Las elecciones presidenciales venezolanas ya están a la vuelta de la esquina, después de cuatro interminables meses de una campaña electoral que se abrió oficialmente el 1 de agosto. El clima político va progresivamente calentándose, a medida que se acerca el 3 de diciembre, fecha de celebración de los comicios.Sin embargo, si algo destaca en […]
Las elecciones presidenciales venezolanas ya están a la vuelta de la esquina, después de cuatro interminables meses de una campaña electoral que se abrió oficialmente el 1 de agosto. El clima político va progresivamente calentándose, a medida que se acerca el 3 de diciembre, fecha de celebración de los comicios.
Sin embargo, si algo destaca en estos días en Caracas, es el comienzo de las «navidades criollas», que se inician prematuramente en los primeros días de noviembre, siendo su rasgo más característico el consumo masivo de todo tipo de productos y servicios, gracias principalmente a los buenos resultados económicos de los últimos tres años, y a los jugosos aguinaldos que miles de trabajadores del Estado ya están cobrando con anticipación. Por ello, resulta paradójico que todavía una fracción notable de los estratos medios («clase» media), siga maldiciendo al gobierno actual, cuando sin duda, está beneficiándose también, al igual que la clase trabajadora, de diversas medidas de política económica (reducción paulatina de las tasas de interés, facilidades de crédito, etc.) que le han permitido, por ejemplo, aumentar su capacidad de consumo (el record histórico de los últimos dos años en compra de automóviles es un dato más que significativo).
La única explicación plausible de esta postura antigubernamental nos la puede ofrecer un análisis combinado de dos factores: por un lado, la militancia «ideológica» hacia los parámetros de convivencia de la Cuarta República puntofijista y a sus partidos en vías de extinción, que tiene más de subjetivismo irracional y anhelo del pasado, que de reflexión objetiva de la realidad presente; por otro, la «disociación psicótica» que sigue padeciendo una parte de esa «clase» media, producto de la política informativa en clave de «guerra psicológica» y manipulación sistemática, que vienen desarrollando en los últimos años los grandes medios de comunicación privados. Sin embargo, también es cierto que progresivamente, va aumentando el porcentaje de ciudadanos de los estratos medios, que aunque no se adhieran a las líneas gubernamentales, sí se van alejando de los postulados de la oposición de derecha, lo cual se va reflejando en la baja intención de voto que anuncian la mayoría de las encuestas, de las cuales hablaremos un poco más adelante.
A pesar de que formalmente, se han postulado más de una veintena de candidatos, la contienda electoral se presenta como un combate entre dos figuras: Hugo Chávez y Manuel Rosales. El primero, actual presidente de la República, con su propuesta de «Socialismo del Siglo XXI», y con el apoyo principalmente de la gran mayoría de las clases subalternas. El segundo, candidato de la derecha, de las clases dominantes, y bendecido por la Casa Blanca, aspirando a retomar las políticas económicas neoliberales del pasado y a recuperar la confianza de Washington.
Si nos atenemos a los datos de la mayoría de las encuestas serias, la diferencia entre los dos candidatos fluctúa entre un 20 y un 35% de intención de voto favorable a Chávez. El actual presidente, obtiene un porcentaje de sufragios que oscila entre el 50 y más del 60%. Manuel Rosales, por su parte, apenas logra acercarse al 30% en las encuestas más optimistas, estando por debajo del 20% en otros estudios electorales. La empresa OPC, por ejemplo, otorga un 61% de intención de voto a Chávez, y un 24% a Rosales; Datanálisis, por su parte, afirma que el primero lograría un 58%, frente a un 17% del segundo; Consultores XXI, por otro lado, ofrece los siguientes resultados: 55% para el actual presidente, y 28,4% para el líder de la oposición; Hinterlaces, es la única que calcula una diferencia menor, con predicciones de 47% para Chávez y 30% para Rosales. A las encuestadoras «no serias», como «Keller y Asociados», que aseguran empate técnico e incluso victoria de Rosales, nos referiremos más adelante, cuando analicemos una de las líneas de la oposición, la denominada «fraude electoral».
