En el momento en el que la Campaña griega por la auditoría de la deuda pública es emulada un poco por toda Europa, se impone hacer un primer balance de su actividad con el fin de extraer lecciones útiles para todo el mundo. En efecto, dado que esta campaña griega ha dado sus primeros pasos […]
En el momento en el que la Campaña griega por la auditoría de la deuda pública es emulada un poco por toda Europa, se impone hacer un primer balance de su actividad con el fin de extraer lecciones útiles para todo el mundo. En efecto, dado que esta campaña griega ha dado sus primeros pasos hace exactamente un año, y que ha sido la primera en abordar esta experiencia totalmente inédita en el Norte planetario, es normal reflexionar sobre sus dilemas, sus éxitos y sus ‘impasses’ para lanzar, por fin (!), el debate no tanto sobre la deuda misma, sino más bien sobre la dimensión política, social y sobre todo de movimiento y emancipación del combate por la auditoría independiente y ‘desde abajo’.
Teniendo todo esto en mente, se impone una primera constatación fundamental en forma de advertencia: Siendo muy rica en enseñanzas prácticas y teóricas, la exitosa experiencia ecuatoriana de auditoría de la deuda pública no puede repetirse en la Europa de la crisis en los tiempos de la Troïka. La razón es muy simple: Salvo situación auténticamente (pre)revolucionaria, no habrá un presidente como Rafael Correa europeo que firme los decretos que faciliten una Comisión independiente de auditoría de la deuda. Huelga decir que en caso de situación prerrevolucionaria, la cuestión de la auditoría de la deuda tenderá a ser eclipsada ante la urgencia de otros temas…
Esta primera constatación es rica en enseñanzas prácticas. Para empezar, ayuda a situar con más precisión las ambiciones y la misión de las campañas por la auditoría de la deuda pública que están naciendo por toda Europa. En efecto, la imposibilidad «objetiva» de que haya «Correas» europeos, se traduce en la imposibilidad de que las auditorías independientes penetren en el secreto de estado de sus deudas, o tengan acceso a todos los documentos necesarios para identificar la parte ilegítima (y escandalosa) de esa deuda. En los tiempos de los ‘diktats’ de la Troïka supranacional en los que la burguesía viola alegremente su propia Constitución y vacía de casi todo contenido democrático su régimen parlamentario (ver el caso de Grecia, que está lejos de ser una excepción a la regla), sería ilusorio e incluso naïf creer que la sola invocación de los derechos democráticos podría obligar a los guardianes del templo capitalista a abrir sus archivos para facilitar la realización de una auditoría de (su) deuda pública…
Sin embargo, las dificultades de las auditorías europeas de la deuda no se resumen únicamente en la obstrucción activa de la autoridades del país en cuestión. En realidad, a partir de ahora es la Santa Alianza del FMI, el BCE y la Comisión Europea, apoyada por el conjunto de las cancillerías europeas, quien prohíbe por todos los medios, o al menos hace muy difícil la realización de toda auditoría integral de una deuda, porque la considera -con razón- como un auténtico crimen de lesa majestad. La consecuencia práctica de todo esto es evidente: ¡Llevar a término una auditoría ciudadana integral y detallada de la deuda pública en la Europa actual es prácticamente misión imposible! Esta verdad debe ser admitida, explicada y dicha abiertamente, porque en caso contrario, la dura realidad se va a vengar de las ilusiones infundadas, provocando rápidamente el desánimo de los militantes y otros expertos de buena fe en el momento en que tomen consciencia de que perseguían una quimera…
Pero atención: Esta imposibilidad objetiva de llevar a término una auditoría ciudadana integral de la deuda en la Europa actual no significa de ninguna manera la imposibilidad de emprender y hacer avanzar una auditoría o, aún más, de traducir en potente movimiento de masa la «filosofía» de esta auditoría de la deuda pública. De hecho, sólo el desarrollo de tal movimiento ‘desde abajo’ podría crear la relación de fuerzas capaz de vencer las resistencias de ‘los de arriba’ con el fin de llevar a buen puerto las auditorías de la deuda pública…
Emprender -y llevar lo más lejos posible- una auditoría de la deuda significa, para empezar, plantear públicamente la cuestión de la transparencia y de la gestión democrática de esta deuda pública. Esto tiene como consecuencia casi inmediata desacralizar y desmitificar esta deuda a los ojos de los ciudadanos que han sido educados (por los da arriba) para no mezclarse con los affaires que son dominio de los «expertos» y gobernantes, para no ejercer su derecho democrático de controlar los actos de las «autoridades». Es una tarea que las campañas por la auditoría de la deuda deben asumir como prioridad si quieren habituar a la sociedad a la idea de a) que no debe dejar que otros decidan por ella y b) que ella debe tomar el destino en sus manos.
