Para la mayor parte de los economistas la crisis global fue una sorpresa, se dieron por enterados cuando las burbujas reventaron y las bolsas se desplomaron. Jorge Beinstein es uno de los pocos que se atrevió a remar contra la corriente y a interpretar y analizar los elementos que generaron y desarrollaron la actual situación […]
Para la mayor parte de los economistas la crisis global fue una sorpresa, se dieron por enterados cuando las burbujas reventaron y las bolsas se desplomaron. Jorge Beinstein es uno de los pocos que se atrevió a remar contra la corriente y a interpretar y analizar los elementos que generaron y desarrollaron la actual situación económica y financiera mundial.
Unos años atrás no muchos se animaban a anticipar, como usted hizo, la crisis mundial ¿Por qué era tan previsible?
La crisis era previsible, en líneas generales, desde hace aproximadamente una década, bastaba con extrapolar la tendencia hacia la hipertrofia financiera con centro en los Estados Unidos pero de alcance global. Dicha tendencia aparecía como el resultado mayor de la crisis de sobreproducción crónica que sufre la economía mundial desde comienzos de los años 1970 y que causó la desaceleración del Producto Bruto y de la Demanda globales. Era casi imposible que se produjera la reversión de estos fenómenos, claro que no se podían establecer fechas, pero yo diría que hacia fines de los años 1990, en plena fase terminal de la burbuja bursátil las cartas estaban echadas. Alcanzaba con poseer un cierto nivel científico, no estar intoxicado por el delirio ideológico neoliberal y ser honesto para descubrir y decir la verdad. Lamentablemente fuimos muy pocos, a nivel internacional, los economistas que nos atrevimos a decir la verdad, y lo pagamos muy caro: fuimos silenciados, aislados. Se nos acusaba de catastrofistas, pero el tiempo nos dio la razón. Lo que aparece realmente como increíble es que hace apenas un año todavía la inmensa mayoría de los medios de comunicación, seudo expertos y reputados economistas seguían negando la crisis o si la admitían subestimaban por completo su magnitud. Fue tal vez la mayor manipulación mediática de la historia.
¿Se puede hablar de crisis del sistema capitalista?.
Sí, nos encontramos ante una crisis sistémica. Yo prefiero hablar de crisis de civilización, es decir de la civilización burguesa que presenta múltiples aspectos: económico-financiero, ambiental, energético, alimentario, militar, y cuyo motor se encuentra en el centro del mundo: los Estados Unidos. Es una crisis global que viene siendo preparada desde hace unas cuatro décadas, el despegue de la decadencia del sistema puede ser establecido en el lustro que va desde 1968 a 1973 cuando concluyó la prosperidad de la postguerra. Estamos ahora en el comienzo de lo que muy probablemente será un largo período de turbulencias, marcado por la declinación general del sistema.
¿Esto quiere decir que es el fin de los Estados Unidos como país hegemónico? ¿El liderazgo cambiará de manos o ya no habrá unipolaridad?
Los más importantes referentes del pensamiento estratégico norteamericano admiten actualmente que nos encontramos ante el comienzo del fin de la unipolaridad en torno de la hegemonía estadounidense. No se trata solo de su degradación económica, sino también de su acelerado deterioro social y moral. Recordemos que los Estados Unidos tienen el 5 % de la población mundial y actualmente albergan al 25 % de todos los presos del mundo. Sus elites están profundamente atravesadas por la corrupción, el reciente affaire Madoff es una buena expresión de eso, pero también lo ha sido la presidencia de George Bush. Además la espina dorsal de su sistema, el Complejo Industrial Militar, se encuentra afectado por una crisis sin precedentes, no ha podido ganar las guerras coloniales en Irak y Afganistán, su nivel de gastos es insostenible.
Europa también está en crisis, la recesión se instaló allí rápidamente y al igual que en el caso norteamericano promete durar mucho tiempo. Por su parte, China, cuyas exportaciones -que en su mayoría van hacia los Estados Unidos y Japón- representan un tercio de su PBI y más de la mitad de su producción industrial, está comenzando a sufrir las consecuencias negativas de la recesión global.
Hemos ingresado en un período histórico donde al conjunto del capitalismo, como sistema planetario, le será cada vez más difícil reproducirse. Dicho de otra manera, el capitalismo mundial, y en consecuencia sus elites imperiales, se encuentra en una situación de debilidad estratégica y esto alentará en el futuro a tentativas de restauración salvaje del viejo orden, a la supervivencia opaca o bien la superación humanista del marco civilizatorio actual. La aventura de Bush y sus halcones fue una muestra de la primera opción, las maniobras desesperadas e impotentes ante la crisis por parte de numerosos gobiernos del primer mundo y de la periferia expresan la segunda alternativa y finalmente la corriente de izquierdización latinoamericana representa la tercera.