Una vez observados los datos de las diferentes encuestadoras, parece más que evidente que el resultado electoral traerá la reelección de Hugo Chávez, y el desplome electoral de la derecha. Esto es asumido por todos los actores políticos, aunque la oposición, en privado lo acepte, pero públicamente no lo reconozca. Y esta realidad, es la que va a determinar la estrategia política de la oposición de cara a las elecciones. Una estrategia que todavía hoy es más oscura que nítida, aunque los diversos analistas la suelen resumir en tres alternativas. La primera alternativa, más posible hace unos meses, pero más improbable según se acerca la fecha de los comicios, es repetir el boicot electoral que ya se ensayó en las pasadas elecciones parlamentarias de diciembre del año pasado, cuando a menos de una semana para la votación, la oposición en bloque se retiró de la contienda. El objetivo de nuevo, sería intentar deslegitimar el proceso electoral y por ende el sistema político, argumentando que es antidemocrático que sólo se presente un único candidato a presidente. Sin embargo, el fracaso de esta vía en las pasadas elecciones, al no conseguir el apoyo de eso que algunos llaman la «comunidad internacional», hace poco factible que se vuelva a implementar esta opción, aunque tampoco se puede descartar del todo. La segunda alternativa, sería generar ingobernabilidad días antes del 3 de diciembre, por medio de la «guarimba», o vía violenta, provocando incidentes e incluso muertos, con el claro objetivo de acusar al gobierno de lo sucedido, como ya se hizo con los asesinatos durante el golpe de abril de 2002. La presencia de paramilitares colombianos infiltrados en diversos barrios de Caracas nos alerta de que esta posibilidad no sea tan descabellada. La tercera alternativa, quizás la más viable al día de hoy, ha sido bautizada como la estrategia «fraude electoral». Efectivamente, vista la línea informativa de los medios de comunicación privados, parece muy posible que el mismo día 3 de diciembre, antes de que el CNE (Consejo Nacional Electoral) anuncie los primeros datos oficiales, algunas cadenas de televisión privadas se adelanten afirmando categóricamente que Chávez perdió las elecciones, para luego, después de que el citado CNE ofrezca su primer recuento dando una clara ventaja al actual presidente, asegurar que se ha producido»fraude electoral», y así justificar actos violentos y hacer creer a una parte del electorado de oposición el mito de que son mayoría, al igual que lo hicieron en el referéndum de 2004. La ocultación sistemática de las encuestas rigurosas y el uso de falsas investigaciones que aseguran que Rosales va por delante, está siendo la política informativa de una gran parte de los medios de comunicación privados, durante estas semanas. Por ello, no resulta extraño, que la oposición opte finalmente por esta vía, quizás la más efectiva para mantener cohesionado a sus seguidores más fieles. Sin embargo, insistimos en que todas las alternativas están abiertas.
Mientras tanto, en las calles de Caracas, en las paredes de las urbanizaciones más pudientes de la ciudad, observamos pintadas con el eslogan electoral de la oposición: «Atrévete con Manuel Rosales». Un «atrévete» que puede tener multitud de significados, y que para muchos ciudadanos recuerda a épocas pasadas, cuando se «atrevieron» a dar un golpe de Estado, o cuando de «atrevieron» a paralizar el país mediante el paro patronal y el sabotaje a la industria petrolera. No olvidemos que Rosales, fue uno de los firmantes del «decreto Carmona», que oficializaba el golpe fascista de abril de 2002. Por ello, no es extraño que en las calles de los barrios de los sectores populares y en muchos de los cerros que rodean la ciudad, se esté haciendo célebre un nuevo eslogan: «Si se atreven, se arrepentirán».
Luismi Uharte Pozas. Miembro de Askapena y profesor ad honorem de la Universidad Central de Venezuela
Sin embargo, si algo destaca en estos días en Caracas, es el comienzo de las «navidades criollas», que se inician prematuramente en los primeros días de noviembre, siendo su rasgo más característico el consumo masivo de todo tipo de productos y servicios, gracias principalmente a los buenos resultados económicos de los últimos tres años, y a los jugosos aguinaldos que miles de trabajadores del Estado ya están cobrando con anticipación. Por ello, resulta paradójico que todavía una fracción notable de los estratos medios («clase» media), siga maldiciendo al gobierno actual, cuando sin duda, está beneficiándose también, al igual que la clase trabajadora, de diversas medidas de política económica (reducción paulatina de las tasas de interés, facilidades de crédito, etc.) que le han permitido, por ejemplo, aumentar su capacidad de consumo (el record histórico de los últimos dos años en compra de automóviles es un dato más que significativo).
La única explicación plausible de esta postura antigubernamental nos la puede ofrecer un análisis combinado de dos factores: por un lado, la militancia «ideológica» hacia los parámetros de convivencia de la Cuarta República puntofijista y a sus partidos en vías de extinción, que tiene más de subjetivismo irracional y anhelo del pasado, que de reflexión objetiva de la realidad presente; por otro, la «disociación psicótica» que sigue padeciendo una parte de esa «clase» media, producto de la política informativa en clave de «guerra psicológica» y manipulación sistemática, que vienen desarrollando en los últimos años los grandes medios de comunicación privados. Sin embargo, también es cierto que progresivamente, va aumentando el porcentaje de ciudadanos de los estratos medios, que aunque no se adhieran a las líneas gubernamentales, sí se van alejando de los postulados de la oposición de derecha, lo cual se va reflejando en la baja intención de voto que anuncian la mayoría de las encuestas, de las cuales hablaremos un poco más adelante.
A pesar de que formalmente, se han postulado más de una veintena de candidatos, la contienda electoral se presenta como un combate entre dos figuras: Hugo Chávez y Manuel Rosales. El primero, actual presidente de la República, con su propuesta de «Socialismo del Siglo XXI», y con el apoyo principalmente de la gran mayoría de las clases subalternas. El segundo, candidato de la derecha, de las clases dominantes, y bendecido por la Casa Blanca, aspirando a retomar las políticas económicas neoliberales del pasado y a recuperar la confianza de Washington.