LA AUDITORÍA ¿SÓLO CUESTIÓN DE EXPERTOS?
La condición ‘sine qua non’, tanto para emprender y hacer avanzar la auditoría de la deuda con éxito, como para completar su misión altamente pedagógica hacia la sociedad, es que no sea, desde el principio, una cuestión sólo de expertos, siquiera de izquierdas o muy radicales. En efecto, vista la imposibilidad de que los gobernantes y el Estado colaboren, es solamente la sociedad movilizada y los ciudadanos «anónimos» en los ministerios, los servicios públicos y los ayuntamientos, las empresas, las facultades y los despachos los que pueden advertir a la Comisión y sus expertos de la existencia de préstamos y de deudas ilegítimas y escandalosas, y los que pueden proporcionar los documentos confidenciales y orientar correctamente la auditoría. En suma, sin la colaboración, o mejor, sin la participación activa de estos «anónimos» que tengan un conocimiento directo de los dossiers de los escándalos, la auditoría o no existiría o estaría condenada de antemano a generalidades sin jamás poder entrar en el meollo del tema de las deudas ilegítimas.
Evidentemente, tal enfoque de la auditoría debe tener siempre en cuenta el hecho de que tarde o temprano habrá una intervención -incluso enérgica- del Estado para frenar la investigación y hacer callar las voces que cuestionan la legitimidad de su deuda. Esto quiere decir que a) no hay que hacerse ilusiones sobre el eventual resultado final de la auditoría y b) hay que preparar a los militantes de la campaña de la auditoría, pero también a toda la sociedad, vista la intervención brutal de aquellos que quieren bloquear la investigación.
Este enfoque realista de la auditoría de la deuda tiene el mérito de no limitar de antemano el campo de investigación sólo a la deuda pública «oficial». En efecto, desde el momento en que deseamos y fomentamos la participación activa de los ciudadanos en la auditoría, debemos contar con que estos ciudadanos y sus movimientos, sindicatos y otras redes sociales vienen a llamar a la puerta de la Comisión (o campaña) de auditoría para pedir su ayuda y su saber hacer (‘know how’) para realizar auditorías de las deudas cuya existencia ni sospechábamos con anterioridad. Y, debemos reconocer, es sobre todo la auditoría de estas deudas la que tiene más posibilidades de conseguir resultados concretos y políticamente útiles porque estará fundada sobre la contribución irreemplazable de aquellos que aportan su conocimiento del terreno y de la multitud de documentos obtenidos gracias a sus luchas.
Otra consecuencia práctica de este «enfoque realista» de la auditoría de la deuda en los tiempos de la Troïka y de la represión feroz, es que el tiempo de esta auditoría no es ilimitado, está contado de antemano. En otras palabras, esto quiere decir que el trabajo de investigación no puede extenderse sobre la totalidad de la deuda en cuestión, sino que debe -desde el principio- concentrarse en algunas deudas (dos o tres) que parezcan las más escandalosas con el fin de que la auditoría consiga lo antes posible resultados tangibles. Porque, hay que decirlo, la credibilidad ganada inicialmente ante la sociedad por las campañas por la auditoría de la deuda no es eterna, especialmente en estos tiempos de crisis sistémica que usa rápidamente la moral y el cuerpo de la gente. Así pues, para renovar y guardar intacta esta credibilidad, sin la que no hay campaña contra la deuda, nos han falta rápidamente resultados. Aunque sea mínimos pero concretos…
La conclusión salta a la vista: No podemos tener una auditoría ciudadana de la deuda digna de ese nombre sin que haya participación activa y directa de la sociedad movilizada, sin que se asocien, en pie de total igualdad, los movimientos sociales, sindicatos obreros y asociaciones de ciudadanos de todo tipo que quieran luchar contra la deuda y por su auditoría desde abajo.