¿Para qué haya crisis del sistema capitalista no debería vislumbrarse con cierta perspectiva un sistema alternativo?
No, no es necesariamente así. Cuando comenzó la primera guerra mundial y estalló la estabilidad capitalista no existió en un comienzo un sistema alternativo, eso llegó después con la Revolución Rusa. Incluso podemos hablar de civilizaciones anteriores como la greco-romana por ejemplo que entraron en decadencia sin que apareciera ningún sistema alternativo. Una civilización puede declinar sin que eso signifique la irrupción automática de una opción superadora o sistema alternativo. Peor aún, puede aparecer un sistema alternativo monstruoso como lo ha sido el proyecto neofacista global de los halcones norteamericanos.
Nuestro gran desafío en este terrible inicio del siglo XXI es poder construir un sistema alternativo humanista y para ello tenemos referencias que no han sido felizmente destruidas por la avalancha neoliberal. Por ejemplo, Cuba, y también una enorme cultura democrática que se extiende por la periferia y los países centrales, también disponemos de una memoria histórica universal que ahora se va recuperando, allí se encuentran las grandes epopeyas emancipadoras del siglo XX, las revoluciones populares, las tentativas socialistas, la derrota del fascismo cuyo protagonista principal fue un pueblo de la periferia (no lo olvidemos): la Unión Soviética.
¿Qué papel podría jugar Barak Obama en todo esto?
Obama aparece como un administrador del sistema, seguramente con la profundización de la crisis se va a ver obligado a tomar medidas que ni él mismo imagina. Los Estados Unidos están pasando de la recesión a la depresión, la Reserva Federal acaba de bajar la tasa de interés al mínimo nivel: cero, acaba de disparar la última bala que le quedaba y el Dragón de la crisis sigue vivo y coleando. Obama deberá tratar de gestionar un Imperio decadente acosado por las deudas, los fracasos militares y las crecientes tensiones sociales internas. Intentará recuperar espacios coloniales perdidos o cada vez menos dóciles, por ejemplo en América Latina, tratará también de frenar o suavizar los efectos sociales internos de la crisis, buscará negociar algún repliegue militar, tal vez en Irak y consolidar u obtener algunos éxitos en otras aventuras coloniales, probablemente en Afganistán. Pero dispone de un poder político, de un sistema institucional muy deteriorado, de una economía en ruinas, además, al igual que en el caso de los gobiernos europeos, la crisis lo desborda.
¿Cómo se ubica América Latina en esta crisis? ¿Puede ser una oportunidad para la región?
La crisis latinoamericana se aceleró al comenzar la década actual, su resultado principal hasta ahora ha sido el desplazamiento de numerosos gobiernos derechistas y su reemplazo por otros cuya base de legitimación es el rechazo del colonialismo neoliberal. Algunos han avanzado hasta plantear la superación del capitalismo, es el ejemplo de Venezuela y su socialismo del siglo XXI, otros no han salido de los discursos progresistas cada vez más desteñidos, es el caso de Uruguay cuyo gobierno se ha sometido a los intereses dominantes. Pero la crisis está en sus inicios, seguramente la tormenta se va a llevar en los próximos años no sólo a uno que otro régimen conservador de derecha sino también a otros de signo conservador-progresista, esta última caracterización aparece como contradictoria, pero así es de esquizofrénica la cabeza de algunos dirigentes políticos de nuestra región.
Visto desde el largo plazo, es decir desde la perspectiva de una crisis prolongada del capitalismo latinoamericano (en tanto componente periférico del sistema global), es altamente probable que las rebeliones populares contra el sistema se sigan produciendo, lo que abrirá el camino para nuevas y seguramente más profundas transformaciones, algunas muy radicalizadas. La debilidad estratégica del sistema mundial, su crisis, abre para América Latina un amplio espacio de oportunidades de cambio positivo. Los parches keynesianos o desarrollistas son claramente insuficientes ante la perspectiva de caída a gran escala de las exportaciones agrícolas e industriales y del empleo. Será necesario abrir el camino de desarrollos productivos de base, populares, asociativos, baratos en términos de inversión por trabajador, austeros, bien anclados en demandas locales y regionales. Pero esa alternativa económica solo podrá apoyarse en nuevas condiciones políticas e institucionales, en profundas revoluciones sociales, en procesos de ruptura respecto de la transnacionalización del capital, especialmente, sus redes parasitarias, financieras.
