivos desclasificados atestiguan que Michel Temer ha sido informador de la embajada norteamericana así como de las autoridades militares del Sur basadas en Miami, en lo tocante a «asuntos sensibles pero de uso oficial».
Por ejemplo, en uno de los documentos con fecha del 16 de enero y del 21 de junio del 2006, Michel Temer evoca la situación en Brasil durante la presidencoa de Lula y estima que «la desilusión del público para con el presidente Lula y el PT le da una oportunidad al PMDB para presentar a su propio candidato en las elecciones presidenciales del 2006». Imagina un guión en el cual su partido, el Movimiento Democrático Brasileño, gana las elecciones y añade que la nominación de unos 10 ó 15 gobernadores hará de su partido el partido con mayor representación en el Sanado y en la Cámara de los Representantes… A consecuencia de ello, «quienquiera que gane las elecciones presidenciales tendrá que entendérselas con nosotros para hacer cualquier cosa».
Democracia vs Plutocracia
Pero debido a una serie de derrotas electorales, la derecha brasileña no ha tenido más remedio que recurrir al impeachment como único modo de hacerse con el poder. El periodista norteamericano Gleen Greenwald nos explica por qué: «Lo que pasa es sencillísimo. El partido de Dilma Rousseff, el Partido de los Trabajadores, (PT), ganó cuatro elecciones presidenciales seguidas (…) Desde hace mucho tiempo los plutócratas, los ricos de Brasil detestan al PT, pero no han conseguido vencerlo en las urnas. Se han valido pues de la crisis económica y del furor popular para tirar abajo al PT con procedimientos antidemocráticos».
Una de las razones del fracaso repetido de la oposición en las elecciones lo explica su proyecto económico ultraliberal. En efecto, la oposición proponía recortar los gastos sociales, privatizar los servicios públicos, firmar acuerdos de libre intercambio o también endeudarse con las instituciones financieras internacionales. Todas esas medidas ya las aplicaron, en los años 1990, los presidentes Fernando Collor de Melo y Fernando Henrique Cardoso. ¿Con qué resultados? La economía de Brasil se hundió. El déficit comercial cifró en 8 mil millones de dólares a principios de los años 2000; la industria nacional quedó arruinada.
El presupuesto dedicado a la educación pasó del 20,3%, en 1995, al 8,9% en el 2000. El trabajo negro era el sino diario para el 55 % de los brasileños [5]. Es fácil imaginar que tras semejante balance tan catastrófico el pueblo de Brasil no anhelaba que las derechas volvieran a gobernar. Por eso, durante 14 años, éstas van a conocer derrota tras derrota. En el 2002 y en el 2006, contra Lula, y luego, en el 2010 y en el 2014, frente a Dilma. De no poder llegar hasta el poder por la puerta, la oposición se ha colado por la ventana merced a un golpe de Estado institucional hábilmente orquestrado por el poder político, económico, mediático y judicial.
Tan pronto como ha sido nombrado el presidente Michel Temer se ha apresurado en indicar lo que va a ser su política económica. Su ministro de la planificación, Romero Juca, ha declarado: «Nuestro objetivo es despedir a 4 000 funcionarios antes de finales de año. Y si constatamos que podemos despedir a un número aún mayor eso haremos» [6]. Esta política de austeridad que el nuevo gobierna ansía aplicar corre peligro de aniquilar en serio los numerosos adelantos sociales conseguidos por los trabajadores bajo los gobiernos del PT.
Semejante política de recortes del gasto público llevarán consigo, sin lugar a dudas, un aumento de la pobreza y del paro. Como el país padece gravemente la caída de los precios de las materias primas, las nuevas medidas anunciadas por el gobierno sumirán al país aún más en la recesión.
Pero más allá de los aspectos económicos y geopolíticos que lo motivan, se puede considerar claramente este golpe de Estado contra Dilma Rousseff como la revancha de la élite blanca frente a un PT que les ha dado a los Negros la oportunidad de alcanzar cierta dignidad, por ejemplo merced a la discriminación positiva para acceder a la Universidad de la que se han beneficiado.
Aunque estos años pasados hubo avances innegables, la sociedad brasileña sigue siendo profundamente racista y no igualitaria. Y quienes forman el nuevo gobierno de Michel Temer no dejan de dar esta imagen, la de un país dominado por una oligarquía blanca ya que este gobierno no cuenta ni con un solo Negro ni con una sola mujer.
Según opina Marco Aurelio Garcia, dirigente del PT: «Este gobierno nos vuelve a llevar veinte años atrás. Es un equipo formado por hombres blancos, ricos y además muchos de ellos están implicados en graves acusaciones de corrupción» [7]. Por último, el ascenso de Michel Temer a la presidencia plantea un auténtico problema desde el punto de vista democrático. En efecto ¿cómo puede gobernar un individuo que sólo dispone de una tasa de 2 % de opiniones favorables en el país? ¿Cómo puede dirigir al país cuando más del 60 % de la población exige su dimisión?
Y por fin, ¿cómo se puede justificar que 55 senadores que han votado la destitución de Dilma Rousseff arrasen el voto de 54 millones de brasileños?
Las calles, las últimas barricadas contra la derecha
Brasil, como otros muchos países de Latinoamérica, ya conoció, en los años 1970-1980, las iras de la dictadura. Esa historia ha traído consigo una gran resistencia popular frente a la tortura, a las desapariciones y al terrorismo de Estado.
Brasil es también una larga historia de luchas sindicales, políticas, sociales, ecologistas que jamás cesaron, incluso durante las horas más sombrías de la dictadura militar.