Dicho esto, la presencia de trabajadores y otros ciudadanos movilizados en las campañas por la auditoría de la deuda pública no puede limitarse a este rol «utilitarista» que acabamos de reconocerle. Estando desde ahora enfrentados a una crisis cataclísmica del capitalismo y de su régimen político que obliga, al menos -para empezar- en algunos países, a una gran mayoría de ciudadanos a radicalizarse y a buscar soluciones radicales, debemos por fin plantearnos la cuestión de la verdadera finalidad de la auditoría de la deuda, o sea, para qué sirve, o mejor, para qué debe servir. Entonces, en las actuales condiciones de crisis sistémica y de lucha y de lucha de clases paroxísticas, nuestra respueste debe ser categórica: No son los ciudadanos los que deben ponerse al servicio de la auditoría, sino que es la auditoría la que debe servir a las luchas de resistencia y de emancipación de los ciudadanos. La auditoría de la deuda no es un fin en sí mismo, no es más que un instrumento, un medio al servicio de la lucha por la emancipación de los trabajadores y de todos los ciudadanos sumidos en la opresión capitalista.
GENERALIZAR LAS AUDITORÍAS DESDE ABAJO
Llegamos así a lo que debe ser la misión, la prioridad, la tarea, el fin último e incluso la razón de ser de una campaña por la auditoría de la deuda pública en la Europa de los tiempos de la Troïka: El apoyo con actos de la puesta en marcha de ciudadanos en revuelta antisistémica a través de la generalización de las auditorías emprendidas por ellos mismos ahí donde vivan, trabajen, consuman, estudien, se cuiden, respiren, comuniquen, se expresen, se diviertan y desarrollen su personalidad.
Todo ello respetando la autonomía de los movimientos sociales que son, en última instancia, los únicos aptos para elegir sus objetivos y sus formas de lucha, la orden de tal acercamiento al combate ciudadano contra la deuda y por la auditoría de la deuda no puede ser otra que «¡Controlemos nosotros mismos a los que nos gobiernan. Abramos nosotros mismos sus libros de cuentas. Tomemos nuestros destinos en nuestras manos!»
Pero, nos preguntaremos, ¿En qué consiste este «apoyo con actos de la puesta en marcha de ciudadanos en revuelta» del que hemos hablado antes? En suma, ¿Qué debe hacer una campaña por la auditoría de la deuda para traducir su combate en términos de movilización en la base de la sociedad? La respuesta salta a la vista: La primera cosa que esta campaña debe hacer es dirigirse directamente a la sociedad para explicar claramente y sin medias tintas su intenciones, el porqué, el cómo y el objetivo final de lo que quiere hacer. Es decir, acostumbrar a los trabajadores y a ‘los de abajo» a la idea de que son capaces, de que pueden y deben (auto)organizarse para realizar sus propias auditorías ahí donde viven, trabajan y estudian. Nada mejor, pues, que una llamada a los ciudadanos que «legitima» -explicando, analizando y dando sentido- la constitución por todas partes de comités ciudadanos de base a la voz de «¡Controlemos al poder, tomemos las riendas de nuestros destinos, abramos los libros de cuentas de los que nos gobiernan!»…
Huelga decir que estos comités ciudadanos de base disfrutan de una total independencia en relación a la Comisión de auditoría de la deuda pública, asociándose a ella en el marco de la campaña por la auditoría de la deuda pública. Aquí, evidentemente, se plantea -por enésima vez- la cuestión clave de la autonomía de los movimientos sociales que sigue planteando problemas a las formaciones de izquierdas, con todas las tendencias confundidas. El debate en torno a esta cuestión es casi tan viejo como el movimiento obrero y nosotros no quisiéramos repetir aquí los argumentos de principios en favor de la independencia de los movimientos sociales. Por el contrario, sería interesante detenerse un poco ante una «novedad», un argumento suplementario ofrecido por la actualidad social más candente: Querer tratar a los movimientos como correas de transmisión de las elecciones (políticas y otras) decididas en su seno, es actualmente el camino más corto que lleva al aislamiento de la franja más avanzada de la sociedad de sus vanguardias. No mostrar un respeto total por la autonomía de los movimientos de los de abajo es cortar de antemano con movimientos como los indignados, los Aganaktismeni o los Occupy Wall Street, que defienden celosamente su independencia y se caracterizan por su desconfianza pronunciada hacia el mundo político tradicional.