Si nos atenemos a los datos de la mayoría de las encuestas serias, la diferencia entre los dos candidatos fluctúa entre un 20 y un 35% de intención de voto favorable a Chávez. El actual presidente, obtiene un porcentaje de sufragios que oscila entre el 50 y más del 60%. Manuel Rosales, por su parte, apenas logra acercarse al 30% en las encuestas más optimistas, estando por debajo del 20% en otros estudios electorales. La empresa OPC, por ejemplo, otorga un 61% de intención de voto a Chávez, y un 24% a Rosales; Datanálisis, por su parte, afirma que el primero lograría un 58%, frente a un 17% del segundo; Consultores XXI, por otro lado, ofrece los siguientes resultados: 55% para el actual presidente, y 28,4% para el líder de la oposición; Hinterlaces, es la única que calcula una diferencia menor, con predicciones de 47% para Chávez y 30% para Rosales. A las encuestadoras «no serias», como «Keller y Asociados», que aseguran empate técnico e incluso victoria de Rosales, nos referiremos más adelante, cuando analicemos una de las líneas de la oposición, la denominada «fraude electoral».
Una vez observados los datos de las diferentes encuestadoras, parece más que evidente que el resultado electoral traerá la reelección de Hugo Chávez, y el desplome electoral de la derecha. Esto es asumido por todos los actores políticos, aunque la oposición, en privado lo acepte, pero públicamente no lo reconozca. Y esta realidad, es la que va a determinar la estrategia política de la oposición de cara a las elecciones. Una estrategia que todavía hoy es más oscura que nítida, aunque los diversos analistas la suelen resumir en tres alternativas. La primera alternativa, más posible hace unos meses, pero más improbable según se acerca la fecha de los comicios, es repetir el boicot electoral que ya se ensayó en las pasadas elecciones parlamentarias de diciembre del año pasado, cuando a menos de una semana para la votación, la oposición en bloque se retiró de la contienda. El objetivo de nuevo, sería intentar deslegitimar el proceso electoral y por ende el sistema político, argumentando que es antidemocrático que sólo se presente un único candidato a presidente. Sin embargo, el fracaso de esta vía en las pasadas elecciones, al no conseguir el apoyo de eso que algunos llaman la «comunidad internacional», hace poco factible que se vuelva a implementar esta opción, aunque tampoco se puede descartar del todo. La segunda alternativa, sería generar ingobernabilidad días antes del 3 de diciembre, por medio de la «guarimba», o vía violenta, provocando incidentes e incluso muertos, con el claro objetivo de acusar al gobierno de lo sucedido, como ya se hizo con los asesinatos durante el golpe de abril de 2002. La presencia de paramilitares colombianos infiltrados en diversos barrios de Caracas nos alerta de que esta posibilidad no sea tan descabellada. La tercera alternativa, quizás la más viable al día de hoy, ha sido bautizada como la estrategia «fraude electoral». Efectivamente, vista la línea informativa de los medios de comunicación privados, parece muy posible que el mismo día 3 de diciembre, antes de que el CNE (Consejo Nacional Electoral) anuncie los primeros datos oficiales, algunas cadenas de televisión privadas se adelanten afirmando categóricamente que Chávez perdió las elecciones, para luego, después de que el citado CNE ofrezca su primer recuento dando una clara ventaja al actual presidente, asegurar que se ha producido»fraude electoral», y así justificar actos violentos y hacer creer a una parte del electorado de oposición el mito de que son mayoría, al igual que lo hicieron en el referéndum de 2004. La ocultación sistemática de las encuestas rigurosas y el uso de falsas investigaciones que aseguran que Rosales va por delante, está siendo la política informativa de una gran parte de los medios de comunicación privados, durante estas semanas. Por ello, no resulta extraño, que la oposición opte finalmente por esta vía, quizás la más efectiva para mantener cohesionado a sus seguidores más fieles. Sin embargo, insistimos en que todas las alternativas están abiertas.
Mientras tanto, en las calles de Caracas, en las paredes de las urbanizaciones más pudientes de la ciudad, observamos pintadas con el eslogan electoral de la oposición: «Atrévete con Manuel Rosales». Un «atrévete» que puede tener multitud de significados, y que para muchos ciudadanos recuerda a épocas pasadas, cuando se «atrevieron» a dar un golpe de Estado, o cuando de «atrevieron» a paralizar el país mediante el paro patronal y el sabotaje a la industria petrolera. No olvidemos que Rosales, fue uno de los firmantes del «decreto Carmona», que oficializaba el golpe fascista de abril de 2002. Por ello, no es extraño que en las calles de los barrios de los sectores populares y en muchos de los cerros que rodean la ciudad, se esté haciendo célebre un nuevo eslogan: «Si se atreven, se arrepentirán».
Luismi Uharte Pozas. Miembro de Askapena y profesor ad honorem de la Universidad Central de Venezuela