Por eso, si las derechas piensan que han ganado la batalla, están equivocadas. La lucha, la verdadera lucha nunca tiene lugar en los salones dorados del parlamento. No ; las luchas históricas por la emancipación de los pueblos siempre se desarrollan en las calles. Y otra vez en las calles será donde el pueblo de Brasil tendrá que pelear frente al nuevo poder a sueldo de Estados Unidos.
En las calles será donde los movimientos sociales, los estudiantes, los trabajadores, los pobres tendrán que luchar para preservar sus derechos sociales y políticos.
Con la huelga general, las concentraciones, las ocupaciones de las fábricas, la ocupación de las plazas el pueblo de Brasil tendrá que luchar contra la violencia de los pudientes. Como lo subraya con tino el periodista Carlos Aznarez: «Los pobres de Brasil bien saben que si no se movilizan con ímpetu el gobierno de los ricos será el que termine por imponerse».
Por su parte, el dirigente del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), ha declarado: «El MST seguirá movilizado en pro de la defensa de la democracia y de los derechos sociales, al aldo del Frente Brasil Popular y de los miles de trabajadores que no aceptan este golpe de Estado. Jamás abandonaremos la lucha contra los terratenientes y los patronos de la industria agroalimentaria, por la reforma agraria popular y por el derecho constitucional de todos los campesinos a poseer la tierra y una vida digna».
Las derechas han ganado una batalla en el parlamento al echar a un lado a Dilma Rousseff, pero aún dista mucho hasta la victoria definitiva en esta guerra contra el pueblo.
La nueva geopolítica latinoamericana
La toma del poder por las derechas en Brasil, sin lugar a dudas va a cambiar radicalmente el panorama político, económico y geopolítico de América Latina. En efecto, Brasil, desde el 2002, ha orientado de manera importante su política regional y ha reforzado sus alianzas con los demás países de izquierda de la región y más particularmente con Venezuela y Argentina.
Según opinión de Marco Aurelio García, este golpe de Estado vuelve a poner en tela de juicio la cooperación regional: «Nosotros (el PT), contribuimos justo con Argentina y el resto de los países de América del Sur, para que se construyera una fuerte unidad que iba más allá incluso de ideologías o idiosincrasias político-partidarias» (8).
Muchos analistas han identificado acertadamente estos acontecimientos acaecidos en Brasil con un ataque indirecto de Estados Unidos contra los BRICS. Según el ex secratario adjunto del Tesoro de Estados Unidos, Paul Craig: «en resumen, se trata de un movimiento de Washington contra los BRICS. Washington está tratando de poner en el poder político a un partido de derecha que Washington controle con el propósito de poner fin a la creciente relación de Brasil con China y Rusia».
Después de Argentina, en diciembre pasado, ahora le toca a Brasil volver al regazo de la Casa Blanca. Y no nos extrañemos si en los próximos meses constatamos que la administración de Estados Unidos se afana en derrocar, o al menos en destabilizar de manera alarmante, a Bolivia, a Ecuador y, sobre todo, a Venezuela.
Y es que hoy día, en América Latina, dos bloques se enfrentan, dos bloques radicalmente opuestos en casi todos los niveles. A un lado, Brasil, Argentina y también Colombia y Perú, aliados de Estados Unidos, partidarios del tratado transpacífico de libre intercambio y del tratado comercial con la Unión Europea, fervientes defensores del neoliberalismo y muy comprensivos con las multinacionales que actúan el su país. Al otro lado, Venezuela, Bolivia, Ecuador y también Nicaragua y Cuba, partidarios de una verdadera política de integración regional como aquélla con la que tanto había soñado Simón Bolívar. Todas estas naciones forman parte de la Alternativa Bolivariana para los pueblos de América, (ALBA), y abogan por la independencia económica y la soberanía política. Luchan además a favor de un internacionalismo entre los países del Sur, en particular con las naciones de África.
Hoy día, América Latina se encuentra pues en una encrucijada. El continente vive fuertes convulsiones económicas y políticas y nadie sabe lo que va a pasar en los meses por venir.
Pero no cabe duda de que Washington no va a pararse en tan buen camino. La Casa Blanca está más que nunca determinada en acabar de una vez con las revoluciones que a su parecer ya duraron demasiado. La reconquista de su hegemonía continental está definitivamente en marcha y sólo la resistencia encarnizada de los pueblos podrá frenar las ambiciones imperialistas en la región. Como bien lo apunta Paul Craig: «Los pueblos latinoamericanos continuarán siendo siervos de EEUU hasta tanto no elijan gobiernos con tan abrumadoras mayorías que estos puedan enviar al exilio a las traidoras oligarquías, cerrar las embajadas norteamericanas y expulsar a todas las corporaciones estadounidenses. Cada país latinoamericano que soporte la presencia norteamericana en su territorio no tiene otro futuro que la servidumbre» (9).
Notas:
(1) http://www.theguardian.com/world/2013/sep/09/nsa-spying-brazil-oil-petrobras
(2) http://www.ieim.uqam.ca/IMG/pdf/mai_2011_final.pdf
(4) http://www.courrierinternational.com/article/2013/09/10/le-mea-culpa-d-o-globo
(6) http://www.telesurtv.net/analisis/Cuando-Brasil-era-neoliberal-20141009-0039.html
(9) http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2119&lang=fr
Elodie Descamps y Tarik Boaufia son respectivamente periodista y corresponsal en Argentina de Investig’Action
Traducción al castellano por Manuel Colinas para Investig’Action
Fuente: http://www.investigaction.net/es/brasil-cronica-de-un-golpe-anunciado/#sthash.k7fyYx8b.dpuf