Pero, diremos, ¿Qué quedaría de las relaciones de una Comisión de la auditoría con sus comités ciudadanos de base si estos últimos fueran totalmente independientes? La respuesta no es difícil: Esta independencia no excluye en absoluto la existencia de relaciones incluso persistentes a condición, naturalemente, de que esas relaciones se desarrollen voluntariamente y en pie de igualdad. Más concretamente, la Comisión de la auditoría de la deuda puede y debe ganar la confianza de los comités ciudadanos de base mostrándose, simplemente, útil para sus luchas y acciones cotidianas. ¿Cómo? Ofreciéndoles su ayuda (eventualmente material también), sus consejos, su expertise y sus expertos, sus contactos nacionales e internacionales, pero sobre todo su visión global de la situación y de sus perspectivas en función de las necesidades de la lucha anticapitalista.
La Comisión de la auditoría de la deuda puede también y debe servir como referencia (programática y política) mayor a todos estos comités ciudadanos de base, ella debe conectarlos en red, facilitar su coordinación, darles la posibilidad concreta de entrar en contacto con las campañas y movimientos análogos en el extranjero, que aprovechen sus experiencias, organizar para sus militantes cursos de formación teórica y práctica (por ejemplo, lo que hace falta saber para realizar una auditoría…), etc. He aquí en pocas palabras, en qué debe consistir la aportación tangible de una Comisión de auditoría de la deuda a un movimiento social con la misma sensibilidad. En suma, he aquí como esta Comisión puede ganarse la confianza de los comités de base y desarrollar relaciones sólidas con ellos, respetando escrupulosamente su independencia y su autonomía…
Es evidente que la conexión en red de todos estos comités no se puede hacer en un día, sino que es necesario cierto tiempo. Sin embargo, la perspectiva de esta conexión en red debe ser explicada desde el principio, no sólo para mostrar que no hay nada que esconder, sino también porque hace falta que la acción de los comités ciudadanos de base se impregne lo antes posible de este espíritu tolerante y unitario sin el que no hay movimiento social capaz ni de inspirar a los explotados, ni de contestar la total potencia del sistema capitalista. Pero hay algo más. En estos casos de crisis sistémicas prolongadas, que llevan aparejados enfrentamientos de clase exacerbados (como por ejemplo en la Grecia de hoy), no hay que perder de vista las potencialidades de la dinámica desarrollada por la extensión y la conexión en red de estos comités ciudadanos de base. En la medida en que se imponen como factores ineludibles de la gestión cotidiana de grandes sectores de la sociedad, estos comités pueden comenzar por aparecer -por otra parte, en su justo término- como embriones de un contrapoder naciente, de un contrapoder alternativo. Aunque parezca aún muy lejano, tal perspectiva no es política-ficción, si tenemos en cuenta tanto la gravedad de la crisis sistémica actual como la radicalidad de la revuelta popular que genera en el seno de nuestras sociedades. Así, un congreso de todos estos comités ciudadanos de base ejerciendo diariamente su control -y eventualmente su derecho de veto- sobre la gestión de las diversas autoridades públicas y privadas, nacionales y locales, representaría un enorme salto cualitativo en la lucha desde abajo contra sus verdugos neoliberales.