¿Cómo se ubica la Argentina frente a este panorama y cómo deben leerse las medidas y anuncios del gobierno?
Argentina está en crisis, el conflicto entre el gobierno y la burguesía rural abrió una situación de crisis de gobernabilidad que hoy presenciamos. El gobierno ha tomado medidas defensivas frente a una crisis que subestimó hasta hace muy poco tiempo. Fue prisionero de una visión totalmente equivocada de la marcha del mundo. A comienzos de año el gobierno creía que los precios de las commodities subirían indefinidamente, estaba profundamente equivocado, ignoraba que la recesión global estaba dando sus primeros pasos a partir de los Estados Unidos (eso era bien evidente en el primer trimestre de 2008) y que en consecuencia los precios de las materias primas caerían antes de fin de año. La ilusión de la oportunidad argentina gracias a la crisis alimentaria mundial no era otra cosa que una ilusión, una fantasía de ignorantes, además inmoral porque especulaba con el hambre de muchos pueblos. Por supuesto que el llamado campo era inmoral al cuadrado, quería apropiarse de esa renta extraordinaria y concentrar ingresos reviviendo los viejos discursos elitistas y autoritarios.
Luego el gobierno nacionalizó Aerolíneas Argentinas y el Sistema de Jubilaciones Privadas (dicho sistema fue una de las mayores estafas de la historia económica argentina, uno de los productos más genuinos de la era menemista), ahora lanza un vasto programa de obras públicas y otros estímulos de tipo keynesiano. Pero no toca a los núcleos decisivos del sistema, a los grupos más concentrados que quieren aliviar su crisis aumentando la explotación de los trabajadores y la marginalidad social, en realidad, lo están logrando porque la desocupación vuelve a crecer y los salarios reales descienden.
Para salir de la crisis tenemos que salir del sistema, crear rápidamente otro modelo basado en desarrollos productivos populares. Individualmente modestos pero socialmente muy potentes. Pero eso significa poner en marcha una revolución muy profunda en beneficio de las grandes mayorías y en detrimento del capitalismo realmente existente; trasnacionalizado, financiero.
¿Es optimista como para ver a la crisis como una oportunidad?
Mi visión es optimista pero trata de no ser ingenua. La situación de debilidad estratégica del capitalismo en tanto sistema global, es decir su crisis sistémica general, abre la posibilidad de superación de un régimen profundamente inhumano. Reconozcamos que la fiera esta vieja y enferma, aunque, como sabemos, la senilidad es peligrosa sobre todo si quien la padece es muy poderoso y rico en recursos destructivos. Los brotes ultrareaccionarios como la aventura de los halcones norteamericanos, los delirios racistas europeos, o las arremetidas fascistas del antichavismo venezolano, del autonomismo boliviano o de los grupos más radicalizados de la nueva derecha argentina, no deberían ser subestimados. Pero la alternativa no es ceder ante el monstruo sino avanzar en la superación del sistema que lo genera, crear un nuevo horizonte civilizatorio. Existen amplias posibilidades para que ello suceda; los norteamericanos están siendo derrotados en Irak y Afganistán, en Europa han empezado a emerger fuerzas democráticas considerables como lo demuestran los acontecimientos de Grecia, en América Latina la derecha ha retrocedido de manera significativa.
Yo diría que la Historia necesita un empujón, no nos traerá la solución por sí sola, por supuesto el capitalismo está en crisis, el historiador Le Roy Ladurie sostenía acertadamente: «la crisis propone pero la cultura dispone», disponemos de un enorme patrimonio cultural democrático universal, incluidos sus componentes socialistas, en el que podemos apoyarnos para construir un mundo mejor. Sé que a mucha gente le asusta esta crisis y que los eternos adoradores del capitalismo tratarán de explicarnos que pese a todo tenemos mundo burgués para un buen rato, algunos repitiendo obsoletos discursos neoliberales, otros con un tono más dulzón entre progresista y conservador… son discursos cada vez más despegados de la realidad. Se avecinan tiempos propicios para quienes proponemos saltar la valla del sistema, es un buen motivo para que renazca la esperanza, el optimismo histórico.
Emmanuel Le Roy Ladurie (1929), historiador francés miembro de la Escuela de los Annales. Autor entre otros libros de Montaillou, aldea occitana.