Lo que vale para los comités ciudadanos de base en relación con la Comisión de auditoría de la deuda, vale también para todos los movimientos que luchan por la anulación de la deuda ilegítima. Por ejemplo, en Grecia, la «Iniciativa de mujeres contra la deuda y las medidas de austeridad» que, siendo totalmente independiente, tejiendo relaciones de colaboración estrecha con la campaña por la auditoría de la deuda pública, ha podido en pocos meses no sólo desarrollar una argumentación sólida explicando y «legitimando» la especificidad de la lucha de las mujeres contra la deuda y sus efectos («nadie lo hará en nuestro lugar»), sino también llevar a cabo algunas acciones ejemplares con un impacto social más que apreciable (ver anexos). Tales movimientos contra la deuda (por ejemplo, movimientos contra la deuda de los jóvenes, de los periodistas, de los artistas, de los parados, etc.) pueden muy bien ponerse en contacto entre ellos y engrosar los rangos del movimiento de los comités ciudadanos de base. Su aportación a este movimiento será por otra parte preciosa desde el momento en que, por ejemplo, el movimiento de mujeres aportará una sensibilidad feminista, lo que constituye la mejor defensa contra el sexismo, pero también contra otras formas de racismo o de no respeto al derecho a la diferencia…
LA UNIÓN (INTERNACIONAL) HACE LA FUERZA
Por otra parte, con el alargamiento de la crisis, una campaña por la auditoría de la deuda desplegada únicamente en el interior de las fronteras naacionales es de aquí en adelante más difícilmente concebible que ayer. Frente a un enemigo (de clase) supranacional unido, rodado, experimentado, coordinado, sobrearmado y, sobre todo, determinado a pelearse durante mucho tiempo con la clase obrera, los trabajadores y todos los oprimidos, todo intento de resistencia a la barbarie neoliberal que pretendiera permanecer encerrado en sus fronteras nacionales está condenado de antemano al fracaso. Esta afirmación, que valía ya ayer para todos los movimientos sociales, vale hoy aún más para todos los movimientos de contestación radical de la deuda desde el momento en que esta deuda y las políticas de austeridad draconiana que engendra están totalmente internacionalizadas.
Pero actualmente hay algo más para hacer obligatoria la internacionalización del combate por la auditoría de la deuda pública. La extensión de la crisis de la deuda por toda Europa y su periferia árabe tiene al menos una consecuencia positiva: ¡Hace nacer resistencias cuyo punto culminante es la creación de campañas de auditoría de la deuda pública -muy pronto- en una docena de países!
El encuentro, el intercambio de experiencias, la conexión en red, la coordinación y, sobre todo, la elaboración programática y la acción común de todas estas campañas europeas (pero también extraeuropeas, hay que pensar en las de Egipto y Túnez) son actualmente de una urgencia absoluta y constituyen una tarea prioritaria para todos nosotros, Como bien dicen los anglosajones, «united we stand, divided we fall»…
En conclusión, podríamos muy bien afirmar que la verdadera razón de ser de una campaña o de una comisión de auditoría de la deuda pública en los tiempos de la Troïka y de los Memorandums, es contribuir a dinamizar, radicalizar y a poner en marcha hacia su emancipación a una sociedad ya revuelta contra los planes de austeridad y el sistema que los genera. ¿De qué manera? Animando y ayudando directamente a la auto-organización de los ciudadanos en las colectividades de lucha contra la deuda y la austeridad, con el fin de que se familiaricen tanto con el control ciudadano de los actos de «los de arriba», como con la idea de que son capaces de gestionar ellos mismos democráticamente su cotidianeidad. En suma, con el fin de que tomen las riendas de sus vidas y sus destinos. Ni más, ni menos…